Por José Luis Di Lorenzo*
El enemigo del antiproyecto, lo que necesariamente debe
destruir, no será la subversión ni el comunismo, ni tal o cual ideología o
partido, ni el sistema democrático como tal, sino aquello que es lo
diametralmente opuesto a la especulación, esto es, el trabajo.
El golpe de estado
que usurpó el poder en marzo de 1976 constituye (simbólicamente) el
aniquilamiento del Proyecto de la Justicia Social, iniciado en 1945 por
Juan Domingo Perón, a manos del Proyecto de Sumisión Incondicionada al Norte
Imperial, al que denominaremos en adelante el antiproyecto. Su preparación e
instalación se concreta con el decisivo apoyo de los medios concentrados de
comunicación, una constante en todos los golpes de estado. Se maquilla bajo la
doctrina de la seguridad nacional para en nombre del "ser nacional"
derrotar militarmente a la "subversión" para imponer el antiproyecto
e ingresar triunfalmente al primer mundo "su explicitado objetivo
"económico".
En la Argentina
contemporánea no hubo otra subversión que la de los que bombardearon la Plaza
de Mayo, la de los golpistas militares y civiles, la de los fusiladores del 56
y la de los gobiernos de facto incluyendo en la lista a los civiles
viciados de ilegitimidad, por la proscripción del peronismo.
El pilar comunicacional del antiproyecto, a través de los
diarios Clarín y La Nación, iniciaron el camino de justificación del golpe
militar, denunciando que la Ley de Contrato de Trabajo aprobada en 1974
constituía la "sovietización" del país.
El enemigo del antiproyecto, lo que necesariamente debe
destruir, no será la subversión ni el comunismo, ni tal o cual ideología o
partido, ni el sistema democrático como tal, sino aquello que es lo
diametralmente opuesto a la especulación, esto es, el trabajo.
Esta destrucción
se articula en dos momentos, el "militar" y el
"democrático".
El sujeto social a eliminar en esta etapa será el trabajo
y el trabajador, en tanto el sujeto social emergente es el consumidor,
categoría constitucionalmente institucionalizada en el momento
"democrático" por la Reforma Constitucional del año 1994.
"El trabajo y la conciencia de la muerte - enseña el
filósofo Armando Poratti - son las dos notas antropológicas últimas".
"La destrucción del trabajador da como resultados, por un lado, grandes
sectores marginados y sumergidos, literalmente "desaparecidos" de la
superficie social (y en esto, equivalentes masivos de nuestros desaparecidos
por la violencia), y por el otro, los sectores cuya presencia y permanencia en
la superficie está marcada no por su capacidad de producir, sino por su mayor o
menor capacidad de consumo. Es de notar que los sectores marginales también
consumen, y el consumo se convierte así, en esta concepción, en la única marca
antropológica, identificatoria del tipo de humanidad que implantan las fuerzas
que actúan por detrás del antiproyecto".
El objetivo del
antiproyecto fue la entrega incondicional de la Argentina al orden financiero
internacional, lo que transita varias etapas, la de la "patria
financiera" de Martínez de Hoz, la de la "patria contratista"
durante la presidencia de Raúl Alfonsín y la de la "patria
privatizadora" durante la presidencia de Carlos Menem y hasta el saqueo
desembozado perpetrado durante el gobierno de la Alianza.
Un punto de inflexión se produce cuando tras cacerolazos
y la rebelión popular que catapultan la renuncia del Presidente De la Rúa, la
declaración de default durante la semana de Rodríguez Sáa, la salida de la
convertibilidad (cuasi dolarización de la economía) llevada a cabo por Duhalde,
se cierra un ciclo que culmina con el despegue del FMI que consuma el gobierno
de Néstor Kirchner. Momento en que se abre un nuevo tiempo político y
nuevamente un modelo nacional comienza a andar su camino. La implementación, en
sentido amplio, de una política de estado en materia de Derechos Humanos
impidiendo la impunidad de los genocidas e impulsando la reactivación
industrial, laboral, y acumulando reservas.
La magnitud de la destrucción que llevó adelante el
antiproyecto tanto en su momento militar como en el “democrático”, impuso
obstáculos gigantescos para lograr revertir plenamente las consecuencias de sus
casi 30 años de permanencia.
El gobierno de
Cristina Fernández de Kirchner le asestó duros golpes al pilar comunicacional y
al pilar financiero al lograr que el Congreso aprobara la Ley de Medios de
Comunicación Audiovisual y la de eliminación de las AFJP, que puso fin al
saqueo de los recursos sociales perpetrado por el sector bancario.
Una combinación de factores que recién comienzan a ser
analizados con la seriedad y profundidad que merecen, abrieron el camino para
una derrota electoral que reinstala el regreso a la etapa fundacional del antiproyecto, ahora
a cargo Mauricio Macri a la cabeza de un gobierno de CEO´s, cuyo objetivo se
centra en desorganizar las estructuras económicas, destruir la industria,
desmantelar la organización sindical, sustituir la producción por la
especulación, y favorecer la concentración de la riqueza en cada vez menos
manos.
En el día nacional
de la Memoria, la Verdad y la Justicia nuestro homenaje a los 30.000 compañeros
desaparecidos, no puede ser otro que reafirmar nuestro compromiso con la patria
con la que soñaron ellos y soñamos nosotros, defender y acompañar hoy más que nunca a las Madres y
a las Abuelas de Plaza de Mayo por su inclaudicable y ejemplar espíritu de
lucha, en favor de la vigencia plena de los Derechos Humanos, y dar batalla sin
fin al antiproyecto de Nación, que hoy enajena el concepto de soberanía
nacional, hace jirones la bandera de la
justicia social y a la independencia económica la canjea por sumisión, sometimiento
y endeudamiento. El mejor tributo es construir un gran ámbito de coincidencias
que nos una en los contenidos de un modelo de país que convertido en proyecto
común nos lleve nuevamente al camino de la liberación. El antiproyecto es un
proyecto de no país, un proyecto de muerte, el camino a recuperar es el de un
proyecto de vida en el que la felicidad del pueblo y la grandeza de la patria
sean una realidad efectiva.
* Comunidad Umbral