sábado, 2 de mayo de 2020

LA PAN-DEMIA PONE FIN AL PAN-EGIRICO DEL CAPITALISMO LIBERAL.


 Mario Cafiero, La Plata, 25/04/2020




 Hay que animarse a dar otro paso: salirse del Patrón Dólar, como hicimos en 1899, cuando los argentinos fuimos de los primeros en salirnos del Patrón Oro.
A la crisis sanitaria y económica que vive el mundo hay que agregar que esta crisis está demoliendo el discurso y relato del pensamiento neoliberal. El sentido de esta nota es ver si podemos dar otro pasito, para también desalojar ese pensamiento neomonetarista que hace décadas nos domina y aprisiona.
Parece que los liberales se convirtieron al marxismo. No el de Karl, por ahora, sino el de Groucho: cuando dicen que dijo "Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros". Como un ejemplo de muchos, cito al sempiterno Miguel Broda que dijo: “Hay que poner el énfasis en que hoy hay que dejar de lado las ideologías. Hoy es un tiempo en el que se necesita del Estado...” y lo remató pidiendo un populista “Consejo de Emergencia”. Un fantasma recorre y acecha a los neoliberales. Su temor y sorpresa es que se le estén dando vuelta sus propios soldaditos. Es lo que les preocupa a los dinosaurios liberales de la Vargas Llosa, Aznar, Macri & CIA; que han alertado del peligro que el populismo resurja “con un ímpetu que hace pensar en un cambio de modelo alejado de la democracia liberal y la economía de mercado”.
Es que la pandemia es una situación inédita que pone de relieve la realidad por sobre el relato liberal impuesto por el poder económico, con un machacar de slogans que se demuestran a la postre falsos. La pandemia está destruyendo el panegírico del libre
mercado y la globalización. Aquí verifica nuevamente ese decir de Jorge Bergoglio: “La realidad es más importante que la idea”.
La realidad es que como si viviéramos los efectos de una “huelga” de los trabajadores de todo el mundo. No ha sido una huelga revolucionaria (como proponía el marxismo de Karl) lo que ha provocado la parálisis de la fuerza del trabajo y por lo tanto su potencial empoderamiento. La “huelga general revolucionaria” ha sido forzada por un virus que mide una milésima del diámetro de un pelo humano y que puede replicarse 100.000 veces en 24 hs. No sabemos, ni tal vez nunca lo sabremos, si es de origen natural o de
laboratorio o una guerra bacteriológica o un mensaje de la naturaleza o de Dios para que un cambio civilizatorio ponga fin a la destrucción del planeta.
Lo concreto es que la sociedad definitivamente no funciona sin la fuerza del trabajo, sin la fuerza del Estado democrático y sin contemplar la importancia de los bienes comunes. La fuerza del Trabajo y del Estado que supieron ser socios exitosos en la época de postguerra, y que fueron derrotados por la contrarrevolución
liberal de los 90; ahora resurgen con una fuerza imparable. Hay que volver a poner en orden los factores: el capital tiene que estar al servicio de la economía y no la economía al servicio del capital.
Hay que animarse a dar el paso de también confrontar con la realidad la otra parte del pensamiento liberal: el neomonetarismo, inoculado desde una supuesta “ciencia” económica y la prensa dominante durante tantos años. Digamos que la reciente ley
CARES de inyección de liquidez, votada por unanimidad en el Congreso norteamericano, es una prueba indiciaria y concluyente que ante la necesidad caen como moscas los dogmas monetaristas.
Van inyectar 2 billones de dólares sin crear un solo impuesto para sacar a su economía de la parálisis pandémica. Hace 40 años que ellos declararon la inconvertibilidad del dólar al oro, salieron del PATRON ORO para ser ellos los patrones de su emisión monetaria de acuerdo a sus necesidades económicas.
Sin embargo, a las economías subdesarrolladas monetariamente como las nuestras, subsumidas en el área dólar, o sea donde se usa al dólar como moneda de reserva, se nos impone al Patrón Dólar para ajustar nuestra masa monetaria y de crédito interno. Solo podemos emitir nuestra cuasimoneda, el peso, en un equivalente a la cantidad de dólares a la que podamos apelar para frenar la corrida contra el dólar. Y de allí la necesidad de acceso a los “mercados de dólares”: multilaterales (FMI, etc) y privados (mercado de bonos “soberanos”). Y de allí el problema del default de la deuda “soberana” argentina.
El catecismo neomonetarista lo recita bien Carlos Pagni en La Nación, cuando sostiene que resolver el conflicto con los bonistas es resolver “el acceso al crédito de la sociedad en su conjunto. Esto es lo que se pone en juego en la esgrima con los bonistas. Y, sobre  todo, de las empresas. Muchas habrán dejado de existir…..Es una cuestión determinante para la velocidad con que se recupere la vida material”. Se disfraza que ese dinero en “dólares” es supuestamente para financiar inversiones, pero en definitiva ese es dinero que solo ha servido alimentar la fuga de un PBI entero afuera de la economía argentina.
Ceteris paribus, o sea si nada cambia, puede ser que los que piensan como Pagni tengan algo de razón. Pero se trata precisamente de cambiar el sistema de endeudamiento externo y fuga, de emisión monetaria y corrida al dólar; y de un sistema bancario que solo se alimenta de la usura y solo sirve para financiar las corridas.
En 1899 la Argentina fue uno de los primeros países en abandonar por ley el Patrón Oro y eso le reportó con los años una espectacular remontada para llegar a ser una de las primeras economías del mundo. El sistema de caja de conversión flexible, creado por la ley nacional 3871/1899, como rescatara el historiador Carlos Louge, fue obra de ideas de argentinos como Ernesto Tornquist (quizás el empresario nacional más importante de la época) y también del economista argentino-alemán Silvio Gesell (prekeynesiano
promotor de la libre moneda y acceso a la tierra).
El cepo monetario es el que impide que el trabajo y la producción encuentren un lógico nivel de acuerdo a nuestras inmensas capacidades.
Para salir del cepo monetario del patrón dólar hay que romper el cepo mental del neomonetarismo. Las ideas argentinas, de fin de siglo XIX, pueden servirnos para salir de un sistema monetario que todavía usa tecnología del siglo XIX como el dinero papel,
tecnología del siglo XX como las tarjetas plásticas, para empezar a usar tecnología del siglo XXI el dinero y la billetera digital, para que la emisión monetaria (ahora digital e inconvertible) irrigue equitativamente a toda la economía. O sea, para que se emita moneda y crédito en función del bien común y no del bien privado de algunos poquísimos privilegiados.

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