Las clases medias se han
convertido en el motor de los movimientos de masas contestatarios de los
gobiernos nacional-progresistas de América Latina. Por doquier se vea, Brasil,
Venezuela, Nicaragua, Bolivia, una buena parte de los que asisten a manifestaciones
y protestas está compuesta por jóvenes urbanos conocidos como millennials.
Rafael Cuevas Molina
Presidente AUNA-Costa Rica
Se trata de estratos juveniles
de clase media a los que cubrió la ola de la revolución científico tecnológica
de la segunda mitad del siglo XX, especialmente la de la información y los
medios de comunicación, que incidió de forma determinante en sus formas de
socialización.
Es una generación de jóvenes que no vivió la Guerra Fría ni los
alineamientos ideológico-políticos que ella suscitó. Ven como un pasado
distante los ideales y las formas de vida que derivaron de ellos, en los que la
noción de compromiso tuvo un lugar central.
Se encontraron con un mundo en
el que, tras el derrumbe del campo socialista, el mercado capitalista se
expandió a todo el orbe permitiendo la globalización del “modo de vida
occidental”.
Asimismo la misma revolución
científico tecnológica que, en su dimensión comunicacional les dotó de visión
de mundo, ha permitido que, a pasos agigantados, se vean desplazados como fuerzas productivas.
Continuas reconversiones del
capital han contribuido, en los años en los que entraban al mercado de trabajo,
a ese desplazamiento y a la precarización laboral. De cada vuelta de tuerca,
que se presentan como crisis sistémicas principalmente económico-financieras,
el capital ha resurgido exprimiendo cada vez más a la fuerza de trabajo,
propiciando así, por un lado la precarización, y, por otro, la concentración.
Lo millennials crecen por lo tanto en un mundo de presente y futuro
incierto, de escasos o nulos compromisos ideológico-políticos, y con un
imaginario construido en buena medida por los medios de comunicación que
vehiculan las aspiraciones y valores del mercado.
Valores centrales para amplios
sectores juveniles de las décadas del sesenta al ochenta como los de
compromiso, sacrificio y entrega a una causa les son totalmente ajenos. Hay más un centramiento en una agenda
vinculada al ideario liberal que gira alrededor del individuo y sus derechos.
El centramiento en el yo, que
busca sobreponerse a las condiciones de inestabilidad, marca la pauta de las
reivindicaciones que eventualmente los movilizan, y que en buena medida derivan
de la sociedad de consumo que se ha transformado en globalmente hegemónica.
En 2011, Inglaterra se vio sacudida por protestas provocadas por el
asesinato de un joven negro padre de cuatro hijos. Lo mismo sucedió en 2013 en
los Ángeles, la lista es larga.
Todas estas protestas terminaron en saqueos, pero no de alimentos sino de
bienes suntuarios: televisores de pantalla plana, sistemas de sonido y otros
aparatos eléctricos.
Las aspiraciones de esta nueva generación ya no tienen como horizonte
la utopía sino el ser incluidos en el consumo, del que son desplazados por
su poca o nula capacidad adquisitiva a la que les ha orillado la dinámica del
sistema.
Esa frustración provocada por
la constante contradicción provocada por el continuo bombardeo que llama a
consumir como objetivo supremo y sentido último de la vida, y su posibilidad de
realización, estalla. Buscan un mundo de consumo no interrumpido por la
corrupción, ni el desempleo, que llevan a que sean pocos los que accedan a los
beneficios y los concentren. No les
interesan “los otros”, de abajo, del organismo social a quienes desprecian y
ven como rivales.
En las movilizaciones y
estados de malestar estos motores de su accionar no aparecen siempre de forma
evidente y debe saberse mirar tras bambalinas para detectarlos. Expertos en manipulación de masas mueven
hilos a través de los medios de comunicación, que son el espacio natural en
el que se mueven, canalizando hacia donde les interesa la frustración y las
ambiciones, dándoles una envoltura política. Son, por lo tanto, muy
manipulables.
Su problema central es la
falta de proyecto político, lo que los hace vulnerables a la cooptación por los
que sí lo tienen y se escudan en ellos y los usan.