21 de mayo de 2020
Este
documento es parte de un análisis y propuestas sobre la situación nacional y
social de la Argentina. El objetivo es aportar a una discusión política, ajena
a cualquier disputa electoral, entre dirigentes de sectores diversos que hoy no
comparten un ámbito común de acción política.
Esta
primera parte será seguida por otras, a modo de capítulos, de forma tal que el
conjunto sea un documento que, por su extensión y multiplicidad de temas,
entiendo que no sería útil para iniciar el debate y encauzar el consenso en las
actuales circunstancias.
1. EL CONTEXTO MUNDIAL
1.1. La pandemia y la
desglobalización en el contexto de la III Guerra Mundial
La
esencia sistémica de la globalización ha sido la sociedad económica entre
Estados Unidos y China cuyos aspectos básicos son:
a) China es admitida
como economía de mercado en la Organización Mundial del Comercio
b)
Las multinacionales occidentales se
instalan en China para incrementar sus tasas de beneficio explotando mano
de obra barata; se rompe la lógica del modelo fordista, centrada en el mercado
interno, para la cual los obreros deben ser capaces de consumir los bienes que
producen
c)
Las multinacionales instaladas en China
venden su producción en los países occidentales a consumidores de alto
nivel de ingresos, cuyas sociedades se dualizan por el empobrecimiento de los
antiguos obreros industriales, ahora desocupados por la migración de las
industrias a China
d)
China avanza rápidamente en su
industrialización, urbanizando centenares de millones de campesinos y
acumulando un inmenso superávit de balanza comercial en dólares
e)
La Reserva Federal lidera la inyección
mundial multiBillonaria de dinero para financiar la expansión del mercado
globalizado (sin preocuparse por las burbujas financieras)
f)
La mayor parte del superávit comercial
chino debe retornar a los Estados Unidos financiando el déficit fiscal
norteamericano a través de la compra masiva de Bonos del Tesoro.
g)
Las multinacionales multiplican sus beneficios con el aumento del precio de sus
acciones gracias al gigantesco aumento de la liquidez monetaria mundial
(generando burbujas financieras).
La sociedad económica
Chino-Norteamericana de la globalización generó dos “daños colaterales”. Por un lado los sectores sociales de
Estados Unidos y otros países centrales que resultaron perdedores en la
globalización, generaron electorados “nacionalistas anacrónicos” que reclamaron
volver a la situación anterior. Por otro lado, la política industrial china no
se limitó a la tecnología importada; desarrolló su propia tecnología y superó
con el 5G a la tecnología occidental.
Estos
fenómenos explican la irrupción de
Donald Trump (y el BREXIT) y su estrategia de desglobalización, desplazando el
frente principal de la guerra mundial desde la hegemonía geopolítica en el
Mediterráneo y Medio Oriente (mediante la guerra militar con Rusia) hacia la
hegemonía tecnológico-comercial (mediante la guerra comercial con China).
En
este contexto irrumpió la pandemia del coronavirus. Poco importa ahora saber
cuál fue su génesis. Lo cierto es que esta pandemia ha sido una catapulta
formidable para la estrategia de desglobalización de Trump y a la vez Trump es
el presidente más perjudicado por los efectos nacionales del coronavirus. En
definitiva, debemos tener claro que el coronavirus, cualquiera sea su origen,
es un arma poderosa para las estrategias de la III Guerra Mundial.
1.1. Degradación de
Estados periféricos hacia Estados fallidos. El riesgo para Argentina
La
III Guerra Mundial tiene dos ejes de
desarrollo: el clásico enfrentamiento entre potencias por sus áreas de dominio
e influencia (que se viene desarrollando a través de guerra económica entre
potencias y guerras civiles en las áreas en disputa) y la guerra civil genocida del establishment mundial para reducir la
población del planeta en 3.000 o 3.500 millones de personas.
Ambos
ejes se unifican en el drama ecológico
generado por la explotación de la civilización industrial en los últimos 200
años; el paradigma industrialista antiecológico no es patrimonio exclusivo del
capitalismo, sino que también ha sido desarrollado por los Estados comunistas.
La
eliminación de lo que es “población
sobrante” para el establishment global busca reducir tanto el consumo de
recursos escasos como la generación de polución mundial no reciclable por
parte de una fuerza laboral no necesaria para ellos, a la vez que implica
suprimir a los pueblos del sur como sujetos políticos soberanos de los
territorios con recursos naturales que se agotan.
Las
guerras civiles que convierten en
“Estados fallidos” a los países periféricos buscan la apropiación de
recursos naturales estratégicos por las multinacionales. Cuando un Estado
soberano es convertido en Estado fallido es fácil fracturar la nación y
apropiarse de las áreas estratégicas con el auxilio de personeros cipayos que
supuestamente reivindican una soberanía subregional.
La
historia argentina tiene largos antecedentes de violencia política en guerras
civiles que, con intermitencias, han estado presentes desde el origen mismo la
nuestra Patria.
La
“grieta” entre kirchneristas y
antikirchneristas ha sido un “revival” degradado de la guerra entre
peronistas y antiperonistas. Convertir esa grieta en herida sangrante es la
forma más fácil de empujar a la Argentina hacia la situación de Estado fallido.
Desestabilizar una
Argentina en grave crisis socioeconómica hasta convertirla en un Estado fallido es la forma más fácil de fabricar la
irrupción de una “república del litio”, una “república del acuífero guaraní”,
una “república de la pampa húmeda” y una “república de vaca muerta y
adyacencias patagónicas”. Esta es una de las formas posibles de nuestra
desintegración nacional.
Quienes
crean que esto es una exageración ridícula, que no es posible fracturar un
Estado en la actualidad como ocurría en el Siglo XIX, no tienen más que
conversar con cualquier ciudadano soviético, yugoslavo, ucraniano, georgiano,
sirio, jordano, libio, etc.
1.2. Algunas
consecuencias económicas inmediatas de la pandemia
Dado
que la difusión mundial de coronavirus se produjo por el tráfico aéreo, la
medida sanitaria de emergencia más efectiva en todos los países ha sido cerrar
los aeropuertos.
El
resultado ha sido una hecatombe para las
compañías aéreas y para el conjunto del sector turístico y la mayor caída en la
historia del comercio mundial, con la lógica caída de las finanzas.
En
los inicios de la pandemia, Arabia
Saudita desató la guerra de precios en el mercado del petróleo, golpeando a
Rusia e Irán y a la industria estadounidense del petróleo de fracking.
Una
caída brusca de la demanda de petróleo (por aviones y autmotores fuera de
circulación) junto con guerra de precios, en el contexto de brusca caída de
todo el comercio mundial, preanuncia una caída profunda y persistente del
precio de todas las materias primas.
Esto
marca una diferencia entre esta Guerra Mundial y lo sucedido en las guerras del
S.XX.
Aquellas
dos grandes guerras se producen entre potencias con economías independientes y
competitivas entre sí. Además, la tecnología bélica era metalmecánica, con las
industrias subsidarias para vestir, alimentar y transportar grandes
contingentes de soldados. El desarrollo de la guerra generaba pleno empleo de
la población y un funcionamiento a full de las industrias logísticas. Más aun,
las potencias en guerra tenían grandes necesidades de importar todo tipo de
materias primas.
En
la confrontación actual entre potencias, la demanda vinculada a la logística
tradicional es muchísimo menor ya que sólo es consumida en las guerras civiles
periféricas.
Además
ahora las potencias enfrentadas son un tándem complementario. La guerra
comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China y las acusaciones mutuas
por el coronavirus rompen el sistema económico globalizado con consecuencias
recesivas para todos.
Por
lo que respecta a los intereses
argentinos, si caen los precios de las materias primas y si los saldos de
comercio exterior chinos se reducen, habrá una caída en volúmenes y en precios
de nuestras exportaciones, es decir, cabe prever una fuerte caída en los
ingresos genuinos de divisas, que se sumará a la restricción financiera por el
endeudamiento externo irresponsable e impagable.
2. EL ESTADO DE
SITUACIÓN ACTUAL
2.1.
Persistencia de la situación económica heredada
La
situación argentina previa a la pandemia se resume en unos pocos indicadores
conocidos y que describen una realidad muy grave. Esta situación heredada sigue
vigente y se ha profundizado durante la cuarentena por la pandemia. En breve
resumen tenemos:
a)
Una deuda externa cercana al 100%
del PIB impagable.
b)
Una pobreza estructural que abarcaba
aproximadamente al 40% de la población.
c)
Una exclusión social del sistema que
castiga a un 10% de la población.
d)
Una inflación anual del orden del
50%
e)
Una estanflación prolongada con
recesión industrial en un contexto de grave retraso tecnológico productivo de
Argentina con respecto a los países más avanzados.
f)
Una especulación generalizada con el
dólar por la expectativa de inflación creciente, generando un círculo
vicioso entre inflación, depreciación del peso por la demanda especulativa
antiinflacionaria de dólares y realimentación de la inflación por la
dolarización de los precios.
g)
La situación amenazaba al nuevo gobierno con dos fantasmas: default y explosión social.
2.2. La realidad
política del gobierno del Frente de Todos
El
Frente de Todos es una alianza electoral de casi todos los sectores del
peronismo y sectores de otras fuerzas políticas. El único acuerdo político en
esa alianza heterogénea fue derrotar a Macri en las elecciones presidenciales,
con el discurso de “cambiar la política de Macri”, pero sin que exista un
acuerdo programático sobre un proyecto socioeconómico de largo plazo que diera
estabilidad de futuro al gobierno presidido por Alberto Fernández.
2.3. Profundización de
la crisis por el coronavirus y el riesgo de default
La
prioridad del nuevo gobierno fue la deuda externa, como algo previo a un
programa socioeconómico de corto plazo que se debatiría en un Consejo Económico
y Social a crear.
La idea de “solución”
del endeudamiento externo era un acuerdo de postergación de pagos con el FMI y
una quita de capital e intereses a los acreedores privados menor a la aplicada
en 2003; la capacidad
de pago futuro era la explotación, mediante el “fracking”, del petróleo de Vaca
Muerta. La conveniencia de tal idea es muy discutible pero la realidad
sobrevenida hace ociosa esa discusión. Pareciera que no se tuvo en cuenta que
vivimos en una guerra mundial que incluye tanto el uso del coronavirus como arma
como la guerra de precios en el mercado petrolero, con la extracción de
petróleo por “fracking” como principal sector perjudicado.
El
resultado ha sido la inviabilidad de la
garantía petrolera de Vaca Muerta sumada a la debacle del aparato productivo
nacional por la cuarentena, en medio del derrumbe del comercio mundial;
así, la crisis de la balanza de pagos ha devenido en el virtual estado de
default del país.
Más
allá del resultado final de las negociaciones con los acreedores externos, (que
podría ser un “default negociado”, un “default selectivo” o un “default total a
secas”), la economía argentina vivirá los próximos años sin financiación
exterior. Tampoco debe esperarse Inversión
Extranjera Directa en nuevas industrias, como pretendió el discurso neodesarrollista
de Macri.
Por
otra parte, la paralización de la
economía por la cuarentena ha significado la quiebra de decenas de miles de
pequeñas y microempresas y la ruina de trabajadores autónomos, lo que ha
hundido en la pobreza nuevas capas sociales de sectores medios y de
trabajadores que vivían al día, incrementándose dramáticamente los porcentajes
de población necesitados de mendigar un pobre plato de comida en ollas
populares financiadas por el Estado para poder subsistir.
Todo
ello sin que se haya enviado al congreso
la ley sobre el Consejo Económico y Social.
2.4. La cuarentena como
nueva y efímera coyuntura política
La
irrupción de la pandemia de un virus desconocido, acompañada por discursos
televisivos de verdadero terrorismo sicológico, modificó abruptamente la agenda
política en todo el mundo. Argentina no fue una excepción.
La
preocupación por la crisis socioeconómica, que amenazaba con la explosión
social y el default, quedó sepultada por el temor social al contagio con el
virus. La inmensa mayoría de la población se manifestó dispuesta a padecer
necesidades a cambio de evitar el contagio. La multiplicación de anuncios
gubernamentales de reparto gratuito de dinero para financiar niveles de mínima
subsistencia ha resultado una compensación económica suficiente ante el terror
al contagio.
Se
ha generado una nueva coyuntura política artificial en la que todo va bien … mientras dure la situación
de emergencia.
2.5. La superación
coyuntural de “la grieta” en el gobierno de Alberto Fernández
El
conjunto de la clase política argentina
asumió que el peligro del coronavirus no era una nimiedad. La lógica
elemental de que la propagación de una epidemia viral no distingue ideologías
ni credos ni etnias ni sexos hizo que toda la pluralidad interna del Frente de
Todos y toda la pluralidad de la oposición se juntaran a enfrentar
unitariamente el problema.
La
“grieta” se desvanecía y el presidente actuaba junto con gobernadores
oficialistas y opositores, a la vez que similar espíritu de entendimiento comenzó
a percibirse en el parlamento.
¿El coronavirus tiene el
poder mágico de lograr la unidad nacional?
El
espíritu de unidad nacional se extendió de la defensa ante la pandemia hasta el
respaldo a la propuesta gubernamental para renegociar la deuda externa.
¿Seguirá
igualmente sólida la unidad política entre oficialismo y oposición ante algún
severo traspiés en el control de la pandemia o en la renegociación de la deuda
externa?
Suponiendo
que la respuesta a estos interrogantes fuera positiva, la actual superación de
la “grieta” es por ahora algo coyuntural. No hay hasta ahora ningún proyecto de
desarrollo a largo plazo consensuado como políticas de estado que permitan
asegurar que han desaparecido los riesgos inherentes a la “grieta”.
3. ¿Y después qué?
3.1. La cuarentena
exitosa … ¿hasta cuándo?
Nadie
discute que la decisión de la cuarentena
total adoptada antes de que el coronavirus se propagara fue una decisión
correcta. Pero todos sabemos que sería suicida mantener la cuarentena durante
un tiempo indeterminado, paralizando todas las actividades sociales y
económicas.
Si
bien es cierta la afirmación de que una caída económica se recupera pero una
vida perdida no, la afirmación deja de ser cierta cuando no se refiere a la
macroeconomía sino a la pequeña actividad de trabajadores autónomos, comercios
familiares y microempresas que permiten la subsistencia
día a día de millones de personas, porque en estos casos es la ruina familiar y
personal, incluyendo la muerte por múltiples motivos de muchos miembros de
estas familias desamparadas.
Es
ingenuo creer que con un subsidio temporal de 10.000 pesos se evitan esos
dramas.
Una
Nación de 3 millones de Km cuadrados y un pueblo de 45 millones de personas en
medio de una crisis nacional y global no puede ser conducido como una sala de
terapia intensiva.
La continua postergación
del “pico de la curva” es un alerta de que algo no está bien previsto. Se ha comentado que la predicción
“científica” es que en Argentina se contagiarán con el coronavirus 250.000
personas. Pero, si después de casi dos meses de cuarentena no se han contagiado
ni 8.500, ¿tendremos semiparalizado al
país durante 56 meses más esperando el contagio de otros 241.500 argentinos?
Hay algo absurdo en estas predicciones “científicas”.
Existe
un riesgo evidente: la prolongación indefinida de una cuarentena ruinosa para
millones de personas para “mantener achatada la curva” puede terminar en una rebelión social contra la cuarentena por el
estado de necesidad. El resultado sería un contagio masivo con millares de
muertes, perdiéndose el logro de minimizar los fallecidos y con una debacle
socioeconómica.
Es
imperioso modificar la estrategia para
aprender a convivir con el coronavirus manteniendo una baja tasa de contagios.
Parece de sentido común que si el virus penetra por los ojos, la nariz y la
boca, el problema se soluciona cubriéndose los ojos, la nariz y la boca. Para
decirlo con cierta ironía, si se fuera obligatorio para todos andar en la vía
pública con un casco de moto, podríamos estar todos trabajando normalmente con
un casco de moto en la cabeza.
Aun
cuando se impusiera ya mismo una salida de la cuarentena con todos los medios
apropiados de control sanitario, el gobierno debería enfrentar una situación
socioeconómica que ya es ruinosa. Se
impone como urgente necesidad un programa económico de reconstrucción y
reactivación económica que no puede limitarse a imprimir cantidades ilimitadas
de billetes.
3.2. La reactivación
económica
Si
la gestión de la pandemia finaliza
exitosamente, la realidad postpandemia será una desolación económica y social,
con más del 50% de la población en estado de pobreza, incluyendo
probablemente un incremento de la población excluida del sistema, con
inexistencia de los puestos de trabajo tanto formales como informales que
permitían a millones de argentinos sostener su nivel de vida, con inexistencia
de capital privado para la creación de nuevos emprendimientos, sin financiación
internacional para suplir la falta de capital privado nacional, con un déficit
fiscal mayúsculo y una inflación real muy superior a la previa a la pandemia.
Vale
la pena acotar que es erróneo y engañoso calcular el índice general de precios
al consumo promediando precios de productos cuyas ventas estuvieron prohibidas.
Si la producción automotriz del mes de
abril fue ¡CERO!, carece de sentido promediar un “aumento cero” del precio de
los automotores. La inflación real durante la cuarentena es la del alza de
los precios de los productos esenciales, siendo lo relevante el alza de precios
de alimentos y productos básicos.
Es
una obviedad decir que el gobierno deberá
desarrollar múltiples políticas públicas destinadas a reconstruir (más que
reactivar) un tejido económico-social que ha sido destruido.
En
este sentido, debería ser obvio también que no se saldrá de la depresión
económica regalándole un pobre plato de comida a la mitad de los argentinos. Lo
necesario es invertir para generar emprendimientos económicos que regeneren los
millares de empleos que han desaparecido.
Sólo
así se podrá recomponer también las finanzas públicas y controlar la inflación.
4. PLAN DE REACTIVACIÓN
4.1. ¿Reactivando las
deformaciones estructurales preexistentes?
Todos
sabemos que la crisis social, laboral y económica de Argentina no nació con el
coronavirus. El aparato productivo que se ha destruido durante la cuarentena no
era precisamente un ejemplo virtuoso de productividad y sostenibilidad, ni de
justicia social, ni de vanguardia tecnológica, ni de eficiencia.
A
la hora de “reactivar la economía”, ¿se reactivará el sistema ineficiente, injusto,
insostenible, dependiente, excluyente y atrasado que existía antes? No debería
ser así.
Un plan de emergencia
nacional debería ser pactado en el Consejo Económico y Social.
Como
suele decirse, las crisis presentan oportunidades de transformación para
mejorar la realidad preexistente. No deberíamos desperdiciar esta oportunidad.
Los
planes de emergencia socioeconómica para el corto plazo deben ser concebidos
como los primeros pasos de un proyecto largo plazo. Para ello, es necesario
primero definir los rasgos estructurales del Proyecto Nacional y a partir del
mismo adoptar un conjunto de medidas aptas para salir de la emergencia pero que
estarían comprendidas en la maqueta del proyecto de largo plazo.
4.2. La necesidad de
superar la actual impotencia del movimiento popular para impulsar un nuevo
Pacto Constituyente para el desarrollo de un Proyecto Nacional
Hace algunas décadas
hablar de movimiento popular en Argentina era sinónimo de hablar del Movimiento
Peronista.
Sin
embargo lo que existe hoy como
“peronismo” no es un movimiento políticamente organizado. Basta con
mencionar algunas evidencias básicas que definían al peronismo: “El Peronismo
es un movimiento de masas y el Partido Justicialista es sólo una herramienta
electoral”; “La Doctrina Justicialista es humanista y cristiana”; “La columna
vertebral del peronismo es el movimiento obrero organizado”; “El Movimiento
Peronista es la organización nacional de masas que se estructura en cuatro
ramas: política, sindical, femenina y de la juventud”; “Primero la Patria,
después el Movimiento y por último los hombres”; “En la Nueva Argentina
justicialista hay una sola clase de hombres, que son los que trabajan”.
No creo necesario
alargar este texto demostrando que la realidad social, económica y política
actual de nuestra Patria y de nuestro Movimiento, consecuencia no sólo de la
depredación de la dictadura sino también de 37 años de democracia, lo que
incluye 22 años de gobiernos democráticos peronistas, es incompatible con estas
realidades representativas de lo que fue el Movimiento Peronista.
Hoy,
en cambio, el movimiento popular incluye a millones de compatriotas excluidos del sistema, desocupados crónicos en un país
desindustrializado, cuyas organizaciones sociales de carácter gremial carecen
de pertenencia política a un Movimiento Nacional como era el peronismo y cuyos
referentes militantes son de una muy variada pertenencia político-organizativa.
Por
otra parte, la organización de los militantes
políticos del peronismo tiene una lógica básicamente electoralista que,
además, suelen operar fuera del Partido Justicialista.
La
clase trabajadora sindicalmente
organizada en la CGT se ha reducido cuantitativa y cualitativamente, se ha
dividido en varias centrales sindicales, sus obras sociales están en crisis y
las 62 Organizaciones no tiene
ninguna presencia política.
En suma, el movimiento
popular hoy en día no es sinónimo del movimiento de las masas peronistas
políticamente organizadas. No existe un movimiento popular políticamente
organizado capaz de ser un motor político generador de propuestas estratégicas
e impulsor de las transformaciones estructurales necesarias.
Esto
plantea la necesidad y la obligación moral y política de construir una unidad
programática transversal del movimiento popular entre dirigentes de diversos
sectores, abarcando los espacios sociales y políticos que representan, por
ejemplo, el Movimiento Evita, la
Cámpora, los sindicatos, los intendentes del Gran Buenos Aires, los
gobernadores, las organizaciones sociales o los pequeños empresarios.