JORGE ZACCAGNINI – HUMBERTO PODETTI - Septiembre 2017
El trabajo es un derecho
inherente a la condición humana y el camino para alcanzar la plena dignidad de
mujeres y hombres.
“No hablamos sólo del trabajo manual o del
trabajo con la tierra, sino de cualquier actividad que implique alguna
transformación de lo existente, desde la elaboración de un informe social hasta
el diseño de un desarrollo tecnológico.” (Papa Francisco – LaudatoSI #125)
El capitalismo ha reducido al
trabajo y al trabajador a la categoría de un insumo más. Una materia prima a la
que denomina como “recurso humano”, que corre la misma suerte que cualquier
otra cuando los números no cierran y las ganancias dejan de ser tales.
Esta concepción ha llevado a
la Humanidad a un punto límite, en el que una creciente proporción de la
población mundial es expulsada del sistema productivo y condenada al hambre y a
la indignidad. Y se trata de una expulsión definitiva: el paradigma tecno
económico del “libre” comercio se propone reducir de modo constante los puestos
de trabajo.
LA DESAPARICIÓN DEL TRABAJO COMO INDICIO DEL CARÁCTER TERMINAL DE LA
CRISIS GLOBAL
Una de las características de la crisis global es precisamente la
proposición del fin del trabajo humano, mediante el reemplazo de las
personas en todos los ámbitos donde se requiere trabajo por artificios y
artefactos, con el argumento de que reducen los costos de producción y
minimizan los “problemas” que significa tener que “lidiar” con “recursos
humanos” que reclaman derechos, tienen problemas personales y constituyen un
obstáculo en el camino hacia el “mundo feliz” que ya en 1932 anunciaba
sombríamente Aldous Husley.
El proceso de reconversión tecnológica que tiene como objetivo la
disminución/eliminación del trabajo no es nuevo. Lo reconocemos en la
aceleración de los ritmos en líneas de montaje, que tan magistralmente
parodiaba Chaplin en su genial película Tiempos Modernos, a principios del
siglo pasado. También en la reingeniería de los procesos productivos y de
gestión, de la mano de las tecnologías digitales e informáticas. La apuesta que
los centros de poder realizan hoy para posibilitar que la robótica reemplace al
trabajo no sólo en los procesos productivos sino también en las actividades
domésticas, significan una nueva y quizás definitiva vuelta de tuerca a este
sistemático ataque al derecho al trabajo.
La proposición se presenta
como un avance significativo para la sociedad humana, completada con el reemplazo
del salario como retribución a la contribución física o intelectual de las
personas por una asignación automática ‘para todos’ a partir de alcanzar la
edad laboral y sin contraprestación alguna. Este sistema, que pretende reducir
a las personas en consumidores sin ninguna otra función económica o social, ya
se está ensayando en algunas grandes ciudades e inclusive ha sido propuesto
para algunas naciones, como los programas
piloto de “ingreso universal” que están implementando Finlandia y Canadá.
En nuestro país, el economista Levy Yeyati encuentra en las páginas del diario
La Nación y en el apoyo de algunos funcionarios nacionales, una inmejorable
oportunidad de desembarco de este Caballo de Troya que esconde en sus entrañas
la destrucción del trabajo y, consecuentemente, la pérdida de la dignidad que
el trabajo brinda.
De este modo, el sistema
económico/político global del ‘Consenso’
de Washington (comercio “libre” + “democracia” representativa), encarnado en el
“partido” de Davos, se ha asumido como el burro al que el dueño le enseñó a
vivir sin comer. Y frente a la gravedad de su crisis –que ha comenzado a
disolver la asociación grandes corporaciones/estados centrales- ha cedido la
orientación general del “partido” de Davos al Consenso de Beijing (comercio “libre” + dictadura).
La búsqueda del fin del
trabajo humano como actividad que provee dignidad y sentido a las personas es
bastante antigua. La esclavitud fue uno de los esfuerzos más importantes. El
precio de las personas sometidas a esclavitud surgido del “libre” juego de la
oferta y la demanda en el mercado fue también en su tiempo una de las
“conquistas” del progreso. La
resistencia de los pueblos a la esclavitud terminó por erradicarla al menos
formalmente. El episodio más significativo en esa lucha ocurrió en América.
La rebelión independentista de los esclavos haitianos, iniciada por un
sacerdote vudú –religión mezcla de cultos africanos y cristianismo que predica
la igualdad entre las personas- algunos años antes de la Revolución Francesa y
la posterior derrota del ejército de Napoleón, originaron la célebre paradoja
del amo y el esclavo en Hegel y sus discípulos. Y la esclavitud, después de
aquel hito y muchos años de lucha, terminó por ser eliminada de las
Constituciones esclavistas, como la de EEUU, y de las declaraciones cínicas
como la de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de la Revolución Francesa,
que había mantenido vigente el CodeNoire precisamente en razón de la revolución
haitiana. Haití sigue pagando en nuestros días el precio de su osadía.
Luego se buscaron nuevas formas de esclavitud encubierta o disimulada.
El trabajo semiesclavo fue una de esos formas. Por fin se produjo la
conversión del trabajo en una mercancía ofrecida en el mercado y cuya
retribución surgía del “libre juego” de la oferta y la demanda. La cosificación
del trabajo incluyó el de cosificar a las personas. Las personas se
convirtieron en “recursos” al que recurrían las empresas y para los que
perseguían y siguen persiguiendo el objetivo de pagar el menor salario posible.
En nuestros días, precisamente
el esfuerzo y los ingentes recursos volcados a la eliminación del trabajo
constituyen uno de los indicios más claros de la crisis terminal del sistema
global, cuya última fase inició el “Consenso” de Washington sucedido, como
anticipamos, por un interinato del Consenso de Beijing.
TECHO, TIERRA Y TRABAJO PARA TODOS LOS HABITANTES DEL PLANETA.
En pleno curso de este
proceso, Francisco ha propuesto reemplazar el paradigma tecno-económico del
sistema global del mercado por un nuevo paradigma: Techo, tierra y trabajo para
todos los habitantes del planeta. Su convicción de que es posible seguramente
nació en su infancia y adolescencia, porque se desarrolló en la Argentina que
alcanzó las mayores proporciones de la historia moderna -bajo cualquier
régimen- de habitantes propietarios, habitantes con trabajo digno, habitantes
con acceso a la salud y a la educación en todos los grados. También debe
recordar la participación de los trabajadores y de las organizaciones de
trabajadores, en todos los aspectos de la vida política, económica y social de
la Argentina de aquel tiempo, y por ello propone que sean ellos los que
proyecten como sacar al mundo de la grave situación en la que se encuentra.
TECNOLOGÍA DEL CAPITALISMO
La tecnología, puesta al
servicio del pensamiento capitalista, ha sido y sigue siendo el instrumento de
la creciente desaparición de la posibilidad de tener trabajo. Cuando la
participación del trabajo humano en los costos era “significativa”, explotaron
las condiciones sociales -muchas veces miserables- de países de menor o nulo
desarrollo industrial.
Muchos fueron los países que
-como el nuestro- se resignaron a esta división global del trabajo y aceptaron
a la maquila como un paliativo que posibilitaba un cierto desarrollo y
generación de empleo. Pero la aparición de nuevos dispositivos tecnológicos
redoblan la apuesta del capitalismo: cada vez es menos necesario buscar
mercados de trabajo de menor remuneración. Así,
las fábricas automotrices que empleaban miles de empleados en los años ´70 hoy
emplean al 10% en sus líneas de producción robotizadas. Y menos aún en un
futuro inmediato.
“El paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la
economía y la política. La economía asume todo desarrollo tecnológico en
función del rédito, sin prestar atención a eventuales consecuencias negativas
para el ser humano. Las finanzas ahogan a la economía real.” (Papa Francisco –
LaudatoSI #107)
Los “avances tecnológicos”
siguen la lógica e instrumentan los sistemas de producción de acuerdo al
pensamiento capitalista. No pudieron escapar a esa lógica, ni las izquierdas
europeas ni el capitalismo de estado que instalaron los soviéticos.
EN EL CORAZÓN DE LA DEPENDENCIA
Cuando consideramos que la
tecnología “4G” es un avance sobre la “3G” en materia de comunicación, cuando
nos asombramos porque nos enteramos que -en algún lugar- han desarrollado una
maquinaria robotizada capaz de cosechar, clasificar y empacar 100 hectáreas de
soja en un día sin intervención humana, cuando nos preocupamos -y escribimos
informes como éste- porque día a día se crean nuevos dispositivos que
reemplazan más y más al trabajo humano, cuando sentimos que la lógica
capitalista no va a parar hasta que los “recursos humanos” de sus planillas
Excel lleguen a costo cero, estamos aceptando que el único sentido posible del
desarrollo de los dispositivos que la humanidad utiliza para la producción de
bienes y servicios, está determinado por el objetivo capitalista de maximizar
ganancias.
La especialización propia de
la tecnología implica una gran dificultad para mirar el conjunto. Una ciencia
que pretenda ofrecer soluciones a los grandes asuntos, necesariamente debería
sumar todo lo que ha generado el conocimiento en las demás áreas del saber,
incluyendo la filosofía y la ética social. La vida pasa a ser un abandonarse a
las circunstancias condicionadas por la técnica, entendida como el principal
recurso para interpretar la existencia. (Papa Francisco – LaudatoSI #110)
La “tecnología de avanzada” que importamos -y también la que
fabricamos- siguiendo las decisiones e imposiciones de los poderes dominantes,
nos incorpora a una carrera eterna tras una zanahoria inalcanzable. Una
carrera que se renueva constantemente, gracias a los recursos con los que los
consumidores de dependencia tecnológica -disfrazada de progreso- financiamos el
desarrollo de la zanahoria siguiente.
Pero eso no es lo peor: lo más
terrible es hacia dónde conduce esa carrera sin sentido. Como fruto de la
aplicación secular de lógica capitalista, pueblos enteros se encuentran hoy
viviendo en condiciones inaceptables. Es una marea de pobreza e indignidad que
ha llegado, incluso, a los países supuestamente beneficiados por este obsoleto
e ineficiente sistema. El capitalismo ha agotado su capacidad de producir y
distribuir equitativamente la riqueza. Si es que alguna vez la ha tenido.
“Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y
selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende
legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el
derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque
el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo.”
(Papa Francisco – LaudatoSI #50)
“Hay que reconocer que los
objetos producto de la técnica no son neutros, porque crean un entramado que
termina condicionando los estilos de vida y orientan las posibilidades sociales
en la línea de los intereses de determinados grupos de poder.” (Papa Francisco
– LaudatoSI #107)
LATINOAMÉRICA ES NUESTRO CONTINENTE Y NUESTRO FUTURO
Miremos nuestra Latinoamérica
con ojos latinoamericanos. Hagamos un balance simple sobre su situación actual
y sus posibilidades.
En una superficie de algo más de 19 millones de kilómetros cuadrados
vivimos alrededor de 625 millones de compatriotas latinoamericanos: una
densidad de población que es un tercio menor a la de Europa y siete veces menor
que la de Asia. Contamos con recursos naturales que generan la admiración de
todos y despierta la codicia de muchos. Podemos proveer una vida digna para
todos nuestros habitantes y para muchos más. Sufrimos la barbarie de no poder
utilizar, en nuestro propio beneficio, la enorme capacidad de conocimiento y
acción de nuestros compatriotas. Somos
víctimas de la creciente desocupación e injusticia social a la que el
capitalismo está llevado al planeta.
Los pueblos en vías de
desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera,
siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente
y de su futuro. La tierra de los pobres del Sur es rica y poco contaminada,
pero el acceso a la propiedad de los bienes y recursos para satisfacer sus
necesidades vitales les está vedado por un sistema de relaciones comerciales y
de propiedad estructuralmente perverso. (Papa Francisco – LaudatoSI #52)
“TECNOLOGÍA DE AVANZADA” VERSUS “TECNOLOGÍA CONVENIENTE”
El ingeniero Edgardo Galli es un tecnólogo argentino que, desde hace
muchos años, ha sido maestro de muchos -entre ellos nosotros- y un generador de
conceptos que ayudan a mirar a la tecnología con nuestros propios ojos. Galli
define a la tecnología como “la inteligencia, el conocimiento, la creatividad,
la habilidad y el arte que la Humanidad utiliza para pensar, diseñar,
construir, utilizar y perfeccionar o desechar artefactos y artificios”. Es una
definición amplia e inclusiva, que resignifica un concepto primordial que el
consumismo ha bastardeado significativamente.
La tecnología del capitalismo
es una de los principales motores del agotamiento del sistema imperante. “Tecnología de avanzada” es el eufemismo que
describe el acto de subirse a un tren que marcha a toda velocidad hacia el
precipicio. Es necesario retomar nuestro propio concepto de desarrollo
tecnológico y terminar con la aceptación pasiva de los desarrollos tecnológicos
que consolidan el globalismo dependiente.
Entre los componentes sociales
del cambio global se incluyen los efectos laborales de algunas innovaciones
tecnológicas, la exclusión social, la inequidad en la disponibilidad y el
consumo de energía y de otros servicios, la fragmentación social, el
crecimiento de la violencia y el surgimiento de nuevas formas de agresividad
social, el narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes,
la pérdida de identidad…Algunos de estos signos son al mismo tiempo síntomas de
una verdadera degradación social, de una silenciosa ruptura de los lazos de
integración y de comunión social. (Papa Francisco – LaudatoSI #46)
En contraposición a la promocionada idea consumista de la “tecnología de
avanzada”, Galli propone la Tecnología
Conveniente, un concepto que constituye una herramienta conceptual
formidable. La define como “una
tecnología de cualquier grado de complejidad y escala, producida en el país o
adquirida en el exterior, protegiendo en este último caso los intereses
nacionales, que tiene como misión mejorar la calidad de vida de la sociedad y
respetar a la Naturaleza“.
La idea de tecnología
conveniente incorpora la consideración ética y el compromiso social a las
decisiones sobre el uso y el desarrollo de tecnologías. Permite convertir la
lógica imperante en la organización de la producción, e imaginar un sistema
continental de generación de bienes y servicios que cuide la casa común, que
preserve el derecho al trabajo y eleve la calidad de vida de nuestros pueblos a
través de una justa retribución, por encima de cualquier otra consideración.
¿Esto significa rechazar toda
tecnología que no provenga de nuestra propia creación? Por supuesto que no.
Significa recuperar la capacidad de elegir soberanamente aquellos aportes que
contribuyan a sostener el respeto por la naturaleza y el modelo de sociedad que
construyamos entre todos los latinoamericanos.
¿Que los intereses locales
atados a la dependencia no nos permitirán apartarnos del camino suicida que
transita el capitalismo globalizado? Los que así piensan deberían enterarse que
en nuestros países somos muchos los que creemos posible volver a izar,
triunfantes, las banderas de soberanía política, justicia social e
independencia económica.
¿Que seremos castigados
retaceándonos el crédito y las inversiones que se necesitan? En las manos, los
conocimientos y la voluntad de lucha de nuestros pueblos encontraremos lo que
necesitemos para construir lo que nos propongamos. Podemos hacerlo. Tenemos con
qué.
NO SE TRATA DE UN SUEÑO
INALCANZABLE EN NUESTRO TIEMPO
Hay muchas respuestas teóricas
posibles. Pero ya hay una respuesta práctica, colectiva y universal: los
excluidos de la sociedad por el sistema global han decidido que el proyecto es
plenamente realizable. A partir de la convicción que el trabajo ofrecido por el
mercado seguirá reduciéndose cada vez más, han resuelto afirmar en primer lugar
su carácter de trabajadores, como constituyente esencial de la persona humana,
han iniciado la creación de nuevas formas de trabajo y han elegido como forma
de organización política, social y económica, el gremio, tal como se ha
desarrollado en Argentina, desde 1945. Primero pareció una respuesta americana,
semejante a la del 17 de octubre de 1945 –el pueblo auto proclamándose sujeto y
actor de la historia en tanto pueblo- pero poco a poco fue advirtiéndose que se
estaba produciendo simultáneamente en todos los rincones del globo. Millones de
personas en todo el mundo, desde las periferias más profundas de la humanidad,
desde el subsuelo de sus patrias o de las patrias a las que debieron emigrar,
han comenzado a construir una nueva economía, que ellos mismos bautizaron como
economía popular, cuyo propósito central es auto generar trabajo.
El encuentro de ese proceso con Francisco fue casi inmediato. Se
realizaron las reuniones en Roma y en Santa Cruz de la Sierra. Pero enseguida
comenzaron en África, en Estados Unidos, en Asia y también en Europa. La
última ha sido precisamente en EEUU y fueron dos argentinos los que marcaron la
orientación y el sentido: el Papa y uno de los dirigentes de la CTEP, que llevó la experiencia argentina y la
expresión de la mayor conciencia organizativa: la unidad de todos los trabajadores en torno a la CGT, es
decir en torno al trabajo y a la calidad de trabajadores. En la segunda reunión
en Roma, en noviembre de 2016, se presentaron las Propuestas de Acción
Transformadora que asumimos los Movimientos Populares del Mundo en diálogo con
el Papa Francisco. Constituyen la base
de un Consenso de los Pueblos, tan opuesto al Consenso de Washington como al
Consenso de Beijing.
En la cuarta de esas
Propuestas, los Movimientos Populares han propuesto al mundo: En la perspectiva
de una reforma laboral justa que
garantice el acceso pleno al trabajo digno, proponemos implementar un salario
social universal para todos los trabajadores ya sean del sector público,
privado o popular.
Se trata, entonces, de
reconocer el carácter de trabajo a toda
actividad humana que “implique alguna transformación de lo existente” y de
trabajadores a toda mujer y a todo hombre que la desarrolle. Y simultáneamente
que el trabajo debe ser retribuido por el salario como contraprestación digna y
justa de la contribución física o intelectual de las personas a la sociedad.
Frente a la proposición y a la acción del fin del trabajo de un sistema
global fracturado y debilitado -aunque no por eso menos dispuesto a dar batalla
para construir un período aún más obscuro para la humanidad-, se alza la
experiencia y la conciencia de los trabajadores argentinos, liderados por la
CGT, inspiradoras de un movimiento global.
En la actual realidad social
mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una
cuestionable racionalidad económica, es necesario que «se siga buscando como
prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos» (Papa Francisco – LaudatoSI #127)