Por Dionela Guidi y Juan Godoy
“la cultura
y la ciencia de los argentinos están en déficit con la vida y obra de Ramón Carrillo”.
(Fermín Chávez)
- La lengua de las víboras. Del imperialismo británico a Claudio Avruj
Ante la supuesta emisión de un billete de 5.000
pesos con la figura del médico sanitarista Ramón Carrillo se produjo una
llamativa reacción desde varios espacios que pasamos a señalar:
-
La primera, desde el centro Simón Wiesenthal, acusándolo de ideas “nazis” y
“eugenésicas”.
-
Luego, un tuit del embajador británico Mark Kent dio un paso más acusando a Carrillo
de haber participado (sic) del
holocausto. ¡Insólito!
-
Una nota del ex
Secretario de Derechos Humanos del gobierno de Mauricio Macri, vertiendo
acusaciones en sintonía con las ya mencionadas.
-
Por último, las palabras
de la embajadora de Israel, Galit Ronen que acusó a Carrillo de ser “al menos”
simpatizante del nazismo. Parece muy preocupada por intervenir en la
política local con difamaciones a un ministro de un gobierno democrático,
mientras el pueblo palestino sufre violaciones sistemáticas a los derechos
humanos con involucramiento del estado que representa.
-
Llama la atención las palabras de Claudio Avruj posicionándose como
abanderado de los Derechos Humanos y la salud, mientras cuando le tocó
ejercer la función pública en esta materia (Derechos Humanos) fue parte de un
gobierno que apoyó el fallo de la Corte Suprema que computaba 2X1 para la
suelta de genocidas presos por delitos de lesa humanidad. Además llamó “guerra
sucia” al terrorismo de Estado, “presos políticos” a los detenidos por
violaciones a los derechos humanos y realizó un tibio alejamiento de las
declaraciones de su compañero de espacio político Darío Lopérfido, por entonces
funcionario del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, cuando relativizó el
número de detenidos desaparecidos de la última dictadura militar.
Por otra parte, el ahora preocupado por la política
sanitaria, formó parte de un gobierno que suprimió el Ministerio de Salud, además de recortes y vaciamiento del sistema
sanitario que ocasionó grandes perjuicios a la población, como por ejemplo
el rebrote de sarampión, enfermedad erradicada hace 20 años que hoy vuelve a
circular por la desidia de la gestión Cambiemos.
El Centro Wiesenthal[1]
ocupado en difundir acusaciones sin sustento contra Carrillo no dudó en brindar apoyo al
gobierno de Mauricio Macri
por su “compromiso” en el esclarecimiento de la causa AMIA, “compromiso” que
sólo se efectivizó en aprietes y ataques a la justicia para “salvar” a
funcionarios imputados como “el fino”
Palacios, tal como denunció Mario Cimadevilla, ex titular de la Unidad
Especial de Investigación del atentado a la AMIA. Si miramos atrás en el tiempo, los vínculos
con funcionarios de lo que hoy es Cambiemos no es novedosa, ya que en el año
2002 “se hicieron un ratito” para recibir a Patricia Bullrich en Nueva York,
por entonces de gira para “lanzarse” luego del desastre en su gestión al frente
de la cartera de Trabajo y “darse a conocer” ante el funcionariado
norteamericano.
La acusación
de nazi al peronismo, a sus funcionarios, seguidores y al mismo Perón no es
original, sino que proviene de los cimientos mismos del movimiento nacional
donde desde el Partido Comunista hasta la Embajada Norteamericana lo acusan en
este sentido. Las primeras expresiones se encuentran en el folletín del
Departamento de Estado conocido como el “libro azul” (contestado por Perón en
su momento con el libro azul y blanco), y en el libro que conocido de Silvano Santander “Técnica de
una Traición: Juan Perón y Eva Duarte: agentes del nazismo en la Argentina”.
Huelga y cansa a esta altura de la historia donde
infinidad de autores han destruido esa visión simplista y mal intencionada de
nuestra historia, seguir gastando “pólvora en chimangos”, pero resulta
necesario realizar algunas aclaraciones al respecto por la memoria de “el
negro” Carrillo a quién tanto le debe nuestro sistema de salud y la patria.
Rápidamente se observa la equivocación del análisis en torno al nacionalismo que
confunde el de los países opresores al de los países oprimidos que luchan por
romper la dependencia. Asimismo olvida la raigambre profundamente popular que
el peronismo tuvo, e incluso tiene hoy día, constituyendo una clara expresión
de un nacionalismo popular. Mal que le pese al Centro Wiesenthal y a su coro,
no todo nacionalismo es nazismo, y en nuestro países semi-coloniales, cuando
encarna en el pueblo resulta el antídoto contra la opresión y saqueo
imperialista.
Llama la atención el nivel de injerencia en
decisiones que corresponden única y exclusivamente al estado nacional. Bastaría
preguntarse ¿quién emitió su voto por este Centro Wiesenthal en las últimas
elecciones para que pretenda atribuirse el poder de veto a una posible política
soberana? ¿Con qué derecho un centro privado lanza tamañas acusaciones sin fundamento contra un funcionario de un
gobierno democrático como Carrillo, que además hizo tanto por mejorar el
acceso a la salud de toda la población, sin distinción de credo, sector social
o poder adquisitivo? O bien, ¿con qué nivel de cinismo el Embajador de la potencia que ocupa cerca de un tercio de
nuestro territorio desde 1833 pretende avasallar nuestra soberanía? Mejor
sería que este último se preocupe por denunciar los crímenes de lesa humanidad
que carga el “viejo imperio” (incluyendo los perpetrados en la guerra
anti-colonialista de Malvinas). O también de reclamar por la devolución del
territorio usurpado colonialmente a nuestro país, que también debiera
interpelar al progresismo que gusta reunirse y fotografiarse con el
representante de Su Majestad.
El coro también incluye a varios exponentes de la
prensa argentina, que como decía Ramos, a veces sorprende que se siga
escribiendo en castellano. Entre éstas, aparece una de las expresiones más
claras del pensamiento oligárquico argentino, referimos al diario fundado por Mitre. Hace años, en el 2007, publicó un
artículo en que realizaba los mismos agravios sobre la figura de Carrillo.
Sería necesario que La Nación en lugar de reproducir infamias se ocupara de
desentrañar y denunciar que su diario fue fundado sobre el genocidio del pueblo
paraguayo en la guerra de la Triple Infamia (al que hay siempre que sumarle el
papel británico, que resulta el principal armador y financista de la misma),
que según el historiador Chiavenato asesinó más del 99 por ciento de la
población masculina mayor de 20 años. O bien podría develar la investigación
sobre la obtención de papel prensa durante el genocidio sobre el pueblo
trabajador argentino de la última dictadura cívico-militar. En ese artículo
indicaba que “las crónicas oficiales
ocultan las inclinaciones pseudocientíficas del médico quien levantaba
hospitales para depurar la raza (sic!)”. Curioso método.
La
Nación se basa en los artículos de una fiel discípula de Romero, historiadora
de la UBA, quien escribe algunos artículos al respecto. Uno
de ellos “Las huellas eugénicas en la política sanitaria argentina”, y otro en
la compilación de Rein y Panella sobre la “segunda línea” en los primeros
gobiernos peronistas. Quienes escriben escucharon esta idea hace años en la
Facultad de Sociales (UBA), en una disparatada cátedra optativa de la misma
(allí también la base era Ramacciotti).
Floreal Ferrara,
sanitarista discípulo de las ideas de Carrillo (y Ministro de Salud en las
gobernaciones bonaerenses de Bidegain y Cafiero), se ocupó de la misma
considerando que estaba “inclinada por
una estrategia ideológica nítidamente “antiperonista”, del tono que el sentido
popular califica como gorila”. Ésta llega a afirmar en base a rumores que
Carrillo se había sacado una foto con Hitler, cuestión desmentida hasta por el
mismo Carrillo en su momento. La historiadora también toma como fuente el
Diario de los Gainza Paz (antes de ser expropiado por el peronismo, claro), sin
dar cuenta que la misma está cargada de una fuerte subjetividad anti-peronista.
El Laboratorio transnacional Roche, incluso tomó los
infundios sobre la figura de Carrillo y su política sanitaria en su revista.
Quizás no resultan casuales estas infamias en el
marco de la crisis profundizada por el COVID-19,
y el desarrollo de un test rápido realizado por científicos argentinos. El colonialismo siempre procura minar
la autoestima nacional, a la vez que dejarnos sin historia y por tanto sin
identidad donde se asienta el ser nacional. Destruir el “alma nacional” al fin
y al cabo es uno de sus objetivos.
Otro
personaje que apareció, en cuyas “investigaciones” en parte se basan estas
acusaciones, es Uki Goñi (también
base del absurdo fílmico: “Oro nazi en la Argentina” -probablemente basamento
de la acusación del centro Wiesenthal-), de quien ya se ocupó el querido y
recordado Claudio Díaz en su fantástico “Manual del Antiperonista ilustrado”,
donde sinterizó que este “investigador” no ha “titubeado a la hora de escribir las más cómicas y disparatadas
historietas sobre el peronazismo argentino”.
Raanan Rein, Vice-Rector de la Universidad
de Tel Aviv y autor de “Los muchachos peronistas judíos” donde desarticula varias zonceras al
respecto, argumenta en una reciente nota que: “¿De dónde surgió esta acusación contra Carrillo como admirador del
Führer? Ante todo, por la misma lógica que hace que si Perón estaba en Italia
en tiempos de Mussolini, entonces necesariamente se convirtió en fascista.
Entonces, si Carrillo visitó Alemania en los años treinta ¿no significaría
necesariamente que se convirtió en nazi? La respuesta simple es no, tanto en lo
que concierne a Perón como en lo referente a Carrillo.”.
Mientras
terminamos de escribir este artículo observamos la noticia que el nieto de Carrillo también acercó un cofre con una
placa que en el ‘54 le había regalado el entonces Ministro de Salud de Israel,
también escritos de la conocida relación con el neurocirujano Salomón
Chichilnisky.
La acusación de nazi-fascista también aparece en la
época, fuertemente en el ámbito universitario. Su biógrafo lo ubica claramente
en el sector neutralista de la guerra, en línea que supo sostener el forjismo,
en virtud de la consideración de la Segunda Guerra Mundial como una guerra
entre las potencias que nada tenía que ver con los intereses nacionales, que el
único rol que cumplirían sería el de ser “carne de cañón” de los apetitos
imperialistas. No era gratuito declararse neutralista en el ámbito
universitario, de ahí los agravios, recordemos incluso que en el breve periodo que FORJA llega a la conducción
de la FUA con Capelli a la cabeza emite una declaración neutralista que será
“quirúrgicamente” extirpada de la historia de la Federación. Incluso este
posicionamiento llega a complicar su concurso para la cátedra de neurocirugía.
Vale resaltar que también a Carrillo al tener una
construcción estandarizada de los hospitales por un conjunto de cuestiones,
fundamentalmente prácticas, se lo acusó también de estar ligado al
nazi-fascismo. ¡Insólito!
Carrillo más bien forma parte del nacionalismo
popular, está ligado al cristianismo. Incluso en el proto-peronismo participa y
colabora con Perón en los fundamentos doctrinarios del peronismo con basamento
en la Doctrina Social de la Iglesia
Católica. También bajo la matriz hispano-criolla. Al fin y al cabo, en una
matriz de pensamiento nacional.
El
mismo Carrillo es absolutamente claro en su consideración que “en la Argentina como en el resto del mundo
luchan dos grandes fuerzas: las de la desintegración por el egoísmo y las de
recomposición por la solidaridad. Si triunfasen las primeras, el resultado
sería el caos. En cambio, del predominio de las segundas puede surgir una nueva
sociedad afianzada sobre los principios orgánicos que se encuentran en cada una
de las corrientes de opinión que se han disputado el mayor ascendiente en los
distintos pueblos, es decir: a) sobre la capitalista; b) sobre la base
comunista; c) sobre la base nazi-fascista, d) sobre una base democrática nombre
con el que se podrían encubrir cualquier de las formas de opinión ya citadas, e)
sobre una base peronista de auténtica democracia popular, que no es fascista, ni comunista ni capitalista, sino simplemente
republicana, democrática y humana, tal cual la ha proclamado esta nueva
doctrina, que es ya una concepción política, jurídica, económica y social,
fundada en el fecundo equilibrio de los distintos grupos sociales de la
nación”.
Carrillo, ya había avizorado (sobre todo por la
persecución que sufre los últimos meses de su vida), la difamación de la que
podía ser parte, por eso (preocupado), poco antes de morir en el exilio y la
miseria, le escribe a un amigo: “esa obra
debe ser reconocida y yo no puedo pasar a la historia como malversador y ladrón
de naftas; a mí, poco a poco se me han cerrado todas las puertas y no pasa un
día en que no reciba un golpe… He aceptado todo con la resignación que me es
característica… Te pido que, llegado el caso, te hagas cargo de mi defensa y mi
reivindicación moral, si yo no pudiera hacerlo por mi mismo”.
Lo
increíble de esta historia es que no existe ninguna prueba fehaciente de tamaña
acusación. Pareciera que todavía hay algunos que no toleran que
un morocho de Santiago del Estero haya realizado una de las políticas
sanitarias más profundas a nivel global.
Cabe que cualquiera de nosotros se pregunte: ¿Cuántas
vidas de nuestros compatriotas ha salvado Carrillo con su política sanitaria?,
y no solo en el pasado, pues ¿cuántas vidas se salvan hoy en políticas,
hospitales, etc. realizados por él hace años? Basta mirar la zona sur del
Conurbano por ejemplo y observar que los policlínicos de Lanús, Avellaneda, y
Ezeiza (entre otros), fueron realizados por Carrillo. A más de 60 años éstos
son los que siguen constituyendo los pilares donde se asienta la política
sanitaria de la región. Cabe imaginar ¿cuál sería hoy la situación sin esas
unidades sanitarias?
- La contundencia de los hechos. La revolución sanitaria del “negro” Carrillo
Ramón Carrillo (1906-1956). Nació en Santiago del Estero, al igual que Homero Manzi, con quien
traba una relación de amistad, se forma primero en el Colegio Nacional de
dicha provincia, y luego en la Facultad de Ciencias Médicas de la UBA en 1924,
recibiéndose con medalla de oro, cinco años más tarde. Ricardo Lopa considera
que combina la profesión médica con una “formación
humanista, cultural y política”.
Anteriormente a su graduación había escrito con tan
solo 15 años, un trabajo bajo el título: “Juan Felipe Ibarra, si vida y su
tiempo”. Allí reivindica al caudillo. Escribe también “Glosa de los
servidores humildes” donde pide por una
ley de amparo a la vejez.
Hay temas que atraviesan su pensamiento desde joven:
el empobrecimiento de las provincias (como marcaba en su historicidad su amigo
Manzi), el desempleo en nuestro país, las diferentes problemáticas sociales y
en torno a la salud de la población, los caudillos difamados por la
historiografía liberal-oficial, entre otros. Observamos un núcleo en la reivindicaciones
de las masas populares de las provincias olvidadas a lo largo de muchos años
como bien lo manifiesta el informe que realiza otro médico: Bialet Massé a
principios del siglo XX, o como bien lo relatan películas como “Las aguas bajan
turbias”. Traba relación con Don
Atahualpa Yupanqui que también cristaliza en su poesía y música el sentir de la
Patria Profunda.
Contando 33
años se hace cargo del Servicio de Neurología y Neurocirugía del Hospital
Militar Central, y tres años más tarde gana el concurso de la Cátedra de
Neurocirugía en la UBA. En 1944 conoce a Perón. Uno de los biógrafos de éste
último, asevera que era una de las personas que más respetaba Perón. Tienen una
estrecha relación y Perón le ofrece la posibilidad de colaborar con la política
de planificación y organización del gobierno nacido en la Revolución juniana.
Vale destacar que cuando el “subsuelo de la Patria
se subleva” el 17 de octubre, tiene una importante actuación, visitando a Perón
en el Hospital Militar y actuando como “correo” con cartas a Filomeno Velazco y
a Eva Perón. También tiene vínculos con Arturo
Jauretche y Scalabrini Ortíz (recordemos también acusado de nazi y de ser
financiado por la Embajada alemana en la época que edita Reconquista que
sostenía fervientemente el neutralismo). A poco de ganar Perón las elecciones
en 1946 se crea la Secretaría de Salud Pública de la Nación, que reemplaza al
Departamento Nacional de Higiene. Poco tiempo después lo transforma en
Ministerio. Carrillo se hace cargo desde la época de la Secretaría. Alzugaray,
fiel seguidor como médico de las ideas de Carrillo (y autor de una maravillosa
biografía del mismo), considera que su ingreso al peronismo es “la elección “natural” de un nacionalista
revolucionario”.
Cuando Carrillo asume al frente de lo que fue en
principio la Secretaria de Salud Pública, el estado del acceso a la salud de los argentinos era paupérrimo.
Azotada por varias enfermedades endémicas a lo largo y ancho del país como el paludismo, tuberculosis, fiebre
amarilla, enfermedad de chagas, viruela, etc., y con un sistema de salud
pública desprovisto de insumos técnicos y desintegrado, la tarea que debe
asumir Carrillo es titánica. La tuberculosis castiga
duro a los argentinos, sobre todo en las poblaciones indígenas, en los peones
rurales y en los trabajadores marginados. El paludismo y la fiebre amarilla
aparecen fuertes sobre todo en regiones más postergadas como el
Noroeste-Argentino, sectores del Litoral (Corrientes y Misiones), y otras
provincias como Formosa y Chaco. El
Chagas, además de tener presencia en esas provincias, también aparece en
otras patagónicas. Las personas con enfermedades mentales se encontraban
hacinadas en hospicios, abandonadas a su suerte. El cuidado de niños y ancianos dependían de instituciones
de caridad.
Vale
destacar que la mortalidad infantil llegaba a niveles de los países europeos en
medio de la guerra. Esa mortalidad que ronda el 90 por mil en 1940, hacia 1955
había bajado drásticamente a 56 por mil. Hacen estragos también, antes de
Carrillo, la anemia y la desnutrición. Se evidencia una falta de camas y
hospitales, desigual distribución del sistema de salud, bajos salarios para el
personal de la salud, nula presencia de sistemas administrativos, inexistencia
de los seguros sociales, entre otros aspectos. Vale también recordar que durante
la década infame más del 90 por ciento de los aspirantes a integrar el ejército
son rechazados por no ser considerados “aptos” por deficiencias en su salud
(como enfermedades), o bien por mal nutrición.
La
planificación es una idea central que desarrolla Carrillo para poder ejecutar
su política de salud de manera eficaz y uniforme en todo el territorio nacional.
De este modo, por un lado centralizó la política normativa de los
establecimientos de todas las esferas estatales, las municipales, provinciales
y nacionales, y por otro descentralizó la ejecución de las tareas técnicas y
organizativas dividas en regiones y áreas creando organismos de ejecución que
paulatinamente fueron sumando acciones dispuestas desde la conducción central. La
idea era que las políticas sanitarias llegaran hasta los espacios más alejados de los centros urbanos sin
obstáculos burocráticos que demoraran o impidieran el acceso a la salud.
Su
obra Teoría del Hospital es la faceta
sanitaria de la doctrina peronista. Como
indica el médico Alzugaray, no es (en la mejor tradición del peronismo), una
receta de organización de hospitales, sino más bien constituye un compendio
doctrinario de ubicación filosófica en relación a la comunidad. Contiene así un
conjunto de principios en vinculación a diferentes aspectos de la política
sanitaria. Lopa sostiene: “sus ideas y
principios acerca de la salud pública se insertaban en la doctrina social y
humanista del justicialismo, de inspiración cristiana”.
Así, no intenta establecer recetas ni verdades
dogmáticas para la construcción y la administración hospitalaria, sino que
instaura principios centrales a modo de vectores que sirvan para crear una
mentalidad en salud que mejore el acceso
y torne socialmente justa la política sanitaria. La organización de tales
principios no vienen dados por la teoría abstracta de la literatura académica
profesional sino de los problemas concretos que se presentan en el suelo
argentino. Para ello Carrillo elaboró un diagnóstico de situación agrupado en
el “Plan Analítico de la Salud Pública” presentado en 1947. Resulta evidente,
como sostiene Flores, que “la medicina no
es solo un oficio, es una ciencia social, una ciencia política y una ciencia
económica, y, finalmente, es también una forma de la cultura y la expresión más
concreta del grado de adelanto de una nación.”. (Flores; 2007:4)
La
creación de Hogares de Ancianos y Hogares Escuelas marcó la responsabilidad
pública estatal frente a la vejez y la niñez vulnerada. Dejan
de ser espacios caritativos para implementarse como política socio sanitaria
del Estado. Por otro lado, los hospitales generales y las ciudades hospitales
debían tener un pabellón psiquiátrico para sacar a los pacientes de los
hospicios y darles un tratamiento digno a la vez que intentó el tratamiento
domiciliario para lograr la inserción social y evitar la internación crónica.
La arquitectura
sanitaria que Carrillo desarrolló tenía como misión la funcionalidad de
acuerdo a las necesidades del sector, además de acortar los plazos en su construcción a menor costo.
Carrillo mejora las condiciones laborales y salariales de los trabajadores de
la salud. Demuestra no solo ser un gran científico y médico, sino también
administrador de las tareas más diversas, y profundo organizador-creador de un
sistema sanitario.
Organiza
el Plan Analítico de Salud Pública que queda plasmado en un libro de unas 4 mil
páginas. Una de las preocupaciones centrales es erradicar
las enfermedades endémicas como la tuberculosis, la fiebre amarilla, el
paludismo, y el Chagas, a las que denominó “Grandes Luchas Sanitarias”. El caso
del paludismo resulta emblemático. Jauretche cuenta en una de sus dos últimas conferencias en Bahía Blanca, cómo entre el
Dr. Alvarado y Carrillo (con el apoyo de Perón), a partir de la
investigación sobre la realidad nacional, cambiaron la metodología que se
utilizaba en virtud de ser la propuesta como un “paquete” por los países
centrales y sus organizaciones, y de esta forma lograron erradicarlo como una
enfermedad endémica, pues se pasa de unos 122 mil casos por año en 1946 a tan
solo 240 hacia 1955.
Asimismo desarrolla campañas masivas contra la fiebre amarilla en la frontera con Bolivia,
contra enfermedades venéreas, o bien contra la tuberculosis, la viruela, la rabia,
etc. También lleva adelante un enorme plan de construcción de hospitales y
centros asistenciales para la salud, donde se destaca la idea de la
ciudad-hospital. Además promueve la participación en congresos y jornadas tanto
nacionales como internacionales.
La Fundación Eva Perón incluso toma de la Teoría del
Hospital los principios y lineamientos para la construcción de los hogares de
ancianos y niños. También se crean
hospitales para enfermos crónicos y colonias. López Marsano en un excelente
trabajo argumenta que “en los centros
hospitalarios, en este caso, se introduce un nuevo concepto: el que el servicio
social del hospital debe entrar en la población, acercarse a la población, pero
además esa acción debe tratar de actuar sobre el ambiente físico de la
comunidad, debe preocuparse del agua potable, de la contaminación de las napas,
etcétera. Es decir, sacar a los hospitales de los muros”.
En Teoría del
Hospital, Carrillo deja planteado un conjunto de ideas de las cuales
tomamos aquí unas pocas. Considera el abordaje integral de la enfermedad,
entendiendo que “los médicos, si solo
vemos la enfermedad, si solo indagamos el órgano enfermo, corremos el riesgo de
pasar por alto ese mundo, ese pequeño mundo que envuelve al individuo como algo
imponderable, como una delicada red tejida de ensueños y esperanzas. Mientras
los médicos sigamos viendo enfermedades y olvidemos al enfermo como unidad
psicológica y social, seremos simples zapateros remendones de la personalidad
humana”. Al mismo tiempo afirma que “la
salud no es, en sí misma y por sí misma, el bienestar, pero sí es una condición
ineludible del bienestar”.
La política sanitaria la enmarca en una acción
profunda del estado que va más allá de la cuestión médica en sí, por eso
sostiene que “el estado no puede quedar
indiferente ante el proceso económico, porque entonces no habrá posibilidad de
justicia social, y tampoco puede quedar indiferente ante los problemas de la
salud de un pueblo, porque un pueblo de enfermos no es ni puede ser un pueblo digno”.
Profundizando la idea a partir de considerar que “la medicina moderna tiende cada vez más a ocuparse de la salud y de
los sanos, y su objetivo fundamental no es ya la enfermedad y los enfermos,
sino evitar estar enfermo o por lo menos evitar que el “estar enfermo” sea un
hecho más frecuente que el “estar sano”, y orienta su acción, no hacia los
factores directos de la enfermedad (…) sino hacia los factores indirectos, la
miseria y la ignorancia, en el entendimiento de que los componentes sociales: la
mala vivienda, la mala alimentación y los salarios bajos, tienen tanta o más
trascendencia en el estado sanitario de un pueblo que la constelación más
virulenta de agentes biológicos”. Sintéticamente afirma que resulta “evidente que actualmente no puede haber
medicina sin medina social, y no puede haber medicina social sin una política
de Estado”. En términos similares se expresa Perón ya que sostiene que “no puede haber política sanitaria sin
política social”.
En la revolución
sanitaria de Carrillo observamos, entre otros aspectos, la construcción de 230
establecimientos sanitarios de internación, 50 institutos de salud
especializados, más de 40 escuelas, laboratorios e instituciones, varios
hogares-escuela, más de 140 hospitales, 3000 dispensarios (salas de
atención primaria de la salud), decenas centros de higiene materno-infantil, el
incremento de las camas que pasa en 1946 de 66.300 camas, a 134.000 en 1954,
dos fábricas de alta tecnología sanitaria, la primera fábrica nacional de
medicamentos (EMESTA). Con respecto a este último Rodolfo Alzugaray, que se
formó en la Escuela fundada por Carrillo, afirma en base a la creación de
EMESTA que se conforma “para impedir
ciertos abusos de los precios y algunas irregularidades en que siempre incurren
quienes tienen poder económico”. EMESTA tiene como función abastecer a los
establecimientos púbicos de medicamentos a muy bajo costo. Se demuestra
asimismo su importancia en tanto con su política “defendía la soberanía y oponía al poder de las multinacionales, el
poder del Estado, provocando el escándalo de los sectores liberales
(convertidos en voceros del capitalismo internacional que abogaban por la libre
empresa”.
Carrillo, que desde 1951 padece una grave enfermedad que avanza progresivamente, termina
exiliándose en Estados Unidos y luego en Brasil. Su situación económica
sumamente complicada, los golpistas del 55 con su revancha clasista sobre los
trabajadores y sobre todo lo que tuviera que ver con el peronismo, le caen con
una de las tristemente famosas “comisiones investigadoras”, se lo acusa del
comercio ilegal de naftas (¿?). Sus hermanas asumen su defensa. Sus pocos
bienes (como los de su esposa), le son confiscados. Finamente fallece en Brasil
el 20 de diciembre de 1956. La revancha sigue, como en este caso, después de su
muerte, tan así que van a tener que pasar más de 15 años para que se autorice
la repatriación de sus restos.
Floreal
Ferrara, discípulo de Ramón Carrillo, considera que “luchó sin descanso para colaborar en la entronización de la justicia
social y salud para todos,
sin excepciones”, argumentando la revolución sanitaria emprendida por
el peronismo en el brazo del Ministro de Salud tiene el necesario y central “empuje y potencia que le otorga el
movimiento peronista, (y que) será
parte sustancial de la nacionalización del país, que en el caso de la
nacionalización de la salud será sostenida por el esfuerzo de formación de los
Recursos Humanos que no rememoraba, ni reconoce hoy, antecedentes similares en
el país”. Perón, por su parte, sintetizó la gestión de Carrillo afirmando: “podrán morir argentinos por miseria
fisiológica, pero ya no mueren más por miserias sociales”.
Bibliografía
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Rosales, Jorge. Debut político
de Bullrich en los EE. UU. 14-5-2002. La Nación.
[1]
Entendemos que toman el
nombre de Simón Wiesenthal, quien escribió en 1989 un libro “Justice, Not
Vengeance”, donde acusa a Perón de nazi considerando que “los nazis gozaron en gran medida de poder e influencia (en la
Argentina de Perón)”. (Cit. en Rein, 2015: 95)