martes, 14 de agosto de 2018

Diez puntos sobre la elección en Brasil


Juan Manuel Karg / Cubadebate

1) El panorama general de la elección es muy abierto, con múltiples candidaturas, muchas preguntas y pocas respuestas, a la par que la crisis económica se sostiene. Tras cuatro elecciones consecutivas a nivel presidencial en las cuales el PT ganó, desde 2016 no gobierna: fue apartado con un impeachment sin crimen de responsabilidad. Esta elección, entonces, es bisagra tanto en el plano interno como externo.
2) Lula da Silva, aún detenido en Curitiba, presentó al ex alcalde de San Pablo, Fernando Haddad, como su candidato a vicepresidente. ¿Qué pasa si a Lula le impugnan la candidatura, que se inscribirá el próximo 15/8?. La fórmula sería Haddad (PT)-D’Ávila (PCdoB). Lo dijo recientemente Gleisi Hoffman, quien comanda el Partido de los Trabajadores: “La voz de Fernando será la voz del ex presidente”. ¿El dilema? Si Lula no va, como captar parte del 30% que hoy dice lo votaría, y todavía no muestra la misma predisposición en relación al paulista.
3) Detrás de Lula en los sondeos aparece el ultraderechista Jair Bolsonaro, militar retirado que votó la salida de Dilma Rousseff en nombre de su torturador, Brilhante Ustra. Claro, con esos antecedentes no iba a elegir de candidato a vicepresidente a Nelson Mandela: anotó al general Mourão, quien pidió un golpe -dentro del golpe- en septiembre pasado. Peligroso: una parte del establishment comienza a aceptarlo, visto y considerando que tiene un 15% duro, al menos hasta hoy.
4) Sin embargo, la ficha principal de la élite brasileña parece ser Gerardo Alckmin, gobernador del Estado de San Pablo, quien ya perdiera con Lula en las presidenciales de 2006. Alckmin representa al PSDB, histórico partido brasileño que fuera el que implementara los principales ajustes ortodoxos en ese país. Su incógnita hoy: ¿cómo desinflar a Bolsonaro para entrar a la segunda vuelta?
5) Hay otra reincidente en la carrera electoral: Marina Silva, quien en 2014 fuera asesorada por Jaime Durán Barba. En aquel entonces, parecía poder disputar la elección. Finalizó tercera. Hoy aparece más apagada en el escenario electoral, intentando mostrarse como “la candidata de centro” frente a los extremos. ¿La aconsejará nuevamente el ecuatoriano o evitará mostrarse en la contienda electoral brasileña?
6) La izquierda tiene otros dos nombres: Ciro Gomes y Guilherme Boulos. Son candidaturas menores pero que podrían llegar a influir -restando, claro- en una carrera que, de cara al ballotage, parece ser muy finita para el PT. Si hacen buena elección podríamos presenciar una hipotética segunda vuelta entre Alckmin y Bolsonaro, sueño del establishment.
7) Es una elección irregular desde el vamos: la convoca un presidente sin votos; quien encabeza las encuestas está detenido sin pruebas; el segundo es claramente un peligro para la ya muy deteriorada democracia brasileña. Este escenario es el resultado del tan elogiado (por quienes no viven en Brasil) Lava Jato, que ha significado, ni más ni menos que la implosión del sistema político de ese país tal como lo conocíamos.
8) Habrá que prestar especial atención al desarrollo de la campaña. El tiempo electoral de televisión suele ser decisivo en Brasil, pero también las recorridas por el país. ¿Podrá el PT mantener el nordeste como bastión electoral con un candidato tan paulista como Haddad, en caso que Lula no sea?.
9) La derecha brasileña hizo lo que hizo -golpe institucional, prisión a Lula, amedrentamiento y hasta asesinato de militantes- para que el PT no vuelva al poder. Esa fue su misión, con claridad, desde el primer día luego del triunfo de Rousseff en 2014. Por eso, parece muy difícil que acepten la candidatura de quien fuera dos veces Jefe de Estado si ya han hecho todo lo anterior precisamente para evitar esto.
10) La elección en Brasil tendrá impacto regional. De ganar el PSDB, seguirá una política similar a los dos años de Temer en Planalto. Una victoria del PT cambiaría la correlación de fuerzas regional (más luego del triunfo de AMLO en México). Un triunfo de Bolsonaro sería dramático para la democracia regional, y particularmente para el Cono Sur.


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