viernes, 22 de mayo de 2020

Cómo salir de la pandemia de modo sostenible

Por Mario Firmenich para la Agencia Paco Urondo
21 de mayo de 2020

Este documento es parte de un análisis y propuestas sobre la situación nacional y social de la Argentina. El objetivo es aportar a una discusión política, ajena a cualquier disputa electoral, entre dirigentes de sectores diversos que hoy no comparten un ámbito común de acción política.
Esta primera parte será seguida por otras, a modo de capítulos, de forma tal que el conjunto sea un documento que, por su extensión y multiplicidad de temas, entiendo que no sería útil para iniciar el debate y encauzar el consenso en las actuales circunstancias.
1. EL CONTEXTO MUNDIAL
1.1. La pandemia y la desglobalización en el contexto de la III Guerra Mundial
La esencia sistémica de la globalización ha sido la sociedad económica entre Estados Unidos y China cuyos aspectos básicos son:
a) China es admitida como economía de mercado en la Organización Mundial del Comercio
b) Las multinacionales occidentales se instalan en China para incrementar sus tasas de beneficio explotando mano de obra barata; se rompe la lógica del modelo fordista, centrada en el mercado interno, para la cual los obreros deben ser capaces de consumir los bienes que producen
c) Las multinacionales instaladas en China venden su producción en los países occidentales a consumidores de alto nivel de ingresos, cuyas sociedades se dualizan por el empobrecimiento de los antiguos obreros industriales, ahora desocupados por la migración de las industrias a China
d) China avanza rápidamente en su industrialización, urbanizando centenares de millones de campesinos y acumulando un inmenso superávit de balanza comercial en dólares
e) La Reserva Federal lidera la inyección mundial multiBillonaria de dinero para financiar la expansión del mercado globalizado (sin preocuparse por las burbujas financieras)
f) La mayor parte del superávit comercial chino debe retornar a los Estados Unidos financiando el déficit fiscal norteamericano a través de la compra masiva de Bonos del Tesoro.
g) Las multinacionales multiplican sus beneficios con el aumento del precio de sus acciones gracias al gigantesco aumento de la liquidez monetaria mundial (generando burbujas financieras).
La sociedad económica Chino-Norteamericana de la globalización generó dos “daños colaterales”. Por un lado los sectores sociales de Estados Unidos y otros países centrales que resultaron perdedores en la globalización, generaron electorados “nacionalistas anacrónicos” que reclamaron volver a la situación anterior. Por otro lado, la política industrial china no se limitó a la tecnología importada; desarrolló su propia tecnología y superó con el 5G a la tecnología occidental.
Estos fenómenos explican la irrupción de Donald Trump (y el BREXIT) y su estrategia de desglobalización, desplazando el frente principal de la guerra mundial desde la hegemonía geopolítica en el Mediterráneo y Medio Oriente (mediante la guerra militar con Rusia) hacia la hegemonía tecnológico-comercial (mediante la guerra comercial con China).
En este contexto irrumpió la pandemia del coronavirus. Poco importa ahora saber cuál fue su génesis. Lo cierto es que esta pandemia ha sido una catapulta formidable para la estrategia de desglobalización de Trump y a la vez Trump es el presidente más perjudicado por los efectos nacionales del coronavirus. En definitiva, debemos tener claro que el coronavirus, cualquiera sea su origen, es un arma poderosa para las estrategias de la III Guerra Mundial.
1.1. Degradación de Estados periféricos hacia Estados fallidos. El riesgo para Argentina
La III Guerra Mundial tiene dos ejes de desarrollo: el clásico enfrentamiento entre potencias por sus áreas de dominio e influencia (que se viene desarrollando a través de guerra económica entre potencias y guerras civiles en las áreas en disputa) y la guerra civil genocida del establishment mundial para reducir la población del planeta en 3.000 o 3.500 millones de personas.
Ambos ejes se unifican en el drama ecológico generado por la explotación de la civilización industrial en los últimos 200 años; el paradigma industrialista antiecológico no es patrimonio exclusivo del capitalismo, sino que también ha sido desarrollado por los Estados comunistas.
La eliminación de lo que es “población sobrante” para el establishment global busca reducir tanto el consumo de recursos escasos como la generación de polución mundial no reciclable por parte de una fuerza laboral no necesaria para ellos, a la vez que implica suprimir a los pueblos del sur como sujetos políticos soberanos de los territorios con recursos naturales que se agotan.
Las guerras civiles que convierten en “Estados fallidos” a los países periféricos buscan la apropiación de recursos naturales estratégicos por las multinacionales. Cuando un Estado soberano es convertido en Estado fallido es fácil fracturar la nación y apropiarse de las áreas estratégicas con el auxilio de personeros cipayos que supuestamente reivindican una soberanía subregional.
La historia argentina tiene largos antecedentes de violencia política en guerras civiles que, con intermitencias, han estado presentes desde el origen mismo la nuestra Patria.
La “grieta” entre kirchneristas y antikirchneristas ha sido un “revival” degradado de la guerra entre peronistas y antiperonistas. Convertir esa grieta en herida sangrante es la forma más fácil de empujar a la Argentina hacia la situación de Estado fallido.
Desestabilizar una Argentina en grave crisis socioeconómica hasta convertirla en un Estado fallido es la forma más fácil de fabricar la irrupción de una “república del litio”, una “república del acuífero guaraní”, una “república de la pampa húmeda” y una “república de vaca muerta y adyacencias patagónicas”. Esta es una de las formas posibles de nuestra desintegración nacional.
Quienes crean que esto es una exageración ridícula, que no es posible fracturar un Estado en la actualidad como ocurría en el Siglo XIX, no tienen más que conversar con cualquier ciudadano soviético, yugoslavo, ucraniano, georgiano, sirio, jordano, libio, etc.
1.2. Algunas consecuencias económicas inmediatas de la pandemia
Dado que la difusión mundial de coronavirus se produjo por el tráfico aéreo, la medida sanitaria de emergencia más efectiva en todos los países ha sido cerrar los aeropuertos.
El resultado ha sido una hecatombe para las compañías aéreas y para el conjunto del sector turístico y la mayor caída en la historia del comercio mundial, con la lógica caída de las finanzas.
En los inicios de la pandemia, Arabia Saudita desató la guerra de precios en el mercado del petróleo, golpeando a Rusia e Irán y a la industria estadounidense del petróleo de fracking.
Una caída brusca de la demanda de petróleo (por aviones y autmotores fuera de circulación) junto con guerra de precios, en el contexto de brusca caída de todo el comercio mundial, preanuncia una caída profunda y persistente del precio de todas las materias primas.
Esto marca una diferencia entre esta Guerra Mundial y lo sucedido en las guerras del S.XX.
Aquellas dos grandes guerras se producen entre potencias con economías independientes y competitivas entre sí. Además, la tecnología bélica era metalmecánica, con las industrias subsidarias para vestir, alimentar y transportar grandes contingentes de soldados. El desarrollo de la guerra generaba pleno empleo de la población y un funcionamiento a full de las industrias logísticas. Más aun, las potencias en guerra tenían grandes necesidades de importar todo tipo de materias primas.
En la confrontación actual entre potencias, la demanda vinculada a la logística tradicional es muchísimo menor ya que sólo es consumida en las guerras civiles periféricas.
Además ahora las potencias enfrentadas son un tándem complementario. La guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China y las acusaciones mutuas por el coronavirus rompen el sistema económico globalizado con consecuencias recesivas para todos.
Por lo que respecta a los intereses argentinos, si caen los precios de las materias primas y si los saldos de comercio exterior chinos se reducen, habrá una caída en volúmenes y en precios de nuestras exportaciones, es decir, cabe prever una fuerte caída en los ingresos genuinos de divisas, que se sumará a la restricción financiera por el endeudamiento externo irresponsable e impagable.
2. EL ESTADO DE SITUACIÓN ACTUAL
2.1. Persistencia de la situación económica heredada
La situación argentina previa a la pandemia se resume en unos pocos indicadores conocidos y que describen una realidad muy grave. Esta situación heredada sigue vigente y se ha profundizado durante la cuarentena por la pandemia. En breve resumen tenemos:

a) Una deuda externa cercana al 100% del PIB impagable.
b) Una pobreza estructural que abarcaba aproximadamente al 40% de la población.
c) Una exclusión social del sistema que castiga a un 10% de la población.
d) Una inflación anual del orden del 50%
e) Una estanflación prolongada con recesión industrial en un contexto de grave retraso tecnológico productivo de Argentina con respecto a los países más avanzados.
f) Una especulación generalizada con el dólar por la expectativa de inflación creciente, generando un círculo vicioso entre inflación, depreciación del peso por la demanda especulativa antiinflacionaria de dólares y realimentación de la inflación por la dolarización de los precios.
g) La situación amenazaba al nuevo gobierno con dos fantasmas: default y explosión social.
2.2. La realidad política del gobierno del Frente de Todos
El Frente de Todos es una alianza electoral de casi todos los sectores del peronismo y sectores de otras fuerzas políticas. El único acuerdo político en esa alianza heterogénea fue derrotar a Macri en las elecciones presidenciales, con el discurso de “cambiar la política de Macri”, pero sin que exista un acuerdo programático sobre un proyecto socioeconómico de largo plazo que diera estabilidad de futuro al gobierno presidido por Alberto Fernández.
2.3. Profundización de la crisis por el coronavirus y el riesgo de default
La prioridad del nuevo gobierno fue la deuda externa, como algo previo a un programa socioeconómico de corto plazo que se debatiría en un Consejo Económico y Social a crear.
La idea de “solución” del endeudamiento externo era un acuerdo de postergación de pagos con el FMI y una quita de capital e intereses a los acreedores privados menor a la aplicada en 2003; la capacidad de pago futuro era la explotación, mediante el “fracking”, del petróleo de Vaca Muerta. La conveniencia de tal idea es muy discutible pero la realidad sobrevenida hace ociosa esa discusión. Pareciera que no se tuvo en cuenta que vivimos en una guerra mundial que incluye tanto el uso del coronavirus como arma como la guerra de precios en el mercado petrolero, con la extracción de petróleo por “fracking” como principal sector perjudicado.
El resultado ha sido la inviabilidad de la garantía petrolera de Vaca Muerta sumada a la debacle del aparato productivo nacional por la cuarentena, en medio del derrumbe del comercio mundial; así, la crisis de la balanza de pagos ha devenido en el virtual estado de default del país.
Más allá del resultado final de las negociaciones con los acreedores externos, (que podría ser un “default negociado”, un “default selectivo” o un “default total a secas”), la economía argentina vivirá los próximos años sin financiación exterior. Tampoco debe esperarse Inversión Extranjera Directa en nuevas industrias, como pretendió el discurso neodesarrollista de Macri.
Por otra parte, la paralización de la economía por la cuarentena ha significado la quiebra de decenas de miles de pequeñas y microempresas y la ruina de trabajadores autónomos, lo que ha hundido en la pobreza nuevas capas sociales de sectores medios y de trabajadores que vivían al día, incrementándose dramáticamente los porcentajes de población necesitados de mendigar un pobre plato de comida en ollas populares financiadas por el Estado para poder subsistir.
Todo ello sin que se haya enviado al congreso la ley sobre el Consejo Económico y Social.

2.4. La cuarentena como nueva y efímera coyuntura política
La irrupción de la pandemia de un virus desconocido, acompañada por discursos televisivos de verdadero terrorismo sicológico, modificó abruptamente la agenda política en todo el mundo. Argentina no fue una excepción.
La preocupación por la crisis socioeconómica, que amenazaba con la explosión social y el default, quedó sepultada por el temor social al contagio con el virus. La inmensa mayoría de la población se manifestó dispuesta a padecer necesidades a cambio de evitar el contagio. La multiplicación de anuncios gubernamentales de reparto gratuito de dinero para financiar niveles de mínima subsistencia ha resultado una compensación económica suficiente ante el terror al contagio.
Se ha generado una nueva coyuntura política artificial en la que todo va bien … mientras dure la situación de emergencia.

2.5. La superación coyuntural de “la grieta” en el gobierno de Alberto Fernández
El conjunto de la clase política argentina asumió que el peligro del coronavirus no era una nimiedad. La lógica elemental de que la propagación de una epidemia viral no distingue ideologías ni credos ni etnias ni sexos hizo que toda la pluralidad interna del Frente de Todos y toda la pluralidad de la oposición se juntaran a enfrentar unitariamente el problema.
La “grieta” se desvanecía y el presidente actuaba junto con gobernadores oficialistas y opositores, a la vez que similar espíritu de entendimiento comenzó a percibirse en el parlamento.
¿El coronavirus tiene el poder mágico de lograr la unidad nacional?
El espíritu de unidad nacional se extendió de la defensa ante la pandemia hasta el respaldo a la propuesta gubernamental para renegociar la deuda externa.
¿Seguirá igualmente sólida la unidad política entre oficialismo y oposición ante algún severo traspiés en el control de la pandemia o en la renegociación de la deuda externa?
Suponiendo que la respuesta a estos interrogantes fuera positiva, la actual superación de la “grieta” es por ahora algo coyuntural. No hay hasta ahora ningún proyecto de desarrollo a largo plazo consensuado como políticas de estado que permitan asegurar que han desaparecido los riesgos inherentes a la “grieta”.
3. ¿Y después qué?
3.1. La cuarentena exitosa … ¿hasta cuándo?
Nadie discute que la decisión de la cuarentena total adoptada antes de que el coronavirus se propagara fue una decisión correcta. Pero todos sabemos que sería suicida mantener la cuarentena durante un tiempo indeterminado, paralizando todas las actividades sociales y económicas.
Si bien es cierta la afirmación de que una caída económica se recupera pero una vida perdida no, la afirmación deja de ser cierta cuando no se refiere a la macroeconomía sino a la pequeña actividad de trabajadores autónomos, comercios familiares y microempresas que permiten la subsistencia día a día de millones de personas, porque en estos casos es la ruina familiar y personal, incluyendo la muerte por múltiples motivos de muchos miembros de estas familias desamparadas.
Es ingenuo creer que con un subsidio temporal de 10.000 pesos se evitan esos dramas.
Una Nación de 3 millones de Km cuadrados y un pueblo de 45 millones de personas en medio de una crisis nacional y global no puede ser conducido como una sala de terapia intensiva.
La continua postergación del “pico de la curva” es un alerta de que algo no está bien previsto. Se ha comentado que la predicción “científica” es que en Argentina se contagiarán con el coronavirus 250.000 personas. Pero, si después de casi dos meses de cuarentena no se han contagiado ni 8.500, ¿tendremos semiparalizado al país durante 56 meses más esperando el contagio de otros 241.500 argentinos? Hay algo absurdo en estas predicciones “científicas”.
Existe un riesgo evidente: la prolongación indefinida de una cuarentena ruinosa para millones de personas para “mantener achatada la curva” puede terminar en una rebelión social contra la cuarentena por el estado de necesidad. El resultado sería un contagio masivo con millares de muertes, perdiéndose el logro de minimizar los fallecidos y con una debacle socioeconómica.
Es imperioso modificar la estrategia para aprender a convivir con el coronavirus manteniendo una baja tasa de contagios. Parece de sentido común que si el virus penetra por los ojos, la nariz y la boca, el problema se soluciona cubriéndose los ojos, la nariz y la boca. Para decirlo con cierta ironía, si se fuera obligatorio para todos andar en la vía pública con un casco de moto, podríamos estar todos trabajando normalmente con un casco de moto en la cabeza.
Aun cuando se impusiera ya mismo una salida de la cuarentena con todos los medios apropiados de control sanitario, el gobierno debería enfrentar una situación socioeconómica que ya es ruinosa. Se impone como urgente necesidad un programa económico de reconstrucción y reactivación económica que no puede limitarse a imprimir cantidades ilimitadas de billetes.

3.2. La reactivación económica
Si la gestión de la pandemia finaliza exitosamente, la realidad postpandemia será una desolación económica y social, con más del 50% de la población en estado de pobreza, incluyendo probablemente un incremento de la población excluida del sistema, con inexistencia de los puestos de trabajo tanto formales como informales que permitían a millones de argentinos sostener su nivel de vida, con inexistencia de capital privado para la creación de nuevos emprendimientos, sin financiación internacional para suplir la falta de capital privado nacional, con un déficit fiscal mayúsculo y una inflación real muy superior a la previa a la pandemia.
Vale la pena acotar que es erróneo y engañoso calcular el índice general de precios al consumo promediando precios de productos cuyas ventas estuvieron prohibidas. Si la producción automotriz del mes de abril fue ¡CERO!, carece de sentido promediar un “aumento cero” del precio de los automotores. La inflación real durante la cuarentena es la del alza de los precios de los productos esenciales, siendo lo relevante el alza de precios de alimentos y productos básicos.
Es una obviedad decir que el gobierno deberá desarrollar múltiples políticas públicas destinadas a reconstruir (más que reactivar) un tejido económico-social que ha sido destruido.
En este sentido, debería ser obvio también que no se saldrá de la depresión económica regalándole un pobre plato de comida a la mitad de los argentinos. Lo necesario es invertir para generar emprendimientos económicos que regeneren los millares de empleos que han desaparecido.
Sólo así se podrá recomponer también las finanzas públicas y controlar la inflación.

4. PLAN DE REACTIVACIÓN
4.1. ¿Reactivando las deformaciones estructurales preexistentes?
Todos sabemos que la crisis social, laboral y económica de Argentina no nació con el coronavirus. El aparato productivo que se ha destruido durante la cuarentena no era precisamente un ejemplo virtuoso de productividad y sostenibilidad, ni de justicia social, ni de vanguardia tecnológica, ni de eficiencia.
A la hora de “reactivar la economía”, ¿se reactivará el sistema ineficiente, injusto, insostenible, dependiente, excluyente y atrasado que existía antes? No debería ser así.
Un plan de emergencia nacional debería ser pactado en el Consejo Económico y Social.
Como suele decirse, las crisis presentan oportunidades de transformación para mejorar la realidad preexistente. No deberíamos desperdiciar esta oportunidad.
Los planes de emergencia socioeconómica para el corto plazo deben ser concebidos como los primeros pasos de un proyecto largo plazo. Para ello, es necesario primero definir los rasgos estructurales del Proyecto Nacional y a partir del mismo adoptar un conjunto de medidas aptas para salir de la emergencia pero que estarían comprendidas en la maqueta del proyecto de largo plazo.

4.2. La necesidad de superar la actual impotencia del movimiento popular para impulsar un nuevo Pacto Constituyente para el desarrollo de un Proyecto Nacional
Hace algunas décadas hablar de movimiento popular en Argentina era sinónimo de hablar del Movimiento Peronista.
Sin embargo lo que existe hoy como “peronismo” no es un movimiento políticamente organizado. Basta con mencionar algunas evidencias básicas que definían al peronismo: “El Peronismo es un movimiento de masas y el Partido Justicialista es sólo una herramienta electoral”; “La Doctrina Justicialista es humanista y cristiana”; “La columna vertebral del peronismo es el movimiento obrero organizado”; “El Movimiento Peronista es la organización nacional de masas que se estructura en cuatro ramas: política, sindical, femenina y de la juventud”; “Primero la Patria, después el Movimiento y por último los hombres”; “En la Nueva Argentina justicialista hay una sola clase de hombres, que son los que trabajan”.
No creo necesario alargar este texto demostrando que la realidad social, económica y política actual de nuestra Patria y de nuestro Movimiento, consecuencia no sólo de la depredación de la dictadura sino también de 37 años de democracia, lo que incluye 22 años de gobiernos democráticos peronistas, es incompatible con estas realidades representativas de lo que fue el Movimiento Peronista.
Hoy, en cambio, el movimiento popular incluye a millones de compatriotas excluidos del sistema, desocupados crónicos en un país desindustrializado, cuyas organizaciones sociales de carácter gremial carecen de pertenencia política a un Movimiento Nacional como era el peronismo y cuyos referentes militantes son de una muy variada pertenencia político-organizativa.
Por otra parte, la organización de los militantes políticos del peronismo tiene una lógica básicamente electoralista que, además, suelen operar fuera del Partido Justicialista.
La clase trabajadora sindicalmente organizada en la CGT se ha reducido cuantitativa y cualitativamente, se ha dividido en varias centrales sindicales, sus obras sociales están en crisis y las 62 Organizaciones no tiene ninguna presencia política.
En suma, el movimiento popular hoy en día no es sinónimo del movimiento de las masas peronistas políticamente organizadas. No existe un movimiento popular políticamente organizado capaz de ser un motor político generador de propuestas estratégicas e impulsor de las transformaciones estructurales necesarias.
Esto plantea la necesidad y la obligación moral y política de construir una unidad programática transversal del movimiento popular entre dirigentes de diversos sectores, abarcando los espacios sociales y políticos que representan, por ejemplo, el Movimiento Evita, la Cámpora, los sindicatos, los intendentes del Gran Buenos Aires, los gobernadores, las organizaciones sociales o los pequeños empresarios.


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