Gabriel Fernández, julio 2017
Sindical Federal / Área Periodística Radio Gráfica.
Así como desde hace años pensamos que los ataques contra
Juan Domingo Perón y Getulio Vargas tuvieron como epicentro su determinación de
avanzar hacia una unidad argentino brasileña con proyección sudamericana,
estimamos que la ofensiva presente sobre Luis Inàcio Lula da Silva y Cristina
Fernández de Kirchner se asientan en la necesidad de desmontar un rumbo
equivalente, con proyección subcontinental.
Por eso el ataque
a Lula conocido en la víspera debe ser comprendido como una agresión al
potencial de la nación argentina. En la etapa de los continentalismos,
elaborada en derredor de las potencias emergentes, cuando para alcanzar un
accionar autónomo y voz plena es preciso alzar productos brutos portentosos, el
destino de ambos países –y a su través del resto de Suramérica- se juega de
conjunto.
Esto es así porque ni siquiera el desarrollo de cada
potencia sureña por separado alcanza. La eventual reposición de un gobierno
nacional popular en la Argentina sin su correlato en el gigante vecino
brindaría un alivio relativo a nuestra gente pero de carácter circunstancial
ante la imposibilidad de coaligar ambos mercados internos, fusionarlos y
lanzarlos como motor del conjunto de las naciones en la región.
De hecho, la interrupción parcial en el despliegue del
eje Buenos Aires – Brasilia hacia Caracas, el freno en el andar del Mercosur y
las dificultades de articulación en el Unasur, resultaron fases importantes
para el deterioro de las dos gestiones industrialistas. Toda la discusión en
torno del stop and go, los insumos, los eslabones faltantes en las cadenas
productivas, se asienta en esta realidad que damnificó las perspectivas de
continuidad –es decir de expansión- de nuestras economías.
Sin culpar, con el sentido de analizar a fondo, es
preciso indicar que así como en el primer lustro de los años 50 la iniciativa
del ABC –Argentina, Brasil, Chile- quedó trunca porque el varguismo entregó la
mitad de su gabinete al liberalismo antinacional para intentar contener el
embate de esas fuerzas, en los años recientes volvió a ocurrir una situación
similar cuando la ex presidenta Dilma Rousseff entregó el área económica a la
misma franja paulista, hoy relanzada en protagonismo por su imbricación con el
capital financiero.
Esto no significa
que la Argentina y otros jugadores de la región no hayan cometido errores; pero
como Brasil es la potencia más significativa de la región, una ralentización
del proceso de unidad desde su interior hacia el flanco externo resulta
determinante para el desbarranque de la
experiencia. Objetivamente los protagonistas directos del intento de
elaboración del Banco del Sur, consultados por este periodista, explicaron que
los representantes lusitanos fueron los más esquivos a la hora de concretar esa
herramienta clave.
Lula –constructor de la Central Unica de Trabajadores y
del Partido de los Trabajadores- resultó ser el presidente más importante de la
historia del Brasil. Puso de pie a ese país, sacó a 40 millones de seres
humanos de la pobreza (los incorporó al mercado local) y dinamizó el
acercamiento con la Argentina y la construcción del Unasur. El ataque jurídico
con impulso empresarial y amparo mediático que está recibiendo, se debe a su
priorización de la producción por sobre la renta parasitaria, y la proyección
de esa política hacia todo el espacio geoeconómico del Sur en una eventual
nueva presidencia.
Así como el yerro
de Dilma no alcanza para caracterizarla con sencillez como contraste de su
mentor, aquél traspié de Vargas no debería opacar la valentía con la cual
encaró la batalla por la amalgama de los dos grandes. Perón explicó con nitidez
lo acaecido por entonces, y vale reconsiderarlo para mirar con luz el presente:
“Vargas me dijo que era difícil que pudiéramos hacerlo tan pronto, porque él
tenía una situación política un poco complicada en las Cámaras y que antes de
dominarlas quería hacer una conciliación. Es difícil eso en política; primero
hay que dominar y después la conciliación viene sola. Son puntos de vista; son
distintas maneras de pensar”.
Hasta el período actual la búsqueda de la unidad
latinoamericana se desplegó con banderas justas pero endebles. La declamación
de la hermandad rara vez trascendió con energía y ante los desafíos
internacionales de fuste nuestros países se vieron enfrascados en reyertas
pequeñas acompañadas de acuerdos bilaterales con un centro norteño que
establecía el vínculo desigual como norma. El ABC fue el primer intento serio,
sin desarrollo. En los años recientes la tríada mencionada, más el concurso de
Bolivia y Ecuador entre otros, resultó una aproximación significativa.
Winston Churchill en la primera instancia y Condolezza
Rice en la segunda, comprendieron estratégicamente el desafío del Norte: “el
problema es el peronismo”. Porque a diferencia de otros intentos, el movimiento
nacional popular argentino impulsó en sus dos administraciones un crecimiento
interno que debía canalizarse en acuerdos externos con la vecindad,
especialmente con Brasil, hacia la configuración de un espacio continental
económicamente productivo y políticamente confederado.
Como ha señalado Alberto Methol Ferré, tomando a Perón de
guía en su diagnóstico, el Brasil y la Argentina son las fuerzas más potentes
de la región, sus economías son complementarias; la división entre ambas las llevan
a tener estructuras “incompletas”, en tanto su unión las sitúa en un rol rector
destinado a vertebrar al resto de los espacios en pie de relativa igualdad. De
allí que una agresión sobre cualquiera de las dos locomotoras del crecimiento
suramericano resulte una ofensiva de hecho contra toda la región.
Por estas horas visualizamos críticas tenues en derredor
de lo acaecido jurídicamente en el gran vecino. Muchas referencias a la
institucionalidad y la democracia –correctas, sin duda-, pero pocas al
desajuste integral que estos hechos provocan. Los gobiernos brasileño y
argentino, sus poderes judiciales, sus medios y sus empresariados parasitarios,
en vínculo con los poderes transnacionales rentísticos, están intentando
derruír las posibilidades de vida económica genuina en toda la zona. Saben,
entienden, el potencial de una Suramérica unida y necesitan desmembrar ahora
ese futuro.
En beneficio de
los amigos bienintencionados pero que no observan la dimensión del drama, sólo
podemos alegar que ni siquiera nuestro Arturo Jauretche alcanzó a percibir la
cuestión de fondo, para sorpresa y preocupación del mismo Methol Ferré. Empero,
resulta válido indicar que hoy día, con los datos básicos a disposición, ni las
universidades de ambos países ni muchos de sus pensadores más destacados,
comprenden cabalmente el asunto. Siguen
evaluando que la foto de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Lula era apenas una
evidencia de hermandad. Lejos de ello, aunque integrando el sentido, constituía
el amanecer de una potencia mundial significativa. Ahí están golpeando.
La Argentina es
infinitamente más importante de lo que creen millones de argentinos. Junto a
Brasil, es la clave desequilibrante a nivel planetario que necesita la
multilateralidad para establecerse y cambiar definitivamente el modo de
existencia sobre la Tierra.