Por Horacio
Lachman
19 Febrero de 2019
Nuevamente el
Palacio de Hacienda y algunos economistas afines a la política económica
afirman que ya se advierte una baja de la inflación e incluso, síntomas de
recuperación de la actividad y que esta se intensificara a partir del segundo
trimestre. Este optimismo surge, como en otras ocasiones, después de un gran
crecimiento de la inflación y una profunda recesión, provocados por la propia
política aplicada. También, como en otras ocasiones, se asegura que ahora sí,
las tendencias positivas están llamadas a perdurar, aunque la situación sigue
crítica.
Sin embargo
la realidad es que estas mejoras
transitorias, pronto se interrumpen con un brusco deterioro de la situación,
mucho antes que la inflación y la actividad lleguen a un punto satisfactorio.
Por eso se
festejaba cuando la inflación comenzó a bajar del 6,5% que alcanzó en septiembre pasado (equivalente al 113 % anual)
al 5,4% de octubre (que proyectado a
un año implica 88%) y se anticipaba que ya el ritmo de aumento de los precios
iniciaba una clara tendencia declinante, aunque, de todas formas en 2019
llegaría a 23% anual. O sea después de
cuatro años de gestión y a pesar del duro sacrificio asumido por los sectores
productivo y la población, además de haber contraído una deuda externa que
hipoteca al país por largos años, se retornaría a un nivel de inflación
semejante al que había antes de antes de que se iniciara el nuevo Gobierno.
Sin embargo, pese a lo modesto de la meta, ya en enero el ritmo de aumento de
los precios se incrementó del 2,6 % en diciembre, al 2,9 % en enero (equivale a
41 % anual).
Todo indica que la inflación se mantendrá
en niveles similares o mayores en febrero, por la incidencia de masivos
aumentos tarifarios y la brecha que se creó entre el ritmo de aumento de los
precios mayoristas y minoristas, en una economía donde la mayor parte de los
insumos para la producción están dolarizados. Además en marzo se deben
asumir los mayores costos de la canasta
escolar y la actualización de los colegios, más el impacto del cambio de
temporada en indumentaria, nuevos y fuertes aumentos tarifarios. Por otra parte
puede mencionarse que una fuerte
devaluación si no se concreta antes de las elecciones por la incertidumbre
electoral, deberá sobrevenir sin falta después por la acumulación de un nuevo
atraso del dólar.
En cuanto al PBI, todos proyectan una caída
durante este año. En el Presupuesto el retroceso fue estimado en el 0,5 %,
y el FMI, la CEPAL, el Banco Mundial y la OCDE ven al PBI bajando entre en
1,6-1,9%. La OIT espera un mayor desempleo
durante este año en el país. Una mayoría de economistas estima una caída del 2
% del PBI.
Entre los que
apuestan a la reactivación de la economía en el segundo trimestre se encuentran
muchos de los que afirmaban que la recuperación en 2017 estaba llamada a seguir
por 20 años y auguraban para 2018 un crecimiento del 3,5 %, como figuraba en el
Presupuesto. La magnitud de la diferencia obliga a preguntarse sobre la validez
de esos pronósticos.
Hoy todos los
días asistimos al cierre o la
reestructuración de empresas. Además, centenares de comercios y pymes que bajan
las persianas como lo confirman múltiples relevamientos.
Las
decisiones empresarias en general reflejan no sólo un presente angustioso sino
que son pasos que implican una perspectiva pesimista sobre el futuro.
Garantizan que en los próximos meses habrá menor actividad y más reducción del
mercado. Todas las encuestas de
expectativas marcan que no se avizora recuperación de la demanda, ni hay
voluntad de incorporar personal. Por el contrario se prevén nuevas caídas.
La mejora en el saldo del turismo
internacional no alcanza a compensar la caída del turismo local. Solo queda
en el horizonte una nueva cosecha que
tiene aún nuevos desafíos climáticos que atravesar, para poder llegar a ser
récord. Además debe tenerse en cuenta que en 2017, año récord de producción,
las remuneraciones al trabajo pagadas por el sector representaron sólo 3 % del
total. El número de empleados del agro fue 1.573.000 que representaba el 7,5%
del total, pero solo 335.000 estaban registrados, un 3,1 % del total.
Dada la incertidumbre política y económica
se proyecta una caída de la inversión durante este año. También el agro invertirá poco, lo que
posiblemente no permitirá la recuperación de la alicaída industria de la maquinaria
agrícola, ni la demanda de agroquímicos e infraestructuras. Habrá si un impacto
sobre la agroindustria exportadora pero se espera una baja liquidación de divisas si se pretende que las tasas de interés
locales sean mínimamente compatibles con la marcha de la economía.
Por último
debe tenerse en cuenta que el ajuste en
la inversión pública se profundizará y ya hay muchas obras paradas. El ajuste
fiscal recién empieza porque deberá buscarse en los próximos años
neutralizar el déficit financiero incrementado por el peso de los intereses de una deuda que ha crecido hasta
alcanzar el 90 % del PBI y el gigantesco crecimiento de la deuda del Banco
Central que paga rendimientos desproporcionados.
Por todo eso,
más allá de algún leve aumento respecto de los peores momentos de 2018, no hay
reactivación a la vista y mucho menos crecimiento.