viernes, 21 de julio de 2017

El Estado Continental Industrial en la concepción geopolítica de Alberto Methol Ferré

Sebastián Torres, Miguel Ángel Barrios


Introducción
El concepto de Estado Continental Industrial (ECI) de Alberto Methol Ferré, uno de los pensadores latinoamericanos más originales del siglo XX, constituye un elemento central para abordar y repensar los principales desafíos económicos y sociales que enfrentan los países de nuestra región en la actualidad.
 Methol Ferré planteaba como núcleo principal de su pensamiento que el siglo XXI estaría constituido por un “concierto” de Estados con una unidad geográfica de carácter industrial, y que por lo tanto, aquellas unidades políticas que no lograran sumar capacidades de carácter continental, no poseerían soberanía.
 En ese aspecto, rescata la tradición política de unidad de la independencia hispanoamericana de San Martín, Bolívar y Artigas, y la originalidad de los movimientos nacionales populares. Tomando estas tradiciones como punto de partida, Methol Ferré crea la categoría de ECI, como único camino posible de desarrollo económico y social para América Latina.


Biografía
 Nacido en Uruguay en 1929, historiador, teólogo, filósofo y docente, el leit motiv de su vida será el estudio de su país (“Estado chico”, consecuencia de la fragmentación política latinoamericana), con el objetivo de señalar la importancia de la concreción de una “Nación Latinoamericana” a partir de sus dos polos, hispánico y lusitano.
 Su nacionalismo latinoamericano tiene una raíz determinante en las figuras de Luis Alberto de Herrera y Eduardo Víctor Haedo. Al primero lo frecuentó y del segundo fue su secretario, y través de ellos, con su militancia joven en el Partido Nacional, desarrolló una base política centrada en la solidaridad Hispanoamericana Continental.
 En los núcleos Herreristas se entronca ya desde muy joven con las lecturas de las obras de Víctor Raúl Haya de la Torre, primer teórico de los movimientos nacionales populares en América Latina (y fundador de la Alianza Popular Revolucionaria Americana), y con el cuestionamiento y rechazo a los intentos de instalar bases norteamericanas en el Uruguay.1
 En el año 1955 funda la revista Nexo (con Arens Pons y Reyes Albedie), y realiza un acercamiento con los intelectuales Abelardo Ramos y Helio Jaguaribe. A partir de 1967 participa en la revista católica “Víspera”, que se transformará con el tiempo en el principal medio de reflexión católico latinoamericano. Esta revista tendrá además una amplia repercusión en el continente del Concilio Vaticano II, y sumado al Documento de Medellín de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), sus escritos serán así precursores de la posteriormente denominada “Teología de la Cultura” o “Teología del Pueblo”. 2


El concepto de globalización
 “El siglo XXI está convocado a establecer un nuevo concierto de Estados Continentales Industriales Modernos, plural, para el gobierno de la globalización. ¿América Latina aunará energías como para poder participar en ese nuevo concierto de potencias? ¿Es posible?” (Methol Ferré, 2009: 100).

El núcleo básico de la concepción geopolítica de Methol Ferré, define a la globalización, no como un concepto economicista, sino como un proceso histórico multidimensional. La “actualidad” por la actualidad misma no existe, sino que es hija de un proceso histórico y de un diálogo permanente entre pasado y presente. Por lo tanto, en la actual etapa de la globalización, sólo tienen protagonismo aquellos Estados que suman capacidades de ECI.3

Ahora bien, ¿qué entiende Methol Ferré por globalización?

“El primer movimiento globalizador se representa en el largo proceso de difusión de la presencia humana sobre el planeta que duró 250.000 años. Se trata de un fenómeno que se puede rastrear hasta los orígenes de la humanidad como el homo sapiens que desde África Oriental se desplaza, a pie hasta medio Oriente y luego hasta Europa y Asia, pasando por las islas de Indonesia hacia Australia; casi contemporáneamente una segunda corriente migratoria llega a Bering y desde allí a América. Es la primera globalización mundial hecha a pie, lentamente, en el arco de decenas de miles de años, que la memoria humana privada aun de la escritura no pudo registrar y fijar en el tiempo como crónica” (Methol Ferré, 2006: 37).
 “La escritura amplía en forma gigantesca la capacidad y la exactitud de la memoria; escritura y memoria son el secreto de la segunda globalización, esta si histórica y autoconsciente. Además no ya a pie, sino sobre el océano. Las naves –carabelas, galeones, bergantines- convirtieron a Europa en el centro del mundo. Si la primera globalización, la que se hizo a pie, terminó en el continente americano, la segunda globalización, la oceánica, comienza justamente con América. Existe globalización cuando un círculo se cierra y se vuelve imposible que exista otro” (Methol Ferré, 2006: 39).
 Methol divide así a la globalización en dos grandes períodos: una “globalización de a pie” de miles de años que culmina en América, y una “globalización oceánica” como segunda globalización que empieza en América. En esta segunda globalización ubica el inicio de la política mundial, teniendo en cuenta que debido a las limitaciones de movilidad no existía una idea cabal de la globalidad. Con la escritura y la navegación, Europa se transforma en el centro de la política mundial.4

Las Etapas de la Globalización
 Methol Ferré toma como referencia al geógrafo inglés Halford Mackinder y principalmente su conferencia de enero de 1904 denominada “El pivote geográfico de la historia”. En esa conferencia, Mackinder señala que el mundo se encontraba ante el fin de una época histórica de cuatro siglos, a la que llamaba la “época colombina”.
 “La era de la formación unificada de la globalización abierta por Castilla y Portugal cuando iniciaron la navegación de altura, oceánica, se terminó. Ahora se necesitaban otros caminos para la geografía, más intensivos e incluso de síntesis filosófica (digamos, hacerse geopolíticos, geoculturales, geoproductivos)… la geografía descriptiva ya no alcanzaba. La primera fase de la globalización, la era colombina, ha terminado” (Methol Ferré, 2009: 89).
 Si bien la influencia de Mackinder es nítida, Methol va más allá que el autor inglés, y parte desde América Latina. Esta es una característica fundamental de todo el pensamiento de Methol y constituye su originalidad:
 “Desde el 900 el mundo es un solo sistema… De tal modo, lo que ante todo importa es determinar las fases principales del único sistema mundial en proceso, del que somos parte. Y donde no hay comprensión de sí mismo sin el horizonte de la situación específica del sistema mundial. Esta es la originalidad que inaugura el siglo XX, que puede hablar así de guerras mundiales.” (Methol Ferré, 2009: 90-91).

El autor constituye entonces su visión con los siguientes dos elementos:

Una definición de geopolítica multidisciplinaria, alejándose por completo de una geopolítica de perspectiva militarista (y vinculando a la geopolítica con la integración y el desarrollo industrial de los Estados).
 El empleo de un concepto singular, el de “sistema”, pero como sistema mundial geopolítico, y no meramente como sistema desde la perspectiva de la sociología (Parsons), o de sistema-mundo (Wallerstein).
 Basándose posteriormente en el libro de Hans Weiger “Geopolítica, Generales y Geógrafos”, conoce las grandes líneas del pensamiento de Federico Ratzel. Weiger señala en su libro que la revolución industrial cambiaría la política mundial:

“El ferrocarril y la carretera, el telégrafo y el teléfono, se convirtieron para el pensamiento geográfico-político de las últimas décadas del siglo XIX en los instrumentos con que podía levantarse un sistema Estatal Orgánico de máximas dimensiones continentales” (Weiger, 1943: 115-117, citado por Methol Ferré, 2009: 84).

A partir de la lectura de Weiger, sumada a la política continentalista del Nuevo ABC de Perón, a la tradición del hispanoamericanismo de San Martin, Bolívar y Artigas, y al latinoamericanismo de Manuel Ugarte, Methol Ferré crea el concepto de ECI.
 La categoría política de ECI, es entonces un concepto núcleo inventado y teorizado por Methol Ferré, más allá de que recurre para la sustentación teórica a otros autores como Federico Ratzel y a la perspectiva de Estado Nación Industrial de Ernest Gellner en su obra “Naciones y Nacionalismos”.

Methol Ferré entra a su máxima originalidad cuando nos dice que el siglo XX se abrió con el primer ECI Moderno, Estados Unidos. Afirma además que el siglo XX representó una situación híbrida representada por el enfrentamiento de dos ECI: Estados Unidos y la Unión Soviética:
 “Sin embargo, la idea de la nueva centralidad histórica del Estado Continental no ingresó en la ciencia política. Solo se hablaba vagamente de superpotencias, sin explicar los nuevos significados y los nuevos umbrales históricos que se alcanzaban irreversiblemente. La idea de la era de los Estados Continentales quedó arrumbada en los trastos viejos de la geopolítica alemana y los ensueños cartográficos de Haushofer. Los conflictos de democracia liberal vs. Marxismo, y de economía de mercado vs. planificación total, en vez de enmarcarse en los Estados continentales, borraban u oscurecían a los Estados Nación. En nuestros tiempos políticos sin la idea de los Estados Nación nada se entiende. Pero con la sola idea del Estado Nación tampoco nada se entiende. Hubo una idea que sirve para todo y que termina no sirviendo para nada” (Methol Ferré, 2009: 95).


Segunda Globalización y Estados Continentales
 Para Methol Ferré, la bipolaridad escondía entonces el “orden” de fondo, constituido por la era de los Estados Continentales: “Sólo se hablaba vagamente de superpotencias, sin explicar los nuevos significados y los nuevos umbrales históricos que se alcanzaban irreversiblemente” (Methol Ferré, 2009: 95).
 La implosión de la Unión Soviética no significó en este sentido el triunfo de los Estados Unidos sino el inicio de una nueva lógica mundial. En ese nuevo marco, el Mercosur y la Unasur constituían para Methol las instancias geopolíticas claves para que América del Sur se convirtiera en Estado Continental en la globalización, o para que quedara de lo contrario sin destino histórico.
 Un ECI significa en definitiva el salto de un Estado Nación Industrial a las dimensiones geográficas continentales. En su última obra, presentada el mismo año de su fallecimiento (2009), Methol Ferré veía las nuevas condiciones geopolíticas de la globalización y definía clara y sencillamente los componentes de un ECI:
 “Un Estado con su burocracia organizadora que implica una gran herencia del derecho Romano, que incluye al ejército, símbolo mayor del monopolio de la violencia. Una industria, que desde la revolución maquinista inglesa implica de más en más la unidad de ciencia y tecnología con la misma industrialización. Cada vez más, desde el siglo XIX, no es posible ninguna sociedad industrial moderna sin un creciente dominio y difusión científico-tecnológico.
 Lo industrial implica lo científico-tecnológico de modo crecientemente indisoluble. Una sociedad que no tenga el mayor despliegue científico-tecnológico será literalmente industrialista pero no industrial. Una alfabetización universal, lo que implica una lengua común, un idioma literario, sino total sí hegemónico. La cultura y la comunicación común que instauran una dinámica nacional igualitaria se objetivan en la alfabetización total, a la altura de la exigencia de la época. Este espacio homogeneizador se manifiesta en una cultura común nacional.
 “Estado (burocracia), Industria (ciencia-tecnología), Educación Común (alfabetización, cultura común, idioma común, nación, democratización). A estos tres elementos seria pertinente un cuarto: empresas que compiten en el mercado” (Methol Ferré, 2009: 67-68).

Adicionalmente, en su concepción filosófica de la historia, la humanidad culminaría en un solo Estado Mundial, es decir que el pasaje final sería hacia un solo Estado, que saldría del concierto y lucha de los Estados continentales. En este sentido, el Estado Nación Industrial como concepto geopolítico estaba agotado (como así también los Micro-Estados étnicos surgidos en Europa, en África, y los Estados agromineros exportadores latinoamericanos5).

El Estado Continental Industrial Suramericano como única condición de soberanía
 Methol Ferré huía de los análisis a-históricos y abstractos. Entendía que América Latina tenía que materializarse a través de un Estado Continental Sudamericano (sin unidad sudamericana no habría una “América Latina”).
 En la concepción geopolítica de Methol, el camino principal para llegar a la consolidación de la Nación Latinoamericana (de México a Tierra del Fuego), lo constituye la Unión Suramericana, es decir, el Estado Continental Suramericano, cuya base central es la unificación de Brasil con Argentina (y Venezuela en la actualidad).

“El proceso de globalización contemporánea comienza con el descubrimiento luso castellano de América Latina en el camino hacia el extremo Oriente. En ese momento comienza también la relación entre la Europa Atlántica y el resto del mundo, como centro de periferia.
 América Latina venía a ser la periferia trasatlántica más inmediata del viejo continente, una suerte de Hinterland que se estructuraba alrededor de los dos viejos virreinatos indios de México (con Capital en México en la ecúmene azteca, en América Central y en las Antillas), del Perú con capital en Lima en la ecúmene Inca, que se extendía sobre la mayor parte de América del Sur y de la gobernación del Brasil portugués. Este descubrimiento significó para América el momento en que comienza una relación mercantilista de monopolio con Europa” (Methol Ferré, 2006: 41).
 Para Methol, en el mundo previo a la llegada de los ibéricos (en lo que sería hoy América Latina) no existía unidad cultural y reconocía sólo a dos Estados tradicionales, agrarios, no industriales y teocráticos: Aztecas e Incas (los cuales no tenían vínculos entre sí).
 América Latina nace con el mutuo descubrimiento y la nación se va conformando a través del mestizaje, de la lengua común, de la historia común y del catolicismo popular. Por supuesto una unidad en la diversidad, en la pluralidad, con matices, pero con grandes fecundidades.
 Volviendo al análisis de los procesos históricos en nuestra región, la independencia americana con respecto de España significa para Methol la fragmentación de la gran posibilidad de una confederación continental (elemento no comprendido por Fernando VII).

Simultáneamente, el autor destaca varios aspectos esenciales desconocidos:

El condado de Portugal es un desprendimiento del reino de Castilla, o sea Portugal viene del mismo origen hispánico de Castilla. Esto es muy importante en lo que hace a nuestro origen común con Brasil.
 Methol destaca la geopolítica de alianzas familiares monárquicas, a tal punto que entre 1580 y 1640 Portugal estuvo unida a España.
 La mayor experiencia de integración política, cultural, pedagógica, social y militar se vio en las misiones jesuíticas. Las misiones Jesuíticas fueron traídas a la región de la Cuenca del Plata en 1604 cuando las dos Coronas estaban unidas bajo un solo rey. Las aparentes coincidencias eran para Methol profundidades históricas culturales que había que retomarlas para darle un rumbo a la integración.6
 “Las guerras de la independencia y el fracaso del congreso de Panamá disgrega al continente en Estados aislados y separados entre sí. Un resultado que está bien lejos del que Bolívar buscara: unificar América Latina en una nación de repúblicas.
 En síntesis, la independencia inaugura una fragmentación que depende de Inglaterra, el segundo poder global, sucesor del imperio hispano nacido de la unión entre Castilla y Portugal (1580 y 1640)” (Methol Ferré, 2009: 107).
 En América Latina luego de la independencia no nacen Estados-Nación industriales, sino simulacros de ellos con ese nombre, con sus respectivos gobiernos, constituciones, ejércitos, banderas, himnos, pero que en verdad reflejan un nuevo tipo de Estado al que denomina “Estado-Ciudad”.
 De ahí la importancia de dar un salto cualitativo y cuantitativo desde los Estados-Ciudad a los Estados-Continentales, rescatando el interaccionismo latinoamericano de la generación del 900, y a la figuras de Ugarte, Rodó y del Barón del Rio Branco con su primer ABC.
 Pero la integración solo tiene sentido en la medida en que sirva para sumar soberanía, y por lo tanto su base es cultural:
 “La integración de América Latina tiene una base cultural fuerte y un tejido conectivo económico muy débil. El Panamericanismo de Estados Unidos tiene una base económica fuerte pero carece de una realidad cultural unitaria”.
 “Existe un nexo en lo cultural entre cultura católica e integración. Las fuerzas reales que operan en el mundo se reagrupan y delimitan en los Estados y en sentido analógico, en las Iglesias. Este razonamiento se aplica también en la perspectiva integracionista: potencia del poder y entonces potencias de la Misión de la Iglesia de influir sobre el poder del mundo” (Methol Ferré, 2006: 121).
 El ECI supone así también a la cultura como un elemento intangible movilizador. Y para Methol la religión es la dimensión más profunda de la cultura, y en particular, la religiosidad popular católica latinoamericana (que debería potenciar al Estado Continental sudamericano).
 En definitiva, el único escenario deseable para no ser “coro de la historia”, es el de generar un Estado Continental que nos permita ser parte del concierto multipolar junto a los otros Estados Continentales. De ahí la importancia que Methol otorga a los procesos de integración latinoamericana, y en particular al Mercosur:
 “El Mercosur es el gran desencadenante de la nueva integración, que preside nuestra entrada en el siglo XXI. Eso no quiere decir que sea una entrada necesariamente serena, pues lo puede ser muy turbulenta. Sería lo más normal. El Mercosur inaugura propiamente la nueva historia Latinoamericana” (Methol Ferré, 2009: 122).

Los autores:
 Sebastián Torres: Post-Doc en Economía. PhD y Magister Desarrollo Económico. Rector IAEN Instituto de Altos Estudios Nacionales de Ecuador

Miguel Ángel Barrios: Doctor en Educación. Doctor en Ciencia Política (Argentina)

Bibliografía
Methol Ferré, Alberto (1971). El Uruguay como problema. Ediciones de la Banda Oriental. Montevideo.
 Methol Ferré, Alberto (2006). La América Latina del Siglo XXI. Ensayo Edhasa. Buenos Aires.
 Methol Ferré, Alberto (2009). Los Estados Continentales y el Mercosur. Ediciones Arturo Jauretche. Buenos Aires.
 Weiger, Hans (1943). Geopolítica, General y Geógrafo. Fondo de Cultura Económica FCE. México.
  

1 Ver también en este sentido el discurso de Juan Domingo Perón del 11 de noviembre de 1953, donde plantea que ha llegado la hora del Continentalismo a partir de un núcleo básico de aglutinación (unidad de Argentina y Brasil), definiendo así el concepto de autonomía periférica y la estrategia geopolítica del Latinoamericanismo bajo la consigna: “primero Sudamérica”. El Nuevo ABC estaba constituido por el Brasil de Getulio Vargas y Chile, gobernado por el General Carlos Ibáñez del Campo.
2 Su pensamiento ejercerá además una gran influencia en la iglesia Latinoamericana –entre ellos en el Jesuita Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco- y sobre los pensadores del revisionismo histórico argentino y brasilero.
3 Con una novedad geopolítica: la política global dejaba de ser occidental para transformarse en multicivilizacional (y por primera vez en la historia occidental, ya no conduciría el proceso de globalización).
4 Es importante destacar cómo ubica a América como centro de su pensamiento, al afirmar que la primera “globalización a pie” culmina en América, y que la segunda “globalización oceánica” comienza en América.
5 Sin dar el salto al ECI, estos Estados quedarían fuera de la historia y para ser protagonistas del Estado Mundial, necesariamente se debería convertir previamente en Estados Continentales.

6 Señalemos también como elementos de interés que: 1) el primer papa latinoamericano de la historia es un Jesuita, 2) la virgen de Luján, Patrona de los Argentinos, era una virgen portuguesa que quedó atascada en Luján cuando un ciudadano portugués residente en el Río de la Plata la enviaba a un ciudadano que residía en Brasil, y 3) El libro “La Argentina”, del primer historiador del Río de la Plata nacido en Asunción, Ruiz Díaz de Guzmán, fue editado en 1602 en Lisboa.

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