por Thierry Meyssan
Aunque muchos se nieguen a
verlo así, lo que llevó a Donald Trump a
la Casa Blanca fue su promesa de derrocar el capitalismo financiero y restaurar
el capitalismo productivo. Siguiendo esa lógica, Trump considera que no deben ser los estadounidenses quienes paguen por
los daños de la guerra sino las transnacionales que la promovieron. ¿Es
conveniente, y posible, esa revolución en materia de relaciones
internacionales?
Henry Kravis en el Foro de
Davos. Estrechamente vinculado al senador John McCain, este hombre de negocios
estadounidense es el fundador del fondo de inversiones KKR y miembro del
Council of Foreign Relations (CFR) y del Grupo de Bilderberg –su esposa es administradora
de este último. Tiene como empleado en KKR al general David Petraeus (ex
director de la CIA), con quien organizó el envío de fondos y armamento al
Emirato Islámico (Daesh). Es amigo personal del presidente francés Emmanuel
Macron y participó en el financiamiento de su campaña electoral.
En los «Amigos de Siria» llegaron a contarse 114 Estados que financiaron
la destrucción de ese país a través de los yihadistas. Pero ahora, después
del fracaso, ninguno de esos países quiere pagar la reconstrucción de la
República Árabe Siria. En cambio, no tienen objeciones cuando se trata de
apoyar a los Estados que acogen a los refugiados sirios. ¿Por qué? Porque esto
último no es un gesto humanitario sino una manera de privar a Siria de sus
recursos humanos.
Eso sí, todos esperan
enriquecerse escondiendo su crimen y obteniendo la mayor cantidad posible de
contratos cuando comience la necesaria reconstrucción.
Los días 7 y 8 de agosto de
2018, la Comisión Económica de la ONU para el Oeste de Asia (ESCWA), reunida en
Beirut, estimó el costo mínimo de la
reconstrucción en 388 000 millones de dólares [1]. La ESCWA debe presentar
un informe detallado sobre ese tema en septiembre. Pero, consciente de que lo
que Siria ha vivido no tiene absolutamente nada que ver con una «guerra civil»,
esa comisión de la ONU ya anunció el título de ese informe: Syria, 7 years at
war. O sea, no será “Siria, 7 años de guerra” sino “Siria, 7 años en guerra”.
A modo de comparación, en
abril, Líbano, país con 3 veces menos habitantes que Siria, obtuvo sólo 11 000
millones de dólares en ayuda internacional en la conferencia CEDAR.
Estados Unidos, país que planificó la guerra contra Siria desde el año
2004, no quiere aportar ni un centavo. Según la administración Trump, la guerra
contra Siria fue concebida por la administración de Bush hijo y dirigida por la
administración de Barack Obama. Trump estima además que esas dos
administraciones no servían así los intereses del pueblo estadounidense sino
los intereses de una clase financiera internacional. Al hacerlo destruyeron
Siria, y también destruyeron la economía estadounidense. Por consiguiente,
quien tiene que pagar no es Washington sino esa gente y las transnacionales
directamente implicadas en la guerra.
Ejemplo de ello es el fondo estadounidense de inversiones KKR
–perteneciente a Henry Kravis y rival del Carlyle Group. KKR, cuyo valor
bursátil se eleva a 150 000 millones de dólares, cuenta entre sus empleados al
general David Petraeus –ex director de la CIA profundamente implicado en la
guerra contra Siria– y participó en el envío de fondos y armamento a al-Qaeda y
al Emirato Islámico (Daesh) [2].
Otro ejemplo es la firma automovilística japonesa Toyota (valor
bursátil, 170 000 millones de dólares), que proporcionó los vehículos nuevos de
Daesh [3].
También lo es el fabricante
estadounidense de maquinaria para la construcción
Caterpillar (valor bursátil, 76 000 millones de dólares), que vendió a los
yihadistas las máquinas necesarias para la construcción de sus célebres redes
de túneles.
Y para qué hablar del líder
mundial franco-suizo del cemento
Lafarge-Holcim (valor bursátil 40 000 millones de dólares), que produjo 6
millones de toneladas de cemento utilizadas en la construcción de los búnkeres
de los yihadistas [4], etc.
Esas transnacionales participaron activamente en la aplicación del plan
concebido por el almirante estadounidense Arthur Cebrowski para destruir los
Estados y sociedades en los países del Medio Oriente ampliado (o Gran Medio
Oriente). Y lo hicieron porque estaban probablemente convencidas de que así
obtendrían, bajo la protección de los ejércitos occidentales, acceso a los
recursos naturales de esa región.
Obligar esas transnacionales a
pagar no excluye las indemnizaciones que también tendrían que aportar ciertos Estados, como Arabia Saudita, Kuwait, Qatar
y Turquía, que también financiaron a los yihadistas o permitieron que
algunos de sus ciudadanos lo hicieran públicamente.
Si la República Árabe Siria
logra reunir las pruebas que demuestran el papel de esas transnacionales en la
agresión externa, estará en todo su derecho de reclamar que sean confiscadas
ante los tribunales de los países donde tienen sus sedes. Y si utiliza los
argumentos del presidente Trump, debería incluso contar con respaldo de su
administración.
Aún sin lograr hacer pagar a
los Estados, es por tanto posible cubrir los 388 000 millones de dólares que
menciona el estimado de la ESCWA.
Todos los conflictos que
dieron lugar al pago de reparaciones de guerra incluyeron la confiscación de empresas nacionales
implicadas. La novedad sería seguir ahora la lógica de la globalización
económica y confiscar transnacionales.
Citas:
[1] «¿Quién va a pagar los 388 000 millones en
daños de la guerra contra Siria?», Red Voltaire, 9 de agosto de 2018.
[2]
«Armamento por miles de millones de dólares utilizado contra Siria», por
Thierry Meyssan, Red Voltaire, 18 de julio de 2017.
[3]
«El Tesoro de Estados Unidos investiga origen de los Toyota del Emirato
Islámico», Red Voltaire, 8 de octubre de 2015.
[4]
«Revelaciones: la yihad de Lafarge-Holcim», por Thierry Meyssan, Red Voltaire,
24 de marzo de 2017.