Enrique Manson, marzo 2019
La vuelta de Perón el 17 de noviembre de 1972 había
conmocionado el escenario político. Al General le daba el cuero contra lo que
había supuesto un Lanusse temulento en el Colegio Militar, y con su regreso
había terminado vencedor en la larga partida de ajedrez político librada contra
el dictador.
Frente a las inminentes elecciones,
había que definir las candidaturas. El tema no era fácil. La disposición del 25 de agosto impedía, legalmente, la de Perón. El
sector sindical insistió en ella, lo que hace sospechar que algunos jugaban a
provocar la proscripción. Desde Asunción, el General hizo saber al Congreso
Justicialista que su candidato sería Héctor Cámpora, terminando con otras
expectativas. La vicepresidencia sería para Vicente Solano Lima.
La candidatura era una nueva provocación
para el lanussismo, quien no se decidió a aplicarle la cláusula proscriptiva,
pese a poder hacerlo, porque el delegado había salido del país. Lanusse no se animó porque de hacerlo
hubiera abierto el camino a postulantes más molestos como Licastro, que
irritaba por haber sido echado del Ejército por Lanusse, o el tremebundo
Galimberti.
La JP, que no tenía un candidato propio,
reaccionó con excelentes reflejos. Cámpora había crecido políticamente en la
etapa de la estrategia dura, acompañado por Abal Medina -la sangre de tu
hermano es fusil en la Argentina- Licastro o Galimberti, y ésto le daba
afinidad con la juventud peronista. Sería
el Tío, y los jóvenes levantarían la inspirada consigna: Cámpora al gobierno,
Perón al poder.
En el radicalismo, Raúl Alfonsín se había separado del balbinismo y
arrastraba a los sectores más jóvenes, tratando de alcanzar la candidatura
presidencial. El aparato partidario impuso a Balbín, junto con el veterano dirigente Gamond. Los renovadores y
cambiantes alfonsinistas debieron conformarse con la ironía de gritar la
senectud de la fórmula: “¡Balbín-Gamond, Tutankamón!”. El gobierno reconoció al
radicalismo del pueblo como única UCR. Oscar
Alende, muy enojado, se quedó con el nombre de Partido Intransigente, con
el que se presentó aliado a la democracia cristiana y los comunistas.
La derecha se dividió en varias
fórmulas. Francisco Manrique formó
una Alianza Republicana Federal, con algunos partidos conservadores del
interior. Lo acompañaron los propietarios de la marca de fábrica en que se
había convertido la Unión Popular, lo que permitió la broma trágica de que se
lo promocionara con afiches que llevaban el retrato de Evita. Alsogaray realizó una enorme campaña
publicitaria para su Nueva Fuerza. Los votos obtenidos no justificaron la
inversión.
El
11 de marzo, el FREJULI
obtuvo 5.907.464 votos, la UCR 2.537.605, Manrique y Martínez Raymonda,
1.775.867 y Alende y el demócrata cristiano Sueldo 885.201. Pese a que los vencedores no alcanzaron el
50%, Balbín reconoció que no tenía sentido la segunda vuelta. Los muchachos
cantaban por la calle: Duro, duro, duro. A la segunda vuelta se la meten en el
culo.