Entrevista a Julio Burdman
Director de Observatorio Electoral Consultores
Por Alejandro Radonjic
Se acercan unas elecciones atípicas
en Argentina. Hay nuevos protagonistas, como Cambiemos, que hoy está en la Casa
Rosada y la provincia (ya estaba en la Ciudad) y quiere quedarse. Y, además, el
actor pivotal de la política por estos lares, el peronismo, se encuentra fuera
del poder y fragmentado. Y algo desorientado, sugiere Julio Burdman, director
de Observatorio Electoral Consultores y un fino analista político. Sobre las
dificultades del “movimiento” para posicionarse estratégicamente ante la nueva
criatura política dialogó, largo y tendido, con El Economista.
“Al peronismo le está costando entender el relativo éxito de Mauricio
Macri en las encuestas”, escribió, hace algunos días, en la revista el
estadista. Pensaba que es algo bastante inédito que el peronismo esté con la
ñata contra el vidrio, desempleado y haya en la Casa Rosada un Presidente, como
usted sugiere, moderadamente popular. Es un examen exigente. ¿Perdió el olfato
el peronismo? O una parte de él, cuanto menos…
No sé si es tan inédito que el
peronismo esté en la oposición, ni atravesando por un período de necesario
reacomodamiento tras una derrota electoral. Lo novedoso, tal vez, es que en
esta oportunidad enfrenta a un adversario que no termina de entender. El
peronismo supo quiénes eran los gorilas, los militares, los conservadores, los
radicales… pero el macrismo lo desconcierta. Macri, en las famosas reuniones de
equipo, les dice a sus colaboradores que el liderazgo se ejerce cuando el resto
-los votantes, en este caso- quiere ser como el líder. El macrismo ejerce el poder a través de una administración de las
aspiraciones sociales. Gran parte de la dirigencia del PRO provienen de un
sector que sabe lo que es mandar y, por lo tanto, conoce a los que son
mandados. Sin embargo, el peronismo cree que el macrismo no entiende a la
gente, no conoce la calle y vive en una burbuja social. Cuando es al revés: el macrismo sabe bien lo que la gente quiere. O al
menos, una buena parte de ella. De esa errónea presunción, de que el
macrismo “no entiende la calle”, se deriva otro prejuicio peronista sobre el
PRO: que el macrismo no entiende de política. Hugo Moyano dijo, en una frase ya
célebre, que Macri sabe “menos de política que yo de capar monos”. Doble error:
el macrismo sabe de política, y a los hechos nos remitimos. Macri es más
exitoso como político que Moyano. Y una
clave del éxito político del macrismo, insisto, es que se especializa en saber
lo que la gente quiere. Si eso después se traduce en beneficios materiales, o
no, es otro tema.
Uno de los temas que ustedcriticaba en esa columna es la “fijación” del
peronismo con la economía, es decir, que todas las críticas se vertebren en la
situación de la economía. A priori, no parece descabellado: la gente vota con
el bolsillo y la coyuntura dista de ser ideal. ¿Por qué es un error?
Porque el bolsillo es
importante y, sin dudas, mucha gente vota con él, pero no es lo único que
juega. No, al menos, en forma tan lineal y directa. La gente vota por muchas
razones y solemos creer que gana quien reúne la mayor cantidad de razones para
recibir el voto. Y el macrismo trabaja en eso. Sin ir más lejos, las encuestas muestran que muchos votantes
están insatisfechos con la economía de hoy, pero depositan esperanzas en
Cambiemos. Creen que el gobierno va a traer prosperidad en el futuro. Los
dirigentes cambiemitas se visten bien, transmiten confianza sin exagerar,
serenidad, éxito personal: el estilo Cambiemos promete al votante algo
indeterminado, pero positivo. Ahí entran las
expectativas del bolsillo por venir, con compras a crédito, iPhone’s,
mejores servicios estatales, un modo de vida más internacional, todo aquello
que el elector quiera poner en su horizonte. No está hoy, pero estamos
trabajando en ello. “Disculpe por las molestias”, rezan los carteles de las
calles de la Capital cuando hay obras de asfalto. El peronismo, en cambio, hoy ofrece un discurso excesivamente racional.
Mucha dirigencia peronista, empezando por la ex Presidenta, insiste en dar una
discusión sobre modelos económicos, y en tener razón en una competencia de
argumentos. Dice que “mucha gente está peor y con nosotros ganaba más y se
consumía mejor, y ya van a comparar y ganaremos”. Pero no ofrece mientras tanto
ninguna ilusión, más que la razón, para ese sector importante de votantes que
tiene aspiraciones sociales. Y se queda hablando solo porque el oficialismo no
tiene ningún interés en discutir de políticas económicas con el peronismo. Como
dice Mariela Cuadro, el discurso peronista está anclado en una racionalidad
propia de la modernidad. Cambiemos, en cambio, apela mejor a ese deseo
clasemediero que mueve a muchos argentinos y argentinas. De hecho, apela a eso
en forma permanente, con una comunicación muy bien diseñada a tal efecto.
¿Por dónde debería enhebrar las críticas el universo panperonista?
Usted habla, por ejemplo, de incluir también al “votante cambiemita” en ese
discurso político…
En principio, debería no solo
criticar, sino mostrar caminos. Y apelar a más votantes. Con su núcleo duro no
alcanza. El peronismo debe entender que Cambiemos también le habla a los
pobres, aunque con las herramientas de la aspiración y no de la identificación.
El timbreo representa eso: el líder no se convierte en multitud, se acerca al
barrio a oír para aprender a ser mejor líder, y no para mezclarse en el barrio.
Lo que le falta al peronismo es ofrecer un horizonte positivo a los que están
mal, y que esté más allá de la crítica socioeconómica del macrismo. Con
personas y mensajes que encarnen ese horizonte positivo. Obviamente, ello
implica salir a conquistar a los votantes que hoy apoyan al Presidente. Y a la gobernadora María Eugenia Vidal, el
mejor producto cambiemita.
¿Qué dirigentes peronistas están interpretando mejor estos nuevos
tiempos? ¿El kirchnerismo duro, los intendentes de GBA, los gobernadores del
interior, los del Frente Renovador?
Hay varios que podrían estar
interpretando esto a nivel individual, pero no hay un discurso peronista
coordinado o unificado en esta dirección. En
la provincia, la ventaja de Verónica Magario es que solo habla del presente, y
no se engancha tanto con debates del pasado. Una gran falencia del
peronismo en esta elección es que no tendrá un comando único de campaña. Ya le
pasó en 2015, a pesar de que el FPV-PJ estaba gobernando. En esta elección, la
dispersión del mensaje será aún mayor. Y
enfrente tendrá a un discurso oficialista que está perfectamente coordinado y
alineado, con una sola voz disonante: la de Elisa Carrió. Cuando habla de
unidad, el peronismo debería referirse a los mensajes y discursos, y no tanto a
las listas.
Por último, hablemos directamente de las elecciones de octubre pues
usted hace encuestas también. Faltan clima, listas concretas y tiempo, ¿pero
cómo viene más o menos la cosa?
Es difícil proyectar octubre
cuando aún no se determinaron las candidaturas de las PASO, pero hoy podemos
decir que Cambiemos arranca con ventaja: es la marca política mejor instalada a
nivel nacional, el Gobierno de Macri
mantiene un nivel de apoyo razonablemente bueno, y la oposición peronista tiene
los problemas antes mencionados. Tengo tres grandes interrogantes. Uno es
en qué condiciones organizativas y “espirituales” estará el peronismo para
enfrentar la elección. El segundo es si la valoración positiva de Cambiemos se
va a transferir a sus candidatos: en el Gobierno hay un convencimiento de que
será así, pero hay que recordar que la historia no es tajante al respecto. Y el
tercero es en qué medida Sergio Massa y Margarita Stolbizer lograrán construir
una coalición nacional de la tercera vía: una cosa es si logran cerrar una
alianza con Martín Lousteau, los socialistas santafesinos y José Manuel de la
Sota, y otra muy distinta es si el Frente Renovador y el GEN quedan reducidos a
un fenómeno bonaerense.