(respuesta a
J.L. Espert)
Alberto
Buela, 24 de octubre de 2018
Luego del acto de
los sindicatos vinculados al camionero Hugo Moyano en la Basílica de Luján, con
misa y todo, el economista José Luis Espert afirmó: Iglesia, sindicalismo y peronismo, un trío que está en el centro de
nuestra decadencia. Pero se aferra a continuar y continuar. Triste.
Esta visión lineal
de la historia política argentina de los últimos 70 años fue y es compartida
por muchos sectores de la sociedad: desde comerciantes a banqueros y de
intelectuales a terratenientes.
Pero, ¿es cierta
esta afirmación?. El combo de Iglesia, sindicatos y peronismo es la causa de la
decadencia argentina?
Tratemos de
desmenuzar los términos del problema. La
Iglesia no es una, hay muchas iglesias. Hay para todos los gustos. Está la
conservadora, la progresista y la tradicionalista, que son los menos. Ya en el
siglo XVI el gran teólogo y exégeta, Juan Maldonado, (que los franceses se
quieren quedar con él y lo llaman Jean Maldonade) español de Burgos y
descubridor de las aguas de Spa en Bégica junto con su amigo, el filósofo bon vivant Malebranche, definió a la
Iglesia como un complexio oppositurum, un
conjunto de opuestos. De modo tal que la Iglesia nunca es “toda la Iglesia”,
salvo cuando el Papa habla ex cátedra.
Lo cierto es que
involucrar a la Iglesia, sin destacar algún matiz, es un error grosero. El
hecho es que en Argentina después de casi 500 años, sus aportes positivos a la
sociedad en su conjunto son cuantiosamente superiores a sus desaciertos. No voy
a escribir sobre esto pues existen cientos de libros sobre el tema. Hay que
estar muy prejuiciado para no verlo.
El sindicalismo tal como lo tenemos hoy día
comenzó a funcionar a partir del decreto ley 23.852 del 2/10/45, el de la
“suficiente representatividad”, que otorgaba al gremio que mayor afiliados
tenía, la potestad de representar a la actividad u oficio. Luego en el año 1955
la ley 14.250, la de las convenciones
colectivas de trabajo, daba al sindicato con personería gremial el poder de
negociar él solo dicho convenio.
Con los años los
sindicatos argentinos han constituido un entramado social formidable, que
brinda todo tipo de servicios a sus afiliados y, en muchos casos, también a los
que no lo son. Salud, educación, recreación, asistencia financiera y jurídica,
etc. Alguien ha observado que el sindicato, en algunos casos, está con el
afiliado desde su nacimiento hasta su muerte.
Y esto viene
sucediendo desde hace 70 años. No poder apreciar en su justa medida el aporte
de los sindicatos a la sociedad argentina en escuelas, universidades,
hospitales, sanatorios, centros de capacitación en oficios, centros de
recreación, y mil actividades más, es estar muy prejuiciado.
En cuanto al
peronismo, lo que hizo el primer
peronismo fue una verdadera revolución que afectó a todos los ámbitos de la
sociedad. El segundo, el del 73-76,
nacionalizó las bocas de expendio y nos dejó sin deuda externa y con el índice
más bajo de desocupación. El problema radica en el tercer peronismo, el que viene desde la restauración democrática del 83
para acá. Ese peronismo perdió el rumbo: se hizo liberal con Menem;
demócrata cristiano con Duhalde y socialdemócrata con los Kirchner. Este al ser
un pseudo peronismo, un falso peronismo la acusación de Espert no lo alcanza,
simplemente, porque no es peronismo.
Es que estos cuatro
presidentes, Menem, Duahlde y los dos Kirchner, que gobernaron en nombre del
peronismo lo que menos hicieron fue peronismo. Hicieron otra cosa. No tuvieron en cuenta la felicidad del
pueblo y la grandeza de la nación como última finalidad de la acción del Estado,
ni tuvieron en cuenta el principio de solidaridad que nos unifica a todos en un
solo cuerpo: la nación argentina a la que sentimos por igual cuando rige el
principio de concordia interior. Y menos aún tuvieron en cuenta el principio de
subsidiariedad, el que puede más ayuda a hacer al que puede menos.
No pusieron en
práctica los tres principios que fundamentan al Estado y dan razón de ser de la
actividad política: el de bien común, el de solidaridad y el de
subsidiariedad. Al no hacer eso, no
hicieron peronismo, hicieron cualquier cosa.
La decadencia
argentina, economista Espert, nace de un sistema que funciona tanto en los
aparatos del Estado como en las organizaciones de la sociedad civil que es: el de la promoción del mediocre (se
puede ver en Internet este trabajo).
La Iglesia antes
del Vaticano II se ocupaba de
promover a sus hijos más inteligentes para que estudiaran o aprendieran
oficios, pero luego los curas se transformaron en sociólogos y esto se dejó de
lado.
Las colectividades
también lo hacían, los italianos, españoles y franceses promocionaban y
patrocinaban a sus mejores hijos, pero ya no existen más pues se integraron al ethos nacional. Yo tengo una explicación
pero como es políticamente incorrecta me la reservo.
La idea de
decadencia se caracteriza porque siempre se puede ser más decadente, no tiene
límite para abajo. Y esta decadencia de la que Ud. habla, Espert, tiene como
padres y causales profundas a aquellos que tienen más; como colectividades
autocentradas que solo promocionan a sus hijos y descartan al resto. Como los grandes y enriquecidos banqueros
que solo se miran el ombligo y siempre se están despegando de los destinos de
su sociedad, aquella que los hizo multimillonarios.