Por Juan Godoy
“La provocación de la conciencia nacional (…) Y esta
fiebre creadora de vida que pretendemos despertar en nuestra educación nacional
es la única que podrá dar un resultado positivo y seguro, más que la
importación de ciencias métodos y profesores extranjeros, más que todo el oro
del mundo, más que todas las ilusiones de nuestros pedantes pasados y
presentes. Y en esto consisten la doctrina y la creación de la pedagogía
nacional”. (Franz
Tamayo. 1910)
Simón
Patiño (1860-1947), uno de los barones del estaño, amo y señor de la Bolivia
semi-colonial no sólo pretende controlar el presente boliviano, sino también el
pasado, no solo la economía sino también la cultura, los sentimientos y
conciencia de la población. De esta forma, tendrá un mayor control sobre “su
país” y “sus riquezas”. Patiño había leído el libro de Alcides Arguedas
(1879-1946 que lleva el sugestivo título de Pueblo
Enfermo que se había editado en 1909.
Evidentemente coincide con la visión del escritor, dado que le encarga al
mismo que escriba un libro sobre la Historia
de Bolivia, una ampliación de aquel otro trabajo (Céspedes, 1975). Pueblo Enfermo es un libro de historia y
fundamentalmente de interpretación de la realidad boliviana.
Arguedas
toma el pedido (reclama que le paguen por adelantado), y escribe ampliando lo
desarrollado en Pueblo Enfermo. Éste
se va a convertir en una herramienta de interpretación de la historia y la
realidad boliviana desde el punto de
vista colonial. El Pueblo que
está enfermo, claro, es el boliviano.
Este trabajo es un puntal donde se asienta una mentalidad anti-boliviana. Es un ensayo que podemos enmarcar en la autodenigración de lo nacional. Allí
Arguedas afirma por ejemplo, entre las muchas cuestiones que critica de las
características del hombre boliviano: “nótese
en el hombre del altiplano la dureza de carácter, la aridez de sentimientos, la
absoluta ausencia de afecciones estéticas (…) Es duro, rencoroso, egoísta,
cruel, vengativo y desconfiado. Le falta voluntad, persistencia de ánimo, y
siente profundo aborrecimiento por todo lo que se diferencia (…) su alma (del
indio) es depósito de rencores acumulados
de muy atrás”. (Arguedas, 1909: 38, 40, 47)
Augusto
Céspedes considera que “el espíritu extranjerizante
de la casta anti-nacional cobró personería intelectual en la obra del escritor
montista Alcides Arguedas, quien tomó a su cargo la devastación moral del
pueblo y la historia bolivianos. Poseído de furia semi-sociológica e
historicista, Arguedas, el crítico del pueblo boliviano (en Pueblo
Enfermo), tomó el camino más fácil y
menos culto de relatar los hechos cual si lo hiciera objetivamente, cargándoles
la tinta, empero, de acuerdo a la mente de la clase dominante”. (Céspedes,
1956: 51)
Contra
esta pedagogía colonial es que se levanta Franz Tamayo (1879-1956) a partir de
escribir durante el año 1910 una serie de artículos en un periódico[1]
que luego se compilan en un libro que apunta a la afirmación de la conciencia boliviana, y que también (como
contracara), se convierte en un trabajo emblemático de una visión propia de la
historia que toma otro punto de partida para la comprensión de la realidad
profunda de Bolivia. El título con el que se compilan los artículos marca la
disidencia: Hacia una pedagogía nacional.[2]
Para
enmarcar mejor el ensayo, observamos que el gobierno boliviano había enviado a
Europa una comisión para que se pusiera al tanto de las novedades de la
educación europea. El estudioso de muchos pensadores latinoamericanos Carlos
Piñeiro Iñíguez considera que “la serie (de
artículos de Tamayo), se inició con
objetivos polémicos y terminó abarcando temas fundamentales para la
autocomprensión de los países andinos y de gran parte de América (…) de su
prosa salieron los argumentos más firmes con los que el indoamericanismo
posterior moldearía la especificidad de la América andina”. (Piñeiro Iñíguez,
2004: 88-105)
Tamayo
considera que su libro no sólo es para la reflexión,
sino también pretende servir para la batalla.
Asimismo el libro es una creación
original que apunta a no ser calco y copia de otras ideas, sino hacer
germinar las propias. Es una reflexión propia acerca de la necesidad de la
conformación de una pedagogía nacional.
Resuena el repicar de la máquina de escribir del boliviano que nos marca el
pulso urgente de las notas que escribe. Urge la creación de una pedagogía
propia. El texto contiene varias ideas, nosotros nos centraremos aquí,
fundamentalmente, en lo que refiere a esto último.
Es un manifiesto contra la oligarquía local y
la intelligentzia boliviana que
pretende transformar el país real por su ideal abstracto de lo que debe ser.
Procuran hacer de Bolivia un país europeo a partir de la creación de
universidades y escuelas que copien los programas y los planes de estudio de
las universidades europeas, “se ha creído
que la pedagogía debía irse a estudiarse a Europa para aplicarla después a
Bolivia (…) siguiendo estos criterios falsos y pueriles, la suprema aspiración
de nuestros pedagogos sería hacer de nuestros nuevos países nuevas Francias y
nuevas Alemanias, como si esto fuera posible”. (Tamayo, 1979 [1910]: 5)
La
historia no se repite y las realidades no son iguales, por lo que los esquemas
teóricos y pedagógicos no pueden ser iguales en tiempo y espacio. Los problemas
pedagógicos no van a resolverse yendo a Europa a buscar soluciones mágicas,
sino que esos problemas han de resolverse en Bolivia. Por eso “son los resortes íntimos de nuestra vida
interior y de nuestra historia los que sobre todo el gran pedagogo debe tratar
de descubrir”. (ibídem: 6)
No
hay que partir de esquemas abstractos e intentar aplicarlos a la realidad
concreta, sino que el pedagogo “es sobre
la vida misma que debe operar, y no sobre papel impreso, y en este sentido es
una pedagogía boliviana la que hay que crear, y no plagiar una pedagogía
transatlántica cualquiera”. (ibídem) Hay
que indagar en el alma boliviana, descubrir la personalidad propia, crear una conciencia nacional que es diferente a
la de Europa. No hay métodos que sean absolutos. Así, “nuestra idea maestra ha sido derivar nuestra pedagogía de nosotros
mismos. Entonces hemos buscado nuestras propias fuentes, y hemos establecido
que todo movimiento en este terreno debe partir de nosotros para llegar a
nosotros mismos”. (ibídem: 77)
La
pedagogía que enseña la autodenigración de lo nacional, nos hace pensar que
somos incapaces, que no podemos generar una matriz de pensamiento propio, en un
párrafo que parece escrito sobre Pueblo
Enfermo, Tamayo afirma que “nuestros
sabios pedagogos encontrarían que una pedagogía así (refiere a una
pedagogía nacional), sería llanamente
desastrosa. Afirman que no conocemos el aseo, que no gustamos del movimiento
físico, tan proficuo a la salud; que tendemos a entregarnos a ejercicios
piadosos, tendencia que acusaría un natural fanático; que somos alcohólicos,
holgazanes, envidiosos, egoístas, mentirosos y, sobre todo, perversos, Que
nuestra música es quejumbrosa (¡oh
Chopin!, ¡oh Beethoven!); que en pintura se prefiere los colores chillones y en
poesía lo sentimental (¡oh Heine!, ¡oh Sófocles!)”. (ibídem: 14) El único que nos da “buenos frutos” es el árbol de la
cultura de elite que mira la realidad a través de “ojos europeos”. De esta
forma, como somos incapaces, mejor copiar.
Ahora
bien, Tamayo considera que el país se fue conformando como una entidad
dependiente de Europa. Así desde el alto comercio, los ferrocarriles, los
grandes establecimientos mineros, etc. se encuentran en manos extranjeras,
realidad a la que no escapan los libros que están escritos en virtud de la
realidad semi-colonial. En este sentido, “todo
consiste para ellos (la intelligentzia
boliviana) en plagiar lo europeo sin
mayor consideración. Porque en Europa se hace esto o aquello, no hay más que
hacerlo también en Bolivia. ¡Qué plaga libresca y qué infecundidad mental!”. (ibídem: 48)
La
intelligentzia boliviana encuentra
una diferencia entre su expectativa de ser un país europeo y la realidad
boliviana que dista ser similar. Así, lo que hacen es calco y plagio de ideas
europeas. Al libro europeo se le opone la realidad latinoamericana, por eso
debemos “dejar de simular; renunciar a la
apariencia de las ciencias, y emprender la ciencia de las realidades; trabajar,
trabajar, trabajar, y en el caso concreto, cerrar los libros y abrir los ojos… sobre
la vida”. (ibídem: 13)
No
se trata de un manifiesto contra el conocimiento, pero sí uno contra el que nos
coloniza pedagógicamente. Tampoco se trata del rechazo sin más de las ideas
germinadas en Europa, pero si considera el escritor boliviano que la idea
europea “sola jamás bastará para edificar
nada en nuestro suelo ni en nuestra conciencia”. (ibídem: 75) Se trata entonces de buscar “en la energía constante e infatigable, en el trabajo de todos para
todos, en la buena voluntad, en el calor del alma patria, en la fuerza y
potencia de nuestra sangre”. (ibídem)
No
toda educación es de signo positivo, pues la instrucción puede funcionar como
colonización pedagógica y enseñarnos a pensar a contrapelo de la realidad
nacional. Tamayo nos invita a pensar en nacional, ser creativos, a descubrir
nuestra realidad, fisonomía y dar lugar a nuestra voz. Romper con la
autodenigración de lo nacional y la pedagogía colonial que obtura la expresión
de Nuestra América profunda, encontrarnos así con nosotros mismos y construir
una matriz de pensamiento propia. Se trata de formar un carácter nacional. Una
forma propia de mirar el mundo, “necesitamos,
pues, crear la pedagogía nacional, es decir una pedagogía nuestra, medida a
nuestras fuerzas, de acuerdo con nuestras costumbres, conforme a nuestras
naturales tendencias y gustos y en armonía con nuestras condiciones físicas y
morales”. (ibídem: 8)
Bibliografía
Arguedas,
Alcides. (1909). Pueblo Enfermo.
Contribución a la psicología de los pueblos hispano-americanos. Barcelona:
Luis Tasso.
Céspedes,
Augusto. (1951). El dictador suicida. 40
años de historia de Bolivia. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
Céspedes,
Augusto. (1975). El presidente colgado. Buenos
Aires: Eudeba.
Gumucio,
Mariano Baptista. (1979). Prólogo a Obra
escogida de Franz Tamayo. Caracas: Biblioteca Ayacucho.
Piñeiro
Iñíguez, Carlos. (2004). Desde el corazón
de América. El pensamiento boliviano en el siglo XX. La Paz: Plural.
Tamayo,
Franz. (1979 [1910]). Creación de la
pedagogía nacional. En Obra escogida.
Caracas: Biblioteca Ayacucho.
[1] Se trata del periódico “El Diario”. El primer artículo data del 3 de
julio de 1910 y el último del 22 de septiembre del mismo año.
[2] Augusto Céspedes refiere que “el
frenesí anátomo-patológico de “pueblo enfermo” agradó al público, mientras el
silencio se tragó “la creación de la pedagogía nacional”. (Céspedes, 1951:
53) Mariano Baptista Gumucio considera que es una de las obras capitales de la
literatura boliviana del siglo XX. (Gumucio, 1979) Por su parte, Carlos Medinaceli
sostiene que “ha tenido que esperar cosa
de treinta años para imponerse en la conciencia de América y ser apreciada en
lo que realmente es: la ideología precursora de un americanismo que sólo ahora
está cuajando en doctrina”. (Cit. en ibídem:
XXI)