Daniel Mojica (*)
“Un Estado
totalitario realmente eficaz sería aquel en el cual los jefes políticos
todopoderosos y su ejército de colaboradores pudieran gobernar una población de
esclavos sobre los cuales no fuese necesario ejercer coerción alguna por cuanto
amarían su servidumbre” (Aldous Huxley, “Un mundo feliz”, Prólogo)
Los
argentinos tenemos que reflexionar sobre nuestra realidad nacional más allá de
la coyuntura. Dentro del contexto regional y aún analizando en profundidad la
llamada globalización y sus consecuencias locales.
Tal vez sea
la forma de acabar con lo que algunos analistas llaman “la teoría del péndulo”. Que hace referencia a la rotación entre
gobiernos populares que son derrocados por dictaduras, golpes judiciales que
imponen gobiernos neo liberales, o como en nuestro país, que asumen de manera
democrática luego de una estafa electoral; esto es mintiendo a los electores
anunciando medidas en beneficio de las mayorías y cuando asumen hacen todo lo
contrario. Como ejemplo de estafa al pueblo podemos mencionar la elección de Carlos Saúl Menem (1989), quien
prometió “salariazo y revolución productiva” y el actual gobierno que anunció
que no devaluaría, que cuidaría el empleo, generaría nuevos puestos de trabajo
y buscaría llegar a “pobreza cero”. Para en realidad generar un descalabro
social, económico y psicológico de proporciones aún desconocidas.
Quiero
significar con esta introducción, que si enfocamos en la persona del actual
presidente y aún de su alianza de gobierno, la causa del empobrecimiento, cierre
de fuentes de trabajo, endeudamiento serial y entrega de los recursos
nacionales, estaremos apenas acariciando la punta del iceberg.
Estas
políticas llevadas adelante con una brutal represión a las protestas, ataque a
las organizaciones sindicales, sociales y de derechos humanos y con amplio
apoyo mediático corporativo, hay que inscribirlas dentro de las políticas
globales de lo que en otras épocas nombrábamos como imperialismo y lo
identificábamos con la política exterior de Estados Unidos.
Hoy el proyecto global de dominación
excede a un país. Está en manos de conglomerados económicos y financieros que
ostentan un poder que supera a los gobiernos. Un poder extraterritorial que descansa en pocas
corporaciones.
Esta breve
descripción no tiene por objeto desmoralizar sino resignificar las estrategias,
y por lo tanto las tácticas del campo nacional y popular para enfrentar con
medidas apropiadas a semejante enemigo del bienestar de los pueblos.
El objetivo
de todo poder con ansias de dominación es dividir a quien pretende dominar. El
gobierno de la nueva alianza, Cambiemos Pro-Radical, es sólo y nada menos que
un instrumento de ese inmenso poder corporativo que pretende doblegar de una
vez por todas la resistencia popular, que durante más de 70 años estuvo y aún
está en el Peronismo.
Por eso
mismo no es casual que desde 1955 a la fecha el objetivo de todos los proyectos
colonizadores es destruir o “domesticar” al peronismo. Por ser la columna
vertebral del Movimiento Nacional de Liberación.
Un recuento
de esos intentos, el decreto 4161 (Dictadura Aramburu-Rojas)) de proscripción y
persecución de Perón y el peronismo, sus símbolos y todo lo que se refiera al
mismo, y los fusilamientos de los que intentaron resistir.
En 1964 el
intento de Augusto Timoteo Vandor de crear un “peronismo sin Perón”. Esa
iniciativa que no prosperó como tal, sin embargo, tuvo una descendencia a lo
largo de los años en todos aquellos personajes que se pusieron la camiseta del
peronismo, pero sin reivindicar en la práctica las banderas históricas del
Movimiento creado por Perón.
Hemos visto
un triste desfile de dirigentes que se nombraban peronistas y que acompañaron
todos los intentos de licuar la raíz revolucionaria que le dio origen y
sustento histórico. Estos personeros de la mentira y el engaño al pueblo es
fácil identificarlos, se llenan la boca hablando de Perón, pero no llevan a la
práctica durante su trayectoria política ninguna de las premisas que marcan a
fuego al peronismo como proyecto liberador. Son los que pregonan “un Perón sin peronismo”, que utilizan la “cáscara
del partido Justicialista” para sus propios intereses personales y no para la
causa del pueblo, que no es otra que la liberación nacional. Única forma de
lograr “la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria”, que es
construyendo una Patria Justa, Libre y Soberana.
La realidad
nacional y regional imponen superar, trascender, ampliar los límites de lo
partidario. Mediante el frentismo que caracterizó desde su nacimiento al
peronismo, reconstruir el Movimiento Nacional.
Creo que hoy
una de las trampas de este sistema global es “fortalecer los partidos
políticos”. Esa consigna que repiten
algunos dirigentes nacionales, encierra una limitación peligrosa: encerrarse en
los límites rígidos de tradiciones políticas que impiden la confluencia en un
gran Frente Nacional y Popular, que no es otra cosa que revivir el Movimiento
Nacional de Liberación.
De lo que se
trata en definitiva es la construcción de poder. Un poder popular que permita
salir del sometimiento y subordinación a intereses ajenos al bienestar y
desarrollo de la Nación.
UNA MIRADA
AL VIEJO CONTINENTE
Si
observamos la realidad europea podemos ver claramente el desgaste y pérdida de
identidad de los partidos políticos populares. Esto se evidencia en España con
el Partido Socialista que ya no se diferencia en su práctica política del
Partido Popular, en ejercicio del gobierno. Pasa lo mismo en Francia. Al igual
que en el Reino Unido con el Partido Laborista.
Lo que la
socialdemocracia europea significó luego de la segunda guerra con la
construcción del estado de bienestar fue borrado del continente con el fuerte
viento de los años ochenta y el Consenso de Washington.
La caída del
muro de Berlín y el derrumbe del comunismo soviético dejó al mundo en manos de
la potencia capitalista.
También
quedaron atrás los tiempos en que las izquierdas nombraban al “imperialismo
como fase superior del capitalismo”.
La
globalización superó las peores expectativas respecto de la dominación de los
pueblos a manos de los países más poderosos.
La realidad
nos muestra que hay conglomerados económicos y financieros que están por encima
de las naciones mismas.
Es desde esa
perspectiva que debemos analizar nuestro presente regional y nacional. Para
desde ese trascendental cambio político y tecnológico elaborar las estrategias
que lleven a nuestros pueblos a la liberación.
Que no es
como se imaginó en la década del 60 ni en la del 70.
Por estas
razones, si pensamos que el problema nacional es Cambiemos erraremos la
estrategia. Esto nos lleva a tener que planificar tácticas para recuperar el
gobierno, como paso previo a recuperar el poder. Que llevará mucho más tiempo.
LA CUESTIÓN DEL PODER
“...el poder
no se da, no se intercambia ni se retoma, sino que se ejerce y solo existe en
acto...” “...el poder...es...ante todo, una relación de fuerzas,” (Michel
Foucault, Genealogía del racismo)
Tenemos que
admitir que nos sorprendió la celeridad y profundidad de las medidas anti
populares del gobierno Pro-Radical que conduce Mauricio Macri. Esperábamos si,
un gobierno liberal más, que llevara adelante las políticas típicas de ese
cuño.
En cambio
nos encontramos con un proyecto que sigue una línea histórica iniciada en los
tiempos del “fraude patriótico” y que primero Hipólito Yrigoyen vino a revertir
y que Juan Domingo Perón vino a sepultar con la promulgación de la Constitución
Nacional de 1949. Que institucionalizó la Soberanía Política, la Independencia
Económica y la Justicia Social. Así sobrevino 1955 y los intentos que mencioné
más arriba, de destruir al peronismo.
Este gobierno viene a intentar cerrar
ese ciclo histórico de bienestar popular, que resurgió desde el 25 de Mayo de
2003 durante los
gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner. Y a generar un
espacio de “peronismo domesticado” que se sume a “la gobernabilidad” del
sistema de poder establecido.
Recordemos
que ya durante esos años, sobre todo luego de la muerte de Néstor Kirchner, se
trató de diferenciar al kirchnerismo del peronismo. Ya el ex presidente decía
“nos llaman kirchneristas para bajarnos el precio, somos peronistas”.
Esta fue un
nuevo intento de dividir el campo popular, montado seguramente en errores
cometidos durante esos doce años. Pero si miramos con atención las políticas
llevadas adelante en esos años el balance es notoriamente favorable a los
sectores populares.
Hoy el eje
del ataque es hacia la figura de la presidenta mandato cumplido Cristina
Fernández de Kirchner, porque es la única dirigente política con el apoyo
popular necesario para oponerse a este proyecto de disolución nacional.
Nótese que
dije “apoyo popular necesario”, pero no suficiente.
Acá viene la
importancia que adquiere la demonización, estigmatización y catarata de
denuncias mediático judiciales sin ninguna prueba fehaciente para desgastar y
limar la imagen y el afecto popular de la ex presidenta.
Creo que
doctora Fernández de Kirchner hizo una adecuada lectura del momento histórico
que atravesamos y en consecuencia elaboró la estrategia electoral que anunció.
¿POR QUÉ
TANTA VIOLENCIA DESDE EL ESTADO?
Decíamos más
arriba citando a Foucault que “el poder se ejerce”, entonces si el poder se
ejercita, el semiólogo se pregunta “...¿Qué es este ejercicio, en qué consiste,
cual es su mecánica?...” y se responde “...el poder es esencialmente el que
reprime, el poder reprime por naturaleza, a los instintos, a una clase, a
individuos...” (M. Foucault, “Genealogía del racismo”)
Este
gobierno desde su misma asunción le apunta a los trabajadores, con despidos,
cierre de fuentes de trabajo y represión de las protestas sociales.
También
decía la cita más arriba que “...el poder...es...ante todo, una relación de
fuerzas,” entonces, siguiendo al autor “...debería ser analizado en términos de
lucha, de enfrentamientos, y de guerra...” Esto explicaría la virulencia de los
ataques oficiales a los docentes, a los científicos, a las organizaciones
sindicales, a los jueces y fiscales que no se subordinan.
Si bien los
funcionarios no lo hicieron explícito. Los periodistas del conglomerado
mediático financiero que fungen como voceros de la administración de Cambiemos,
en más de una oportunidad definieron su tarea como “periodismo de guerra”.
Si
continuamos con la mirada de Foucault, su análisis del poder, extrae varias
conclusiones que nos pueden servir para comprender las políticas que lleva
adelante Mauricio Macri desde que asumió el gobierno.
“Una primera
hipótesis...la mecánica del poder es esencialmente represiva, una segunda
hipótesis que consiste en decir que el poder el guerra, la guerra continuada
por otros medios”. Invirtiendo de esta manera la afirmación de Clausewicz.
Según Carl Von Clausewicz (filósofo, militar, autor del libro “De la guerra”)
la guerra es la continuación de la política con otros medios.
De seguir
este razonamiento, la pregunta que surge es ¿con quién está en guerra el sector
que representa el gobierno de Cambiemos?
No sería
desacertado responder que está en guerra con los trabajadores, sus
organizaciones sindicales y con el peronismo del cual el movimiento obrero es
la columna vertebral.
Acá surge una paradoja, porque el blanco
preferido de la ofensiva mediática judicial y gubernativa es contra la persona
de Cristina Fernández de Kirchner. Precisamente a quien los dirigentes que se
dicen peronistas y apoyan la “gobernabilidad” y no ponen “palos en la rueda” a
las medidas anti populares del gobierno tildan de “no peronista”.
A
continuación, y para intentar comprender la virulencia del estado contra los
sectores populares, voy a copiar una extensa cita que viene a cuento de lo que
quiero demostrar.
Dice en
“Genealogía del racismo” su autor: “La inversión de la tesis de Clausewicz
quiere decir tres cosas: en primer lugar que las relaciones de poder que
funcionan en una sociedad...se injertan esencialmente en una relación de
fuerzas establecida en un determinado momento, históricamente precisable, de la
guerra”, (digo, este momento de la “guerra” fueron las elecciones de 2015)
sigue la cita: “Y si es verdad que el poder político detiene la guerra, hace
reinar o intenta hacer reinar una paz en la sociedad civil, no es para
suspender los efectos de la guerra o para neutralizar el desequilibrio que se
manifestó en la batalla final...” (aclaro que la “batalla final” sería el
resultado de aquellas elecciones) continúa la cita “El poder político en esta
hipótesis, tiene de hecho el papel de inscribir perpetuamente, a través de una
guerra silenciosa, la relación de fuerza en las instituciones, en las
desigualdades económicas, en el lenguaje, hasta en los cuerpos de unos y
otros”.
Por eso no
detiene su ofensiva contra todos los sectores que no se les subordinan.
Un claro
ejemplo que pone a las claras, por si hiciera falta, que no respetan los
preceptos constitucionales y los mecanismos que establece para remover ciertos
funcionarios autárquicos y sin dependencia del Poder Ejecutivo, es el inusitado
ataque a la Procuradora de la Nación.
Una última
apreciación en este primer tramo en el que pretendí mirar la coyuntura actual
desde la mirada de Michel Foucault sobre el poder en su “Genealogía del
Racismo”.
Al finalizar
su conferencia expresa que se pueden oponer dos grandes sistemas de análisis
del poder. Uno “se articula en torno del poder como derecho originario que se
cede y constituye la soberanía, y en torno a un contrato como matriz del poder
político” que es el que han tomado como modelo países como el nuestro. Donde el
contrato se desprende del resultado electoral y el ganador se compromete a
llevar a cabo lo que prometió y por eso se lo vota (este es el contrato roto
desde el primer momento por el actual presidente, lo que significó una estafa
electoral a la ciudadanía). Pero sigamos al autor en su razonamiento: “El poder
así constituido corre el riesgo de hacerse opresión cuando se sobrepasa a sí
mismo, es decir, cuando va más allá de los términos del contrato.
Poder-contrato, con la opresión como límite o, más bien como la superación del
límite”.
Queda a las
claras como resultado del análisis expuesto que estamos ante un gobierno
elegido de manera democrática, que de manera unilateral ha roto con la sociedad,
el contrato por el que fue electo. Por algo en la jura de toma de posesión del
mando presidencial, la forma elegida es:
‘Yo,... juro
por Dios Nuestro Señor y estos Santos Evangelios, desempeñar con lealtad y
patriotismo el cargo de presidente (o vicepresidente) de la Nación, y observar
y hacer observar fielmente la Constitución de la Nación Argentina. Si así no lo
hiciere, Dios y la Nación me lo demanden”.
Recordemos
además que Mauricio Macri suprimió “patriotismo” y en su lugar nombró
“honestidad”
La pregunta
que surge espontánea es: ¿Cómo demanda la Nación? Porque resulta evidente que
no cumplió con “observar y hacer observar fielmente la Constitución de la
Nación Argentina”.
(*) Escritor Miembro de COMUNA
www.cuestioncultural.blogspot.com.ar