15 de diciembre de 2005
Tenemos
la firme convicción de superar la Argentina de los viejos y recurrentes problemas.
Por
mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política sabemos que esta es la oportunidad
del cambio, de la transformación
profunda. El cambio que puede consolidarse no
depende de una persona, ni de un grupo de elegidos o iluminados; es tarea colectiva, diversa, plural.
Somos
conscientes de estar transitando un momento histórico fundamental y estamos decididos a ser
protagonistas de este cambio de época. Nos
han educado durante mucho tiempo para la impotencia, para el no se puede, nos quieren hacer creer
que lo nuestro nada vale, que no tenemos
la capacidad o la constancia para valernos
como nosotros, como país.
Nos quisieron meter en
el alma la certeza de que la realidad es
intocable, nos quieren convencer que son tan grandes las dificultades que es mejor que nada cambie. Quieren hacernos creer que no hacer nada nuevo es la única opción
realista.
Creemos,
sin embargo, que nuestro futuro será hijo de nuestra capacidad para articular respuestas
colectivas y solidarias de nuestro compromiso
con la defensa del interés conjunto. Intentando
superar el infierno en que caímos, sabemos que estamos recuperando la esperanza y que debemos adueñarnos de las
herramientas para construir nuestra
autonomía.
Para
dar continuidad al cambio se deben superar de raíz los problemas de arrastre, creando las
condiciones para una estrategia de
desarrollo a largo plazo. Un problema de
arrastre central y condicionante, es
nuestra deuda.
En
el día de la fecha, hemos tomado las decisiones
institucionales, que nos permitirán destinar nuestras reservas de libre disponibilidad al pago de la deuda total con el Fondo
Monetario Internacional. (Aplausos). Hace 50 años que viene
siendo motivo de nuestros desvelos.
La
República Argentina abonará anticipadamente al Fondo Monetario Internacional, a fin de año, la
suma total adeudada de capital de 9.810
millones de dólares. Nuestros vencimientos para
el 2006 sumaban 5.082 millones de dólares; en el 2007 ascendían a 4635 millones de dólares, para complementar
en el 2008 unos 432 millones, de igual
moneda, anticipando de este modo nuestros pagos
para la cancelación total, concretamos un ahorro en intereses de casi mil millones de dólares.
Como
el costo de financiamiento con el
organismo supera el rendimiento obtenido
por colocación de las reservas, la diferencia se incluye en aquel ahorro directo. Al
destinarse el pago de reservas de libre
disponibilidad se garantiza un efecto monetario
neutro.
La
medida puede adoptarse en función de la solidez que el modelo de producción, trabajo y crecimiento
sustentable, con inclusión social, que
venimos aplicando va adquiriendo. Sin apoyo
alguno del Fondo Monetario Internacional y sobre la base de la sustentabilidad del superávit fiscal y
externo que mantenemos, así como la
solvencia económica lograda.
A
su vez la magnitud de este fuerte desendeudamiento, junto con el nuevo perfil de la deuda que ya hemos
reestructurado, contribuirá al
fortalecimiento y la previsibilidad del proceso de recuperación, expansión y transformación, que
venimos protagonizando los argentinos.
Sobre
la base de la solvencia fiscal, la sustentabilidad externa, la flexibilidad cambiaría, una
política monetaria prudente, predecible
y transparente y una política financiera
sólida y anticíclica, podemos dar este paso que contribuirá a su vez a reafirmar un ambiente económico
previsible.
Podemos
hacerlo por la continuidad del notable esfuerzo en materia fiscal, que permite dar consistencia
a sucesivos superávit, como por el
dinamismo exportador creciente, que permite
contar con superávit comercial y dar cuenta corriente de la balanza de pagos, que contribuya a la
generación de un ambiente macroeconómico
estable. Podemos hacerlo porque hemos acumulado
reservas que llegan casi o ya están llegando a los 27.000 millones de dólares y que hemos multiplicado más de
tres veces, desde el mínimo de 8.250
millones, registrados a comienzo de 2003 y que
respaldan un cambio flexible y una política monetaria prudente, que no abandonaremos.
Concretamos,
con esta medida, nuestra estrategia de
reducción de deuda, a un nivel
compatible con nuestras posibilidades de
crecimiento y pago, ganando, además, grados de libertad para la decisión nacional.
La
deuda que cancelamos con el Fondo Monetario Internacional, similar a la suma que ese organismo prestó para sostener un régimen de convertibilidad, condenado al
fracaso, ha resultado lejos la más
condicionante, aún cuando a diferencias de otros países que experimentaron situaciones
críticas no recibimos ayuda del Fondo
para superar la difícil situación que enfrentamos.
Esta
deuda ha sido constante vehículo de
intromisiones, porque está sujeta a
revisiones periódicas y ha sido fuente de
exigencias y más exigencias, que resultan contradictorias entre sí y opuestas al objetivo del crecimiento
sustentable.
Además,
desnaturalizado como está en sus fines el Fondo Monetario Internacional ha actuado, respecto
de nuestro país, como promotor y
vehículo de políticas que provocaron pobreza y dolor en el pueblo argentino, de la mano de
gobiernos que eran proclamados alumnos
ejemplares del ajuste permanente. Nuestro pueblo lo corrobora. En los últimos 30 años hemos visto
avanzar la continua dependencia de
programas que Argentina acordó con el Fondo
Monetario Internacional. Formamos
parte de la triste realidad de integrar
el grupo de países en los que esa institución ha aplicado y monitoreado mucho de sus 150 planes de
ajuste. El resultado ha sido exclusión,
pobreza, indigencia, la destrucción de aparato
productivo.
A
la sombra de esos programas hemos visto
concentración de ingreso en unos pocos
y chocado contra la imposibilidad de
combinar crecimiento macroeconómico con desarrollo social y pleno empleo.
Hoy
podemos decir que cada vez que nos endeudábamos, no sólo nos debilitábamos ante el mundo, sino que fuimos
perdiendo nuestra capacidad de resolver.
Esta lógica siempre defendida por adalides
locales de modelos que no tienen
en cuenta ni las necesidades ni las
realidades de los pueblos, llevó a consolidar una verdadera adicción al endeudamiento, en la que cada
vez más nuestros acreedores encarecieron
sus intereses, endurecieron su auditoria,
su control y sus exigencias.
La
más reciente experiencia argentina ha dado prueba suficiente de que ese organismo internacional
respaldó, primero, verdaderos fracasos
políticos y luego no aportó ni una moneda de
ayuda para la superación de la crisis ni para la reestructuración de la deuda, que concretamos con la
aceptación del mercado.
Antes
bien, nosotros debimos abonar 6.484
millones de dólares al organismo, sin
que nos prestaran suma alguna, mientras
desembolsaron 3.000 millones de dólares, a dos meses de la
caída del Gobierno del Doctor De la Rúa.
Esa misma experiencia puso en
evidencia el desacierto de
condicionalidades estructurales
innecesarias y exigencias exageradas para un país en nuestra situación.
Este
pago anticipado entonces, que implica saldar una deuda no podrá ser interpretado como un obstáculo en
la relación con el Fondo, y nos dará más fuerza y autoridad para seguir reclamando una profunda reestructuración de ese
organismo.
Nuestro
reclamo de que esa institución cumpla un rol
contracíclico, que no es más que exigir el cumplimiento de la finalidad para la que fue creado, evite el
sistema de condicionalidades cruzadas,
aumente el grado de transparencia
de sus operaciones, reduzca el costo de
su funcionamiento y mejore su
capacidad de préstamo, adquirirá aún mayor fuerza.
La
República Argentina ha podido concretar exitosamente este año el más gigantesco canje de deuda en
cesación de pagos de la historia
mundial, y lo ha hecho en el marco de la concreción de la quita
más grande de su historia, que supera los 67 mil millones de dólares. Por su complejidad, en cuanto a
número de títulos, monedas y
jurisdicciones involucradas, por su monto, por las particularidades de la situación mundial que
determinaron la ausencia de ayuda
crediticia, por haberse realizado en el marco de una reducción neta de la deuda con los
organismos multilaterales de crédito
internacional, el proceso ha resultado único y
excepcional.
Por
primera vez en la historia argentina un proceso de reestructuración
de deuda ha culminado con una drástica
disminución del endeudamiento del país.
El
paso que damos hoy es de idéntica magnitud; hace dos años y medio, al tiempo de asumir, ambos logros
parecían imposibles de alcanzar ni en el
más temerario de nuestros sueños. Sin embargo,
entre todos los argentinos lo hemos logrado.
El
pueblo argentino, paulatinamente, lo está logrando, nos estamos demostrando lo que somos capaces de
hacer juntos: una integración más digna
al mundo, y más inteligente, sobre la base
de la solidez que está adquiriendo nuestro país, dejando atrás un modelo de irresponsable endeudamiento que nos
aislaba.
Con
equilibrio macroeconómico, en base a solvencia fiscal, seriedad y transparencia en el manejo de las
cuentas públicas, fortaleceremos esa
integración.
El
Ministerio de Economía y Producción y el Banco Central de la República Argentina tendrán a su cargo la
ejecución en detalle de las operaciones
que concretarán el pago anticipado ante el
Fondo Monetario Internacional.
Estamos con este pago
sepultando buena parte de un ominoso
pasado, el del endeudamiento infinito y el ajuste eterno.
Como dijimos a comienzo del año ante la Asamblea
Legislativa, tomamos sobre nuestras
espaldas, con decisión y convicciones, las
responsabilidades que el ahora reclama a quienes contamos en este momento histórico con iniciativa política,
ratificada, lo que agradecemos
profundamente, rotundamente en las urnas, el pasado 23 de octubre.
Queremos
superar las terribles heridas que produjeron las políticas herradas aplicadas en el pasado, queremos superar entre todos con la frustración que nuestra crisis
nos sumiera. Soñamos con dejar a
quienes nos sucedan un país mejor, donde el próximo gobierno pueda dedicarse a consolidar, a
imaginar, a crear, a crecer con
dignidad.
Nuestras
crisis recurrentes han obstaculizado la permanencia de las políticas correctas, nuestros errores
han impedido que se continúe el mismo
rumbo. No queremos volver a ese pasado, queremos con memoria, verdad y justicia construir las
bases de un sólido futuro.
Por
eso incansablemente trabajamos con el objetivo de lograr, para el final de nuestro mandato, que la desocupación, que ya en octubre ronda el 10 por ciento, se ubique en
un dígito; que la indigencia que ya ha
caído a la mitad, también se ubique en un
dígito; que la pobreza, que ha bajado significativamente, cuando esté terminando nuestro mandato pueda estar
en la mitad de la que tuvimos cuando nos
tocó empezar nuestra gestión, en el momento en
que asumimos, el 25 de mayo del 2003.
Lo
estamos logrando después de haber crecido casi un tercio del Producto Bruto Interno, con cifras
anuales entre el 8 y el 9 por ciento, lo
lograremos, si el año que viene, como confiamos y lo hemos enviado presupuestariamente, podemos
volver a crecer al 4 por ciento.
En
el centro de la construcción de aquel futuro está recuperación
de la dignidad nacional, la revalorización de la autoestima del pueblo argentino y la
superación de la crítica vacía, el mal
augurio constante y el refugio en el escepticismo. Queremos dejar atrás el
tiempo de la profecía autocumplida, que
apuesta siempre al fracaso de los demás y anuncia siempre que todo va a salir mal.
Se
trata de un paso largamente conversado con los señores presidentes del MERCOSUR en general, y especialmente con el presidente Lula Da Silva, a quienes
agradecemos, como también tenemos en
cuenta el agradecimiento a la ayuda permanente a la ayuda permanente recibida de la República Bolivariana de Venezuela.
Queremos
dar este paso, se trata de un paso trascendental, que nos permitirá mirar sin imposiciones, con
autonomía y tranquilidad, sin urgencias
impuestas, sin presiones indebidas la
marcha de nuestro futuro. Un paso que con toda responsabilidad nos ayuda a construir un futuro más justo,
inclusivo y equitativo, con una mayor
flexibilidad en el diseño y la ejecución de la política económica, un paso que liberará recursos para
afrontar con mejores herramientas la
lucha por el crecimiento, el empleo y la inclusión social. Un paso que es ponerle fin a una
época, un paso que debemos dar todos
juntos.
El
saber que administrando con responsabilidad, con seriedad, creyendo en el futuro de esta Patria, con los
aciertos y errores que tenemos todos los
seres humanos, saber que a partir del 1
de enero el trabajo argentino ya
no va a ir más para pagar la deuda o al
Fondo en forma permanente.
Cuando
estemos levantando las copas el 31 de diciembre
sabremos que el trabajo argentino estará volviendo a los argentinos, y que el gran desafío será
encontrar los caminos, no de cruzarnos,
no de tratar que el otro fracase, sino de imaginar, de crear, de demostrarle al mundo que somos
capaces de tener una Argentina solidaria
con el mundo, solidaria internamente, con
capacidad, con decisión, y que toda esa potencialidad que tiene la podamos desarrollar.
Desde
que empezamos nuestra gestión muchas cosas parecían imposibles, desde el punto de vista
institucional, económico, desde el punto
de vista de la verdad, de la memoria, de la
justicia. Claro que falta muchísimo, desde acá hacemos un llamado permanente a que en la diversidad, en la
pluralidad, en el consenso, pensemos que
la Argentina puede lograr muchas cosas. Pero no con la máquina de impedir y el
no se puede, sino tratando de superar y
calificando cada propuesta que cada uno de nosotros tenga. La calificación de la propuesta,
prepararse y saber que nadie es el dueño
de la verdad absoluta, entender que cada uno de
nosotros tiene la verdad relativa.
Argentinos
y argentinas, a quienes nos acompañan acá y a
quienes nos miran desde su casa: en esta temporalidad que nos toca ejercer la iniciativa política en la
Argentina estamos dejando todo, tratando
de hacer las cosas lo mejor posible. Les
pido que nos ayuden, porque el éxito no
va a ser de un gobierno, va a ser de
todos los argentinos.
Un
país que se desbarrancó por la acusación, la imputación falsa y la descalificación, un país que tiene
toda su potencialidad en el campo
empresario, sindical, en las entidades
libres del pueblo, en las organizaciones sociales, para crear un destino distinto. Creo que entre todos lo
podemos hacer, sí, desde la diferencia,
con pluralidad y con consenso. Todos nosotros
sabemos, los empresarios, los trabajadores, los gobernantes, las organizaciones sociales, que a partir del 1
de enero ya por lo menos sabemos que
empezamos a recuperar el esfuerzo argentino”.