Sebastián Torres, Miguel Ángel Barrios
De ALAINET.ORG
Introducción
El concepto de Estado Continental Industrial (ECI) de Alberto Methol Ferré, uno
de los pensadores latinoamericanos más originales del siglo XX, constituye un
elemento central para abordar y repensar los principales desafíos económicos y
sociales que enfrentan los países de nuestra región en la actualidad.
Methol
Ferré planteaba como núcleo principal de su pensamiento que el siglo XXI
estaría constituido por un “concierto”
de Estados con una unidad geográfica de carácter industrial, y que por lo
tanto, aquellas unidades políticas que no lograran sumar capacidades de
carácter continental, no poseerían soberanía.
En ese
aspecto, rescata la tradición política de unidad de la independencia
hispanoamericana de San Martín, Bolívar y Artigas, y la originalidad de los
movimientos nacionales populares. Tomando estas tradiciones como punto de
partida, Methol Ferré crea la categoría de ECI, como único camino posible de
desarrollo económico y social para América Latina.
Biografía
Nacido
en Uruguay en 1929, historiador, teólogo, filósofo y docente, el leit motiv de
su vida será el estudio de su país (“Estado chico”, consecuencia de la
fragmentación política latinoamericana), con el objetivo de señalar la
importancia de la concreción de una “Nación Latinoamericana” a partir de sus
dos polos, hispánico y lusitano.
Su
nacionalismo latinoamericano tiene una raíz determinante en las figuras de Luis Alberto de Herrera y Eduardo Víctor
Haedo. Al primero lo frecuentó y del segundo fue su secretario, y través de
ellos, con su militancia joven en el Partido Nacional, desarrolló una base
política centrada en la solidaridad Hispanoamericana Continental.
En los
núcleos Herreristas se entronca ya desde muy joven con las lecturas de las
obras de Víctor Raúl Haya de la Torre, primer teórico de los movimientos
nacionales populares en América Latina (y fundador de la Alianza Popular
Revolucionaria Americana), y con el cuestionamiento y rechazo a los intentos de
instalar bases norteamericanas en el Uruguay.1
En el
año 1955 funda la revista Nexo (con
Arens Pons y Reyes Albedie), y realiza un acercamiento con los intelectuales Abelardo Ramos y Helio Jaguaribe. A
partir de 1967 participa en la revista católica “Víspera”, que se transformará
con el tiempo en el principal medio de reflexión católico latinoamericano. Esta
revista tendrá además una amplia repercusión en el continente del Concilio
Vaticano II, y sumado al Documento de Medellín de la Conferencia Episcopal
Latinoamericana (CELAM), sus escritos serán así precursores de la posteriormente
denominada “Teología de la Cultura” o “Teología del Pueblo”. 2
El
concepto de globalización
“El
siglo XXI está convocado a establecer un nuevo concierto de Estados
Continentales Industriales Modernos, plural, para el gobierno de la globalización.
¿América Latina aunará energías como para poder participar en ese nuevo
concierto de potencias? ¿Es posible?” (Methol Ferré, 2009: 100).
El núcleo básico de la concepción geopolítica
de Methol Ferré, define a la globalización,
no como un concepto economicista, sino como un proceso histórico
multidimensional. La “actualidad” por la actualidad misma no existe, sino
que es hija de un proceso histórico y de un diálogo permanente entre pasado y
presente. Por lo tanto, en la actual etapa de la globalización, sólo tienen
protagonismo aquellos Estados que suman capacidades de ECI.3
Ahora
bien, ¿qué entiende Methol Ferré por globalización?
“El primer movimiento globalizador se
representa en el largo proceso de difusión de la presencia humana sobre el
planeta que duró 250.000 años. Se trata de un fenómeno que se puede rastrear
hasta los orígenes de la humanidad como el homo sapiens que desde África
Oriental se desplaza, a pie hasta medio Oriente y luego hasta Europa y Asia,
pasando por las islas de Indonesia hacia Australia; casi contemporáneamente una
segunda corriente migratoria llega a Bering y desde allí a América. Es la
primera globalización mundial hecha a pie, lentamente, en el arco de decenas de
miles de años, que la memoria humana privada aun de la escritura no pudo
registrar y fijar en el tiempo como crónica” (Methol Ferré, 2006: 37).
“La
escritura amplía en forma gigantesca la capacidad y la exactitud de la memoria;
escritura y memoria son el secreto de la segunda globalización, esta si
histórica y autoconsciente. Además no ya a pie, sino sobre el océano. Las naves
–carabelas, galeones, bergantines- convirtieron a Europa en el centro del
mundo. Si la primera globalización, la que se hizo a pie, terminó en el
continente americano, la segunda globalización, la oceánica, comienza
justamente con América. Existe globalización cuando un círculo se cierra y se
vuelve imposible que exista otro” (Methol Ferré, 2006: 39).
Methol
divide así a la globalización en dos grandes períodos: una “globalización de a pie” de miles de años que culmina en América, y
una “globalización oceánica” como segunda globalización que empieza en
América. En esta segunda globalización ubica el inicio de la política mundial,
teniendo en cuenta que debido a las limitaciones de movilidad no existía una
idea cabal de la globalidad. Con la escritura y la navegación, Europa se
transforma en el centro de la política mundial.4
Las
Etapas de la Globalización
Methol
Ferré toma como referencia al geógrafo inglés Halford Mackinder y principalmente su conferencia de enero de 1904
denominada “El pivote geográfico de la historia”. En esa conferencia, Mackinder
señala que el mundo se encontraba ante el fin de una época histórica de cuatro
siglos, a la que llamaba la “época colombina”.
“La
era de la formación unificada de la globalización abierta por Castilla y
Portugal cuando iniciaron la navegación de altura, oceánica, se terminó. Ahora
se necesitaban otros caminos para la geografía, más intensivos e incluso de
síntesis filosófica (digamos, hacerse geopolíticos, geoculturales,
geoproductivos)… la geografía descriptiva ya no alcanzaba. La primera fase de
la globalización, la era colombina, ha terminado” (Methol Ferré, 2009: 89).
Si
bien la influencia de Mackinder es nítida, Methol va más allá que el autor
inglés, y parte desde América Latina. Esta es una característica fundamental de
todo el pensamiento de Methol y constituye su originalidad:
“Desde el 900 el mundo es un solo sistema…
De tal modo, lo que ante todo importa es determinar las fases principales del
único sistema mundial en proceso, del que somos parte. Y donde no hay
comprensión de sí mismo sin el horizonte de la situación específica del sistema
mundial. Esta es la originalidad que inaugura el siglo XX, que puede hablar así
de guerras mundiales.” (Methol Ferré, 2009: 90-91).
El autor constituye entonces su visión con
los siguientes dos elementos:
Una
definición de geopolítica multidisciplinaria, alejándose por completo de una
geopolítica de perspectiva militarista (y vinculando a la geopolítica con la
integración y el desarrollo industrial de los Estados).
El
empleo de un concepto singular, el de “sistema”, pero como sistema mundial
geopolítico, y no meramente como sistema desde la perspectiva de la sociología
(Parsons), o de sistema-mundo (Wallerstein).
Basándose
posteriormente en el libro de Hans
Weiger “Geopolítica, Generales y Geógrafos”, conoce las grandes líneas del
pensamiento de Federico Ratzel. Weiger señala en su libro que la revolución
industrial cambiaría la política mundial:
“El ferrocarril y la carretera, el telégrafo
y el teléfono, se convirtieron para el pensamiento geográfico-político de las últimas
décadas del siglo XIX en los instrumentos con que podía levantarse un sistema
Estatal Orgánico de máximas dimensiones continentales” (Weiger, 1943: 115-117,
citado por Methol Ferré, 2009: 84).
A partir de la lectura de Weiger, sumada a la política continentalista del
Nuevo ABC de Perón, a la tradición del hispanoamericanismo de San Martin,
Bolívar y Artigas, y al latinoamericanismo de Manuel Ugarte, Methol Ferré crea
el concepto de ECI.
La categoría
política de ECI, es entonces un concepto núcleo inventado y teorizado por
Methol Ferré, más allá de que recurre para la sustentación teórica a otros
autores como Federico Ratzel y a la perspectiva de Estado Nación Industrial de
Ernest Gellner en su obra “Naciones y Nacionalismos”.
Methol Ferré entra a su máxima originalidad
cuando nos dice que el siglo XX se abrió
con el primer ECI Moderno, Estados Unidos. Afirma además que el siglo XX
representó una situación híbrida representada por el enfrentamiento de dos ECI:
Estados Unidos y la Unión Soviética:
“Sin
embargo, la idea de la nueva centralidad histórica del Estado Continental no
ingresó en la ciencia política. Solo se hablaba vagamente de superpotencias,
sin explicar los nuevos significados y los nuevos umbrales históricos que se
alcanzaban irreversiblemente. La idea de la era de los Estados Continentales
quedó arrumbada en los trastos viejos de la geopolítica alemana y los ensueños
cartográficos de Haushofer. Los conflictos de democracia liberal vs. Marxismo,
y de economía de mercado vs. planificación total, en vez de enmarcarse en los
Estados continentales, borraban u oscurecían a los Estados Nación. En nuestros
tiempos políticos sin la idea de los Estados Nación nada se entiende. Pero con
la sola idea del Estado Nación tampoco nada se entiende. Hubo una idea que
sirve para todo y que termina no sirviendo para nada” (Methol Ferré, 2009: 95).
Segunda
Globalización y Estados Continentales
Para
Methol Ferré, la bipolaridad escondía entonces el “orden” de fondo, constituido
por la era de los Estados Continentales: “Sólo se hablaba vagamente de
superpotencias, sin explicar los nuevos significados y los nuevos umbrales
históricos que se alcanzaban irreversiblemente” (Methol Ferré, 2009: 95).
La implosión de la Unión Soviética no
significó en este sentido el triunfo de los Estados Unidos sino el inicio de
una nueva lógica mundial. En ese nuevo marco, el Mercosur y la Unasur
constituían para Methol las instancias geopolíticas claves para que América del
Sur se convirtiera en Estado Continental en la globalización, o para que
quedara de lo contrario sin destino histórico.
Un ECI
significa en definitiva el salto de un Estado Nación Industrial a las
dimensiones geográficas continentales. En su última obra, presentada el mismo
año de su fallecimiento (2009), Methol Ferré veía las nuevas condiciones
geopolíticas de la globalización y definía clara y sencillamente los
componentes de un ECI:
“Un
Estado con su burocracia organizadora que implica una gran herencia del derecho
Romano, que incluye al ejército, símbolo mayor del monopolio de la violencia.
Una industria, que desde la revolución maquinista inglesa implica de más en más
la unidad de ciencia y tecnología con la misma industrialización. Cada vez más,
desde el siglo XIX, no es posible ninguna sociedad industrial moderna sin un
creciente dominio y difusión científico-tecnológico.
Lo industrial implica lo
científico-tecnológico de modo crecientemente indisoluble. Una sociedad que
no tenga el mayor despliegue científico-tecnológico será literalmente
industrialista pero no industrial. Una alfabetización universal, lo que implica
una lengua común, un idioma literario, sino total sí hegemónico. La cultura y
la comunicación común que instauran una dinámica nacional igualitaria se
objetivan en la alfabetización total, a la altura de la exigencia de la época.
Este espacio homogeneizador se manifiesta en una cultura común nacional.
“Estado
(burocracia), Industria (ciencia-tecnología), Educación Común (alfabetización,
cultura común, idioma común, nación, democratización). A estos tres elementos
seria pertinente un cuarto: empresas que compiten en el mercado” (Methol Ferré,
2009: 67-68).
Adicionalmente, en su concepción filosófica
de la historia, la humanidad culminaría en un solo Estado Mundial, es decir que
el pasaje final sería hacia un solo Estado, que saldría del concierto y lucha
de los Estados continentales. En este sentido, el Estado Nación Industrial como
concepto geopolítico estaba agotado (como así también los Micro-Estados étnicos
surgidos en Europa, en África, y los Estados agromineros exportadores
latinoamericanos5).
El
Estado Continental Industrial Suramericano como única condición de soberanía
Methol
Ferré huía de los análisis a-históricos y abstractos. Entendía que América
Latina tenía que materializarse a través de un Estado Continental Sudamericano
(sin unidad sudamericana no habría una “América Latina”).
En la
concepción geopolítica de Methol, el camino principal para llegar a la
consolidación de la Nación Latinoamericana (de México a Tierra del Fuego), lo
constituye la Unión Suramericana, es decir, el Estado Continental Suramericano,
cuya base central es la unificación de Brasil con Argentina (y Venezuela en la
actualidad).
“El proceso
de globalización contemporánea comienza con el descubrimiento luso castellano
de América Latina en el camino hacia el extremo Oriente. En ese momento
comienza también la relación entre la Europa Atlántica y el resto del mundo,
como centro de periferia.
América
Latina venía a ser la periferia trasatlántica más inmediata del viejo
continente, una suerte de Hinterland que se estructuraba alrededor de los dos
viejos virreinatos indios de México (con Capital en México en la ecúmene
azteca, en América Central y en las Antillas), del Perú con capital en Lima en
la ecúmene Inca, que se extendía sobre la mayor parte de América del Sur y de
la gobernación del Brasil portugués. Este descubrimiento significó para América
el momento en que comienza una relación mercantilista de monopolio con Europa”
(Methol Ferré, 2006: 41).
Para
Methol, en el mundo previo a la llegada de los ibéricos (en lo que sería hoy
América Latina) no existía unidad cultural y reconocía sólo a dos Estados
tradicionales, agrarios, no industriales y teocráticos: Aztecas e Incas (los
cuales no tenían vínculos entre sí).
América
Latina nace con el mutuo descubrimiento y la nación se va conformando a través
del mestizaje, de la lengua común, de la historia común y del catolicismo
popular. Por supuesto una unidad en la diversidad, en la pluralidad, con
matices, pero con grandes fecundidades.
Volviendo
al análisis de los procesos históricos en nuestra región, la independencia
americana con respecto de España significa para Methol la fragmentación de la
gran posibilidad de una confederación continental (elemento no comprendido por
Fernando VII).
Simultáneamente, el autor destaca varios
aspectos esenciales desconocidos:
El condado
de Portugal es un desprendimiento del reino de Castilla, o sea Portugal
viene del mismo origen hispánico de Castilla. Esto es muy importante en lo que
hace a nuestro origen común con Brasil.
Methol
destaca la geopolítica de alianzas familiares monárquicas, a tal punto que
entre 1580 y 1640 Portugal estuvo unida a España.
La
mayor experiencia de integración política, cultural, pedagógica, social y
militar se vio en las misiones jesuíticas. Las misiones Jesuíticas fueron
traídas a la región de la Cuenca del Plata en 1604 cuando las dos Coronas
estaban unidas bajo un solo rey. Las aparentes coincidencias eran para Methol
profundidades históricas culturales que había que retomarlas para darle un
rumbo a la integración.6
“Las guerras de la independencia y el
fracaso del congreso de Panamá disgrega al continente en Estados aislados y
separados entre sí. Un resultado que está bien lejos del que Bolívar buscara:
unificar América Latina en una nación de repúblicas.
En
síntesis, la independencia inaugura una fragmentación que depende de
Inglaterra, el segundo poder global, sucesor del imperio hispano nacido de la
unión entre Castilla y Portugal (1580 y 1640)” (Methol Ferré, 2009: 107).
En América Latina luego de la independencia no
nacen Estados-Nación industriales, sino simulacros de ellos con ese nombre,
con sus respectivos gobiernos, constituciones, ejércitos, banderas, himnos,
pero que en verdad reflejan un nuevo tipo de Estado al que denomina
“Estado-Ciudad”.
De ahí
la importancia de dar un salto cualitativo y cuantitativo desde los
Estados-Ciudad a los Estados-Continentales, rescatando el interaccionismo
latinoamericano de la generación del 900, y a la figuras de Ugarte, Rodó y del Barón del Rio Branco
con su primer ABC.
Pero
la integración solo tiene sentido en la medida en que sirva para sumar
soberanía, y por lo tanto su base es cultural:
“La
integración de América Latina tiene una base cultural fuerte y un tejido
conectivo económico muy débil. El Panamericanismo de Estados Unidos tiene una
base económica fuerte pero carece de una realidad cultural unitaria”.
“Existe
un nexo en lo cultural entre cultura católica e integración. Las fuerzas reales
que operan en el mundo se reagrupan y delimitan en los Estados y en sentido
analógico, en las Iglesias. Este razonamiento se aplica también en la
perspectiva integracionista: potencia del poder y entonces potencias de la
Misión de la Iglesia de influir sobre el poder del mundo” (Methol Ferré, 2006:
121).
El ECI
supone así también a la cultura como un elemento intangible movilizador. Y para
Methol la religión es la dimensión más profunda de la cultura, y en particular,
la religiosidad popular católica latinoamericana (que debería potenciar al
Estado Continental sudamericano).
En
definitiva, el único escenario deseable para no ser “coro de la historia”, es
el de generar un Estado Continental que nos permita ser parte del concierto
multipolar junto a los otros Estados Continentales. De ahí la importancia que
Methol otorga a los procesos de integración latinoamericana, y en particular al
Mercosur:
“El
Mercosur es el gran desencadenante de la nueva integración, que preside nuestra
entrada en el siglo XXI. Eso no quiere decir que sea una entrada necesariamente
serena, pues lo puede ser muy turbulenta. Sería lo más normal. El Mercosur
inaugura propiamente la nueva historia Latinoamericana” (Methol Ferré, 2009:
122).
Los
autores:
Sebastián
Torres: Post-Doc en Economía. PhD y Magister Desarrollo Económico. Rector IAEN
Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador
Miguel Ángel Barrios: Doctor en Educación.
Doctor en Ciencia Política (Argentina)
Bibliografía
Methol Ferré, Alberto (1971). El Uruguay como
problema. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.
Methol
Ferré, Alberto (2006). La América Latina del Siglo XXI. Ensayo Edhasa. Buenos
Aires.
Methol
Ferré, Alberto (2009). Los Estados Continentales y el Mercosur. Ediciones
Arturo Jauretche. Buenos Aires.
Weiger,
Hans (1943). Geopolítica, General y Geógrafo. Fondo de Cultura Económica FCE.
México.
1 Ver también en este sentido el discurso de
Juan Domingo Perón del 11 de noviembre de 1953, donde plantea que ha llegado la
hora del Continentalismo a partir de un núcleo básico de aglutinación (unidad
de Argentina y Brasil), definiendo así el concepto de autonomía periférica y la
estrategia geopolítica del Latinoamericanismo bajo la consigna: “primero
Sudamérica”. El Nuevo ABC estaba constituido por el Brasil de Getulio Vargas y
Chile, gobernado por el General Carlos Ibáñez del Campo.
2 Su pensamiento ejercerá además una gran
influencia en la iglesia Latinoamericana –entre ellos en el Jesuita Jorge Mario
Bergoglio, hoy Papa Francisco- y sobre los pensadores del revisionismo
histórico argentino y brasilero.
3 Con una novedad geopolítica: la política
global dejaba de ser occidental para transformarse en multicivilizacional (y
por primera vez en la historia occidental, ya no conduciría el proceso de
globalización).
4 Es importante destacar cómo ubica a América
como centro de su pensamiento, al afirmar que la primera “globalización a pie”
culmina en América, y que la segunda “globalización oceánica” comienza en
América.
5 Sin dar el salto al ECI, estos Estados
quedarían fuera de la historia y para ser protagonistas del Estado Mundial,
necesariamente se debería convertir previamente en Estados Continentales.
6 Señalemos también como elementos de interés
que: 1) el primer papa latinoamericano de la historia es un Jesuita, 2) la
virgen de Luján, Patrona de los Argentinos, era una virgen portuguesa que quedó
atascada en Luján cuando un ciudadano portugués residente en el Río de la Plata
la enviaba a un ciudadano que residía en Brasil, y 3) El libro “La Argentina”,
del primer historiador del Río de la Plata nacido en Asunción, Ruiz Díaz de
Guzmán, fue editado en 1602 en Lisboa.