viernes, 2 de noviembre de 2018

La verdad. La belleza. El bien. La autenticidad. Carencias más notables entre nosotros


Esta tarde recordé a Bernardo Kordon
Iciar Recalde, noviembre 2018

El tipo murió como un perro en un geriátrico chileno en el año 2002. Se había ido del país cuatro años antes porque, como gran parte de los argentinos, estaba desempleado y lo corría la miseria.
Poco antes de morir donó sus manuscritos a la Biblioteca Nacional: enorme gesto de grandeza nacional de quien creyó que era obligación de argentino conservar el patrimonio nacional para sus compatriotas, cuando la mayoría de nuestros escritores (o quienes los sobreviven) los venden al extranjero (si querés dedicarte a estudiar en profundidad gran parte de nuestras plumas más o menos relevantes, tenés que pedir permiso para revisar papeles a las Universidades alemanas o yanquis).
La obra de Kordon, extremadamente prolífica (además de narrador y ensayista, se ocupó del periodismo y fue guionista de cine: Alias Gardelito, es uno de los lujos que puso en pantalla Lautaro Murúa en 1961), no forma parte de ningún programa de literatura argentina. Con suerte aparece consignado su nombre en alguna historia literaria.
Maoísta sensible al peronismo (fue uno de los pocos argentinos que entrevistó al propio Mao), alejado del circuito liberal, constituye una bisagra entre los años 20 y los 60: retoma la tradición abierta por Arlt y trabajada por el tango para escribir Buenos Aires desde los márgenes de los que la literatura argentina no deseaba ocuparse. Y lo hace a través de un realismo que descarta la variante melodramática y sentimentalista y la intención moralizante y más, que hasta se le anima al uso de la primera persona para dar voz al tipo social del marginal, infrecuente en la literatura argentina a principios de los años 40.
Tenía apenas 21 años cuando edita La vuelta de Rocha. Brochazos y Relatos Porteños (1936). Pagó la edición con doscientos pesos que le había regalado su madre y, al respecto, recuerda lo que constituye todo un manifiesto estético: "Apenas aparecido el libro, tomé un ejemplar y lo abandoné en un tranvía Lacroze, al azar del lector desconocido, que imaginé proletario y rebelde, lo que me induce a pensar que ya no escribía para mí sino para el otro."
Hay un postulado en Kordon que podría resumirse en una idea que aparece incesantemente: “VIVIR ES COSA SERIA.” En Reina del Plata, había escrito que “El hombre no busca lo triste o alegre, lo bueno ni lo malo, busca una ventana para respirar y a veces lo encuentra.” A veces la encuentra.

La verdad. La belleza. El bien. La autenticidad.

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