IGNACIO CLOPPET
Miembro de la
Academia Argentina de Historia. Profesor de la Usal.
En la vida de Juan
Domingo Perón, la supuesta vinculación con el fascismo, es tal vez uno de los
capítulos más trillados. Hay quiénes lo vinculan al golpe de 1930, sosteniendo
erróneamente, que tuvo una activa participación con el gral. José F. Uriburu. Esta versión quedó
descartada por una carta que Perón le escribió al gral. José M. Sarobe, donde
mostró su absoluto rechazo al golpe.
En 1939, Perón fue incorporado a la “Lista de
Oficiales en el Extranjero”. A partir de ese viaje, se dice que se hizo
fascista en la Italia de Benito Mussolini. Estuvo adjunto a unidades militares
alpinas: Merano, Bolzano, Pinerolo, Chietti, Sestrier y Aosta, donde formó
parte del batallón Ducca degli Abruzzi. Precisamente allí se formó, con un
entrenamiento para las unidades que avanzan entre glaciares y ascienden por
paredes de gran dificultad. Además se consagró como maestro esquiador.
Es bueno aclarar que
los oficiales y suboficiales alpinos no fueron fascistas. Eran, por sobre todo,
patriotas. Ninguno de ellos apoyó a Mussolini ni antes ni después del
armisticio de 1943, ni menos aún se unieron a los nazis entre 1943/44 cuando
invadieron el norte de Italia e hicieron desmanes en ciudades y pueblos
ocupados.
La misión de Perón fue estrictamente militar. Se destacó, y fue
reconocido por sus superiores como oficial alpino. En Roma se instaló a fines
de mayo de 1940, donde se desempeñó como adjunto del agregado militar, el
coronel Virginio Zucal.
¿Qué amistades tuvo Perón? La más importante
fue la del marques Luigi Incisa di Camerana. También fue amigo de los oficiales
Santovito, Zoppi y Mancini. Frecuentó al capellán el P. Gnocci y a Mons.
Schuster, arbobispo de Milán, quien durante la 2ª Guerra se convirtió en la
tabla de salvación para los perseguidos por el nazismo. En conclusión, todos
sus amigos italianos fueron anti fascistas, opositores a Mussolini y a su
totalitaria doctrina.
Es evidente que durante su experiencia en los dos
años que pasó en Europa, Perón no se encandiló con las luces de los
totalitarismos y autoritarismos en boga. Esto lo pude comprobar con 14
cartas inéditas que Perón envió desde Italia a su cuñada María Tizón y a 2
sobrinas Tizón Echauri. Entre tantos conceptos, llegó a escribir: “Reconozco
que me deslumbré con la personalidad de Mussolini, pero tengo la serena
tranquilidad de espíritu para sostener que nunca me «enamoré» de él”.
Algo que Perón
sabía, es la excelente relación que tenía Winston Churchill con Mussolini.
Precisamente esa admiración del Primer Ministro inglés hacia il Duce, es la
razón por la cual se decepcionó de ambos.
Con respecto a dos supuestos encuentros, me cuesta
creer que Mussolini haya recibido a Perón. Para ese entonces, Perón era un
“cuatro de copas”. No había motivación suficiente para que un jefe de estado,
tuviera un instante para recibir al militar argentino.
Hay quienes con
error consideran al peronismo como una versión criolla del fascismo. Nada más
errado. Si algo caracterizó al Peronismo fue su oposición a los fascismos, y su
plena adhesión a la Doctrina Social de la Iglesia. En esa línea se sitúan los
ensayos de 2 destacados extranjeros: Raanan Rein y Alain Rouquié.
Así de claro lo
describió Rein: “La imagen fascista de
Perón tiene sus raíces en el desafío argentino a la hegemonía norteamericana en
el continente y en el mantenimiento de la neutralidad, aún después de la
entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial”.
Por su parte Rouquié sintetiza claramente que: “Perón
cambió la cultura política de un país que era liberal”. Así pues, puso en
vereda la demonización que muchos intentan achacarle, cuando lo acusan de
populista. Siendo pequeño, Perón había recibido una formación matriarcal
fiscalizada por su abuela la vasca Dominga Dutey, que concibió un ser
eminentemente sensible, abocado a la inclusión de las clases humildes desde
niño.
Su postura después
de Yalta, lo llevó a gestar con genialidad su “Tercera Posición”, que fue una
válida alternativa para situarse entre el capitalismo y el comunismo. Rouquié define al régimen político del
peronismo, como una democracia hegemónica: “Es un régimen procedente de
elecciones honestas, sin fraude, que desde el Poder Ejecutivo controla al
conjunto de las instituciones políticas. Otros han definido este tipo de
sistema como populismo, como autocracia competitiva o autoritarismo electoral,
entre otros términos, que descarto".
Resulta entonces más que evidente, que Perón nunca
fue fascista, ni adhirió, ni adoptó ninguna de sus totalitarias doctrinas.