“Nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que
aprobar la mentira y tomarla por verdad”. Cicerón
La historia argentina, desde
sus comienzos, estuvo signada por continuidades y rupturas y el enfrentamiento
de dos líneas antagónicas. Una, enmarcada en la tradición hispánica,
historicista, cristiana y heredera de los fueros de Castilla y la democracia capitular,
y otra anglófila, iluminista, masónica, y heredera de la democracia jacobina.
Son las dos líneas históricas de las que nos habla el General Perón en “La Hora
de los Pueblos”, la hispánica y nacional y, frente a ella, la antinacional
anglosajona. En la primera abreva el Federalismo, el Yrigoyenismo y el
Peronismo, la segunda es el soporte ideológico de las vanguardias iluminadas y
de una casta parasitaria agropastoril, minoritaria y gerencial de los intereses
de la metrópolis que constituye la oligarquía financiera y terrateniente. La
primera es popular y encarna la cultura de la producción y la comunidad
organizada; la segunda es oligárquica y se identifica con la especulación y el
individualismo deshumanizado.
Que el mundo no pueda
explicarse en base a teorías conspirativas, a las que son tan afectos ciertos
sectores del campo nacional, no implica que las cosas sucedan por simple
casualidad. A cada acción corresponde siempre un efecto. Y a cada inacción
también. Así, la falsa grieta, que no es otra cosa que las dos alas del mismo
partido, con la cual amedrentaron a los sectores medios y un importante
segmento de asalariados, cuentapropistas, comerciantes y pequeños empresarios y
productores, no surgió de la nada. Fuimos derrotados en Caseros, bombardeados
en 1955, masacrados en 1976, pero nuestra fenomenal derrota se consolidó en
1983, cuando el peronismo fue vaciado de contenido y transformado en un
apéndice partidocrático de las internacionales europeas, sean demócratas
cristianas o socialdemócratas. A eso se suma el derrumbe del Muro de Berlín,
que cubrió de escombros a los sistemas teóricos que pugnaban por la hegemonía
del poder mundial desde la segunda mitad del siglo XX.
No obstante el actual contexto
internacional, donde vuelven a tener preponderancia los vectores nacionales, y
por tanto ser más vigente que nunca nuestra doctrina, jamás como ahora la
Argentina estuvo tan próxima a un estado de disolución y anomia social. En el
decenio 1945-1955 y con un escenario internacional desfavorable, el peronismo
transformó un país agropastoril semicolonial e injusto en una nación con
justicia social y en vías de industrialización e innovación tecnológica, los
logros alcanzados en energía nuclear e ingeniería aeroespacial así lo
demuestran. Sin embargo, a partir de 1983, los gobiernos que asumieron en
nombre del peronismo no han podido, más allá de las buenas intenciones,
revirtir el rumbo decadente y antinacional impuesto con sangre por el Proceso
de Reorganización Nacional. La razón de ello se debe a que el Movimiento
Nacional Justicialista se convirtió en un mero partido político del sistema,
que opuso una estéril resistencia a las políticas semicoloniales ordenadas
desde afuera e implementadas por la democracia liberal, impuesta tras la
derrota de Puerto Argentino. Hemos perdido el rumbo, parece que nuestro anhelo
ya no es el alcanzar la Patria Justa, Libre y Soberana, ni transfomar el caduco
sistema político actual, meramente representativo y oligárquico, en una
democracia social, orgánica y directa, donde se concrete efectivamente la
participación popular a través de las organizaciones libres del pueblo. Hemos
perdido nuestra esencia social, nacionalista y revolucionaria, lo que se
evidenció, entre otras cosas, en nuestra actitud pasiva ante el proceso
contracultural impuesto, la desmalvinización, la aceptación de la deuda externa
de dudosa legitimidad, el desarme de nuestras FF.AA. y los llamados “Acuerdos
de Madrid”, verdadero tratado de Versailles argentino. La labor del enemigo fue
tenaz y paciente y fue transformando al peronismo en una expresión política de
dientes cariados, distante del pueblo, sin energía o tan solo voluntad de
transformación, reduciendo al más formidable movimiento popular del último
siglo a un partidillo político de roscas. Esa desviación de nuestra doctrina
posibilitó algo inédito: que la expresión política de la oligarquía extractiva
agro-minera-financiera sea aceptada e incluso elegida por el conjunto de una
sociedad anestesiada y anómica que acepta voluntariamente la muerte en grageas.
Este es nuestro diagnóstico de
un período que culmina con la oligarquía llegando al gobierno por primera vez
en nuestra historia sin recurrir a la violencia o al fraude electoral. Sin
embargo estamos convencidos de que podemos revertir este rumbo cuyo destino es
el abismo, pero para ello creemos que es un requisito fundamental que los
nacionales, en general, y los peronistas, en particular, estemos más unidos que
nunca. Se impone hoy el deber de retomar las riendas de la historia y
reconstruir nacionalidad y orgánica popular, ante un panorama desolador de
endeudamiento, hipoteca y saqueo del bien público y la "La Casa
Común", que al decir de S.S. Francisco no es otra cosa que la misma
Patria. Consideramos que ha llegado el tiempo de deponer viejas rivalidades,
tanto ideológicas como personales, ante la certeza de una inminente disolución
nacional. Es por ello que nos hemos nucleado en una corriente de pensamiento y
acción política, que englobe y sume a todas las expresiones del campo nacional,
identificadas en la necesidad de retomar el legado del General Perón, cuyas
expresiones más acabadas son el “Modelo Argentino para el Proyeto Nacional” y
la “Carta a los gobiernos y pueblos del mundo”. Estos verdaderos tesoros que
hemos heredado del General nos plantean la necesidad de reunir a todos los
sectores de la política nacional ante problemas que hoy vemos con mayor
claridad; la lucha por los alimentos y los recursos estratégicos de la Patria,
y el refortalecimiento de la identidad cultural ante un proceso universalista
inevitable.
Por estas razones y otras que
se irán integrando al calor del debate, es que nos reunimos en "La
Brigadier General" al calor de la evocación de quién fue digno heredero de
la espada del Libertador, ya que, en palabras de nuestra figura máxima
"Cuando la Patria está en peligro todo está permitido, excepto no
defenderla".
La Brigadier General