Red VOLTAIRE- 17
de marzo de 2020
El brusco cierre
de las fronteras y, en muchos países, el cierre también de las escuelas, las
universidades, las empresas y los servicios públicos, así como la prohibición
de festividades, conmemoraciones y otras actividades colectivas, modifican profundamente las sociedades,
que, en unos meses, ya no serán lo que fueron antes de la pandemia.
Esta realidad
modifica, en primer lugar, nuestra concepción
de la Libertad, concepto alrededor del cual se centró la fundación de
Estados Unidos. Según la visión estadounidense –visión defendida sólo por
Estados Unidos– la Libertad no puede tolerar límites. Todos los demás Estados
admiten –por el contrario– que no hay
Libertad sin Responsabilidad, y estiman por ende que no es posible ejercer
las libertades sin definir sus límites. Hoy en día, la cultura estadounidense
ejerce una influencia determinante a través de casi todo el mundo. Pero la
pandemia acaba de contradecir su visión de la libertad.
EL FIN DE LA SOCIEDAD TOTALMENTE ABIERTA
Para el
filósofo Karl Popper (1902-1994), en una
sociedad la libertad se mide en términos de apertura. Supuestamente, la
libre circulación de personas, mercancías y capitales es característica de la
modernidad. Esta manera de ver las cosas prevaleció durante la crisis de los
migrantes registrada en 2015. Por supuesto, algunos han subrayado desde hace
tiempo que ese discurso permite a especuladores como George Soros explotar a los trabajadores de los países más pobres.
Soros predica la desaparición de las fronteras y por ende de los Estados,
desde ahora y para favorecer la instauración futura de un gobierno
supranacional.
La lucha contra la pandemia de coronavirus
vino a recordarnos abruptamente que los Estados están ahí para proteger a sus
ciudadanos. En el mundo postcoronavirus, las «ONGs sin fronteras» tendrían
por ende que ir desapareciendo y los partidarios
del liberalismo político tendrían que recordar que sin Estado «el hombre es el
lobo del hombre», según la fórmula del filósofo británico Thomas Hobbes
(1588-1679). Por ejemplo, la Corte Penal Internacional (CJI) acabaría siendo
algo absurdo a la luz del Derecho Internacional.
El giro de 180
grados del presidente francés Emmanuel
Macron es una muestra de esa toma de conciencia. Hasta hace poco, el
presidente Macron denunciaba la «lepra nacionalista» asociándola a los
«horrores del populismo», pero ahora canta loas a la Nación, único marco
legítimo de movilización colectiva.
EL INTERÉS GENERAL
La noción de
«interés general», cuestionada por la cultura anglosajona desde la
traumatizante experiencia de Oliver Cromwell, se hace indispensable cuando se
trata de protegerse de una pandemia.
En el Reino Unido, el primer ministro Boris
Johnson, está teniendo dificultades para imponer las medidas que se hacen
necesarias ante la situación sanitaria, medidas de carácter “autoritario” que
los británicos sólo admiten en caso de guerra. En Estados Unidos, el presidente Donald Trump, no puede decretar el
confinamiento de la población para todo el territorio nacional por ser esta
una prerrogativa exclusiva de los diferentes Estados que conforman la Unión.
Así que el presidente de los Estados Unidos de América se ve obligado a
“torcer” los textos de leyes anteriores, como la famosa Stafford Disaster
Relief and Emergency Assistance Act.
EL FIN DE LA LIBERTAD SIN LÍMITES PARA EL
SECTOR EMPRESARIAL
En el plano
económico, después de haber decretado el cierre de todo tipo de negocios, desde
los restaurantes hasta los estadios de fútbol, ya no será posible seguir
imponiendo la teoría de Adam Smith
sobre la necesidad supuestamente imperiosa de dejar que el mercado sea el
rector de la actividad económica. Habrá que reconocer por fin límites a la
sacrosanta libre empresa.
La lucha contra
la pandemia ha venido a recordarnos que el interés general puede justificar la
imposición de límites a cualquier actividad humana.
LAS CARENCIAS
La crisis del
coronavirus también ha puesto de relieve las carencias y fallos de nuestras
sociedades. Por ejemplo, el mundo entero sabe que China fue la primera nación en sufrir los efectos de la pandemia…
y sabe también que acabó controlándola y levantando las medidas autoritarias
que había tenido que adoptar para lograrlo. Pero pocos saben cómo lograron los
chinos derrotar el coronavirus.
La prensa
internacional ha optado por ignorar los agradecimientos
que el presidente chino Xi Jinping expresó, el 28 de febrero, al presidente de
Cuba, Miguel Díaz-Canel. La prensa internacional también ha preferido no
hablar de la importancia que tuvo para China el uso del medicamento cubano
denominado Interferón Alfa 2B (IFNrec). Por supuesto, esa prensa sí ha hablado
del uso de la cloroquina, que ya se utilizaba contra el paludismo. Pero ha
guardado silencio sobre las investigaciones destinadas a encontrar una vacuna
contra el coronavirus: China ya está en condiciones de realizar los primeros
ensayos con humanos a finales de abril y el laboratorio del Instituto de
Investigación sobre Vacunas y Sueros de San Petersburgo ya tiene preparados 5
prototipos de vacunas contra el coronavirus.
Esos “olvidos” denotan la “selectividad
informativa” que practican las grandes agencias de prensa. Nos repiten
constantemente que vivimos en una «aldea planetaria» (Marshall McLuhan), pero
sólo nos informan sobre el microcosmo occidental.
Esa ignorancia
resulta muy útil a los grandes
laboratorios occidentales, entregados a una competencia desenfrenada en el
sector de las vacunas y las ventas de medicamentos. Sucede exactamente lo
mismo que en los años 1980. En aquella época, una epidemia de «neumonía de los
gays», identificada como SIDA en 1983, provocaba una hecatombe entre los
homosexuales de San Francisco y Nueva York. Cuando la enfermedad llegó a
Europa, el entonces primer ministro de Francia, Laurent Fabius, retrasó el uso
del test de diagnóstico elaborado en Estados Unidos para que el Instituto
Pasteur tuviera tiempo de elaborar y patentar un test francés. Estaban en
juego ganancias ascendentes a miles de millones de dólares… que costaron miles
de fallecimientos innecesarios.
LA GEOPOLÍTICA DESPUÉS DE LA PANDEMIA
La epidemia de
histeria que acompaña la expansión del coronavirus está desviando la atención
de la actualidad política. Cuando esta se termine y los pueblos recuperen el
sosiego, el mundo será quizás muy diferente. La semana pasada dedicábamos este
espacio a la amenaza que el Pentágono hace pesar actualmente sobre la
existencia de Arabia Saudita y de Turquía, dos países que se hallan en la mira
de Estados Unidos [1]. Las respuestas, por separado, de Arabia Saudita y de
Turquía fueron dos apuestas muy peligrosas: Arabia Saudita inició un ataque contra la industria estadounidense del
petróleo de esquistos mientras que Turquía amenazó con implicar a Estados
Unidos en una guerra contra Rusia. Son dos amenazas tan graves que habrán
de tener respuestas muy rápidamente, el mundo no podrá darse el lujo de
esperar tres meses para enfrentarlas.
[1] «Después de Siria, ¿quién será el nuevo
objetivo?», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 10 de marzo de 2020.