Iciar Recalde, febrero 2019
Décadas
de avance y guerra a la comunidad organizada que alguna vez fuimos con
epicentro en la guerra al varón y en la
victimización de la mujer. Paradoja en suelo del General y Evita Perón. La
madre del monstruo: Diana Russell, quien
hecha a andar en 1976 un libro, Femicide: the politics of woman killing,
donde crea el término “femicidio” postulando falacias que hoy forman parte del
“sentido común” de la confrontación entre sexos. Sintéticamente, sostiene allí
la teoría de que todos los asesinatos cuya víctima es mujer no son casos
aislados realizados por sujetos enfermos/desequilibrados en un contexto de
degradación profunda de la vida humana y embate contra el vínculo amoroso
mujer-varón, sino que, lisa y llanamente, se trata de una política integral del
“patriarcado machista y misógino.” El
hecho aberrante del asesinato de una mujer no se trataría de un acto criminal
individual sino de una política contra las mujeres por la supuesta
"supremacía patriarcal”, cito textual: "un mecanismo de control,
sujeción, opresión, asesinato, castigo y agresión dañina que a su vez genera
poder para los hombres.” Existe, para
esta señora, una conspiración mundial masculina cuyo objeto es violar, someter,
matar a las mujeres e impedirles su desarrollo individual. Por eso, teoriza
que el fundamento del femicidio, es uno solo: el odio que todo varón siente por
la mujer por el sólo hecho de ser mujer. Simple: todo varón desea violar y
matar mujeres. Acá lo viene propagando irresponsablemente hace décadas la voz
cantante del feminismo académico: Rita
Segato. Y hoy forma parte del discurso del activismo político en su
totalidad.
Y voy al sentido común verdadero: tengo cuatro hermanos varones.
Tuve un papá. Tengo amigos y compañeros. Un jefe, colegas varones, vecinos,
parejas, que no odian a las mujeres. Todo lo contrario: me han amado, me han
protegido y acompañado, han colaborado con gran parte de las actividades que
llevo adelante. La realidad esa que alguna vez fue para nosotros la única
verdad, es reemplazada por una ficción delirante y confrontativa. Pero, vamos
por más, porque siempre hay alguna/o que sale con el repetitivo “nos están
matando/una mujer por hora…”
En Argentina
somos más de 44 millones. La mitad aproximadamente son varones. De éstos, entre
17 y 18 millones, en edad sexual activa (restando ancianos y niños). 300 casos
de “femicidios” publicados por los sitios oficiales de datos feministas (La
casa del Encuentro, organización creada por el kirchnerismo, financiada por el
gobierno y, entre otros colaboradores, la Embajada de EUA - pero en la
discusión política actual es un dato “anticuado” quién te financia-) y una
cifra un tanto menor en páginas del Estado. Pero recibamos como certeros los
300. Incidencia anual de “femicidios”
sería de un 0.002 %. Consecuencia: más de un 99 % de los varones argentinos no
mata a su mujer o a cualquier mujer cada año. No obstante, uno mira tv y
sigue el circo mediático o escucha a las delirantes de muerte al macho o a
muchas del campo nacional que se subieron al “mirá cómo nos ponemos” y se
espanta del genocidio femenino perpetrado en el país. De más está decir que los
números son una cosa fría que sirve únicamente al análisis para encontrar
soluciones y yo no quiero una sola mujer
muerta por la violencia del régimen como tampoco quiero la mitad de la niñez
asesinada por la pobreza, ni la juventud por el paco, por la bala de la
bonaerense, ni viejos por jubilaciones de hambre. Porque uno mira las
estadísticas de la violencia en nuestra Patria, caldo de cultivo de décadas de
saqueo hambre y destrucción cultural, y duelen. Y empieza a pensar cuánta
verdad la del profeta cuando anuncia una tercer guerra mundial de a partes.
Argentina es parte según su propio curso histórico. A esa se la combate con
verdad.