Primeras
conclusiones periodísticas sobre el coronavirus
Por Gabriel
Fernández*
El coronavirus, una gripe, se ha expandido
y tiene sus riesgos. Como toda gripe, claro. Es de fácil contagio y aunque
se la puede combatir con la fórmula cubana, la disciplina china y las
cuarentenas, carece de una prevención que vaya más allá de la higiene. Hace
unos meses hubiera sido una noticia de página interior, con preocupación para
la tercera edad y recomendaciones sanitarias más o menos desoídas por la
opinión pública.
De hecho, sus portadores son menos que los afectados
por otras gripes. Su nivel de mortandad es inferior al generado por la neumonía
el año pasado en el orden mundial. Pero, por algún motivo, los
controladores de la opinión pública europea han armado un super espectáculo que
hace pensar en algo semejante al fin de la humanidad. Como era de prever, se
llevaron puestos a los medios informativos del resto del planeta.
Las personas se
enojan cuando señalamos esto, pero en el interior de varias provincias
argentinas hay más afectados por
enfermedades de la pobreza que damnificados por el coronavirus en el orden planetario.
Los casos de dengue en la Ciudad de Buenos Aires se triplicaron entre el año
pasado y el presente. Conocer –comprender- esta realidad no implica desdeñar el
cuidado ante la nueva epidemia, sino colocar en su lugar las preocupaciones.
El amigo Richard
Daniel Lustemberg, que quién sabe uno por qué vive en Amsterdam, con buen tino
y sin anhelos de popularidad, ha escrito: “Un país de 60 millones de habitantes
ha tenido mil muertos de corona virus. Sin embargo la gente percibe que son
millones las víctimas. Lo que es claro es que el pánico se ha apoderado de la
población italiana. Han tenido un
promedio de casi 18.000 muerdos al año por gripe. La causa parece ser el
sistema de salud destruido por los gobiernos tecnócratas desde la crisis del
2008”.
Mientras,
propios y ajenos se quejan de las recomendaciones oficiales argentinas: lavarse
las manos y el rostro, usar jabón blanco, higienizar hogares y lugares de
trabajo adecuadamente; pero en realidad es lo único que se puede decir. Es que
hay quienes esperan que surjan muchos tipos disfrazados de astronautas con
máquinas pulverizadoras -¡adelanto técnico del bombero loco!- persiguiendo
chinos con barbijo por los aeropuertos. Eso, para un amplio sector, sería
prevención. Por tal motivo los serios canales de TV han puesto cámaras para
aguardar los arribos.
La Argentina sí tiene un desafío imponente.
Mejorar la calidad de vida de sus habitantes a través del fortalecimiento de la
producción y el mercado interno, re estructurar un esquema amplio de atención
primaria de la salud y potenciar el sistema hospitalario. Respaldar a las obras
sociales sindicales, promover la fabricación local de medicamentos y proveer
los mismos a precios razonables en general y con entrega subsidiada en los
casos graves. Mediante esos pasos, algunos previstos en su época por Ramón
Carrillo, se podrán controlar las gripes, pero también la tuberculosis.
Así están las
cosas. Después de una semana de verter información veraz, es lógico que algunos
nos crean. Es una pena que otros, en lugar de reflexionar, se enojen y digan
“¡pero no se puede negar que esta es una catástrofe sin igual!”. Esto es lo que
es. Resultaría más fácil, periodísticamente, enlazar con los gritos
televisivos. Pero nuestro estilo radica que respetar al lector. Aunque al
lector, a veces, no le guste.
Sepan disculpar.
*Director Área
Periodística / Sindical Federal / La Señal Medios