Jean Luc Melenchon (*)
Extraido de www.melenchon.fr
¿Atacará
Estados Unidos a Venezuela? En estas horas que pasan se está jugando, sin duda
por décadas, el destino de la paz en América del Sur. Ya he defendido, con mis amigos
diputados insumisos, en una tribuna del periódico « Le Monde » la idea de la
salida democrática que propusieron México y Uruguay: en vano. Sólo el
presidente Nicolás Maduro había manifestado su intención de participar
positivamente. Los Estados Unidos y sus lacayos pasaron de una contraoferta a
otra en un obvio ánimo de provocar el fracaso. Por su parte, el presidente
francés fijó un ultimátum para las elecciones legislativas. Cuando Nicolás
Maduro dijo que estaba listo, Macron y
sus colegas europeos repentinamente pidieron que fuera una elección
presidencial. Es decir, no para buscar
una salida de una crisis democrática sino para una rendición incondicional del
legítimo presidente en ejercicio.
A lo largo de todo este período,
entonces, las provocaciones irresponsables se han sucedida con una intensidad y
mala fe que ha permitido a muchas personas entender que el discurso de los
Estados Unidos no trata ni de la situación alimenticia de los venezolanos ni de
los derechos humanos en su país. Se entiende que se trata del petróleo
venezolano y de mantener la dominación del Imperio en lo que considera su patio
trasero de América del Sur.
Para muchos de nosotros es evidente que
para los Estados Unidos los derechos humanos son sólo un pretexto, que éste
sigue siendo el país de la tortura
oficial en Guantánamo, el de la segregación racial y del apoyo a los peores
gobiernos de la extrema derecha del mundo, en Europa, Medio Oriente y en otros
lugares. Pero muchas personas de buena fe están a la espera para entender lo
que está sucediendo. Estos tienen dificultades para darse cuenta del poder agresivo
que Estados Unidos ha tenido desde su
fundación y sus 222 años de guerra a lo largo de 229 años de existencia.
Muchos han olvidado o bien no han conocido los años oscuros de asesinatos y
torturas en toda América Latina, bajo el liderazgo de la escuela de guerra de
los Estados Unidos, donde enseñaban bestias sádicas como el general francés
Aussaresse. Ocurrió en los años 70, después del asesinato del presidente Salvador Allende en Chile.
En lo que se refiere a Venezuela, muchas
personas ignoran que Hugo Chávez fue
atacado por sediciosos y salvado in extremis del pelotón de fusilamiento.
Sin la irrupción en las calles de millones de personas y especialmente de
pobres, Chávez habría sido fusilado por los golpistas. También ignoran que, si
Francia ha mantenido en la cárcel durante 25 años a los generales sediciosos
partidarios de la Argelia francesa, los culpables del golpe de Estado contra
Chávez fueron dejados en libertad.
Pero sea cual sea nuestra opinión sobre
los EE. UU e incluso sobre Venezuela, todos en tanto ciudadanos, estamos
puestos al pie del muro ante lo que creemos que es justo y bueno para todos en
este momento en el orden mundial. Porque el orden del mundo es un todo. Al
convocar a la opinión pública mundial en su cruzada contra Venezuela, los
Estados Unidos nos han obligado a todos a dar una opinión también. Después de
tantos episodios nefastos como, por ejemplo, el de las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein, las alertas
están ahora vivas y despiertas ante cada zafarrancho de combate estadounidense.
Si en un primer momento muchos adoptaron la posición de guardia, desde entonces
vemos que el entusiasmo atlantista se debilita.
Hasta el punto de que ahora los ingenuos
o irresponsables al mando de los Estados se están despertando, particularmente
en Europa. Después de haber reconocido al líder de los facciosos golpistas de
Venezuela como « presidente encargado », entienden que han abierto la puerta a
la intervención militar estadounidense para imponer a su títere. Los líderes
europeos finalmente comprenden que América del Sur no es un continente infantil
que se deja corregir por sus padres europeos o norteamericanos. Los dirigentes
europeos comprenden por fin que la intervención
armada contra Venezuela es una pieza en el Kriegsspiel de Estados Unidos en un
continente donde, tanto los europeos como los chinos y los rusos tienen ahora
intereses opuestos. Se enteran de que Venezuela es sólo una introducción,
antes de que se usen los mismos argumentos contra Cuba y Nicaragua. Nos gusten o no los gobiernos de estos países, o
de algunos de ellos, la cuestión es saber si le reconocemos o no a los Estados Unidos un derecho de injerencia
autoritaria que se sustituya al derecho internacional.
Cito aquí sólo argumentos limitados al
juego de intereses. Pero la lista de motivos y razones que militan contra la
invasión militar de Venezuela es mucho más larga. Mi objetivo es que las almas
honestas que se preocupan por los hechos no se dejen llevar por la propaganda
simplista venida de Estados Unidos y transmitidas en nuestro país por la prensa
bajo influencia. El tema de Venezuela es
tratado apasionadamente en Francia por los enemigos de la izquierda
latinoamericana. En ellos se mezcla el « atlantismo » comprometido (para
ellos, Estados Unidos es la solución y no el problema) y la satisfacción de
apostar por un renacimiento de la Guerra Fría. En esta visión, nosotros, “los
insumisos», estamos asignados a la posición de amigos enceguecidos de un
régimen dictatorial. Muchos de nosotros vivimos esta situación con total
disgusto. No digo una vez más cuánto nos repugna el « doble rasero » por parte
de los sermoneadores pretenciosos. Cuán lamentables nos han parecido los
reportajes de France 2 en cada víspera de elección o en alguna de mis escasas
apariciones por ese canal.
Sin embargo, no debemos caer en su
trampa. Debemos seguir argumentando. Porque los amigos incondicionales de
Estados Unidos realmente no tienen argumentos. Recordemos el show lamentable en el estudio del canal
France 2 de esa extraña opositora franco-venezolana residenciada en España
que utilizó como argumento la falta de papel higiénico en Caracas para reclamar
la eliminación del poder chavista.
He aquí entonces que esos grandes
demócratas están apoyando un proyecto de intervención armada desde un país, Colombia, donde más de 50 demócratas,
incluidos varios periodistas, han sido asesinados desde el fin de la elección
presidencial sin que les hayan dedicado ni siquiera una palabra de compasión.
Pero poco importan sus anteojeras. Son, sobre todo, a tal punto amigos de los
Estados Unidos, que olvidan el interés y la posición de su propio país,
Francia. Porque aparecer, ante los ojos de toda América Latina, como los
perritos falderos de Estados Unidos no es bueno en ningún entorno social de
este continente. Hay que entender que el nacionalismo en América del Sur es una
idea fundadora desde las guerras de independencia contra España. Incluso
aquellos que odian más ferozmente a los comunistas en América del Sur continúan
invitando a Cuba a todas las reuniones
internacionales por la única razón de que este país no obedece a los Estados
Unidos y que su presencia funciona como una advertencia para ellos.
En la actitud de los dirigentes franceses, existe un antiguo
fondo de colonialismo que les hace perder de vista la realidad política y
económica del mundo contemporáneo. Estos franceses de la televisión y de la
política son incapaces de pensar en relaciones igualitarias con los países que
otrora nuestros países dominaban. No logran pensar estas relaciones fuera del
marco grosero de la vieja repartición del mundo. En su visión, África es de Francia y América de Sur es de
los Estados Unidos. Todo está relacionado. Estados Unidos ayuda al Gobierno
francés a destruir a Libia (por su bien, por supuesto) y, a cambio, los
dirigentes franceses aplauden a todos los que aman a los Estados Unidos en su
continente. Solo cito aquí a Libia para
no evocar ejemplos más recientes, igualmente lamentables, y en los cuales
nosotros continuamos navegando de una aventura militar a otra.
De hecho, los exaltados de Europa y de
otros lugares esperaban que el gobierno de Maduro se derrumbara. No ha sido
así. Y desde hace poco, es todo lo contrario. En cuanto se habló de
intervención armada de los Estados Unidos y el tam-tam europeo comenzó a oírse
por allá, un número creciente de personas, incluidos los opositores de Maduro,
abandonaron a los golpistas, considerados de pronto como los adelantados de una
invasión.
El nacionalismo de los pueblos
latinoamericanos es mal conocido o despreciado en Francia. Pocos se dan cuenta
de que Europa, para muchos, es también España, su antiguo colonizador, es
Francia y su expedición en México. La
historia también existe en la conciencia colectiva de los pueblos de América
del Sur. La intervención de los EE. UU. Y de los europeos es tan intolerable
para ellos como lo sería en Francia una intervención militar de Alemania para
ayudar a los chalecos amarillos e instalar a Eric Drouet como presidente
«encargado». Hago intencionalmente esta comparación caricatural para intentar
despertar las conciencias respecto de la realidad del sentir de los pueblos del
nuevo mundo que tanta gente en Europa desconoce. Porque siguen considerándolos
como niños turbulentos y a sus países como protectorados en libertad vigilada.
Sé que esto me valdrá nuevos insultos, espetos groseros y todas esas otras
ignominias que ya he soportado en torno a este tema, como en torno a tantos
otros de nuestra política exterior. Pero creo que es un deber abrir
constantemente caminos alternativos al reinado de la violencia globalizada.
Acepto evaluaciones comparativas sobre
los últimos 25 años. Desde la primera
Guerra del Golfo hasta Afganistán y Siria, ¿cuándo me equivoqué frente al
partido de los medios y de los atlantistas que querían la guerra como
solución?; ¿dónde sus guerras resolvieron uno solo de sus problemas?; ¿dónde la
situación no es hoy peor que antes? Ya que estoy en este punto de mi alegato
contra la guerra en Venezuela, quiero admitir un error que cometí en el pasado.
Porque creo que este ejemplo ayudará a reflexionar también sobre el presente.
Acepté la idea de un corredor de
exclusión aérea en Libia cuando
Gaddafi amenazó con provocar, según sus propias palabras, un baño de sangre
en una ciudad insurgente. Fui imprudente porque el Consejo de Seguridad de la
ONU fue unánime al respecto. Craso error. La
OTAN se infiltró de inmediato por la brecha y el corredor de exclusión aérea se
convirtió en un corredor de bombardeos excesivos. En ese momento fui
criticado duramente por muchos amigos queridos en América del Sur que me
reprocharon mi ingenuidad y a quienes reproché de no entender nada sobre las
revoluciones populares del Magreb. La historia les ha dado más razón que a mí
en este caso. Pero esto demuestra que es esencial comprender seriamente las
motivaciones de los protagonistas y tener una conciencia clara de lo que más
nos importa para posicionarnos.
Francia
no es una fuerza supletoria del ejército estadounidense, ni una de las
fortalezas de « Occidente » ligada a otras. Francia no es una nación «
occidental ». Es una nación universalista, en mi opinión. Además, nuestro país está presente en el
continente sudamericano, no ceso de repetirlo. Está presente en Guyana con su
frontera terrestre más larga: 800 kilómetros deslindando con Brasil. Está
presente en el Caribe, donde La Martinica y Guadalupe ofrecen una colaboración
no considerada en el Hexágono. Tenemos algo mejor que hacer allí que ser los
soldaditos del Imperio. Nuestro primer
deber en el mundo es estar del lado del derecho de los pueblos a la
autodeterminación. Por lo tanto, Francia debería estar dedicada por naturaleza
al anticolonialismo y a la causa por que en todo lugar las soluciones se
decidan y estén regidas por la soberanía popular.
Puede parecer abstracto. Pero el
independentismo francés —que es mi línea política y la del programa « El futuro
en común »— es, por el contrario, la contribución concreta que nuestro país
puede ofrecer frente al recurso permanente a las armas. Las armas no son el
problema, a mi juicio. Al decir esto, dejo de lado en este momento la cuestión
moral de los crímenes que ellas inducen en todas las circunstancias y sin
excepción. Es que lo más a menudo las armas no arreglan nada, sino que todo lo
agravan. En el caso de Venezuela,
¿qué puede lograr la intervención norteamericana? Esto, suponiendo que resulte
victoriosa, algo que el ejemplo de Vietnam
o de Afganistán no mostró. La intervención no puede « resolver » sino la
suerte de la propiedad de la primera reserva de petróleo del mundo y del 18%
del combustible que los EE.UU. consumen ya. Este no es un motivo suficiente ni
aceptable para asesinar a los cientos de miles de personas que se opondrán a la
invasión.
Después de lo cual agrego lo que cuenta
para mi motivación sobre el tema, pero que no lo esgrimo como una condición de
consentimiento para oponerse a la intervención militar. Venezuela es un país
amigo y un pueblo con un admirable compromiso político con los derechos de los
pobres y oprimidos. Venezuela nunca ha
regateado su apoyo, su dinero, ni sus conocimientos, allí donde los desastres
naturales han golpeado a los pueblos en el continente y en el Caribe. Los
franceses se beneficiaron de esta ayuda en cada una de las calamidades sufridas
en el Caribe. No tenemos ninguna disputa con este país. Se pueden entender
las dificultades del gobierno de un país cuyos ingresos petroleros se han
derrumbado en dos tercios. Especialmente cuando distribuyó ampliamente este
ingreso en el bienestar social más diverso, a diferencia de las monarquías
petroleras y otros estados petroleros comparables.
Si el pueblo de Venezuela llegara a
creer que se equivocó en la elección de su política y de sus líderes, lo dirá
cuando llegue el momento, pues las
elecciones en Venezuela son libres. Sus resultados son impugnados sólo por
un puñado de perdedores, gentes que boicotean las elecciones en vano. Y los
Estados Unidos, por supuesto. Pero ningún organismo internacional los ha
cuestionado. Este no es el caso, por ejemplo, en Kazajstán, que proporciona a Francia todo el uranio que compra,
pero cuyo partido y presidente han estado en el poder desde 1989 y han sido
acusados de innumerables delitos, de torturas y de falsificación de
elecciones. Sin embargo, hace unos meses, Francia firmó un acuerdo de
cooperación reforzada con este país y el portavoz de la La République en Marche
(partido oficialista del gobierno Macron) felicitó a este país por su progreso
democrático. Por supuesto, yo voté en contra. Por supuesto, los “macronistas” que se muestran
indignados por Venezuela, votaron por una amistad reforzada con el régimen de
Kazajstán.
Mi convicción personal se forjó a través
de la experiencia adquirida en este tema durante varias décadas de
participación en cuestiones internacionales. Se debe hacer todo lo necesario
para evitar que Estados Unidos ataque a Venezuela. No hay ninguna base legítima
para esa intervención militar. Y lo que allí se juega nos involucra
directamente. Se trata de saber si admitimos que los Estados Unidos sean los
amos del mundo. Pues este amo será también el nuestro. En Europa, el “seguidismo” nos ha llevado a un punto en que el
posicionamiento de baterías de misiles de la OTAN en Polonia nos ha puesto
frente a la amenaza de una instalación similar por parte de los rusos,
apuntada hacia los centros de comando de la OTAN en Bélgica y en Alemania. Una situación peor que la de la guerra
fría. Poner fin a la escalada en Europa comienza en la frontera con Venezuela.
(*) Presidente del movimiento Francia
Insumisa, miembro de la Asamblea Nacional de Francia y excandidato a la
presidencia de ese país.