26/07/2018
Ya se lo pedía Platón a los guardianes
de su República. Que tenían que ser como perros nobles: buenos con sus dueños y
crueles con sus enemigos. Aunque si el famoso filósofo viviera hoy, seguramente
-también- limitaría esa crueldad, limitándola al uso legítimo de la fuerza por
parte del Estado.
Y de eso es de lo que -precisamente- se
trata. La administración de la violencia
estatal, para que los argentinos podamos vivir más seguros y bien defendidos.
El tema se acaba de instalar entre los
de debate, a partir del anuncio hecho por el Presidente Mauricio Macri, en su
rol de Comandante en Jefe de la FFAA, de cambiar su misión, sus funciones, y su
estructura.
Por este motivo, publicamos hace
pocos días un artículo señalando la contradicción implícita que implicaba el
reconocimiento, por un lado, de la necesidad de la reforma; y por el otro, la
falta de seriedad con la que percibíamos que este proceso estaba siendo
encarado por parte de las autoridades nacionales. Ver: https://www.geopolitica.ru/es/article/el-falso-dilema-defensa-seguridad
Para salvar estas inconsistencias es
necesario, reconocer, primero, que el individuo,
el argentino concreto, debe ser el fin y el eje de las políticas de defensa y
de seguridad. En este sentido, su fin último será siempre el bienestar y la
protección de las personas, incluidas aquellos argentinos que viven en el
exterior. Por lo tanto, deberán ser políticas basadas en nuestros valores; aquellos
anunciados por la Revolución de Mayo, esparcidos por medio continente por las
campañas libertadoras del General San Martín.
Lo segundo es admitir que los medios de la defensa deberán colaborar y
suplementar subsidiariamente a los esfuerzos de la seguridad. Ya que en la
actualidad los riesgos de ambas están interconectados y se propagan sin
reconocer fronteras. Por ejemplo, amenazas como la del narcotráfico, ya no
admiten ser consideradas como fenómenos locales, sino globales.
LAS FUERZAS ARMADAS COMO PARTE DE LA SOLUCIÓN
Durante un largo periodo de nuestra
historia las FFAA han sido percibidas
como parte de nuestra problemática nacional. Es hora de que pasen a formar
parte de la solución. Siempre han sido un núcleo de modernidad. Desde los
tiempos del Coronel Perón como Secretario de Guerra y su concepción integral de
la Defensa o de los coroneles Dellepiane, Savio y Mosconi que sentaron las
bases para nuestra industria nacional.
También, el instrumento del Servicio
Militar Obligatorio sirvió, no solo para satisfacer necesidades concretas de la
Defensa, también, para incorporar a las sucesivas olas de inmigrantes que
llegaban a nuestros puertos a principios del siglo XX y, luego, para nivelar a
los ciudadanos de diferentes orígenes y clases sociales.
Por otro lado, las sucesivas
interrupciones de los gobiernos
democráticos por parte de las FFAA hicieron su eclosión negativa con el
denominado Proceso de Reorganización
Militar, en 1976, y que en aras de la defensa de un Estado que estaba
siendo atacado por el terrorismo asumió una metodología perversa que se
caracterizó por la adopción de una metodología ilegal basada en la comisión de
graves crímenes de guerra.
Como si esto fuera poco, la
recuperación de nuestras Islas Malvinas
y su posterior lucha para retenerlas terminó con la rendición de nuestras FFAA
el 14 de junio de 1982. Lo que implicó que más allá de la justicia del reclamo
o de cualquier consideración geopolítica que lo justificará, implicó un gran
descrédito para estas fuerzas. Especialmente, cuando fuera el propio gobierno
militar quien no quisiera hacerse cargo de esa derrota ni de quienes habían
combatido en ella. Iniciando lo que podemos denominar como el “Síndrome
Malvinas”.
Han pasado 36 años de esa
circunstancia histórica y luego de este largo proceso de deterioro, las FFAA necesitan ser rescatadas para que se
transformen en un instrumento útil al servicio del Estado y de sus ciudadanos.
En primer lugar, hay que detener su deterioro moral y restablecerles su orgullo.
Tenemos que dar vuelta –definitivamente- a la página del síndrome de los abusos
de los DDHH. Lo segundo, es darles una misión
trascendente, pues ninguna institución puede progresar sin tener una. Lo
tercero, debemos educarlas y prepararlas para el cumplimiento de esta misión.
Por último, hay que asignarles un presupuesto
adecuado, equiparlas y organizarlas para el cumplimiento de esta misión.
El
diseño de las nuevas FFAA que necesitamos implicará lo siguiente:
• Que ellas estén bajo un sano control civil objetivo: Uno
que no busque simplemente domarlas. Si no, uno que reconociendo las
peculiaridades de su ethos militar, potencie sus virtudes y
las integre a la sociedad civil.
• Que ellas sean capaces de llevar adelante una multiplicidad de tareas
en el marco de su misión: Los conflictos modernos así lo exigen. La
guerra convencional es solo uno de ellos. Y no, precisamente, el más probable.
Para enfrentarlos, en algunos casos bastará con el simple ejercicio de la
disuasión convencional. Pero, en otros, por ejemplo, será necesaria su participación
en la mitigación de las catástrofes y emergencias medioambientales, pasando por
la ejecución de operaciones de paz complejas. A la par de mantener la
vigilancia de nuestros espacios de interés como la Antártida, el Mar Argentino, de nuestro espacio aéreo y, ahora, del
ciberespacio. Tampoco, podemos descartar que ellas presten su apoyo a nuestras
fuerzas de seguridad y policiales ante situaciones que pudieran sobrepasarlas,
como es el caso del narcotráfico. Para ello será necesario superar la
controversia entre la Defensa y la Seguridad, pues de lo que se trata es que el
ciudadano común se sienta y viva seguro y tranquilo. Para lo cual, como si
fueran las capas de una cebolla, se necesita organizar un sistema de barreras
que lo protejan.
• Lo anterior, les impondrá
que sean de carácter expedicionario: Vale
decir, que deberán estar diseñadas como fuerzas ligeras; pero, a la vez,
potentes. Que tengan la posibilidad de poder trasladarse rápidamente al lugar
del territorio nacional o del extranjero que lo exijan nuestras decisiones
políticas.
LO ÚLTIMO: UNA HOJA DE RUTA PARA LO INMEDIATO
Hasta aquí hemos hablado de
nuestros lineamientos en política de Defensa. Se trata ahora de ver cómo
integramos estas ideas en el marco de un proyecto nacional que apunte a la
grandeza. Aunque, siempre teniendo en cuenta que la política es el arte de lo
posible. Paso a detallar algunas cuestiones concretas que, a mi criterio, son
de urgente resolución. A saber:
·
Necesitamos
un sistema de alianzas adecuado: Si la caridad bien entendida
empieza por casa. No cabe duda que nuestra primera alianza deberá ser con los
más próximos. Esto significa con nuestros vecinos. En este sentido, la
República Federativa del Brasil y la
República de Chile deberán ser nuestros principales socios estratégicos.
·
Es imprescindible contar con un marco legal coherente: Ya
hemos dicho que abogamos por un concepto de Defensa integrada al de la
Seguridad. Y todo ello apoyado en un desarrollo propio potenciado en una sana
integración regional. Específicamente, lo señalado hoy no es practicable por la
incoherente legislación que rigen las actividades que le son propias. Se
impone, por consiguiente, un nuevo plexo legal que permita encarar con
eficiencia las tareas de la defensa y de la seguridad.
·
Debemos
buscar una respuesta para el problema del Atlántico Sur: Ya
que por un sinnúmero de circunstancias se ha ido configurado un escenario de
crisis potencial en esta área geográfica tan importante para nuestros
intereses. Se destacan entre ellas: la presencia de la potencia extra
continental de la Gran Bretaña en nuestras Islas Malvinas, la potencial
disponibilidad de una gran cantidad de recursos naturales en la zona
(pesquería, petróleo, etc.) y el creciente interés internacional por la
Antártida. Lo estamos viendo, en estos momentos, con las idas y venidas a partir
de la desaparición del submarino ARA San Juan en noviembre de 2017.
·
Es
necesario contener al flagelo del narcotráfico:
El crimen se ha globalizado, se ha hecho transnacional. El mismo camino debe
seguir su respuesta. Porque de nada valdrá que un país se actúe eficientemente
y que sus vecinos no lo acompañen. Ya que, en definitiva, lo que estarán
haciendo es posponiendo los efectos del problema.
·
Debemos fortalecer
a nuestra Cancillería y a nuestras FFAA como el soporte de nuestra
política exterior. Para que nuestra política exterior no
devenga en una mera retórica necesita de la colaboración de dos elementos
ineludibles. Por un lado, nuestra red de embajadores coordinados por nuestra
Cancillería; y por el otro, a nuestra fuerzas armadas en capacidad, tanto de
disuadir a las potenciales amenazas como de colaborar en la estabilidad y la
paz mundial mediante las operaciones de paz y de asistencia humanitaria.
Finalmente solo nos resta remarcar que
todo lo expresado debe englobarse en lo que denominamos como una política de Estado. Una que además de
ser implementada por los responsables estatales específicos, deberá ser
impulsada desde todos los sectores del Estado y de la propia sociedad. A los
efectos, de que sus beneficios, no solo contribuyan al bienestar general;
también, para lograr una mejor coordinación de todos los esfuerzos. Así, como
su perdurabilidad en el tiempo, más allá de los habituales cambios de gobierno.
La educación será el puente con el cual se establecerá el nexo entre los que
conciben y hacen y los que estudian y difunden. Con ello, no solo lograremos el
consenso necesario de la opinión pública; también, devolverles a los argentinos
el sano orgullo de su pertenencia nacional.