Julio Fernández Baraibar
La sanción por parte del presidente Mauricio
Macri de su decreto 683/18, que
modifica, entre otras cosas, la prohibición de las FF.AA. para actuar en
cuestiones de seguridad interna ha tenido, en mi opinión, dos efectos
principales.
Uno de ellos era esperado y casi obvio: una inmensa mayoría de la ciudadanía y la casi
totalidad del espectro político opositor, incluido el movimiento obrero, ha
reaccionado rechazando de plano toda posibilidad de que las FF.AA. actúen en la
seguridad interior, incluso como apoyo logístico a la gendarmería y la
prefectura. El nefasto papel que los sectores económicos hegemónicos hicieron
jugar a las FF.AA. durante la dictadura cívico-militar entre 1976 y 1983, con
su carga luctuosa en la sociedad argentina y cuyas cicatrices no acaban de
cerrarse, apareció como un espectro en la conciencia de los argentinos. El
repudio a los crímenes de lesa humanidad, al terrorismo de Estado y a la
conculcación de los más elementales derechos democráticos y constitucionales
actuó como un sano reflejo condicionado en la sociedad argentina. Esa decisión
presidencial, contrariamente a lo que piensa quien la tomó, no cuenta con el
apoyo mayoritario de los argentinos, ni de sus instituciones políticas,
gremiales y sociales representativas.
Ha habido una gran coincidencia en definir la
naturaleza ideológica y política del decreto macrista. El Instituto
Independencia, que reúne a un importante grupo de dirigentes y referentes
peronistas que han actuado en distintas áreas en los gobiernos de Néstor y Cristina,
publicó una declaración en la que afirmaba: “La decisión se encuadra en la
concepción ideológica que Macri y el gobierno de CEOs tienen del mundo y de
nuestro país, una colonia de intereses transnacionales y una base de
operaciones del capital financiero. La redefinición de las funciones de las
FFAA es el correlato geoestratégico, en el campo militar, de la subordinación
económica al capital financiero global”. Palabras más, palabras menos, esa ha
sido la definición acerca del carácter claudicante de la soberanía nacional que
implica la reforma.
El otro efecto, en este caso más preocupante,
es la constatación de que el peronismo,
en las condiciones de la Argentina y el mundo de hoy, carece de una política de
Defensa Nacional y, por lo tanto, sobre el papel de las FF.AA. sólida, debatida
y asumida por el conjunto del movimiento. Y esto es particularmente grave
en un movimiento cuyo inspirador, el Teniente General Juan Domingo Perón, no
solo fue, obviamente un militar de notoria erudición estratégica e histórica,
sino que fue, justamente el apoyo coincidente de la mayoría popular y de las
FF.AA. el garante de los años más exitosos de su primero y segundo gobierno.
La cuestión en este caso, si se me permite,
se agrava por el hecho de que las distintas expresiones peronistas suelen
argumentar sobre el tema con citas de Perón, sin intentar en ningún momento
confrontar ese bagaje doctrinario y teórico con la actualidad, con los nuevos
escenarios mundiales, con la relación de fuerzas a escala global y con la
propia sociedad argentina e, incluso, con los hombres y mujeres de uniforme
-sí, hoy las FF.AA. también están formadas por mujeres-.
Durante más de cuarenta años se ha hecho
hincapié, casi hasta el agotamiento, en la teoría de que lo que estos hombres
-y mujeres- necesitaban era lecciones de DD.HH., reconocimiento y subordinación
a las autoridades civiles democráticamente electas. Se llegó, durante nuestro gobierno, al extremo de
poner como viceministra de Defensa a una antropóloga, como si los uniformados
fuesen algún tipo de extraña civilización ajena a la sociedad argentina,
como si se tratase de una lejana tribu de ritos, prácticas y costumbres
totalmente desconocidas.
A su vez, a lo largo de estos cuarenta años,
y con los diversos gobiernos, las FF.AA.
sufrieron un proceso de empobrecimiento, por un lado, y desarme y obsolecencia,
por el otro, careciendo, en general, de un claro objetivo estratégico.
Un proyecto de país y de Estado requiere un
tipo determinado de FF.AA. Un país autocentrado y con voluntad soberana deberá
contar, entonces, con FF.AA. al servicio de estos objetivos, como última
instancia de la defensa de la soberanía e independencia nacional ante una
amenaza externa y teniendo en cuenta que la Argentina cuenta con un territorio ocupado por una potencia europea.
Esto es para los peronistas una verdad de perogrullo, pero es muy poco lo que
esta afirmación y sus consecuencias han sido debatidas, tanto en las instancias
internas del movimiento, como en el debate público y parlamentario.
Este hecho se hace particularmente grave ante
la evidencia de que el gobierno de Macri
concibe a las FF.AA. como una especie de guardia nacional destinada a
fortalecer la acción de las distintas fuerzas de seguridad, las que, a su vez,
han sido notoria y onerosamente dotadas de material y equipamiento, junto con
significativas mejoras salariales.
El peronismo tiene en su seno hombres y
mujeres, civiles y militares, que se han dedicado a estudiar y analizar la
cuestión de la Defensa y el pensamiento, no solo de Perón, sino de los grandes
pensadores, militares y civiles, que elaboraron una doctrina nacional para
nuestras FF.AA.
Estamos convencidos que en el 2019 nos tocará
nuevamente hacernos cargo de un país esquilmado por estos duros cuatro años de
interregno liberal y cipayo. Llegar al gobierno con una clara concepción acerca
del papel, el lugar y las necesidades de nuestro Ejército, nuestra Aeronáutica
y nuestra Marina es tan necesario como saber los mecanismos y alianzas
necesarias para encarrilar nuevamente al país en el rumbo de la soberanía, la
independencia, la justicia social y la unidad de la Patria Grande.
Buenos Aires, 30 de julio de 2018