10
de junio de 2018.
Juan
Gabriel Labaké
Para el FMI, era salvar a
Macri para no perder a Latinoamérica
Para Macri, era el FMI con
mayores cadenas, o el helicóptero
Como
resultado de la crisis terminal e irrecuperable del modelo neoliberal, que dejó
al desnudo la corrida cambiaria de mayo último, el gobierno había perdido el
poder de iniciativa y toda su capacidad de conducir al país.
Ellos
lo sabían. El peronismo lo intuía. El pueblo todo lo sentía.
Por
eso recurrieron al salvavidas de plomo del FMI, que tratará de salvar al equipo
más inútil, corrupto de guante blanco y vendepatria de los últimos 50 años, a
costa de entregar la Argentina a la voracidad de los buitres de afuera y de
adentro.
Por
eso, también, el Fondo fue tan “generoso” y Trump movió sus piezas en serio
ante el angustioso (o gozoso) SOS de su mejor alumno del Colegio Cardenal
Newman: el mejor equipo de inútiles-corruptos-vendepatria pidió 30.000 millones,
y sus amos anglosajones-israelíes le dieron 50.000… “pa’ que alcance y tengan”.
NO FUE UNA SIMPLE CORRIDA
CAMBIARIA
En
realidad, la corrida del dólar que los asustó (o les dio el pretexto) en mayo
último, no fue una simple crisis cambiaria, como pretende el gobierno de los
inútiles-corruptos-vendepatria, sino el síntoma inequívoco e inexorable del
fracaso del modelo neoliberal instaurado en diciembre de 2015 por esos mismos
ex alumnos del Colegio Cardenal Newman.
Los
gruesos errores de conducción del presidente de la Nación, el supuesto jefe del
equipo, y la tardanza en comprender la magnitud del desastre que ellos mismos
provocaron habían decretado, además, la muerte en vida del proyecto político de
Cambiemos, su fracaso como alianza de gobierno y la seguridad popular de que,
en el mejor de los casos, había Macri y Cambiemos sólo hasta 2019.
De
modo que al gobierno le quedaban, a lo
sumo, 18 meses, no de vida, sino de agonía, porque el fracaso es tan profundo
y el tiempo restante tan corto que no tenía posibilidad alguna de recuperarse,
y su margen de maniobra era muy estrecho.
Pero
Macri seguía soñando con su país de fantasía, mientras las encuestas y,
sobretodo, las multitudes que se han vuelto de presencia diaria en las calles
argentinas, le estaban gritando que no va más.
A
su vez, la señora Vidal, a pesar del fenomenal blindaje mediático que trata de
protegerla, había descendido por el tobogán a la misma velocidad que Macri.
Ella era la carta en la manga de Cambiemos para lo que llamaron el “Plan B”. Pero
ese “Plan B” también se había ido por el tobogán, junto con la producida y
teatral gobernadora de Buenos Aires. Y no hay blindaje mediático que lo pueda
impedir.
Esa
era la cruda realidad que afrontaba la llamada “alianza” Cambiemos, y que ahora
nadie cree que sea más que un simple rejunte de ambiciones personales y
grupales, conducido por un grupo de CEOs insensibles e inescrupulosos. El resto
de esa “alianza” –siempre descartable- está constituido por un grupo radical,
que se debe conformar con emitir una protesta cada tanto por el ninguneo que
sufre a manos de los del Newman, y una “diva” de la política entrada en carnes
y años, como Elisa Carrió, cuyo maquillaje de fiscal de la República se le está
cayendo, para dejar al desnudo el rostro del oportunismo tipo Narciso que la
aqueja desde siempre.
Todo
eso también había muerto. Era la fantasía
creada por Durán Barba para ganar las elecciones de 2015. En mayo último
agonizaba.
Y
muerto este intento de los CEOs, desinflado en la nada el gobierno de los ex
alumnos del Newman, sólo quedaba el peronismo para hacerse cargo del desastre
que se aproxima. Es decir, el pueblo se aprestaba a recuperar sus derechos más
elementales e inalienables.
En
tales angustiantes condiciones (para ellos), nadie podía engañarse pensando que
los CEOs del PRO largarían los sillones del poder formal sin resistir. Son
muchos y muy poderosos los intereses en juego, y muy grande el peligro de
terminar peregrinando por los Tribunales de Comodoro Py, como para que los ex
alumnos del Newman se resignaran a una muerte política que los argentinos ya
han decretado.
Recurrieron
a sus verdaderos amos, como era de prever. De otro modo, en estos dieciocho
meses de agonía que restan hasta diciembre de 2019, el equipo gobernante habría
tenido que afrontar alguno de estos cinco caminos como tabla de salvación:
CINCO ESCENARIOS
1. Provocar un escenario
de exacerbada violencia callejera.
La
señora Patricia Bullrich emite
periódicamente claras señales de estar tanteando este camino. Así lo demuestra
la exhibición amenazadora del armamento de represión popular que Israel le ha
proveído al Ministerio de Seguridad, y que se hizo evidente y grosero durante
el tratamiento de la llamada Ley de Reforma Previsional y en la brutal
represión que se desató luego de algunas marchas populares. El climax de
violencia llegó con la película de terror policial, dirigida por Rodríguez Larreta y que los argentinos
presenciamos hace pocos días, cuando los metrodelegados realizaron su protesta
por salarios dignos.
El
objetivo parece claro: provocar al pueblo para que produzca algunos desmanes,
que justifiquen una posterior represión violenta, incluidas en ella las armas
de fuego con el consiguiente derramamiento de sangre y creación del caos. En
ese escenario el gobierno justificaría la presencia masiva de fuerzas de
seguridad y la adopción de medidas de “emergencia”. Es decir, crearía
intencionadamente un ambiente de caos para luego producir el ajuste que siempre
deseó, pero no pudo aplicar hasta ayer por la oposición popular. Esa es la
técnica represiva ideada por la escuela neoliberal de Milton y Rose Friedman,
de la Universidad de Chicago que es, a su vez, de propiedad de la banca
sionista de la familia Rothschild, y que analizó en todos sus detalles la
canadiense Naomí Klein en su libro “La doctrina del shock” (Ed. Paidós, 2010).
2.
Podría suceder también que, en ese clima de violencia, los cálculos del gobierno de los CEOs fallaran y fuera una gran
pueblada la que terminara por derrocar al ingeniero Macri, siempre luego de
algún derramamiento de sangre. Corrían el riesgo de que se repitiera, así, la
experiencia de la fuga en helicóptero que inauguró la anterior alianza, la de
De la Rúa y Chacho Álvarez.
3. Una renuncia de Macri o
entrega anticipada de la presidencia.
Habría
sido una repetición de la conducta adoptada por el Dr. Alfonsín. Siempre fue
poco probable porque, a diferencia de Alfonsín, los actuales gobernantes,
repito, tienen inmensos intereses personales en juego y sobre su cabeza pende
la espada de Damocles de los Tribunales de Comodoro Py.
4.
Si todas las salidas descriptas les quedaban cerradas, la gente de Cambiemos, o
al menos los CEOs del PRO y ex alumnos del Newman podían echar mano a una
fórmula mixta, en donde Macri o Vidal
ocuparan la candidatura a presidente, y un peronista “racional” fuera su
compañero de fórmula. La idea debe revolotear todavía en algunas cabezas,
tanto del oficialismo como de la oposición domesticada, pero el inmenso
descontento popular, que con seguridad irá en aumento, sería un obstáculo
insalvable para llegar a ese engendro de la fórmula mixta.
5.
Y si las papas quemaban y no veían otra tabla de salvación, los candidatos a
Comodoro Py que hoy gobiernan podían intentar el último manotazo de ahogado: promover directa o indirectamente la
candidatura presidencial de uno de esos peronistas que la prensa del régimen
llama modosamente “racionales”, y que el lenguaje popular, que es más
auténtico y certero, ha estigmatizado ya como peronistas claudicantes.
Frente
a ese variado menú de salidas gatopardistas, y muy peligrosas (para ellos), que
mascullaba el gobierno, sus patrones de Washington, Wall Street, Londres y Tel
Aviv prefirieron poner toda la carne en el asador… sabiendo que el asado se lo
comerían ellos, no nosotros.
Nos ofrecieron la
zanahoria de 50.000 millones de dólares a devolver en 24 meses, pero atado a un
plan de ajuste que ya da escalofríos.
Ahora, es el peronismo
quien debe hacer la próxima jugada en esta delicada partida de ajedrez en la
que enfrentamos a la coalición imperial más poderosa del mundo, que apadrina al engendro formado por
los ex alumnos del Newman, los CEOs más inescrupulosos de la Argentina,
ayudados vergonzantemente por un radicalismo que se dobla todos los días, y los
peronistas racionalmente claudicantes que conocemos.