Entrevista a Daniel Santoro de Tiempo Argentino
24 de Mayo de
2020
–PRESENTASTE UNA EXPOSICIÓN VIRTUAL Y
HABLASTE DE TRABAJOS CONCEPTUALES. ¿QUÉ CARACTERÍSTICAS TIENE TU PINTURA
ACTUAL?
Hay una
continuidad con mi trabajo previo. Yo voy cargando las imágenes de sentidos,
todo tiene un porqué. Estoy lejos de todos los espíritus abstractos y de los
juegos que tienen que ver con la estética pura. Siempre represento escenas
porque para mí el cuadro funciona como un escenario. Trabajé mucho tiempo como
escenógrafo en el Teatro Colón y eso me nutre, va componiendo capas de sentido.
Hago teatralizaciones que en este momento se dirigen al bar. De él surgen
muchos argumentos que luego vuelco en imágenes. El arte conceptual es el
concepto en estado puro, hasta puede prescindir de las imágenes y dejar sólo lo
simbólico. Incluso se pueden usar palabras. Yo saco las palabras y pongo las
imágenes. Lo simbólico se viste con la
imagen. En los bares aparecen Borges, Pizarnik, Sartre, Lenin, todos los
que marcaron la simbolización de las conversaciones en los bares. El desafío es
traducir esas conversaciones en pintura. Si no, sería literatura y mi desafío es
pictórico
EN TU PINTURA VEO NARRACIÓN Y REFLEXIÓN.
¿VOS LO VES TAMBIÉN ASÍ?
Totalmente,
la narración se convierte en reflexión. Por lo menos es lo que me gustaría que
pasara. Son reflexiones en torno a lo político y lo existencial como el paso
del tiempo, el compromiso, la imposibilidad de cumplir los sueños, sobre todo
los fracasos. Huyo de los territorios de celebración. Nunca pinto la
celebración del peronismo, del movimiento nacional. Como tema pictórico me va mejor el fracaso que la celebración. Los
peronistas estamos acostumbrados a fracasar.
¿POR QUÉ FRACASA, SI SE SOBREPUSO A LA
LIBERTADORA, LA PROSCRIPCIÓN, LA DICTADURA, EL MACRISMO…?
La epopeya es
esa. El peronismo nutre a todo el arco
político con sus fracasados. Todos los que tienen alguna relevancia son
fracasos del peronismo. Son almas en pena. Pensemos en Pichetto. Uno le ve la
cara y se da cuenta de que está en un desagrado permanente con él mismo, con lo
que dice, es difícil creerle. Si uno lo escucha a Menem, escucha su fracaso. El
territorio del peronismo es tan amplio que muchos se deslizan hacia afuera, se
autoexcluyen o son impelidos a marginarse. El peronismo salpica mucho para
afuera y mancha todo el espectro político. Tiene una dinámica propia que
funciona como un vórtice, y como todo vórtice tiene mucha violencia, una
violencia propia, dinámica. Es como el
ojo de un huracán y en él se alza siempre la figura del que conduce, salpica en
los bordes y produce muchas ofensas y lastimaduras. Como el peronismo no es
institucional, es un territorio, una zona, no hay institución que contenga.
No funciona como un templo cristiano o musulmán que tiene paredes y una puerta.
Tiene más que ver con un templo oriental que casi no tiene otra cosa que un
Buda. Es épico porque es imprevisible, no se reúne el comité central el Partido Justicialista a designar las
nuevas autoridades porque las autoridades son de palo. Está el flaco Gioja que
ayuda y que facilita, precisamente, que surja el vórtice. Nadie se toma en
serio la sede partidaria.
¿CUÁL ES LA RELACIÓN ENTRE PERONISMO Y
GOCE?
El goce es
clave y es controversial, porque se termina, es agónico, tiene que ver también
con la muerte. Pero hay un aspecto del goce que es la felicidad, que constituye
un eje central para los objetivos políticos del peronismo. La felicidad del pueblo es lo que hace a la grandeza de la nación. Por
eso, cuando hay peronismo está la idea de que va a haber felicidad, reparto de
la riqueza y las maniobras necesarias para que cada uno tenga lo propio de cada
vida. Está la idea de que los tiempos de la producción no son los vitales,
sino la garantía de que cada uno va a tener una vida feliz, no la va a tener
invertida en el trabajo, que es lo que reclaman todos los sistemas liberales y
más aún los neoliberales: una vida capturada por los tiempos de la producción.
ESO QUEDÓ CLARO CON LA PANDEMIA. PARA
ALGUNOS NO IMPORTA LA MUERTE, CON TAL DE QUE SE PRODUZCA.
Exactamente.
Nuestro gobierno dice “vamos a garantizar la vida de la gente, la felicidad del
pueblo y vemos después qué pasa con la economía”. Mientras tanto, se trastocan
todas las leyes de lo que uno espera. Por ejemplo, ahora se le está imputando
que se están imprimiendo billetes para
repartir. Eso es bien peronista, pero resulta que también lo están haciendo
Trump y los gobiernos europeos. Pero parece que ellos tienen un respaldo
que se los permite. A nosotros, en cambio, se nos imputa como una deuda peronista.
Y ahí volvemos al tema de los 70 años de ignominia, que son 70 años en los que
no se pidieron sacrificios. Ahí está la idea del goce y del no merecimiento.
Siempre se ve gozar al otro demasiado. El goce está en relación con otro que
mira. En el sentido social, el goce es siempre el goce del otro. Esto viene de
una anécdota que cuenta San Agustín en
sus “Confesiones” y creo que de allí también saca Lacan su idea del goce
del otro. San Agustín cuenta que hay dos hermanitos gemelos. La madre le da de
mamar a uno de ellos. San Agustín ve en la mirada del otro hermano la envidia y
el odio ante esa escena de goce pleno con la madre de la que él quedó afuera.
Luego la madre le da de mamar al que miraba con envidia. El que ya se satisfizo
con la leche de su madre tiene entonces la misma mirada de odio que tenía su
hermano. Siempre el goce es insuficiente y siempre el otro es el que más goza.
Ese es un mecanismo inconsciente que luego se convierte en odio social. Lacan
lo llama el fantasma neurótico del goce. Cuando se cobra la Asignación Universal por Hijo, por más
que la cifra sea ridículamente baja, hay quien se siente avasallado y recurre
al tema de “con mis impuestos”. El peronismo despierta como nadie ese fantasma.
Por eso están las imputaciones de que el negro peronista siempre goza de más.
Y… TIENE UNA GLÁNDULA ESPECÍFICA DEL GOCE
(RISAS).
Sí, eso está
en el “Manual del niño neoliberal” que
fui haciendo en estos años, donde analizo la posible existencia de un cerebro
peronista. Hay todo un trabajo sobre un negro peronista al que usan de
sujeto vivo de experimentación en un laboratorio. Se le analiza el cerebro y se
le detecta la glándula rodete que crece en la base del cráneo y que es el
fractal del rodete de Eva Perón. Esa glándula determina el exceso de goce en el
peronismo. Entonces, el negro peronista, que debería conformarse con un pan, no
quiere pan sino pan dulce o choripán, es decir, grasas saturadas o azúcares. El
pan solo no le alcanza. Necesita un pan con exceso de goce. Una gran enseñanza
de Eva Perón es que en el peronismo
nunca es la necesidad, siempre es el deseo. Ella decía que donde hay una
necesidad surge un derecho, pero habría que completar esa frase, porque ella no
se conformó con eso. Habría que agregar que el derecho es derecho a un deseo.
Ahí surge el chalecito californiano, el piso de roble de Eslavonia, la cortina
de voile suizo que dan el plus de goce. Nadie necesita cortinas de voile suizo,
pero ella se las proveía a los chicos más pobres en la Ciudad de los Niños
porque no son cortinas de necesidad, son cortinas de deseo, cortinas de las
películas de Hollywood. La ropa que les daba no era comprada en cualquier
tienda, sino en Harrods Gath & Chaves. De esa forma ella reponía la justicia.
Les cumplía los deseos. ¿Quién necesita un chalecito californiano si puede
vivir en un monoblock? Pero el monoblock no es la casa del deseo. La casa del
deseo es el chalecito californiano. Te puedo asegurar que eso es único en el
mundo. Yo lo estudié y no hay ningún
movimiento político que haya tenido ese plus de alegría, de felicidad y de
goce.
¿TAMPOCO LOS SOCIALISMOS?
No, y por eso
fracasan, porque olvidan el deseo. El otro día vi una propaganda de zapatos Ferragamo en la RAI. Ferragamo se
enorgullecía de no hacer los zapatos que la gente necesita. Él decía “me
importa un carajo que la gente necesite zapatos, lo que me interesa es que
desee mis zapatos”. Yo le vendo el deseo, no la necesidad. Los suyos son zapatos
de 30 mil dólares. Cuando Eva inaugura la Ciudad de los Niños, dice que lo hace
para que los chicos pobres no tengan nada que envidiarles a los hijos de la
oligarquía. Politiza la envidia. Los chicos son los privilegiados porque no van
a envidiar y eso no es joda. El goce
peronista no es joda. Por eso siempre resurge, siempre surge algo a lo que se
llama peronismo. El sacrificio lo requería el Estado soviético y ahora lo
requiere el neoliberalismo. Hay que sacrificarse por los ideales
revolucionarios o por los ideales de codicia del dueño.
LO QUE DECÍS DEL GOCE ME RECUERDA A LOS
PROGRES DE CAPUSOTTO QUE VAN AL BAR “AQUÍ SÍ QUE NO SE COGE”.
(Risas)
Claro, está muy bueno, es el bar donde van a charlar los de izquierda. Tiene
que ver con sacrificar la vida por un ideal revolucionario y, al final, es la
vida misma la que se te pasó.