Julio Fernandez Baraibar - Marzo 2017
Ayer, al final del día, pude
tener ante mí dos discursos, ante sus respectivos congresos, de dos mandatarios
argentinos. Uno, el del presidente de la República, Mauricio Macri, y el otro el del gobernador de la Provincia de
Formosa, Gildo Insfrán. Una rápida
comparación de ambos textos revela, descubre dos diferentes concepciones de la
política, dos diferentes concepciones de la sociedad y del mundo.
El discurso del presidente,
que ya ha sido analizado y comentado profusamente, comienza con la retórica que
se ha hecho conocer como de “coaching motivacional”1. Intentemos explicar de
qué se trata. Los estudios acerca de lo motivacional son el resultado de la
aplicación de conclusiones psicológicas y de comportamiento a partir de
estudios cuantitativos sobre el funcionamiento conductual de personas afectadas
a un sistema organizativo determinado por la diferencia entre “input”(o inversión)
y “output” (o resultado), es decir la ganancia. Básicamente, se habla -o hablan
estos especialistas- de motivación intrínseca y motivación extrínseca. La
motivación intrínseca corresponde a una serie de aspiraciones atribuibles al
conjunto de los seres humanos basadas en el deseo de cosas nuevas y nuevos
retos, para analizar la capacidad de uno mismo, observar y adquirir más conocimiento,
según lo definen Richard Ryan y Edward L. Deci, dos psiquiatras norteamericanos
de la Universidad de Rochester, que se han especializado en estos estudios. Es
un impulso que no tiene sus raíces en presiones externas o en deseos de
recompensa. Al tener este origen, es mucho más difícil o requiere mucho más
tiempo y esfuerzo fomentar esta motivación intrínseca para que incida sobre el
comportamiento, que depende exclusivamente de la personalidad individual de
cada sujeto.
Pero ahí aparece la motivación
extrínseca. Y ¿cuál es el motor esencial de ese impulso externo al individuo y
que hace que el éste, con menos tiempo y menos esfuerzo, encuentre la
motivación necesaria para llevar a cabo una tarea y seguir esforzándose en ella
con persistencia? Básicamente, la recompensa, la promesa de un premio en
dinero, en mejoramiento de su situación personal, en reconocimiento -que
también se traduce en más dinero-.
El discurso motivacional es el
que tiene por objetivo movilizar al individuo a aumentar su esfuerzo, su
rendimiento y su competitividad con premios, no simbólicos -una copa, una
medalla, un aplauso es una motivación intrínseca- sino en contante y sonante:
un aumento de sueldo, un coche nuevo, un viaje a Hawaii, una casa con pileta,
todo a cuenta de la empresa y libre de impuestos.
“Estamos acá para construir
una Argentina donde cada persona pueda proyectar la vida que espera”.
Esa motivación extrínseca,
individualista, asocial, que hace caso omiso del conjunto social, al que
define, nuevamente, con elementos subjetivos e individuales: “Una sociedad es
una inmensa red afectiva”. El extremismo subjetivista y superindividualista de
Ayn Rand, la papisa laica del presidente Macri, impregna este concepto. No hay
comunidad humana, no hay creación de un nosotros, de un yo colectivo orgulloso
de su soberanía, de su historia, de su lengua y sus tradiciones. Hay, tan solo,
una tibia y húmeda red de individuos aislados, unidos por un nauseabundo
tegumento llamado afectividad.
Y agrega motivacionalmente:
“Pero es imposible que podamos tomar contacto con esas emociones si no podemos
pagar las cuentas a fin de mes o no podemos poner comida en nuestra mesa”.
Después de haber quintuplicado las tarifas de los servicios y producido el más
alto precio relativo de los alimentos en quince años, el presidente, en su
papel de “coach”, exhibe la motivación extrínseca para que aceptemos su
propuesta y nos esmeremos en lograrla. Olvida, los psicólogos motivacionales
suelen carecer de pensamiento histórico, que hace tan solo dos años pagabamos
nuestras cuentas y comíamos en una mesa abundante con todos nuestros afectos y
desplegábamos nuestras emociones de manera colectiva y pletórica de alegría en
manifestaciones desbordantes de alegría y entusiasmo.
Anticipándonos al análisis que
haremos posteriormente, vale la pena adelantar este concepto, tan
simétricamente opuesto, pronunciado por el gobernador de Formosa en su discurso
a la Legislatura provincial: “Esto lo vive la familia argentina a diario cuando
le llega la factura de la luz o debe comprar sus alimentos, y siente que aún
esforzándose como siempre, se hace más difícil llegar a fin de mes”.
Por eso no hay interés en
hablar ante una multitud. Por eso carece de significación el brillo
incandescente de la ausencia de las multitudes argentinas en una Plaza de los
Dos Congresos vacía como un pueblo abandonado. El pueblo es como el sistema de
ávidos ejecutivos de una empresa, al que hay que alentarlo, uno por uno, para
que, ganando dinero, le haga ganar más dinero a la empresa.
Esta noción recalcitrantemente
individualista y despolitizada es la última y más soez manifestación ideológica
del capital financiero. Si para el liberalismo del siglo XIX, admirador de
Augusto Comte y su organicismo social, el pueblo era el sector ilustrado y pudiente,
para estos sociópatas randianos no existe, siquiera, ese concepto. Se trata de
una población que, por abuso del estado, aún no ha descubierto las mieles del
individualismo, del hedonismo privilegiado y de la anomia en que se mueven.
El gobernador de Formosa,
Gildo Insfrán, por el contrario, comienza su discurso presentándose ante su
gente para cumplir “con el deber democrático de rendir cuentas sobre la marcha
de nuestro gobierno”.
Y lo primero que enuncia el
gobernador es el estado en que se encuentra el mundo, ya que, como afirmara
Juan Domingo Perón, “La política es
política internacional”. Es una referencia breve, sintética, pero con la
suficiente carnadura para ilustrar a su pueblo, a los formoseños, de las
dificultades de la hora:
“El mundo, confundido, se
debate cuestionando sus propios paradigmas. China, pilar del comunismo en el
pasado, impulsa el libre mercado. EE.UU., meca del liberalismo, cierra sus
fronteras insinuando una fuerte apuesta proteccionista. La Unión Europea,
universalmente faro de los derechos humanos y ejemplo de integración
supranacional, cuestiona sus propios ejes fundacionales y cierra sus puertas al
drama humanitario de los refugiados.
En suma, teorías políticas,
económicas, sociales y culturales que dominaron el mundo por décadas, hoy
muestran su fracaso.
Así las cosas, mientras los
países más poderosos de la tierra se debaten sobre la dirección a tomar, las
personas se ven sumidas en la más cruel desigualdad”.
Desde ahí, desde esa real
inserción en el mundo, Insfrán comienza su informe.
Comparemos con esta reflexión
del presidente Macri:
“Pero, este mundo que tenemos
hoy es un mundo lleno de incertidumbres, de volatilidades. Vemos la tensión los
debates políticos en los países centrales, los países desarrollados, cruzados
por la globalización, las corrientes migratorias, la revolución tecnológica. Autos
que se manejan solos, alimentos que se producen en forma sintética,
inteligencia artificial, robots, revolución genética; todos temas que hace rato
dejaron de ser ciencia ficción. Frente a esto yo siento, y quiero
transmitirles, que en esas novedades hay herramientas que pueden ayudarnos a
resolver nuestros problemas, pero para eso tenemos que dejar de tener una
agenda mezquina, pequeña, negar lo que pasa en el mundo”.
La compleja realidad política,
sus enfrentamientos, las sombras que amenazan al conjunto humano, son
reemplazadas, en una cabeza propia de un vendedor de cepillos puerta por
puerta, en un vulgar catálogo de novedades explicadas admirativamente por un
niño de ocho años... de la década del 60.
Continúa el gobernador de
Formosa:
“De acuerdo a la organización internacional OXFAM, tan solo 8
individuos concentran en sus manos una riqueza equivalente a la que poseen
3.600 millones de personas, es decir, la mitad más pobre del planeta. Al
abordar las principales causas de esta terrible injusticia, destaca: la
falsedad de la teoría del derrame; las enormes ganancias empresariales a costa
de los trabajadores; la sumisión de las instituciones democráticas a los
intereses de las grandes corporaciones; y especialmente, el papel de la evasión
y de la elusión fiscal. En América
Latina y el Caribe, el 10% más rico concentra el 71% del capital, mientras que
la evasión asciende a más de 320.000 millones de dólares, cifra que se escurre
anualmente hacia los paraísos fiscales. Esto afecta a los más pobres, que
dependen en mayor medida del dinero que se deja de tributar.
La desigualdad no solo tiene
un efecto económico, fundamentalmente tiene consecuencias humanas. Está probado
que crea las condiciones para el aumento de la delincuencia, la inseguridad y
un peligroso resurgir del racismo y la xenofobia”.
Quien pretendan encontrar en
el discurso ante la Asamblea Legislativa algo parecido buscará en vano. El
mundo es, para el presidente de la República, lluvia de dólares, generosidad
capitalista, deseos de invertir, afán de beneficiar a la Argentina. Y, lo que
es peor, el reconocimiento de esta incertidumbre y volatilidad es considerado
“aislamiento del mundo”.
“Es inaceptable subordinar nuestros
intereses a los centros de poder global, bajo el engañoso argumento de la
reinserción de la Argentina en el mundo”, dice el gobernador en su mensaje,
anticipándose a lo que en ese mismo momento decía el presidente en Buenos
Aires.
Menciona Insfrán, en su discurso al Papa Francisco, mención que no es tan
solo un saludo a la bandera, sino un claro establecimiento de un lugar, una
toma de partido, en esa “incertidumbre” que es el mundo:
“Porque precisamente este
sistema '...no hace nada por sanar las heridas sociales ni enfrentar las
estructuras que dejan a tantos hermanos tirados en el camino'.
Contrariamente a la abstracta
enunciación de deseos del presidente Macri sobre pobreza cero y su preocupación
por los más pobres, que no le permite enunciar una sola medida concreta
dirigida a ese sector, el gobernador de Formosa plantea “un mundo más justo,
una economía más humana y respetuosa de la naturaleza, una comunidad más
solidaria”. Y el resto de su discurso es un repaso a la lista de realizaciones
que su gobierno ha implementado en la provincia.
Pero antes se encarga de dejar
perfectamente claro cuáles son sus diferencias con el gobierno nacional. Desde
una provincia que, históricamente, ha sido considerada como marginal y a la que
Domingo Cavallo llegó a ofender con el calificativo de “inviable”, sabiendo a
los riesgos políticos que su sinceridad lo expone, Insfrán sostiene:
“Las medidas económicas tomadas por el gobierno nacional han producido
una enorme transferencia de riquezas en beneficio de los sectores más
privilegiados, haciendo caer el peso del ajuste sobre las espaldas de los que
menos tienen. Así lo demuestran los indicadores económicos y sociales,
incluso los datos oficiales. Cayó el consumo y la economía familiar. Cayó el
empleo y la capacidad adquisitiva de los salarios. Cayó la actividad
industrial, con el cierre de miles de empresas. Cayó el turismo. Cayeron las
industrias culturales. La inflación superó el 40% anual. El déficit fiscal
creció por encima de los valores largamente criticados por quienes hoy nos
gobiernan. Crecieron los indicadores de pobreza, indigencia, desocupación,
desigualdad, y sobre todo, el endeudamiento del país. Con estas políticas,
lejos quedan nuestros anhelos de lograr la independencia económica”.
Estas palabras se pronunciaban
en el momento mismo en que el presidente Macri mentía con obras no realizadas,
con aspiraciones de deseos sin mecanismos ni financiación para convertirlos en
políticas, con promesas de inversiones no conseguidas, en suma con la lista de
mendacidades que el conjunto de la clase política, oficialista y opositora,
sabe que no quiere ni puede llevar adelante.
El discurso de Insfrán, como
no podía ser de otra manera, abunda en cada una de las realizaciones, mejoras,
progresos y transformaciones que ha vivido la provincia y su pueblo en todos
esos años. Pero además, tiene la virtud del agradecimiento, rasgo poco habitual
en la política.
“Mucho se habla de pesadas herencias, pero de la única herencia de la
que podemos dar cuenta los formoseños es la que vino a reparar históricas
postergaciones, con más inclusión, equidad y dignidad”. Y es
agradecimiento, porque es conciente, y quiere que todos sus coprovincianos lo
sean, que el actual presente de la provincia, sus rutas, sus escuelas, sus
hospitales, ese mar de techos azules que se ve desde el avión al acercarse a
Formosa, fueron posibles por el compromiso de Néstor y Cristina con la
provincia, con su postergación injusta e inmotivada.
El discurso de Gildo Insfrán
enuncia uno a uno los logros alcanzados y advierte sobre las dificultades que
pueden sobrevenir. Enunciar cada uno de ellos sobrepasa el intento de esta
nota. Pero quiero terminar citando el final mismo del discurso formoseño, porque
permite descubrir la diferencia de concepciones acerca del pueblo y la voluntad
popular, que caracterizan ambos discursos: Termina diciendo Insfrán:
“Vivimos momentos difíciles,
no reconocerlo sería faltar a la verdad. Pero los formoseños estamos acostumbrados
a enfrentar la adversidad. Muchas veces se nos planteó el dilema de vencer o
ser vencidos. Nuestra respuesta fue nunca pactar, y así vencimos siempre.
Hoy, como ayer, hay quienes
pretenden que volvamos atrás y seamos aquel territorio olvidado que no gozaba
de los mismos derechos ni de las mismas oportunidades que otras provincias se
equivocan. Formosa cambió para nunca más volver atrás. Tenemos mucho más por
hacer. Tenemos mucho que mejorar. Pero también somos un pueblo sano, creyente,
alegre, sin odios, con la fuerza necesaria para avanzar. No es un tiempo para
tibios ni medias tintas. Es tiempo de estar unidos. Todos juntos... hombres...,
mujeres..., trabajadores..., jóvenes... Unos al lado de los otros. Cuidando
aquello que queremos. Defendiendo lo que tanto nos costó lograr. Sé que vamos a
estar a la altura de los desafíos, porque conozco a Formosa y conozco al
formoseño. Porque sabemos luchar, resistir y vencer. Porque no nos arrodillamos
ante nadie..., solo ante Dios. Y a Él elevamos nuestras oraciones para que,
junto a nuestra Madre, la Virgen del Carmen, bendigan y protejan a nuestro
pueblo”.
No hay motivación extrínseca
en estas palabras. Hay apelación a las mejores motivaciones intrínsecas del ser
humano: su dignidad, su orgullo, su amor a la tierra en la que nació”.
Es la diferencia entre un
discurso peronista, nacional y popular, y un ramplón alegato neoliberal
randiano, sin pasión ni razón.
1Así lo definió el periodista
Damián Fernández Pedemonte en La Nación,
http://www.lanacion.com.ar/1989184-un-discurso-activista-sin-certezas-sobre-el-plan-general-del-gobierno.
Y escribe: “Los "argentinos" destinatarios del mensaje no constituyen
un colectivo. Algunos pasajes demuestran esta apelación al ciudadano común, en
particular el extraño momento en que habla de las emociones y del país como
"una red afectiva". No se apuntala un proyecto colectivo ni un bien
común. Macri les habla a individuos en contacto con otros individuos. Y el
estilo que elige para hacerlo es el motivacional, el aspiracional del líder
empresarial, del coach. Ahí encajan muy bien los casos ejemplares que le gusta
citar: la comunidad wichi Asunción; las docentes Mónica, Raquel o María Marta”.