Por Dionela Guidi y Juan Godoy
1 de mayo de 2020
Este 1° de mayo
nos encuentra inmersos en una crisis mundial generada/profundizada por la
pandemia de coronavirus, que pone en discusión algunas cuestiones fundamentales
y también algunas zonceras en torno a la importancia del trabajo y los
trabajadores en la actualidad. Al mismo tiempo pone de relevancia cuáles son
las problemáticas centrales de nuestro país, y cuáles son las secundarias, de
modo que la agenda política del progresismo liberal ha sido dejada mayormente
de lado.
Los pronósticos en torno a la economía tanto
mundial como nacional no son para nada alentadores, sostienen una caída
profunda de la misma, baja del PBI, cierre de fábricas, aumento del desempleo,
incremento de la desigualdad, una mayor pobreza, etc. Esta situación tiende a
agravarse en las periferias geográficas y existenciales. Desde ya, esta
situación no es teleológica sino que depende del curso de la acción. Lo
evidente es que la situación va a ser compleja.
Nos interesa
destacar en el plano nacional que los trabajadores organizados como en tantos
otros momentos de la historia, no dudaron en ponerse “la Patria al hombro”. Mientras algunos sectores especulan cómo sacar
ventaja de la tragedia, los trabajadores ponen el cuerpo por el interés
colectivo. Tempranamente pusieron a disposición sus estructuras tanto
hoteleras como de salud para asistir a los infectados Asimismo también se
encuentran desarrollando actividades
sociales para asistir a comedores comunitarios o recolectar fondos para
sostener centro de asistencia social y/o de salud. Al mismo tiempo, los
trabajadores y trabajadoras esenciales
siguen sosteniendo la producción y garantizan las actividades básicas, aún a
riesgo de exponer sus propias vidas y las de sus familias. En contraposición al
discursoe que despotrica contra los trabajadores, contra el uso de sus
herramientas gremiales, los tilda de “vagos”, “irresponsables”, poner “palos en
la rueda”, etc. Se observa entonces que son todas falacias, y que claramente,
una vez más, los trabajadores son parte de la solución, no del problema.
Ante la zoncera
sostenida desde el ala derecha e izquierda del orden semi-colonial (que se
contraponen a “los nacionales”), de la
pérdida de importancia del trabajo frente al desarrollo tecnológico y a la
“independencia” o “despegue” de la economía de hegemonía financiera sobre la
producción basada en el trabajo, consideramos que, por el contrario, el trabajo
goza de absoluta vigencia en las sociedades actuales. Esto último es una de las
cuestiones que queda en evidencia en la crisis desatada/profundizada por la
pandemia, pues ¿si los trabajadores no son los que producen la riqueza, por qué
las economías caen estrepitosamente?
Las visiones que
consideran caduco al trabajo, intencionadamente o no, naturalizan y/o promueven
el triunfo de la lógica del capital frente a las necesidades nacionales y
sociales. Lejos estamos de la pérdida de vigencia del trabajo, no obstante si
es importante destacar el avance de la informalidad y la precarización de los
trabajadores. En esa suerte de sociedad
distópica que vislumbran, en dónde el “mercado” prescinde de los trabajadores
para continuar su ciclo hay un alto componente de negación de las disputas
históricas y del rol y la marcha de los pueblos para imponer el rumbo.
Ante
el discurso que pone el individuo y su interés por encima del interés
colectivo, resulta evidente hoy que “la
tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas
y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas,
nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado
dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a
nuestra comunidad (…) Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos
estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de
querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa (bendita) pertenencia
común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos (comprendiendo
que) nadie se salva solo”. (Francisco) Así, la comunidad es nuestro
norte, entendiendo que ésta “sólo puede
realizarse en la medida que se realice cada uno de los ciudadanos que la
integran”. (Juan Perón)
Los trabajadores
organizados unidos fraternalmente en torno a la búsqueda de resolución de las
problemáticas nacionales conjuntamente con otras organizaciones libres del
pueblo e instituciones nodales de la Patria, pone en primer lugar la vigencia
de la noción de comunidad organizada y la necesidad de volver a la misma, de
partir de ella para pensar un proyecto nacional. Ya que, como dijo el líder de
los trabajadores argentinos, Juan Perón: “sobre
la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la
unidad de todos los argentinos”.