Iciar Recalde,
diciembre 2018
Homero Manzi fue
el país que habitaba. Y su destino. Flor de patriota este gordo poeta. Hombre de convicciones profundas. A la
par que borroneaba la poesía de los barrios con “la luna chapaleando sobre el
fango”, dilucidaba los mecanismos de dominación extranjera que inmovilizaban la
Nación. Porque elegir “no ser un hombre de letras y hacer letras para los
hombres” es la única opción en las semicolonias de no claudicar ante la
oligarquía y el imperialismo. Manzi lo supo. Su incondicional adhesión a la causa
del pueblo se tradujo en defensa del
yrigoyenismo frente al avance de la reacción y posteriormente, su apoyo
incondicional a nuestra revolución nacional. Hoy, frente a la tarea de
recomposición del movimiento nacional que urge ante la avanzada feroz del bloque
oligárquico, tipos como Manzi deberían ser hoja de ruta. No sólo para andar
silbando las melodías de “Malena”, de
“Ninguna” o de “Sur” sino para asentar el rumbo nacional con mentalidad
patriótica: “Nos dicen que hay una cosa intocable entre los distintos eslabones
de la economía: el gran capital, especialmente cuando se trata de accionistas
extranjeros, y por eso es necesario crear la mentalidad opuesta, la mentalidad
nacional, que frente a ese argumento diga sencillamente esto: ¡que se vayan a
la puta que los parió esos accionistas!”
Agrego: que se
vayan a la puta que los parió los que naturalizan un modelo de acumulación
donde el 80 % de la estructura económica está controlada por los gringos y sus
multinacionales de Martínez de Hoz a la actualidad. Los que no vislumbran y les
importa tres carajos fraguar una política de masas que confronte con el capital
concentrado. A secas, los que legitiman la entrega de la patria y piensan que
el 2019 es la propia, el cargo, la caja, la lista, la encuesta, la imagen, la
tv. Puerta abierta para que el voto popular habilite otra vez el saqueo del
patrimonio de los argentinos frente a la ausencia de propuesta nuestra, sumada
a la división, el sectarismo y bla bla bla que conocemos muy bien. El pueblo
argentino carga con demasiados muertos como para suicidarse como
inmerecidamente parece proponer la dirigencia actual