4 julio, 2020
Lo afirman mismos ex-presidentes del BID, y ex
presidentes de izquierda y de derecha de la región. Mantener la presidencia latinoamericana del principal Banco de
financiamiento en la región, en lugar de una presidencia en manos de EE.UU,
unió a Lula y Evo Morales, con Henrique Cardoso y Julio María Sanguinetti.
La novedad geopolítica más importante
de América Latina del 2020 ha sido la convergencia de ex presidentes
latinoamericanos, de izquierda y de derecha, en torno a la defensa del Banco
Interamericano de Desarrollo presidido por un latinoamericano, y el rechazo
casi unánime a la propuesta de los EE.UU
de presentar un candidato propio a la presidencia del organismo. Se trata de
Mauricio Claver Carone, un candidato cuyo cargo actual habla por sí solo de
su enfoque para la región: Director para América Latina del Consejo de
Seguridad Nacional, nombrado por el propio Trump.
Desde Ignacio “Lula” da Silva y Evo
Morales, entre otros del Grupo de Puebla, hasta Juan Manuel Santos, Henrique
Cardoso, Julio María Sanguinetti y Ernesto Zedillo; es decir, desde un amplio y
heterogéneo abanico, se alinearon para rechazar y observar con severa
preocupación la nominación de EE.UU como candidato para la futura presidencia
del BID.
Como queda claro, no se trata de un rechazo ideológico o teórico, sino de uno de
profundas consecuencias prácticas. Todos estos ex presidentes conocen de
primera mano por su tiempo en los gobiernos y valoran la importancia de que el
financiamiento del BID debido, justamente, a su ausencia de ideología o
condicionamientos de reformas a la hora de otorgar préstamos. Dicho de otro
modo, todos los ex presidentes de la región vieron en el BID un organismo
confiable, en el cual no subyace una amenaza de prepotencia o
condicionamientos, un organismo respetuoso de su historia y contexto nacional,
pero sobre todo, a un organismo hermano.
En consecuencia, se podría afirmar que
el BID se convirtió en un punto de
convergencia común de los latinoamericanos en su defensa como “bien público”
común aglutinando a todos, y sin dudas como lo dijo Felipe Herrera “es
mucho más que un banco”, porque busca un futuro común. Y eso solo se puede
garantizar si su presidente es latinoamericano, que posea un pasado común. Y
esto lo saben todos.
Un banco que desde su fundación en 1959 no perdió (tal vez
sea la única excepción) su visión y misión fundacional, pese a los avatares de
la Guerra Fría, los regímenes militares, los procesos de baja o alta intensidad
democrática de nuestros países; de potenciar a partir de proyectos propios el
financiamiento para combatir la pobreza y fomentar el desarrollo (no el
crecimiento), junto al valor agregado de poseer un verdadero laboratorio de
ideas motorizadoras y generadoras de políticas públicas.
El
BID nunca se apartó de los fundamentos de su primer presidente, el chileno
Felipe Herrera, que
decía que su finalidad era la realización del desarrollo latinoamericano
integrado, “y no solamente para el desarrollo aislado o singular de cada país
particular; […] contra las rigideces del internacionalismo financiero
organizado a base de la concepción errónea de considerar a todos los países
teóricamente iguales cuando las diferencias de desarrollo entre unos y otros
determinan por el contrario, desventajas de tipo de financiamiento, para los
menos desarrollados” (Felipe Herrera. “Nacionalismo Latinoamericano”. Editorial
Universitaria S.A. Santiago de Chile.1.967. Pág. 25).
Un
banco que siempre abogó por la “unidad en la diversidad” que tanto promueve
nuestro Papa Francisco.
El BID como lo dijo Herrera es “algo
más que un banco”. En efecto, es la institución que le brinda, desde la
cooperación, un trato favorable a la región, o mejor dicho, a todos los países
por igual.
El uruguayo, Enrique Iglesias, otro ex presidente del BID, afirmó que “gracias a sus
recursos intelectuales y financieros se lo podría llamar el banco de la
educación, del agua limpia, del desarrollo agrícola, minero e industrial, de la
irrigación, de la energía, del desarrollo urbano, de la pequeña empresa y de la
integración. El éxito del BID lo
convirtió en paradigma de los bancos regionales”.
Hoy
el BID financia anualmente un centenar de proyectos en infraestructura,
educación, integración comercial, y facilita el diseño y la ejecución de
reformas en la educación, políticas de seguridad ciudadana, salud o la
modernización del Estado.
A su vez, tiene un brazo privado que participa en proyectos empresariales y
presta asistencia técnica.
Entre
los bancos, el BID es de lejos, el primer financiador de América Latina y el
Caribe y posee una cartera de préstamos de 100 mil millones de dólares.
A diferencia de otros organismos como,
el Banco Mundial o el FMI, que brinda préstamos condicionados y de reducción
del mercado interno, el BID está en la posición opuesta, con una visión
estratégica vehiculizada en un esquema de inversiones de políticas sociales con
el valor agregado del conocimiento, combinando préstamos, políticas de
desarrollo económico y social, generando confianza y credibilidad junto a un laboratorio
de ideas de planes innovadores en políticas públicas.
EE.UU
rompe con 62 años de la historia de la organización que siempre tuvo
presidentes latinoamericanos.
Este acuerdo de poseer presidentes latinoamericanos, ha sido parte
de las reglas no escritas de la institución, y sus pesos y equilibrios,
siempre ha incluido la presencia de un candidato por parte de los EEUU en su
vicepresidencia y representantes en puestos claves, como expresión de un
acuerdo político duradero y exitoso.
Si se produce la ruptura del acuerdo
multilateral por parte de EE.UU, se constituirá una grave asimetría de poder,
que solo traerá inestabilidad a la región.
En el fondo, esta actitud de Trump
responde al deseo de consolidar su
política de poner fin al multilateralismo y utilizar al banco como un
instrumento directo de sus propios intereses políticos e ideológicos en la
región. Así como a su patrón de ruptura hacia toda la cooperación política
internacional. Ya lo ha hecho bloqueando la Organización Mundial de Comercio, y
se ha ido del Acuerdo Climático de París, para nombrar algunos casos.
Lo antedicho coincide con exactitud
con los antecedentes y trayectoria del candidato propuesto: Mauricio Claver Carone.
Como dijimos anteriormente, es el
actual Director para Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad
de la Casa Blanca y antes ocupó -y esto es de vital importancia- la silla de
EE.UU en el directorio del Fondo Monetario Internacional (FMI), y es quien personalmente impulsó (en desacuerdo a
muchos otros países del directorio) el préstamo impagable de U$57.000 millones
para la Argentina durante el gobierno de Macri como apuesta para su
reelección.
Y más aún, para que quede más
transparente su currículum, es uno de los arquitectos del endurecimiento extremo,
casi militar, de la política exterior de los EE.UU hacia Venezuela, violando la
tradición multilateral del derecho interamericano, concretamente la doctrina
Drago. Mauricio Claver Carone es una persona cerrada al diálogo que rechaza y
humilla a quien no se acerca a su posición. Fue protagonista de un
acontecimiento insólito durante la asunción de toma de mando del presidente Alberto Fernandez, que durante
la mañana de aquel 10 de diciembre del 2019 abandonó la ceremonia manchandola
con declaraciones a la prensa, diciendo que no iba a tolerar la mera presencia
de representantes del gobierno de Venezuela y Cuba allí (junto a decenas de
países más), y que Argentina empezaba por un mal camino. Si este es el tipo de
caza de brujas que se viene en el principal financiador del desarrollo de
América Latina, corre serios peligros la estabilidad regional.
A ello hay que agregarle el capítulo
de financiamiento chino en la región. Esta es la otra parte que busca reducir
al mínimo EE.UU en América Latina. Es decir, los préstamos del propio BID
podrían llegar sólo bajo la promesa de eliminación de proyectos chinos en los
países. Eso podrá hacerse de modo sano sólo si EE.UU presenta alternativas
propias genuinas, y no bajo amenazas.
Por
otro lado, México y la Argentina han propuesto la candidatura a presidente del
BID, del actual Secretario de Asuntos Estratégicos de Argentina, Gustavo Beliz.
Beliz, además de ser latinoamericano,
a diferencia de Claver Carone, exhibe una intachable trayectoria en la
tradición de Felipe Herrera, Ortiz Mena y Enrique Iglesias -todos los
presidentes latinoamericanos del Banco-, y en su carácter de ex funcionario del
BID por quince años, donde impulsó áreas innovadoras desde las ideas y la
acción en el campo estratégico de la seguridad ciudadana, la agenda climática,
y sobre todo la irrupción de las tecnologías disruptivas de la Industria 4.0.
Son justamente las publicaciones realizadas por Beliz las que dispararon el
debate y el estudio de la 4ta Revolución Industrial en toda América Latina;
hasta fueron los más citados y descargados en la historia del organismo.
En síntesis, de lo que trata es de
optar entre Claver Carone y un modelo de BID análogo al del FMI, con sus
condicionamientos ideológicos (lo que significaría sepultarlo en su esencia), o
Gustavo Beliz y un modelo de BID como instrumento del desarrollo efectivo y
moderno de nuestros países y mantenerlo como un bien público regional.
Basado en la trayectoria de cada uno,
uno es un modelo a base de la imposición, y el otro a base de la cooperación y
el desarrollo. Por eso, esta disputa por el BID, vale la pena pelearla.