martes, 22 de mayo de 2018

Discurso del presidente Néstor Kirchner al anunciar el pago adelantado al FMI


 15 de diciembre de 2005

Tenemos la firme convicción de superar la Argentina de los  viejos y recurrentes problemas.
Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión  política sabemos que esta es la oportunidad del cambio, de la  transformación profunda. El cambio que puede consolidarse no  depende de una persona, ni de un grupo de elegidos o iluminados;  es tarea colectiva, diversa, plural.
Somos conscientes de estar transitando un momento histórico  fundamental y estamos decididos a ser protagonistas de este cambio  de época. Nos han educado durante mucho tiempo para la impotencia,  para el no se puede, nos quieren hacer creer que lo nuestro nada  vale, que no tenemos la capacidad o la constancia para valernos  como nosotros, como país.
Nos quisieron meter en el alma la certeza de que la realidad  es intocable, nos quieren convencer que son tan grandes las  dificultades que es mejor que nada cambie. Quieren hacernos creer  que no hacer nada nuevo es la única opción realista.
Creemos, sin embargo, que nuestro futuro será hijo de nuestra  capacidad para articular respuestas colectivas y solidarias de  nuestro compromiso con la defensa del interés conjunto. Intentando  superar el infierno en que caímos, sabemos que estamos recuperando  la esperanza y que debemos adueñarnos de las herramientas para  construir nuestra autonomía.
Para dar continuidad al cambio se deben superar de raíz los  problemas de arrastre, creando las condiciones para una estrategia  de desarrollo a largo plazo. Un problema de arrastre central y  condicionante, es nuestra deuda.

En el día de la fecha, hemos tomado las decisiones  institucionales, que nos permitirán destinar nuestras reservas de  libre disponibilidad al pago de la deuda total con el Fondo  Monetario Internacional. (Aplausos). Hace 50 años que viene siendo  motivo de nuestros desvelos.
La República Argentina abonará anticipadamente al Fondo  Monetario Internacional, a fin de año, la suma total adeudada de  capital de 9.810 millones de dólares. Nuestros vencimientos para  el 2006 sumaban 5.082 millones de dólares; en el 2007 ascendían a  4635 millones de dólares, para complementar en el 2008 unos 432  millones, de igual moneda, anticipando de este modo nuestros pagos  para la cancelación total, concretamos un ahorro en intereses de  casi mil millones de dólares.
Como el costo de financiamiento con el organismo supera el  rendimiento obtenido por colocación de las reservas, la diferencia  se incluye en aquel ahorro directo. Al destinarse el pago de  reservas de libre disponibilidad se garantiza un efecto monetario  neutro.
La medida puede adoptarse en función de la solidez que el  modelo de producción, trabajo y crecimiento sustentable, con  inclusión social, que venimos aplicando va adquiriendo. Sin apoyo  alguno del Fondo Monetario Internacional y sobre la base de la  sustentabilidad del superávit fiscal y externo que mantenemos, así  como la solvencia económica lograda.
A su vez la magnitud de este fuerte desendeudamiento, junto  con el nuevo perfil de la deuda que ya hemos reestructurado,  contribuirá al fortalecimiento y la previsibilidad del proceso de  recuperación, expansión y transformación, que venimos  protagonizando los argentinos.
Sobre la base de la solvencia fiscal, la sustentabilidad  externa, la flexibilidad cambiaría, una política monetaria  prudente, predecible y transparente y una política financiera  sólida y anticíclica, podemos dar este paso que contribuirá a su  vez a reafirmar un ambiente económico previsible.
Podemos hacerlo por la continuidad del notable esfuerzo en  materia fiscal, que permite dar consistencia a sucesivos  superávit, como por el dinamismo exportador creciente, que permite  contar con superávit comercial y dar cuenta corriente de la  balanza de pagos, que contribuya a la generación de un ambiente  macroeconómico estable. Podemos hacerlo porque hemos acumulado  reservas que llegan casi o ya están llegando a los 27.000 millones  de dólares y que hemos multiplicado más de tres veces, desde el  mínimo de 8.250 millones, registrados a comienzo de 2003 y que  respaldan un cambio flexible y una política monetaria prudente,  que no abandonaremos.
Concretamos, con esta medida, nuestra estrategia de reducción  de deuda, a un nivel compatible con nuestras posibilidades de  crecimiento y pago, ganando, además, grados de libertad para la  decisión nacional.
La deuda que cancelamos con el Fondo Monetario Internacional,  similar a la suma que ese organismo prestó para sostener un  régimen de convertibilidad, condenado al fracaso, ha resultado  lejos la más condicionante, aún cuando a diferencias de otros  países que experimentaron situaciones críticas no recibimos ayuda  del Fondo para superar la difícil situación que enfrentamos.
Esta deuda ha sido constante vehículo de intromisiones,  porque está sujeta a revisiones periódicas y ha sido fuente de  exigencias y más exigencias, que resultan contradictorias entre sí  y opuestas al objetivo del crecimiento sustentable.

Además, desnaturalizado como está en sus fines el Fondo  Monetario Internacional ha actuado, respecto de nuestro país, como  promotor y vehículo de políticas que provocaron pobreza y dolor en  el pueblo argentino, de la mano de gobiernos que eran proclamados  alumnos ejemplares del ajuste permanente. Nuestro pueblo lo  corrobora. En los últimos 30 años hemos visto avanzar la continua  dependencia de programas que Argentina acordó con el Fondo  Monetario Internacional. Formamos parte de la triste realidad de  integrar el grupo de países en los que esa institución ha aplicado  y monitoreado mucho de sus 150 planes de ajuste. El resultado ha  sido exclusión, pobreza, indigencia, la destrucción de aparato  productivo.
A la sombra de esos programas hemos visto concentración de  ingreso en unos pocos y chocado contra la imposibilidad de  combinar crecimiento macroeconómico con desarrollo social y pleno  empleo.
Hoy podemos decir que cada vez que nos endeudábamos, no sólo  nos debilitábamos ante el mundo, sino que fuimos perdiendo nuestra  capacidad de resolver. Esta lógica siempre defendida por adalides  locales de modelos que no tienen en cuenta ni las necesidades ni  las realidades de los pueblos, llevó a consolidar una verdadera  adicción al endeudamiento, en la que cada vez más nuestros  acreedores encarecieron sus intereses, endurecieron su auditoria,  su control y sus exigencias.
La más reciente experiencia argentina ha dado prueba  suficiente de que ese organismo internacional respaldó, primero,  verdaderos fracasos políticos y luego no aportó ni una moneda de  ayuda para la superación de la crisis ni para la reestructuración  de la deuda, que concretamos con la aceptación del mercado.
Antes bien, nosotros debimos abonar 6.484 millones de dólares  al organismo, sin que nos prestaran suma alguna, mientras  desembolsaron 3.000 millones de dólares, a dos meses de la caída  del Gobierno del Doctor De la Rúa. Esa misma experiencia puso en  evidencia  el desacierto de condicionalidades estructurales  innecesarias y exigencias exageradas para un país en nuestra  situación.
Este pago anticipado entonces, que implica saldar una deuda no  podrá ser interpretado como un obstáculo en la relación con el  Fondo, y nos dará más fuerza y autoridad para seguir reclamando  una profunda reestructuración de ese organismo.
Nuestro reclamo de que esa institución cumpla un rol  contracíclico, que no es más que exigir el cumplimiento de la  finalidad para la que fue creado, evite el sistema de  condicionalidades cruzadas, aumente el grado de transparencia de  sus operaciones, reduzca el costo de su funcionamiento y mejore su  capacidad de préstamo, adquirirá aún mayor fuerza.
La República Argentina ha podido concretar exitosamente este  año el más gigantesco canje de deuda en cesación de pagos de la  historia mundial, y lo ha hecho en el marco de la concreción de la  quita más grande de su historia, que supera los 67 mil millones de  dólares. Por su complejidad, en cuanto a número de títulos,  monedas y jurisdicciones involucradas, por su monto, por las  particularidades de la situación mundial que determinaron la  ausencia de ayuda crediticia, por haberse realizado en el marco de  una reducción neta de la deuda con los organismos multilaterales  de crédito internacional, el proceso ha resultado único y  excepcional.
Por primera vez en la historia argentina un proceso de  reestructuración de deuda ha culminado con una drástica  disminución del endeudamiento del país.
El paso que damos hoy es de idéntica magnitud; hace dos años  y medio, al tiempo de asumir, ambos logros parecían imposibles de  alcanzar ni en el más temerario de nuestros sueños. Sin embargo,  entre todos los argentinos lo hemos logrado.
El pueblo argentino, paulatinamente, lo está logrando, nos  estamos demostrando lo que somos capaces de hacer juntos: una  integración más digna al mundo, y más inteligente, sobre la base  de la solidez que está adquiriendo nuestro país, dejando atrás un  modelo de irresponsable endeudamiento que nos aislaba.
Con equilibrio macroeconómico, en base a solvencia fiscal,  seriedad y transparencia en el manejo de las cuentas públicas,  fortaleceremos esa integración.
El Ministerio de Economía y Producción y el Banco Central de  la República Argentina tendrán a su cargo la ejecución en detalle  de las operaciones que concretarán el pago anticipado ante el  Fondo Monetario Internacional.
Estamos con este pago sepultando buena parte de un ominoso  pasado, el del endeudamiento infinito y el ajuste eterno.
Como  dijimos a comienzo del año ante la Asamblea Legislativa, tomamos  sobre nuestras espaldas, con decisión y convicciones, las  responsabilidades que el ahora reclama a quienes contamos en este  momento histórico con iniciativa política, ratificada, lo que  agradecemos profundamente, rotundamente en las urnas, el pasado 23  de octubre.
Queremos superar las terribles heridas que produjeron las  políticas herradas aplicadas en el pasado, queremos superar entre  todos con la frustración que nuestra crisis nos sumiera. Soñamos  con dejar a quienes nos sucedan un país mejor, donde el próximo  gobierno pueda dedicarse a consolidar, a imaginar, a crear, a  crecer con dignidad.
Nuestras crisis recurrentes han obstaculizado la permanencia  de las políticas correctas, nuestros errores han impedido que se  continúe el mismo rumbo. No queremos volver a ese pasado, queremos  con memoria, verdad y justicia construir las bases de un sólido  futuro.
Por eso incansablemente trabajamos con el objetivo de lograr,  para el final de nuestro mandato, que la desocupación, que ya en  octubre ronda el 10 por ciento, se ubique en un dígito; que la  indigencia que ya ha caído a la mitad, también se ubique en un  dígito; que la pobreza, que ha bajado significativamente, cuando  esté terminando nuestro mandato pueda estar en la mitad de la que  tuvimos cuando nos tocó empezar nuestra gestión, en el momento en  que asumimos, el 25 de mayo del 2003.
Lo estamos logrando después de haber crecido casi un tercio  del Producto Bruto Interno, con cifras anuales entre el 8 y el 9  por ciento, lo lograremos, si el año que viene, como confiamos y  lo hemos enviado presupuestariamente, podemos volver a crecer al 4  por ciento.
En el centro de la construcción de aquel futuro está  recuperación de la dignidad nacional, la revalorización de la  autoestima del pueblo argentino y la superación de la crítica  vacía, el mal augurio constante y el refugio en el escepticismo. Queremos dejar atrás el tiempo de la profecía autocumplida, que  apuesta siempre al fracaso de los demás y anuncia siempre que todo  va a salir mal.
Se trata de un paso largamente conversado con los señores  presidentes del MERCOSUR en general, y especialmente con el  presidente Lula Da Silva, a quienes agradecemos, como también  tenemos en cuenta el agradecimiento a la ayuda permanente a la  ayuda permanente recibida de la República Bolivariana de  Venezuela.
Queremos dar este paso, se trata de un paso trascendental,  que nos permitirá mirar sin imposiciones, con autonomía y  tranquilidad, sin urgencias impuestas, sin presiones indebidas la  marcha de nuestro futuro. Un paso que con toda responsabilidad nos  ayuda a construir un futuro más justo, inclusivo y equitativo, con  una mayor flexibilidad en el diseño y la ejecución de la política  económica, un paso que liberará recursos para afrontar con mejores  herramientas la lucha por el crecimiento, el empleo y la inclusión  social. Un paso que es ponerle fin a una época, un paso que  debemos dar todos juntos.
El saber que administrando con responsabilidad, con seriedad,  creyendo en el futuro de esta Patria, con los aciertos y errores  que tenemos todos los seres humanos, saber que a partir del 1   de  enero el trabajo argentino ya no va a ir más para pagar la deuda o  al Fondo en forma permanente.
Cuando estemos levantando las copas el 31 de diciembre  sabremos que el trabajo argentino estará volviendo a los  argentinos, y que el gran desafío será encontrar los caminos, no  de cruzarnos, no de tratar que el otro fracase, sino de imaginar,  de crear, de demostrarle al mundo que somos capaces de tener una  Argentina solidaria con el mundo, solidaria internamente, con  capacidad, con decisión, y que toda esa potencialidad que tiene la  podamos desarrollar.
Desde que empezamos nuestra gestión muchas cosas parecían  imposibles, desde el punto de vista institucional, económico,  desde el punto de vista de la verdad, de la memoria, de la  justicia. Claro que falta muchísimo, desde acá hacemos un llamado  permanente a que en la diversidad, en la pluralidad, en el  consenso, pensemos que la Argentina puede lograr muchas cosas. Pero no con la máquina de impedir y el no se puede, sino tratando  de superar y calificando cada propuesta que cada uno de nosotros  tenga. La calificación de la propuesta, prepararse y saber que  nadie es el dueño de la verdad absoluta, entender que cada uno de  nosotros tiene la verdad relativa.
Argentinos y argentinas, a quienes nos acompañan acá y a  quienes nos miran desde su casa: en esta temporalidad que nos toca  ejercer la iniciativa política en la Argentina estamos dejando  todo, tratando de hacer las cosas lo mejor posible. Les pido que  nos ayuden, porque el éxito no va a ser de un gobierno, va a ser  de todos los argentinos.
Un país que se desbarrancó por la acusación, la imputación  falsa y la descalificación, un país que tiene toda su  potencialidad en el campo empresario, sindical, en las entidades  libres del pueblo, en las organizaciones sociales, para crear un  destino distinto. Creo que entre todos lo podemos hacer, sí, desde  la diferencia, con pluralidad y con consenso. Todos nosotros  sabemos, los empresarios, los trabajadores, los gobernantes, las  organizaciones sociales, que a partir del 1 de enero ya por lo  menos sabemos que empezamos a recuperar el esfuerzo argentino”.

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