Manolo Ares, julio 2017
El vocablo independencia corresponde a la categoría
gramatical de: nombre. Es decir, un sustantivo y abstracto, por cuanto para
concretarse debe ir asociado por una partícula introductoria a algo o a
alguien. Por ejemplo: Independencia de los poderes públicos. De modo que
podemos decir que independencia es el nombre de un estado o cualidad de algo o
de alguien. Si usted buscara la definición podría encontrarse al menos con tres
situaciones posibles de estado o cualidad. Independencia :
a) de aquel o aquello que no depende de otra persona o
cosa;
b) libertad, y especialmente la de una nación que no es
tributaria ni depende de otra;
c) antónimo (contrario) de dependencia o falta de
dependencia.
Es de hacer notar que la decisión de declararnos
independientes fue tomada en uno de los peores momentos del transcurrir
emancipatorio sudamericano. Chile estaba en manos realistas y Bolívar había
sido derrotado; Pezuela amenazaba a Jujuy y a Salta, siendo detenido sólo por
Güemes. La Banda Oriental estaba en manos portuguesas y Fernando VII, que había
recuperado el trono, amenazaba con expedicionar sobre los reinos indianos. Más
allá de que San Martín presionaba desde Mendoza, aquellos 33 hombres se jugaron
el resto en la patriada: “…comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y
sostén de esta su voluntad (la de los pueblos representados), bajo el seguro y
garantía de sus vidas, haberes y fama”. Con respecto a este párrafo del Acta,
sería muy saludable para el país que, tanto los legisladores en funciones como
aquellos que aspiran a serlo en el futuro mediato, le dieran una repasada.
Porque hoy día, cualquier poligrillo que consigue llegar a una banca jura por
lo que le pongan delante, y mañana, abjura, sin que a nadie rinda cuentas.
Porque Dios, la Patria y el Pueblo, son también abstracciones cuando no se cree
en ellos. Pero aquellos diputados sí que realmente se jugaban la vida, haberes
y fama; y zafaron porque las tropas que envió Fernandito fueron al norte de
Sudamérica.
Sin embargo de la osadía y el coraje que mostraron
aquellos hombres al declararnos independientes de España y de toda otra
potencia cometieron un terrible error: se olvidaron de los filisteos
capitalistas (en la peor acepción adjetiva). Los innombrados e innombrables,
los anónimos inventores de los grupos off shore, de los paraísos fiscales, de
los dólares golondrina y de las fugas de divisas. De los que medran con la vida
y la muerte de millones de seres humanos. En fin, todos subterfugios para no
designarlos como lo que son: Mafiosos, que trafican con dinero mal habido y,
quién sabe, con drogas y armas.
Claro que por aquel entonces existían capitalistas
usureros, pero no en el formato actual. Tenían nombre y apellido como los
Hermanos Baring, y también, patria de origen. Hoy no, hoy son un fantasma casi
inasible, no existe Ley que los alcance.
En virtud de lo que vivimos a diario, resulta evidente
que no encuadramos en ninguno de los tres posibles estados planteados al
comienzo. En la actualidad dependemos no ya de una potencia extranjera, que sería
lo mejor porque el enemigo sería entonces tangible, sino de capitales
financieros que son anónimos y, como tales, apátridas. Porque no tienen origen
cierto pero sí finalidad: manejar el poder mundial. Vivimos, los argentinos,
una especie de adviento herético en el que se espera que otros vengan a
salvarnos: las inversiones externas, y, en ese momento, será llegada la navidad
(herética también) en la que se reproducirán las fuentes de trabajo para que,
por fin, un 6 de enero de no se sabe qué año, los reyes derramarán riqueza.
Mientras, los sectores sociales medios, medio bajos y bajos, tenemos que
olvidarnos de mejorar en nada nuestras vidas, sino más bien empeorarlas. Tal
como sentenció el gurú González Fraga.
Por ello para este 9 de Julio tengo algunas preguntas, a
saber: ¿Por qué tenemos que depender del capital extraño si existen más de 200
mil millones de dólares argentinos en paraísos fiscales? ¿Por qué, si todos los
días se están fugando al extranjero miles de dólares producidos aquí? Ya no son
migas las que se llevan, son panes enteros que les están faltando a buena parte
de la población. Pero tengo un principio de respuesta: Es mentira que el
nuestro sea un país solidario. No es cierto que conformemos una común-unidad
solidaria. En Argentina existen personas solidarias así como existen en Turquía
o en la Conchinchina, pero no una sociedad solidaria. Aquí, cada quien se rasca
pa´dentro como el peludo, especialmente los ricos y poderosos, y los demás
seguimos el ejemplo. Porque el buen ejemplo debería devenir desde el más grande
al más pequeño. Cuanto más poderoso se es, más responsabilidades sociales se
tienen. Pero aquí los poderosos como Rocca, un día, por un quítame esas pajas
de allí, se enojan, levantan la empresa, dejan más de un millar de trabajadores
en la calle y se van a darle trabajo a otras personas en otro país. Es decir,
los poderosos en Argentina ejercen el poder para extorsionar y dañar, y no para
solucionar nada. La soberbia del poder o el poder de la soberbia, que
representan el egoísmo extremo. Sin pensar, porque no es parte de su formación,
que una empresa por más privada que sea, en el fondo, no es sino un bien
social. ¡Ah!¡Creso, Creso! Sin trabajadores de aquí o de allá, serías nadie.
Si el nuestro fuera un país solidario cada habitante
tendría aseguradas sus cuatro comidas diarias. Pero no, aunque producimos
alimentos para 4 ó 5 veces nuestra población total. Mientras desaparecen
tambos, miles de niños y adolescentes no toman leche. Los productores lecheros
se están pasando masivamente a la renta sojera. Mucho más simple y segura. Y ni
hablar de la timba financiera. Aquello del Preámbulo: “con el objeto de
constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior,
proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los
beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos
los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino…” , pasó a ser
una broma de mal gusto. Porque lo único que hoy podemos asegurarles a nietos y
choznos, es que vivirán pagando deuda externa. Tal como nos ocurriera a
nosotros, los más viejos. En fin, estimado lector –si es que existes-, si
fuéramos realmente solidarios seríamos también independientes. Por eso el
título: 9 de Julio y después…¿qué? Atención, que alguna vez un argentino
escribió: “El mapa de una tierra es el mapa de sus muertos”.