La recuperación de las Fuerzas Armadas y el
Proyecto Nacional
Por Juan Godoy
“El ejército de un país semi-colonial, situado en el extremo austral de
un continente periférico, no puede permanecer ajeno al debate de los grandes
problemas nacionales”. (Jorge Abelardo Ramos)
“Las instituciones armadas son organismos del pueblo encargados de la
preparación de su defensa. Alejar a pueblo de la función castrense es
desvirtuar la misión de las instituciones. Somos soldados de una democracia y,
como tales, pueblo mismo”. (Juan Perón)
Hace varias décadas que nuestro país
ha abandonado una política de recuperación de las Fuerzas Armadas como
institución central de la defensa nacional (y más aún de ésta en vinculación
con un proceso de industrialización del país), y las mismas se encuentran en
gran medida sin objetivos claros. El caso de la última dictadura cívico-militar
y el genocidio perpetrado, al mismo tiempo que el proceso de desmalvinización
comenzado luego de la última guerra anti-colonialista por nuestro territorio
arrebatado, el anti-militarismo abstracto que tiene encuentra sus raíces en la
izquierda tradicional de fines de siglo XIX y principios del XX, y más en
general el abandono de un proyecto nacional de emancipación y ruptura del orden
semi-colonial, son varios de los elementos que contribuyeron evidentemente a
esta situación precaria en la cual nos encontramos.
Consideramos urgente y central re-pensar el rol de las fuerzas armadas en un país
como la Argentina, y avanzar en su recuperación en el marco de un proyecto
nacional de emancipación. Esta consideración la enmarcamos en que nuestro
país tiene un territorio extenso, como asimismo una larga plataforma marítima,
una porción de su territorio ocupada por una potencia extranjera, y de ahí una
enorme y poderosa base de la OTAN en el mismo a pocos kilómetros del Continente,
enormes recursos naturales, porciones significativas de algunas regiones con
escasa densidad demográfica, una economía semi-colonial y dependiente ligada a
la producción de productos primarios y la valorización financiera, una enorme
deuda externa, etc. En este contexto no tener una profunda política de defensa
nacional resulta suicida. Al mismo tiempo, dejar a las fuerzas armadas sin
objetivos claros resulta claramente peligroso.
Esta crisis de las fuerzas armadas
también puede observarse, en mayor o menor medida, en otras instituciones del
país. No resulta casual que los instrumentos que pueden generar profundamente
cohesión e internalización de un conjunto de valores en la construcción y
fortalecimiento de la comunidad nacional sean
hoy atacados desde diferentes lugares, lógicamente desde los ajenos a la
tradición nacional, pero más llamativamente entre algunos que sostienen
pertenencia a esa tradición de pensamiento y construcción política. Resulta
evidente que uno de los pilares del pensamiento de Juan Perón es la conformación de una comunidad
organizada. En este sentido expresa que “el hombre es un ser ordenado para la convivencia social; el bien supremo
no se realiza, por consiguiente, en la vida individual humana, sino en el
organismo súper-individual del Estado; la ética culmina en la política (…) Así
como en el examen nos está permitido la voluntad transfigurada en su
posibilidad de Libertad, aparece el “nosotros” en su ordenación suprema, la
comunidad organizada”. (Perón, 2000: 37-71)
Ante
el individualismo exacerbado, el
hedonismo, el lugar central que ocupan las agendas ligadas a las minorías, la
ruptura de la solidaridad, el desinterés por un ideal trascendental y por un
destino común se levanta la comunidad organizada. Así, “la comunidad organizada que nosotros queremos es la de un pueblo cuyos
distintos sectores actúen cada uno en procura de sus propias finalidades, pero
tendiendo siempre hacia los grandes objetivos de la nación (…) deberán tener
como objetivo común la total realización de la Justicia Social y de la
Independencia económica”. (Perón, 1984: 121)
Esta
comunidad organizada se asienta fundamentalmente en un conjunto de instituciones
que la fortalecen e imponen la internalización de valores éticos, morales y
patrióticos. Entre éstas claramente se encuentran las Fuerzas Armadas (desde
ya, como quedará claro, pueden cumplir otra/s función/es). Coincidimos con
Gianfranco Valori que expresa que “la
participación de las fuerzas armadas en la consolidación de la nacionalidad y
en el afianzamiento institucional es tanto más importante cuanto más débil o
fragmentaria sea la estructura de la comunidad”. (Valori, 1973: 125)
Avanzando con nuestro tema
observamos que el anti-militarismo
abstracto penetra, como decíamos, no sólo a la izquierda tradicional, sino
también lo hace profundamente en sectores progresistas que se acercan a las
tradiciones nacionales, resulta un obstáculo en esta recuperación del debate
acerca del rol de las Fuerzas Armadas. Este
anti-militarismo sostiene esquemáticamente que nada de lo que proviene de las
fuerzas armadas puede resultar positivo, que éstas son el brazo armado de
la oligarquía, lo cual resulta difícil de sostener a partir de revisar, al
menos, no sólo la historia Argentina, sino también la latinoamericana y de
varios países semi-coloniales.
Ese
esquema de pensamiento lo caracterizamos como abstracto porque no parte del
análisis de la realidad, sino más bien lo hace a partir de un entramado de
ideas que nacen en otra realidad, y que pretende aplicar a la realidad
concreta. Una forma de construir pensamiento y analizar la realidad que no es
privativa desde ya del caso de las Fuerzas Armadas, y que ha calado profundo en
nuestro país desde la conformación del mismo: la importación acrítica de ideas,
conceptos, categorías, y su incorporación como absolutas a nuestra realidad. Asimismo,
cabe destacar que no son lo mismo las fuerzas armadas en los países con la cuestión
nacional resuelta que en los que pugnan todavía por ser naciones plenas.
Basta recorrer la historia de las
Fuerzas Armadas para dar cuenta que no actuaron en todo momento como el brazo
armado de la clase dominante. Podríamos tan solo recordar el origen glorioso de
nuestro ejército combatiendo contra el colonialismo británico en las invasiones
al Río de la Plata, cuyo “único propósito (…) en 1806 y 1807, fue anexar el Río de la Plata a su
imperio, y convertir la región en colonia británica”. (Scenna, 1974: 82) Un
origen anti-colonialista y popular. Es el pueblo improvisado en milicia: “el pueblo no sabía quién era Adam Smith,
pero sí conocía a Morgan, Drake y Cavendish. Buenos Aires peleó por orgullo,
por amor propio”. (Ferla, 2007: 49) Estas fuerzas luego fueron transformándose,
sobre todo con la presencia de José de San Martín, en un ejército profesional para
la emancipación continental.
Más
bien lo que tenemos al observar la historia de nuestro país y sus fuerzas
armadas es que éstas son “un fenómeno
vivo, en evolución, contradictorio y sujeto a las luchas internas del pueblo
argentino”. (Ramos, 1968: 102) Las mismas están penetradas por las
influencias de cada época, y en su interior anidan diferentes concepciones y
proyectos. Es por eso que “en altísima
medida, las posiciones de sus representantes y líderes no han hecho más que
reflejar lo que sucedía en los campos no estrictamente castrenses; en la
cultura y la política, sobre todo”. (Chávez, Fermín. Cit. en Piñeiro
Iñíguez, 2010: 277)
Digamos,
como resumen, pueden servir para anudar la dependencia o bien para romperla.
Los dos casos se han dado a lo largo de nuestra historia. O bien, tuvimos en
las fuerzas armadas personajes
anti-nacionales y pro-imperialistas como Rondeau, Mitre, Justo, Aramburu,
Rojas, Massera o Videla; pero al mismo tiempo personajes nacionales como José
de San Martín, Savio, Mosconi, Juan I. San Martín, Vicat, Pujato, Perón o
Guglialmelli por nombrar solamente algunos casos al azar que se nos vienen a la
mente. Unas Fuerzas Armadas que defienden la soberanía nacional, y se integran
con el pueblo en un proyecto de emancipación; o un ejército de facción, que
somete el interés nacional a la ideología, elitista, anti-popular, asesino de
su pueblo y aliado a alguna potencia imperialista.
Para
definir el rol de las Fuerzas Armadas se hace necesario establecer los
lineamientos centrales de un proyecto nacional que integre a las mismas. Ya que
“sin Política Nacional no hay ejército
nacional y recíprocamente”. (Jauretche, 2008: 19) La definición de un
proyecto de nación resulta esencial para definir el rol de las fuerzas armadas
en el mismo. La nación toda debe participar del mismo. El proyecto de nación
marca los objetivos que se persiguen y el mismo se pone en marcha a través de
un programa político.
En
este marco se integra una política de
defensa nacional, la cual no es decisión exclusiva de las fuerzas armadas
aunque claro que las integra, pero la definición es principalmente de la
política. La defensa nacional es pensada en términos integrales en tanto
establece la defensa de la soberanía territorial pero al mismo tiempo el
patrimonio nacional económico, político, social y cultural. La defensa nacional
en términos integrales entonces implica a la economía, cultura, educación, el
bienestar del pueblo, etc.
Las Fuerzas Armadas han actuado fuertemente, sobre todo a partir de la
década del 20 hasta los 50, como impulsoras del desarrollo industrial. Esto
resulta significativo en tanto ante la debilidad de la burguesía nacional de un
país semi-colonial las Fuerzas Armadas actúan “reemplazando” a la misma en
torno al impulso del desarrollo industrial, “justamente
el atraso histórico del país es el que determina la debilidad política e
ideológica de la burguesía. Como la historia argentina lo demuestra, el
Ejército asumió en varias oportunidades ese papel subrogante: se transformó en
partido político de una clase inmadura; al ser derrotado, depuró sus filas para
ceder el paso a otros oficiales que interpretaban los viejos intereses
agrario-comerciales”. (Ramos 1968: 10-11) Por eso no es casual que Enrique Guglialmelli afirme que “la lucha nacional se confunde con la lucha
contra el subdesarrollo. Las
fuerzas armadas son uno de los sectores nacionales comprometidos a librar esa
lucha”. (Guglialmelli. Estrategia Nº
4. 2007: 48)
Esta lucha nacional es por la
emancipación completa de la nación, solamente en el marco de la lucha nacional
por la ruptura del orden semi-colonial se puede establecer una profunda
política de defensa nacional, ya que “sin
revolución nacional no hay defensa nacional capaz de ser cumplida en términos
cabales (…) en tanto esa revolución no se realice, no hay nación totalmente
lograda, y por lo tanto, no hay nación, en la máxima expresión de su
significado a la cual defender”. (Ibídem:
49)
Esta revolución nacional es un
capítulo de la lucha por la reunificación continental que hunde sus raíces en
nuestras tradiciones hispanoamericanas y configura el reaseguro del ejercicio
pleno de nuestra soberanía. Resulta imperativo tomar seriamente la
reconstrucción de un proyecto nacional en base a la reconstrucción de la
comunidad organizada para volver a poner en pie la Patria, o en el siglo Xxi
probablemente asistamos a su definitiva desintegración.
Bibliografía
Guglialmelli,
Juan Enrique. (2007). Pensar con
Estrategia. Juan Enrique Guglialmelli en la Revista Estrategia. Buenos
Aires: EDUNLa.
Ferla,
Salvador. (2007). Historia Argentina con
drama y humor. Buenos Aires: Corregidor.
Jauretche,
Arturo. (2008). Ejército y política.
Buenos Aires: Corregidor.
Perón,
Juan Domingo. (1984). Discursos del
General Perón a los militares argentinos. 1946-1951. Buenos Aires:
Ediciones Realidad Política.
Perón,
Juan Domingo. (2000). La Comunidad
Organizada. Buenos Aires: Partido Justicialista.
Piñeiro Iñíguez, Carlos. (2010). Perón:
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un ideario. Buenos Aires: Siglo
XXI (editora Iberoamericana).
Ramos,
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Scenna,
Miguel Ángel. (1974). Las brevas maduras.
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Valori,
Giancarlo Elia. (1973). Fuerzas Armadas e
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Güemes.