Venezuela,
por Alexander Dugin
La
situación en Venezuela está en el punto de bifurcación. Maduro decidió iniciar negociaciones con los rebeldes. Hasta la fecha, todas las posiciones
geopolíticas han sido determinadas: El bloque atlantista (Estados Unidos,
Europa occidental y sus satélites en otras partes del mundo) representa al liberal pro-estadounidense autoproclamado
Presidente Juan Guaidó; y todos los
países que están del lado de la multipolaridad (principalmente Rusia, China,
Irán, Turquía, etc.) apoyan al legítimo presidente Nicolás Maduro. India,
otro gigante de la multipolaridad, toma una posición neutral, enfatizando que
el problema debe ser resuelto por los ciudadanos venezolanos sin ninguna
interferencia externa.
Cabe
señalar que en el caso de Maduro, las
posiciones de los atlantistas y globalistas, representadas más claramente por
Macron y Merkel, coinciden con las tendencias anticomunistas de Trump. Sin
embargo, construir un muro con México y al mismo tiempo pedir la reactivación
de la Doctrina Monroe, considerando a América Latina como una zona de control
exclusivo de los Estados Unidos, por decirlo de manera suave, es incoherente.
Pero así es Donald Trump, a esto todos estamos acostumbrados. En general,
Occidente actúa en este caso de manera consolidada, en relación con otras
“revoluciones de color” – tales como el “maidán” ucraniano, la “Primavera
árabe” (incluida Siria), etc.
Todas estas “revoluciones
de color” tienen una estructura común.
Comienzan con una acumulación crítica de
problemas en la gestión del país, y no importa si a la cabeza está un
dictador autoritario o simplemente un funcionario corrupto. En cualquier país
siempre hay bastantes problemas, y muy a menudo los políticos no pueden (y a
veces simplemente no quieren) resolverlos. Otra cosa es cómo organizar y dirigir
el potencial de protesta, ya sea para darle apoyo externo, con qué métodos
fortalecer la ira social y hacia qué propósito simbólico dirigirla. En esta
etapa, también entra en liza la geopolítica: Los globalistas y los atlantistas aprovechan esta situación para sus
intereses, y gradualmente los partidarios de la multipolaridad reúnen fuerzas
con las que en algunos casos intentan contrarrestar estos procesos (a
veces, como, por ejemplo, en Siria, con bastante éxito).
Todo
es tal como lo que sucede en Venezuela. Maduro, heredero de Hugo Chávez, el cual no solo era un líder carismático, sino
también un firme opositor a la hegemonía global que compartía la ideología del
peronismo izquierdista y la soberanía geopolítica, adaptando para Venezuela
al filósofo antiglobalización, Norberto Ceresole. El mismo Maduro continúa en general el rumbo de Chávez, pero no tiene una
ideología de gran interés. Tampoco puede hacer frente a la crisis económica
y social en el país. Denominar a Maduro
como político exitoso es imposible incluso con toda la antipatía hacia sus
oponentes liberales, apoyados por la hegemonía. Pero Maduro está avanzando
por el camino de la resistencia frente a la presión de los Estados Unidos y
trata de mantener desesperadamente la orientación hacia la multipolaridad y, a
pesar de la presión de los liberales, no se ha separado de la idea de la
política social. Por lo tanto, Maduro se ha convertido en un blanco conveniente
para los globalistas y los liberales: Combina
el rechazo de la incuestionable subordinación a la hegemonía y una política
práctica muy desafortunada.
Rusia y China han brindado
a Venezuela un apoyo financiero serio en los últimos años. Pero esto no fue suficiente. Por otro
lado, en el polo de la oposición liberal
no solo hay un apoyo comparable e incluso superior desde los Estados Unidos y
los países de Europa occidental, sino también una ideología, así como una
excelente gestión organizativa, basada en esquemas clásicos y efectivos de
“revoluciones de color”.
La multipolaridad aún no ha alcanzado el
nivel de la comprensión y el diseño ideológico, y los compromisos con el
liberalismo en la misma Rusia, así como parcialmente en China e Irán, no permiten brindar a Maduro una asistencia
ideológica efectiva y promover una gestión sociopolítica exitosa. Ahora
este lado débil del club multipolar se hace sentir de manera especialmente
clara. Pero Maduro tiene sus ases: El
legado político de Chávez, la lealtad del ejército y el apoyo de la población
rural del país.
La
situación ha llegado a un punto crítico. En el futuro más próximo se
determinará por cual escenario se desarrollarán los acontecimientos: Si los
liberales locales, que confían en los atlantistas que ya han reconocido al
presidente Juan Guaidó, podrán derrocar al presidente Maduro, elegido
legalmente (como en el caso de Viktor
Yanukovich), o podrá conservar el poder (como en el caso de Bashar al-Assad). Debido a la
interconexión de todos los procesos geopolíticos, esto es muy importante: No se
trata solamente del destino de Venezuela, sino también de toda América Latina.
Y más ampliamente – del mundo entero. La
derrota de los atlantistas en Venezuela demostrará finalmente su debilidad y
dará un nuevo impulso a la multipolaridad, lo cual afectará a otras zonas –
en Europa, Oriente Medio, África y la región del Pacífico. Si logran derrocar a Maduro, esto
fortalecerá sus posiciones, aunque sea relativamente, y creará un escollo en el
proceso de establecer un campo multipolar.
Con todo esto, el colapso
del modelo unipolar en su conjunto está predeterminado. Aquí estamos hablando,
más bien, sobre el ritmo del proceso:
Se puede acelerar o retrasar, pero no se puede cancelar ni detener. Sin
embargo, la victoria de Maduro acercaría mucho más la muerte de la hegemonía.
¿Qué
debería hacer Maduro durante las negociaciones? Tiene dos ejemplos: Yanukovich
y Assad. Yanukovich comienza las
negociaciones, cree a los rebeldes y a Occidente y resulta ser derrocado, y más
tarde – un fugitivo miserable. Assad
habla a la oposición en el lenguaje de la fuerza, en la primera etapa
pierde su posición, pero con la geopolítica correcta (confianza en Rusia e
Irán, así como en una estrategia bien pensada de relaciones con Turquía y los
kurdos, y con el desprecio total por las demandas atlantistas e islamistas) en
el futuro, durante la sangrienta guerra civil, es el ganador. Yanukovich es un
fracasado cobarde. Assad es un camino
difícil y sangriento pero heroico hacia la victoria. Los islamistas sirios son
un análogo directo de los liberales venezolanos. Esta es una red de
terroristas siguiendo las órdenes de un centro exterior de mando. Assad lo
entendió. ¿Maduro se da cuenta de esto lo suficiente?
Pronto
sabremos, quién es, el camarada Maduro, un funcionario corrupto, indefenso y
obstinado o el portador de la llama de la gran revolución continental
sudamericana en el espíritu de Chávez y Ceresole. Las negociaciones con
liberales y títeres de hegemonía son siempre una derrota. No acatan ningún
acuerdo ni tratado. Se espera que Maduro pueda leer la situación existente a la
luz de una comprensión adecuada de las leyes geopolíticas: Maduro es la tierra, Guaidó es el mar. Ahora tu palabra, comandante...