Las ideas del caudillo peronista se resignifican en un escenario donde vuelven a primar los postulados neoliberales.
Por Rubén Telechea - Diario Página 12
Hace unos días reapareció con gran
fuerza el nombre de Antonio Cafiero en la escena política con motivo de una
serie de homenajes que se le hicieron al cumplirse treinta años de la elección
que le dio el triunfo como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Poseedor
de una personalidad y trayectoria fuera de lo común, de entre tantos rasgos
destacados de su vida (político, funcionario, demócrata, defensor de las
instituciones, hombre de familia, simple militante –como le gustaba definirse–
y hasta ¡actor!), hay uno también sumamente importante que suele permanecer
relegado por el propio valor que revisten algunos de los anteriores, y es su
faceta de economista.
En este breve texto se
pretende resaltar la visión de Cafiero a partir de sus propios escritos acerca
de las políticas pro-mercado o neoliberales como las que se aplican en la
actualidad, las mismas que en los ‘90 se impusieron de manera arrolladora en
buena parte del mundo. En Argentina se realizó (fiel al estilo de Menem) de
manera casi brutal. Si bien Cafiero nunca negó los cambios que los tiempos
demandaban, eso no modificó sus posturas filosóficas más profundas: “Nuestra concepción de la Justicia Social es
ciertamente el disenso más grave que nos separa de los neoliberales....en
la visión liberal clásica, el papel del Estado es supletorio. El mercado y la
acción de los particulares va a asegurar el crecimiento y la justicia social.”
La tan mentada “teoría del derrame” lo llevó a practicar el juego de la
ironía que tanto le agradaba: “La idea de que ‘primero’ es el crecimiento y
‘después’ vendrá espontáneamente y ‘por goteo’ la distribución, y que anticipar
una distribución más equitativa de los ingresos interferiría en el
funcionamiento de los mercados, lo que reduciría la eficacia productiva, en
buen romance exige a los desposeídos que ejerzan varias virtudes: la fe en los
pronósticos de los científicos, la esperanza en el resultado de las políticas y
la paciencia durante un plazo no definido. No hay que creer en esto.”
Ya diez años antes había
dicho: “Las grandes transformaciones se dan a partir del ‘75, donde la crisis
petrolera y cierto agobio a propósito de la intervención del estado, produce la
revolución antikeynesiana, la nueva derecha, la ola liberal, la reaganomics, la
tatchernomics. El liberalismo se encuentra con sus teólogos, que le permiten
salir de la inferioridad ética. Ahora, ¡hasta moralizan! Dicen que la ética del
capitalismo es la única ética. Esto no se animaban a decirlo ni hace 20 años.
Lógicamente todo esto fue traspolado a la Argentina, trasvasado directamente
desde los grandes centros de poder”.
Tampoco escapan a su verba inquisidora las políticas económicas
liberales aplicadas por la dictadura cívico-militar que gobernó de 1976 a 1983:
“Con respecto al liberalismo, hay una cosa curiosa que no quiere ser
admitida por quienes se llaman liberales: que en el país, en repetidas
oportunidades de su historia económica, fue ejercido el liberalismo a fondo.
Por ejemplo, el gobierno de la revolución militar liberó todos los precios y
las tasas de interés; por cierto, no
liberó los salarios, pero las tasas de interés y los precios relativos de los
factores más importantes de la producción jugaron libremente en el mercado”.
Como si lo estuviera diciendo en estos días.
Lo que Cafiero nunca podría
aceptar es la idea de un peronismo surcado por ideas neoliberales: “El
neoliberalismo, si bien minoritario como corriente política, trata de instalar
–con el auspicio de los poderosos– una cultura hegemónica y se presenta como la
única alternativa racional al progreso...Está tratando de imponer sus
creencias, valores y paradigmas al peronismo: se afirma en las supuestas
virtudes del Mercado Máximo y del Mercado Mínimo y se despreocupa de la
autonomía nacional, la igualdad, la equidad y la solidaridad. Nos invita a
iniciar la era del ‘postperonismo’ en la cual la ideología y el modelo
neoliberal -asumidos e interpretados en clave peronista- serían la nueva
versión del Justicialismo del siglo XXI”.
Mientras gobernaba Menem,
explicó la situación originada por el colapso de la economía mexicana y los
ajustes que, para hacer a frente a ello se efectuaron en nuestro país, donde
evidenció su molestia por el rumbo tomado. Esta opinión reviste valor no sólo
por el análisis que realizó sobre el ajuste que se estaba practicando en ese
momento (1995), sino por los que sobrevendrían posteriormente, especialmente en
el gobierno de De la Rúa y el que está tratando de llevar adelante Macri: “Estos son los riesgos de los ajustes
indiscriminados. Aquí no parece haberse evaluado con detenimiento que
existen actividades que, por su propia naturaleza, aseguran el funcionamiento
de las demás. El ajuste no debe alcanzar a todos los sectores públicos de la
misma manera...
El gasto público es un instrumento vital del Estado para la
organización de la vida social sobre la base de los criterios de eficiencia y
equidad. No sería deseable que las reducciones presupuestarias dispuestas
en las medidas de ajuste sólo persigan la prolijidad de las cuentas públicas, o
sea la eficacia en desmedro de la eficiencia....
Las funciones compensadora y
reguladora del Estado de fin de siglo, orientadas hacia nuevos mecanismos de
resguardo del bien común, están desalojando con trabajoso éxito el efímero auge
del “Estado desertor” de cuño reaganiano, que ahora ensaya una póstuma
restauración...
El Estado deberá hacer
posible, a través de las inversiones en las capacidades humanas (educación y
salud, pero también en el entrenamiento y aprendizaje en los mecanismos de
participación democrática y en la toma de decisiones de la gente) el viejo
sueño transformador de la democracia acerca de la igualdad de oportunidades.
El Estado deberá proteger, en
consecuencia, los instrumentos con que cuenta para satisfacer de manera
armónica las demandas sociales, equilibrando la puja de intereses
contrapuestos, con especial cuidado de los postergados en el juego de la
competencia y en la lucha de los mercados.”
Salud, Antonio. Sus ideas
gozan de plena vigencia.
* Docente UNLZ, UNQ y UPE / rtelechea@gmail.com