URUGUAY
PALACIO LEGISLATIVO, 1.º DE MARZO DE
2020
Señora presidente de la Asamblea General, Beatriz Argimón, señor expresidente
de la República y senador Julio María Sanguinetti, señor expresidente y senador
José Mujica, señor expresidente y querido padre, Luis Alberto Lacalle Herrera,
señora presidente de la Suprema Corte de Justicia, jefes de Estados de países
amigos, a los cuales les agradezco que nos estén aquí acompañando, delegaciones
oficiales de todos los países presentes, legisladores, autoridades del Poder
Judicial, militares y religiosas.
Querida familia, madre, hermanos, Loli,
Luis, Violeta y Manuel, fuente de amor y sostén permanente, amigos y amigas,
uruguayos todos, en cualquier ciudad, en cualquier pueblo y en el medio de la
campaña.
Por séptima vez consecutiva el Uruguay
se apresta a vivir un cambio de mando entre dos presidentes electos por el
pueblo. Los ochos presidentes desde la vuelta a la democracia han cumplido su
mandato. Tres partidos políticos
distintos se han sucedido en el ejercicio del Poder Ejecutivo. Y a lo largo de
estos últimos 35 años, la Constitución ha tenido plena vigencia.
Hemos sido reconocidos como una de las
democracias más plenas del mundo. Somos herederos de una larga historia y
tenemos la responsabilidad de cuidarla y continuarla.
Uruguay, nuestro país, nosotros somos
una gran nación construida por mucha
gente de muchas ideologías, aun antes de ser Estado. Somos conscientes de
esto y por eso sentimos una enorme responsabilidad sobre nuestros hombros.
En democracia, a los gobernantes los
elige, los exige y los cambia la gente. Por esta razón, la base última y
fundamental es una ciudadanía comprometida y responsable, que ejerce sus
derechos y asume sus obligaciones. A la democracia uruguaya la construyen
quienes votan cada cinco años, eligiendo de manera libre y soberana a quienes
van a representarlos.
La construyen los militantes políticos y sociales, que dejan el tiempo de su vida para la
causa común. La construyen los profesionales de la comunicación, que nos
suministran información y alimentan el debate público. La construyen los
docentes, que ayudan a las nuevas generaciones a ejercer ciudadanía y perseguir
sus proyectos personales. La construyen también los intelectuales y los agentes culturales, que nos ayudan a entender
el sentido profundo de nuestras decisiones.
La construyen quienes trabajan, quienes
emprenden, quienes producen, quienes
comercian, porque ellos son los que aseguran la base material necesaria
para que podamos cumplir nuestros sueños de libertad, justicia y oportunidades.
La construyen los funcionarios públicos en cada rincón del país, que ayudan a
sostener esa gran estructura que es el Estado, que debe estar al servicio de la
gente. La construyen los policías, que mantienen el orden, y los militares, que
cumplen sus funciones en estricto respeto al poder civil.
Hay que tener siempre presente que somos
inquilinos del poder. Inquilinos
transitorios. Debemos recordar que somos los empleados de los ciudadanos y
estamos para servirlos. La política y el Gobierno son, al fin y al cabo, eso,
servicio.
Y por eso el Gobierno que hoy empieza
pretende, con sus empleadores, tener una relación transparente, de comunicación
constante, para poder generar confianza.
Hoy estamos ante un momento de cambio
político. Es la primera vez en la historia que el gobierno será ejercido por una coalición compuesta de cinco partidos
políticos. Y, obviamente, como todo lo nuevo, genera incertidumbres y se
hace camino al andar.
Son los ciudadanos los que empiezan los
cambios, y ese comienzo se manifiesta en una voluntad popular y la deposita
sobre los hombros de los políticos. Y esta vez la ciudadanía nos dio un mensaje
claro, contundente, dijo: “Es necesario un cambio. Pero un cambio acompañado de
acuerdos”.
Es hora, entonces, de cumplir con la
voluntad popular. Se terminan hoy los tiempos de los discursos. Por supuesto
que el diálogo constante con los
partidos políticos que no forman parte de nuestro Gobierno y con todas las
organizaciones civiles. Pero,
enseguida del diálogo, la acción. Si la gente eligió un cambio, es para la
acción y para la transformación de la cual nos vamos a hacer cargo.
Hace mucho tiempo que quien habla
sostiene —y creo representar al resto de los miembros del Gobierno— que no tenemos complejos refundacionales,
que aquí no se trata, en la transmisión de mando, de tierra arrasada. Hicimos
campaña de una manera y la vamos a practicar en el Gobierno. Nos negamos a que
esta nueva etapa sea cambiar una mitad por la otra de la sociedad. La unión es lo que nos piden los uruguayos.
Por eso estamos aquí, para continuar lo que se hizo bien, para
corregir lo que se hizo mal y, sobre todo, para hacer lo que no se supo o no se quiso hacer en estos años. Sumado a
eso, en este cambio de época, en el cual la transformación constante nos obliga
al desafío de acompañarla o incluso tratar de adelantarse.
El Gobierno que hoy comienza carga con
un compromiso electoral, un compromiso electoral que es un contrato con los
orientales; es un contrato basado en un diagnóstico de la realidad nacional y,
además, un conjunto de medidas concretas que ofrecimos a la ciudadanía.
En ese entorno es que, lamentablemente,
la situación económica se ha
deteriorado. La inversión ha bajado y más de 50.000 uruguayos han perdido su
empleo. Este es un problema de la sociedad, por supuesto, pero también es
una tragedia individual y familiar para muchos uruguayos. La cifra de desempleo
es las más alta en los últimos años.
Debemos actuar sobre los costos de producir, de comerciar, de
industrializar y de prestar servicios. Debemos iniciar urgentemente una
recuperación de la competitividad nacional. Por eso, tenemos un compromiso
ineludible con mejorar la calidad y el precio
de los servicios públicos, ordenar adecuadamente los recursos humanos del
Estado, generar un apoyo directo a las
micro, pequeñas y medianas empresas y generar apertura de mercado en
mejores condiciones para nuestros bienes.
Al mismo tiempo debemos mejorar la situación fiscal. Esta luce muy
deteriorada. El déficit fiscal de nuestro país es el más alto de los últimos 30
años, y todos sabemos aquí que el ciudadano ya ha hecho el esfuerzo; un
esfuerzo grande, para sostener el gasto público y el aparato estatal.
Este Gobierno tiene un compromiso de manejarse de manera austera. Cuidaremos
cada peso de los contribuyentes. Por esta razón, señoras y señores, desde el
inicio del período impulsaremos una verdadera regla fiscal. Además, crearemos
la Agencia de Evaluación y Monitoreo de
las Políticas Públicas, que ayudará al seguimiento de procesos en tiempo
real, para optimizarlos y eventualmente corregirlos.
Por otra parte, es inminente una reforma
de la seguridad social. El Gobierno
saliente definió su urgencia, pero no la acción, y nos comprometemos, a la
brevedad, de convocar a todos los partidos políticos, a toda la sociedad civil,
y a los técnicos idóneos en la materia, para, urgentemente, teniendo en cuenta
la expectativa y la calidad de vida modernas, hacer del sistema de la seguridad social un sistema sostenible.
Nuestro país atraviesa por una crisis de seguridad humana. No tenemos
dudas de que estamos ante una emergencia. El presupuesto en seguridad pública
se ha multiplicado por cuatro desde el año 2005, y, a pesar del enorme gasto,
el deterioro es cada día mayor.
Por eso es que mañana mismo, como lo
dijimos durante la campaña, conjuntamente con el ministro del Interior, en la
Torre Ejecutiva a las nueve de la mañana convocaremos a todas las jerarquías policiales del país, para darles
instrucciones claras respecto a la estrategia y a la táctica que vamos a
llevar adelante para cuidar a la enorme mayoría de los uruguayos, que se
sienten desprotegidos.
El Gobierno pretende introducir cambios
en materia penal, en materia del
procedimiento penal, y en las herramientas al alcance de la Policía. Apoyo
legal y apoyo moral a los uniformados de azul. Vamos a cuidar a los que nos
cuidan.
No
estamos dispuestos a ceder territorio a la delincuencia, al narcotráfico, y vamos a perseguir el abigeato que
desuela gran parte del interior de nuestro país. Vamos a recuperar el control
de cada rincón de nuestra patria y también de las cárceles.
Por supuesto que en el centro y en el
fondo, están allí las causas de la exclusión
social. Hace muchos años que enfrento una batalla con Hobbes, porque no doy
el brazo a torcer: el hombre no es el lobo del hombre. El hombre es un ser que
vive en paz y debe cuidar a sus semejantes. Lo que sí es cierto: que
atravesamos en muchos lugares de nuestro país procesos de anomia, en los cuales la ausencia o conflicto de
normas, de alguna manera, distorsionan las relaciones pacíficas.
Estos años han sido también un período
de retroceso en nuestra enseñanza.
Pese a las grandes cantidades de dinero invertido, nuestro país pasó de estar a
la vanguardia de América Latina a estar entre los más atrasados en el
porcentaje de jóvenes que culminan la educación media.
A esto se suma que no hemos podido
mejorar la calidad del aprendizaje
de aquellos que siguen asistiendo a clase, y la falta de buenos resultados en
la educación se convierte rápidamente en una fractura social.
Quienes no acceden a una educación de
calidad no tendrán oportunidades de trabajo de calidad en el futuro próximo y,
por eso, como lo dijimos en campaña electoral, como lo manifestamos en el
borrador de la ley de urgente consideración, vamos a proponer un cambio en la
gobernanza de la educación para hacerla más ágil y efectiva.
Con las nuevas autoridades de la
educación, vamos a impulsar cambios en el funcionamiento cotidiano de los
centros de enseñanza, para así poder fortalecer auténticas comunidades
educativas. Para eso, hay que trabajar en el involucramiento de docentes,
alumnos, familia y la comunidad local.
Es ineludible el compromiso de que cada
alumno consiga superar debilidades preexistentes para poder generar un
horizonte de oportunidades. Debe haber un cambio
en la currícula y, al mismo tiempo, innovar en materia de métodos y modalidades
de supervisión. Todo esto, por supuesto, se va a llevar adelante en el más
estricto respeto a la autonomía de los entes de la enseñanza.
Relacionado con el tema educativo,
Uruguay tiene un enorme desafío en lo que refiere a la innovación. Tanto el Estado como el sector privado han hecho un
camino interesante. Estamos necesitando un salto cualitativo y cuantitativo en
este tema. Las tecnologías de la información y la comunicación están presentes
en cualquier actividad de nuestras vidas, aun en las más básicas, como el
sector agropecuario, donde el valor agregado muchas veces tiene un componente
innovador.
Tenemos un sueño que no está lejos de
convertirse en realidad, que es convertir a nuestro país en un centro
internacional de inversión y formación en las TIC (tecnologías de la
información y la comunicación). En ese sentido, debemos, como decíamos
anteriormente, modificar la currícula educativa, con la introducción
fundamental de habilidades y conocimientos en ciencia, tecnología, ingeniería y matemática, y, al mismo tiempo,
impulsar, aún más las carreras terciarias relacionadas a la ciencia, la
investigación y la tecnología. Sabemos que hay una posibilidad inminente de que
universidades del mundo vengan a complementar el sistema educativo en esta
materia, tecnología, información y comunicación, que pueden significar un
fuerte apoyo para la necesaria descentralización demográfica y económica de
nuestro país.
Uruguay padece un desequilibrio poblacional entre las zonas metropolitanas y el resto
del país, que se agrava en otros lugares. Claramente, esta migración tiene un
contenido económico, un componente educativo y sanitario, sumado al confort
necesario de esta nueva época. Nuestro
Gobierno va a potenciar todos los instrumentos que tenga al alcance para
estimular la radicación de inversiones
en el interior del país.
Al mismo tiempo, tenemos un compromiso
de fortalecer la red educativa, contando para ello con las formas
tradicionales, así como también con la herramienta de la educación a distancia.
El centralismo está dado también por el
sistema de transporte y de logística de nuestro país. En ese sentido, estamos
convencidos de que un Sistema Nacional
de Puertos que tenga en cuenta las fortalezas y las necesidades va a ayudar
a ese desarrollo de las distintas regiones. Estamos comprometidos con hacer viable la hidrovía del río Uruguay, que
va a generar un fuerte alivio en el costo de traslado de bienes. No descartamos
tampoco la posibilidad del puerto en el este del país, utilizando ríos y
lagunas, así como tampoco queremos desaprovechar el puerto de La Paloma, en
Rocha.
Con el debido análisis del tránsito
futuro de mercaderías y también apostando al estímulo de algunas zonas del
país, tenemos el compromiso de fortalecer algunos ejes viales, como, por
ejemplo, el eje de la ruta 6.
Nuestro Gobierno tiene asumido un compromiso claro con cerca de 190.000
uruguayos, que, a pesar de la bonanza económica de estos años, viven en
asentamientos. Sabemos que ese tema no se resuelve en cinco años, pero es
fundamental mejorar y acelerar las soluciones habitacionales para estas
familias.
La vivienda
popular va a tener prioridad en nuestra gestión, recurriendo a todos los
mecanismos legales y a las técnicas de construcción que tengamos a nuestro
alcance. El Gobierno asume hoy un compromiso ético con las generaciones
actuales y con las futuras. No podemos seguir mirando para el costado mientras
nuestro medioambiente continúa
deteriorándose. Vamos a jerarquizar el tema, creando un ministerio específico.
Vamos a acelerar la puesta en práctica de procesos amigables con el ecosistema.
Premiaremos a los que ayudan a mitigar la acción humana y seremos severos con
aquellos que contaminan el ambiente. Urge tener un diagnóstico acabado de la
calidad de nuestras aguas y actuar en consecuencia.
No quiero dejar pasar el día sin
referirme al Uruguay internacional,
a las relaciones exteriores. Este mundo, en el cual el dinamismo moderno, en el
cual la política, median claramente entre la oferta y la demanda, nos obliga a
actuar rápido y claro.
Hay que fortalecer la región, el Mercosur y, al mismo tiempo, lograr
flexibilizar el bloque para que cada socio pueda avanzar en procesos
bilaterales con otros países. Debemos terminar los procesos e internalizar el tratado firmado por Uruguay y el Mercosur
con la Unión Europea.
Los procesos iniciados deben terminarse,
si no se terminan, generan descreimiento. No
debe importar el signo político de cada uno de los miembros del Mercosur.
Para afianzar nuestros intereses en común, debemos dejarlo de lado reducido a
las cuestiones particulares de cada país. Si dejamos de lado estas cuestiones
ideológicas que nos pueden diferenciar, el bloque se va a fortalecer en el
concierto internacional.
Señoras y señores, hoy asume un
Gobierno, un presidente, que se compromete a respetar el derecho de todos: el derecho de quienes tienen simpatía por nuestro
Gobierno y el de aquellos que hubieran preferido que gobernaran otros; los
derechos de quienes viven de su trabajo y los derechos de quienes generan esos
puestos de trabajo; los derechos de hombres y mujeres de distintas creencias y
orientaciones sexuales; los derechos de quienes están presos y los derechos de
quienes se ven amenazados o son víctimas de delitos. Por supuesto que también
los derechos de aquellos que combaten el crimen; los derechos de aquellos que
no se animan a dejar su casa sola y los derechos de quienes no tienen una casa
para vivir; los derechos de aquellos que se unen para reclamar en organizaciones
de trabajadores o de empresarios y los derechos de aquellos que,
lamentablemente, no tienen voz; los derechos de aquellos que sufren estrechez
en la vejez y los derechos de quienes ahorran para no sufrirla, los derechos de
aquellos que padecen una discapacidad y los derechos de su familia para poder
atenderlos.
A un país, a nuestro país, lo hace
grande su gente. Le corresponde al Gobierno generar herramientas,
oportunidades, ser justo y asegurar la convivencia pacífica. Dentro de cinco
años, podrán evaluar los uruguayos nuestro desempeño. Estamos convencidos de que
si al final del período los uruguayos son más libres, habremos hecho bien las
cosas, de lo contrario, habremos fallado en lo esencial.
Permítanme, entonces, invitarlos a
trabajar por la libertad en todas sus formas: la libertad de poder vivir en paz, la libertad de poder elegir un
trabajo digno, la libertad de poder darle un techo a la familia, la libertad de
poder perseguir los sueños personales, porque se cuenta con las herramientas
para hacerlo; la libertad de expresar las ideas de cada uno sin temor a ser
hostigado por quienes piensan distinto,
la libertad de crear, de innovar, de emprender y de tender a la
excelencia; la libertad de criticar al Gobierno cuando se lo merezca, la
libertad de buscar la felicidad de cada uno de nosotros por los caminos que
cada uno elija recorrer.
Esta es la tarea del Gobierno que hoy
empieza. Y conducir esa tarea es la función del presidente de la República. Nos
hemos preparado para este desafío. Lo asumimos con conciencia y también con
mucha confianza. Llegó la hora de hacernos cargo, llegó la hora de hacerme
cargo. ¡Viva la patria!