22 de mayo de 2017
(Resumen de algunos pasajes)
–El golpe de Estado del 2009
contra Honduras es considerado como el inicio de lo que el presidente Rafael Correa
llamó “la restauración conservadora” en América latina, es decir, una ofensiva
de Estados Unidos, de los poderes fácticos y de las oligarquías regionales para
retomar el poder en toda la región. ¿Qué evaluación hace Ud. ocho años después?
Sí, la restauración
conservadora comenzó con mi derrocamiento. Este retorno de las derechas
agresivas y reaccionarias de América Latina no es coyuntural. Es una respuesta
planificada desde Washington por fuerzas que sintieron que estaban perdiendo
espacios en América Latina. Bolivia, Venezuela, Ecuador, como la propia
Argentina, iniciaron un proceso de recuperación de bienes que corresponden a la
nación, como los servicios públicos o los recursos naturales y esto irritó a
las trasnacionales norteamericanas y europeas. Yo, por ejemplo, toqué intereses
de las petroleras. Cuando traje a Petrocaribe, dijeron: “Competencia desleal
para las trasnacionales del petróleo”, porque aquí las compañías
norteamericanas y europeas estaban acostumbradas a asociarse con el Estado hondureño
y formar oligopolios. También toqué intereses de los bancos al traerles
competencias como el ALBA, con financiamiento a bajísimos intereses, igual que
el Banco Mundial, pero antiimperialista, democrático y de un bloque de países
que trabajan por la solidaridad humana, no por el comercio. Esto irritó a
Washington. Entonces se asociaron con los militares, con la élite que ha
gobernado Honduras durante siglos y me derrocan violentamente.
–¿Es cierto que lo llevaron a
la base militar que ocupa el Pentágono en Palmerola?
Sí. Ellos entraron a mi casa
en la madrugada, sin órdenes de allanamiento, sin ninguna demanda. Entraron
violentamente, a los balazos, rompiendo todo y me llevaron.
–¿Cuántos soldados eran?
Por lo menos 250. Yo, siendo
presidente, vivía en mi casa. Es pequeña, tres habitaciones y una sala comedor.
Unos 180 metros cuadrados con un patio donde estacionamos los vehículos. Bueno,
la casa fue inundada por los militares. Se bajaron diez comandos de soldados
con ropa de combate, encapuchados, sólo se les veía los ojos. Entraron a los
gritos, tirando puertas y sometiendo a la guardia presidencial. Era un
escándalo. Me subieron a un avión y la primera escala fue en la base de
Palmerola. Ahí se reabasteció de combustible. Yo al principio pensé que íbamos
para Cuba o Venezuela pero me bajaron en Costa Rica.
- Y también con el presidente
Hugo Chávez en 2002, salvo que después se desmintió que él hubiera firmado
cualquier renuncia.
Igual conmigo. La renuncia
era falsa. Yo la desmentí desde Costa Rica, pero siguió el proceso igual.
EE.UU. al principio condenó el golpe pero a los pocos meses se unió al golpismo
para hacer elecciones bajo fuego, lo mismo que hacen en Afganistán, en Iraq, en
Libia, en todos los países que invaden. Y desde aquel 2009 para acá, en
Honduras se ha instalado una dictadura militar con fachada civil, fachada
legal, que la dirigen los dos partidos tradicionales que me sacaron del poder.
Por eso afirmo que la restauración conservadora en América Latina es un proceso
bien planificado. Pero también digo que no tiene futuro porque surge
precisamente como una respuesta reaccionaria de las cúpulas frente a la demanda
del pueblo ante el fracaso del modelo neoliberal. El capitalismo patriarcal y
patrimonial fracasó en los 90, en 1998 aparece Hugo Chávez, aparece el
Socialismo del siglo XXI y hoy están intentando otra vez parar esa demanda del
pueblo. Pueden detenerla por un tiempo, pueden ponerle diques y obstáculos,
pero los pueblos siguen avanzando. Yo no creo que puedan sostenerse mucho
tiempo este retorno de la derecha en Latinoamérica y el Caribe.
–Hay quienes sostienen que
esto es posible porque existe además un Plan Cóndor mediático.
En Paraguay destituyeron a
Fernando Lugo por la fuerza, en Honduras a mí, en Brasil a Dilma Rousseff
también por la fuerza. Es decir que la
restauración conservadora lleva conspiración. Combina ataques mediáticos, fuertes
engaños publicitarios y fraudes electorales. La restauración es violenta. No es
pacífica, ni es democrática. No conozco las interioridades del proceso político
en Argentina, pero creo que el kirchnerismo, representado Cristina Kirchner,
está sometido a un ataque mediático salvaje. Esa matriz mediática hace que el
pueblo sea engañado. El voto de un pueblo que no tiene información oportuna,
objetiva, que no tiene la capacidad de discernir, es un voto falso, engañoso.
La elección de Mauricio Macri es un fraude político.
–¿Qué opina de lo que está
pasando en Venezuela?
El objetivo es evidente. La
Revolución Bolivariana es un símbolo latinoamericano y caribeño, como lo fue la
Revolución Cubana. Cuba nunca se venció ni fue derrotada. Murió Fidel después
de sufrir 600 atentados y Cuba sigue manteniendo la dignidad que necesitamos
los pueblos para sobrevivir. Ahora han acrecentado la agresión contra
Venezuela, contra Nicolás Maduro. Todo latinoamericano que tenga el mínimo de
conciencia colectiva, de querer el bien común para estos pueblos, debe de estar
al lado de Nicolás Maduro y de la Revolución Bolivariana, acechada, rodeada,
cercada, conspirada internamente con columnas que, como caballos de Troya,
agreden a su pueblo. Entonces, si nosotros admiramos a Cuba por lo que resistió
durante más de 50 años, y sigue resistiendo el bloqueo, debemos de admirar
también lo que el pueblo de la Revolución Bolivariana está soportando en
condiciones inclusive peores porque Venezuela no es una isla, tiene fronteras
con Colombia, con Ecuador, con Brasil. Y luego, Barack Obama hace un decreto
diciendo que Venezuela es una amenaza para la seguridad de Estados Unidos.
Imagínate, esa potencia que es millones de veces más grande diciendo que
Venezuela es un peligro. ¡El peligro son ellos para la humanidad! El Goliat
declarando que David es una amenaza con su honda. Venezuela tiene problemas
porque el imperio está acechándola y rodeándola. Pidámosle a EEUU que saque sus
narices de Venezuela.
–El actual presidente Donald
Trump ha dado un giro de 180 grados respecto de lo que prometió durante su
campaña en relación a China y Rusia. ¿Qué cree que pasó?
–Yo siempre lo dije: el
imperio es más fuerte que sus presidentes. Los pueblos eligen a sus presidentes
pensando que esos presidentes son los que mandan. Yo que estuve sentado en la
silla presidencial sé que te dejan gobernar y mandar únicamente si obedeces las
órdenes tanto del imperio de turno, como de la oligarquía mediática, económica
y militar que gobiernan nuestros países. Si estás en contra de ellos, tienes a
los medios nacionales y a las principales cadenas de radio, televisión del
mundo encima, a los bancos y a las transnacionales encima. Inclusive las
iglesias, las ONGs, los sectores reaccionarios en las universidades, todos se
te vienen en contra cuando tú estás realmente queriendo hacer reformas sociales
en pro del bien común. A mí, en este pequeñito país, siendo presidente, me
derrocó la élite de aquí asociada con los norteamericanos y los militares. Y a
Trump lo está venciendo el complejo militar industrial de su país. El es un
empresario. Llegó a la Casa Blanca con sus ideas de cómo gobernar el país y el
mundo. Pero cuando le empiezan a explicar los réditos económicos que logran
invadiendo, haciendo la guerra, sometiendo países para apropiarse de sus recursos
naturales, entonces él empieza a comportarse como cualquier presidente de una
potencia que conspira contra la paz. Pensar que Trump puede sobreponerse al
imperio es una quimera. Tiene de espaldas el imperio. A él lo pueden aplastar
el día que quieran. El imperio lo está venciendo.
–Usted era un dirigente de
derecha. ¿Por qué razón cuando ganó la presidencia adoptó políticas de
izquierda? ¿Su clase social, la de la derecha, le perdonó ese vuelco?
–No. No me lo van a perdonar
nunca, aunque yo ya les perdoné a ellos el daño que nos han hecho. Y me vine de
la derecha, donde estuve muchos años, a la izquierda porque la razón histórica,
inteligente, sensible, humana, está de este lado. La historia la construyen los
pueblos, no las élites. Yo tenía un sueño, una esperanza, una quimera. Me metí
en política a los 30 años, cuando vino la democracia después de gobiernos
militares. Pasé desde una aldea en una zona rural y después de 25 años de una
lucha titánica llegué al punto de ser presidente de Honduras. Luché 25 años.
Todos los días. Abandoné todo: empresa, familia, todo para irme a la lucha
política y llegué a la presidencia. Y ahí me senté con la cúpula militar, con
las élites económicas, las mediáticas, las empresariales, con las iglesias y
con el imperio.
¿Sabes cuál fue la primera petición que me hizo la Casa Blanca? Que le diera
una visa de asilo diplomático a Posada Carriles, al terrorista. ¿Cuál fue la
primera petición aquí en Honduras? Que nombrara el gabinete de gobierno que
ellos habían diseñado en la embajada.
Así directo. Me dijeron:
“Aquí está la lista de las personas que Usted va a nombrar en su gabinete, para
que la analice”. Así dominan nuestros países. Entonces cuando tú llegas y ves
esa realidad, ¿cómo puedes permanecer en un lugar que sabes que es la desgracia
de la humanidad? Tienes que cambiar. Entonces, lo primero que hice fue hablarle
a Chávez para que me ayudara con petróleo. Hablé con Cristina Kirchner, con
Lula. Honduras no tenía relaciones con los países de la región. Nunca había
venido un presidente de Brasil a este país hasta que yo traje a Lula. Me uní al
bloque antiimperialista del ALBA, escuché las demandas populares, empecé a
trabajar con los sindicatos, los obreros, los maestros, los campesinos pero
también con los agricultores, los ganaderos y los empresarios. Empecé a
trabajar en una óptica eminentemente pluralista ideológicamente y democrática.
Pero es mentira que ellos quieran la democracia. Lo que quieren son concesiones
para sus privilegios económicos y llevarse todo.