Selección de opiniones de la Entrevista a Juan Perón efectuada por Bernardo
Neustadt para la revista EXTRA, diciembre del año 1968
Neustadt: Usted tiene un ejemplo en
nuestra juventud, tan mimética siempre, que grita por Hungría y Checoslovaquia,
pero no por Formosa. O que está adormecida cuando estallan Francia, Méjico,
Uruguay, Italia...
JUAN DOMINGO PERÓN: Bueno, los jóvenes estallan y estallan con razón. Ellos saben que actualmente
se está forjando un mundo que ellos deberán sufrir o gozar. Y ven que los
viejos les cierran el camino y no les dejan participar en la formación de ese
mundo.
Neustadt: ¿Pero usted no cree que ahora
tienen más participación que nunca?
JUAN DOMINGO PERÓN: Aparentemente, nada más. Y si no tome el
proceso universitario argentino: tenían mucha más participación en 1918, cuando
se hizo la reforma, que ahora.
Neustadt: Tanto como para que la Reforma se esté
por hacer recién ahora en Francia.
JUAN DOMINGO PERÓN Claro. Vea, el problema para mí es muy
sencillo. Cuando termina el medioevo empiezan las empresas, las fábricas, la
máquina. Se inicia el proceso de la liberación hombre–masa. A partir de ahí el
hombre–masa fue poniendo la máquina a su servicio y liberándose de la antigua
maestranza. Ahora empieza otro proceso: ya no se trata de la liberación del
hombre–masa, sino también de la liberación hombre–cerebro. En este momento en
el mundo no hay hombres. ¿Y por qué? Porque la Universidad no los ha sabido formar. Pero es que la Universidad está
todavía en el siglo diecinueve, cuando debe formar hombres para el siglo
veintiuno.
Neustadt: ¿Y a la Universidad después de
la intervención en qué siglo se sitúa?
JUAN DOMINGO PERÓN:¡Y, en el siglo dieciocho si usted
quiere...! Pero vamos al fenómeno: ¿qué pasa con la Universidad del mundo en la
actualidad? Hay un señor académico -al que en algunas partes se le pone gorrita
con flecos o una sotana con puntillas- que llega al aula, saca de su
portafolios un fajo de papeles amarillos y se los lee a los alumnos. ¡Hace
veinte años que les está leyendo esos mismos papeles! Y ya nadie quiere saber
nada de eso, porque en la televisión ya
están más adelantados que ellos. Y entonces, lógicamente, la gente tiene que
rebelarse contra ese academicismo inútil. Tanto que cuando a mí me dijeron
que quemaron la Sorbona, yo dije
“¡qué bien!”. “¿Pero, cómo qué bien?”, me preguntaron. Claro, dije, si esa es
una universidad del siglo diecinueve. Más poder tiene, más nombre tiene, más
conservadora es, más atrasada se queda. Había que quemar todo eso y hacer una
cosa nueva. Caramba, ahora para qué quiere uno sesenta calculistas haciendo
cálculos para un ingeniero con la posibilidad de que al final se equivoquen, si
hay computadoras que le hacen ese cálculo en 6 minutos y no se equivoca.
Entonces no tiene sentido seguir manteniendo a una Universidad que forma a esos
calculistas y no a la gente necesaria para el siglo veintiuno.
Neustadt: ¿La Universidad argentina qué
posibilidades de cambiar tiene actualmente?
JUAN DOMINGO PERÓN: La Universidad no es
un compartimento estanco y no evolucionará hasta que no evoluciones toda la
comunidad argentina.
Cuando yo llegué al gobierno la reforma del 18 no se había cumplido en ninguna
de sus partes. Los primeros manejos de los muchachos dentro de la Universidad
son del año 47; nosotros pusimos en
funcionamiento la reforma dando acceso y control en la parte que le
correspondía al estudiantado. Eso era inédito en el país: el estudiante
dejaba de ser un elemento inerte. Y esa es la famosa teoría del
participacionismo.
Neustadt: Ellos no lo vieron así. Porque
si hubo un sector al que usted tuvo que enfrentarse fue el estudiantado...
JUAN DOMINGO PERÓN: Ellos venían trabajados por otros
sectores fuera de la Universidad. Venían con prejuicios, con preconceptos
políticos, no universitarios. Y, claro, esos eran enemigos nuestros. Sin
embargo, la Universidad nunca tuvo mayor
autonomía que en nuestro tiempo.
Revista
EXTRA, Diciembre 1968 - AÑO IV, Nº 41