Transcurrido casi un año y
medio de gobierno macrista-radical, sólo un recién llegado de otro planeta,
puede creer en las promesas a futuro de este gobierno. Porque quienes están
detrás de la destrucción de la industria nacional, de la entrega del patrimonio
de los argentinos, quienes se benefician con el endeudamiento y la fuga de
capitales, con el cierre de empresas y el desempleo creciente y la violación
sistemática de la Constitución Nacional, los Tratados Internacionales y las
leyes debatidas y votadas por amplias mayorías del Congreso Nacional, tienen
muy claro sus objetivos.
1) Insertar a nuestro país como un peón en el ajedrez internacional que
juegan potencias extranjeras, y que en la década del 90 por subordinarnos a
esos mismos poderes, los argentinos pagamos con dos atentados terroristas nunca
esclarecidos.
2) Encolumnar a nuestro país
en la nueva división internacional del
trabajo. Para lo cual se debe precarizar las relaciones de trabajo,
eliminar la sindicalización de los trabajadores, o conseguir dirigentes
gremiales que traicionen a sus sindicatos y a los trabajadores que representan.
Es lamentable, pero nuestra historia guarda muchos ejemplos. Algunos muy
recientes. No solamente de gremialistas, sino de políticos, periodistas y
comunicadores varios.
3) Debilitar o eliminar toda forma de conciencia y
organización popular que resista esta política de entrega. Para lo cual los
medios hegemónicos, que hoy fungen como un “plan cóndor comunicacional”,
despliegan en nuestra América una estrategia propagandística que pone el acento
en lo que podríamos denominar “plan de distracción hacia el consumo de
entretenimiento vacío de sustancia”. Pues el objetivo no es la sana diversión
que todos necesitamos, sino el aturdimiento mental para “olvidarnos” de una
realidad que nos lastima de diferentes formas según nuestra pertenencia social.
4) Estigmatizar el compromiso social y la participación en política.
Toda vez que tratan de convencernos que las acciones que lleva a cabo el
gobierno desde cada uno de sus ministerios, secretarías y dependencias
oficiales “no es política”.
5) Convencernos que el
presidente y sus funcionarios “se
equivocan”, cuando una medida es ampliamente resistida y “corrigen el
rumbo” para luego con varias operaciones políticas contra funcionarios del
anterior gobierno, especialmente la presidenta mandato cumplido Cristina
Fernández de Kirchner, tratan de distraernos para volver a la carga con las
medidas resistidas “pero mejoradas”. Muchas veces socorridos por los dirigentes
que “aportan a la gobernabilidad” y “no ponen palos en la rueda”.
6) Preparando de manera
creciente la represión a toda
manifestación popular que se oponga a las medidas anti democráticas,
inconstitucionales y arbitrarias que toma este gobierno clasista. Porque como
titularon una tira del monopolio mediático “Los ricos no piden permiso”. A eso
están acostumbrados.
No nos olvidemos que los
sectores que hoy manejan el gobierno son los mismos que desde 1955 para acá
propiciaron todos y cada uno de los golpes contra la democracia y el orden
constitucional. Una Constitución hecha a la medida de la sociedad de 1853 y los
valores fisiocráticos de moda en aquellos años, que aún cuando defiende más la
propiedad privada que la vida de las personas, aún así, no les alcanza.
No me olvido que la
Constitución fue reformada en 1994, pero sólo fue el fruto de un acuerdo entre
Raúl Alfonsín y Carlos Menem, para posibilitar la reelección de este último, y
que los radicales pudieran sumar un Senador más en las provincias. Más alguna
otra incorporación pertinente y necesaria.
Un dato: ninguno de los
Convencionales reunidos entonces, levantó la voz en defensa de la Constitución de 1949 que fue borrada de
un plumazo por un bando militar por la autodenominada “revolución libertadora”,
y avalado ese avasallamiento por la Corte Suprema de Justicia y por todos los
gobiernos constitucionales que se sucedieron.
Otro dato: en la placa que
está enclavada en una de las paredes del Congreso Nacional figuran todas las
Constituciones y sus reformas realizadas. Menos la Constitución Nacional de
1949, promulgada de acuerdo a las premisas constitucionales.
Es una afrenta a la
democracia, que todavía subsista semejante intento de borrar de la historia y
la memoria popular la Constitución más avanzada en lo social que ha dado el
siglo XX.
Daniel Mojica
Escritor Miembro de COMUNA
www.cuestioncultural.blogspot.com.ar
Columnista político de
"Tejiendo Redes" Radio Gráfica