Ana Jaramillo, abril de 2020
Contra sofismas y dictaduras de
quienes, paradójicamente, se proclaman liberales, decimos la verdad. El peor mal es el liberalismo, que
invocando una libertad, no sea ejercer las otras libertades…Una libertad
sin seguridad de vida, de trabajo, de educación y vivienda digna es una falsa libertad.
Poseer la libertad para morirse a hambre es un sofisma que constituye materia
de engaño, para quienes trafiquen, haciendo cortinas de huma para ocultar
intenciones. La Revolución no ha venido a cercenar libertades populares, sino a
ordenar valores, armonizando los derechos individuales y los derechos de la
Nación. Juan
Domingo Perón
Creemos que las instituciones, tanto
las cooperativas como las organizaciones
libres del pueblo como las asociaciones profesionales, el sindicalismo, pueden
ser comunidades democráticas en miniatura, en tanto son organizaciones
sociales participativas sin fines de lucro, donde se practica cotidianamente el
consenso, el acuerdo, el trabajo cooperativo compartido con objetivos comunes
que supone un proceso de formación de conciencia y un aprendizaje en la práctica.
En tanto organizaciones de producción
de bienes y servicios o de conocimiento, el proceso productivo se organiza
democráticamente, con la participación de todos sus miembros, ya sean los
trabajadores, participando e incidiendo en las decisiones del colectivo, en la
formación de la conciencia autogestionaria, suprimiendo la conciencia pasiva
sometida a la heterogestión tanto en la vida laboral, social o política de las
personas.
Por supuesto que existen voces
discrepantes que sostienen que en una sociedad capitalista, cualquier
organización social participativa termina asumiendo la forma de la sociedad en
la que se desarrolla e incluso se postula que la existencia misma de dichas
organizaciones sociales participativas van en contra de una modificación total
o radical del sistema.
Sin embargo, rescatamos a las cooperativas ya que consideramos que en ellas, el
trabajador (en las cooperativas de trabajo), o en las organizaciones libres del
pueblo se convierten en dueños de su producto, participa de manera igualitaria
en la toma de decisiones, se suprime la escisión entre dirección y ejecución de
las acciones y, los objetivos de la empresa pasan a coincidir con los del
trabajador o trabajadora. Plantearemos cómo la educación y capacitación
contribuyen a este propósito, en especial al proceso de concientización y
formación de los y las trabajadoras.
RECUERDOS
DEL FUTURO
“La
riqueza, la renta y el interés del capital, son frutos exclusivos del trabajo
humano”.
Constitución
Nacional de 1949
Quienes recordamos, quizás porque
enseñamos el constitucionalismo social en Nuestra América y hemos trabajado en
el sector social de la economía tanto en México como en Perú, sabemos que las
constituciones que garantizaban un Estado de bienestar para sus pueblos, tanto
el peronismo, el cardenismo en México,
como la época de Velasco Alvarado en Perú, fueron arrasadas por golpes de
Estado o posteriormente por el neo liberalismo imperial y el capitalismo
financiero.
También recordamos el sistema autogestionario de Yugoslavia
en época de Tito. No pasaron tantos años cuando en nuestros países se
garantizaba tanto la propiedad de la tierra, como distintas organizaciones como
cooperativas de trabajo o producción, como empresas administradas por los
trabajadores, y diversas organizaciones libres del pueblo.
Los
gobiernos que buscan el bienestar de sus pueblos, nacionalizan sus recursos
naturales, la Banca Nacional, recursos mineros, gasíferos o petrolíferos, hacen
reformas agrarias, promovieron cooperativas agrarias, hicieron empresas de
telecomunicaciones y en general tuvieron una política de no alineación. Pero
luego vino el neoliberalismo con privatizaciones y endeudamiento.
Uno de los obstáculos que usualmente,
en democracia, se tiende a destacar para no transformar las relaciones
laborales, es la falta de capacitación o
educación para la gestión. Como resultado de la creciente división
capitalista del trabajo entre ejecución y concepción.
Pensar que es imposible transformar dicha división histórica es sostener la existencia
de capacidades humanas naturales para una u otra función. Sólo las personas
podrían manejar una máquina para producir, conseguir empleo, salario y, por lo
tanto, satisfacer sus necesidades esenciales, sin pretender ser los dueños de
su trabajo. Esta concepción de la educación y la capacitación tiene por detrás
la voluntad de perpetuación de ciertas relaciones de poder.
Esto no sólo implica un círculo
vicioso reproductor de las relaciones de poder socioeconómicas existentes, sino
la voluntad de adaptar a la persona a la
máquina y al statu quo. La educación se concibe como adaptación a los movimientos
y habilidades necesarios para el funcionamiento de la máquina, marginando al
trabajador o trabajadora del conocimiento del proceso global de la producción,
de la participación en las decisiones y reproduciendo su ubicación material y
subjetiva subalterna.
La educación no es un proceso
“alimentario” mediante el cual ciertas personas, instituciones u organizaciones
poseedores de los alimentos dan de comer y ciertas personas desposeídas se
nutren pasivamente, o como la llama Paulo
Freire, la educación bancaria, donde los educandos solo pueden recibir los
depósitos, guardarlos y archivarlos. Las personas tenderían cada vez más a la
pasividad, recibiendo el mundo tal cuál es y adaptándose a él, en vez de desarrollar
la conciencia crítica y plantearse la posible transformación de la realidad.
Queremos rescatar esta concepción de
la educación por el trabajo, ya que implica
que la autogestión es posible, no sólo para personas capacitadas sino justamente,
como proceso de formación de conciencia. Esta concepción supone a su vez,
que la praxis es una categoría fundamental del conocimiento. La praxis del
trabajo y la participación es la que permite demostrar la posibilidad de educar
a las personas en la autogestión.
Por otra parte, a través de la
autogestión, la persona puede participar en las decisiones que las atañen y
proponerse objetivos, determinando así la dirección y escala de su actividad.
La autogestión no es otra cosa que la organización democrática de los
trabajadores que administran su trabajo por sí mismos, son dueños del producto
y no tienen ningún poder por encima de ellos en el proceso de producción.
La autogestión cooperativa se plantea
entonces como única forma de superar la “permanente y fija división de la
sociedad en sujetos y objetos de la historia, en dirigentes y ejecutores, en
razón social astuta y sus instrumentos físicos bajo forma humana”.
La educación autogestionaria se concibe
como práctica de la libertad. Esta práctica no implica la educación para el
trabajo sino del trabajador o trabajadora. No se trata de adaptación sino de
una práctica participativa.
Como lo dice Freire, “las personas se
humanizan trabajando juntas, para hacer del mundo cada vez más la mediación de
conciencias que cobran existencia común en libertad. A los que constituyen
juntos el mundo humano compete asumir la responsabilidad de darle dirección”.
EL PROCESO EDUCATIVO EN LA
PARTICIPACIÓN Y SU PROCESO HACIA LA AUTOGESTIÓN
(…) En nuestras universidades, donde a menudo se propone una educación fragmentaria,
por especialidades, que corresponden a la división técnica del trabajo, se debe
integrar las distintas especialidades a una voluntad común: la del beneficio
social de la producción o el bien común civil, al decir de Perón. Creemos que
este objetivo debe estar presente en todas las universidades públicas porque
sus egresados y egresadas estarán integrados posteriormente al quehacer
nacional y a la producción social.
LAS TAREAS DE LA EDUCACIÓN EN UNA
ORGANIZACIÓN PARTICIPATIVA
(…) Es tarea fundamental para la
educación, comprometida con la participación de los trabajadores mostrar en
primera instancia la identidad de los objetivos perseguidos por la empresa y
las y los trabajadores.
(…) La segunda tarea de la educación
de acuerdo a las características de la organización autogestionada que sostiene
la igualdad democrática, será la de revalorizar el trabajo humano, ya que en
las organizaciones autogestionarias se remunera el trabajo y no el capital.
(…) En la autogestión, los excedentes
pertenecen a las y los trabajadores y ellos deben decidir sobre el reparto de
los mismos. La educación debe por lo tanto, incentivar la elevación de la
productividad mostrando que los excedentes generales le pertenecen a los mismos
trabajadores o trabajadoras que deben tener el control de las decisiones sobre
el reparto de los mismos.
A MANERA DE CONCLUSIÓN: LA FUNCIÓN DE
LA EDUCACIÓN EN LA PROFUNDIZACIÓN DE LA DEMOCRACIA
Uno
de los desafíos fundamentales de la democracia política actual es la recuperación
de la industria, que
debe estar acompañada por un proceso que revierta la concentración de capital
agrario, financiero e industrial a través de una política redistributiva del
ingreso. Para ello, es necesario comenzar un proceso de acumulación de capital
social en el marco de un Proyecto Nacional, lograr un nuevo contrato social
sobre la comunidad organizada.
La estabilidad de la democracia
política estará asimismo estrechamente ligada a la posibilidad de satisfacer los reclamos sociales, de resolver el proceso
inflacionario que manifiesta la institucionalización del conflicto entre los
distintos sectores por acceder al producto y a la implementación de una
política redistributiva.
(…) Es necesario por lo tanto que el
sistema educativo y principalmente la universidad pública fomente el sector
social en materia económica financiera, técnico-administrativa, legal y
educativa, dado que ambas instituciones se proponen profundizar la democracia
buscando una sociedad más equitativa.
Dicha promoción trae consigo múltiples
beneficios reconocidos por ambas instituciones, puesto que implican la
posibilidad de:
1. Una mejor distribución del ingreso.
2. Valorizar el trabajo a través de su
calificación y de la retribución real del mismo y no de su precio en el mercado.
3. Suprimir la intermediación
improductiva.
4. Elevar la participación de las y
los trabajadores en la empresa, su producto y sus beneficios y progresivamente
en las decisiones económicas y políticas fundamentales.
5. Generar empleo reasignando recursos
para la creación de puestos productivos, contribuyendo a solucionar los
problemas de desempleo y subempleo.
6. Elevar el poder adquisitivo de los
salarios a partir de la incorporación en el mercado de productos a bajos
precios y socialmente necesarios.
7. Elevar los niveles reivindicativos
de los trabajadores pasando a formar parte de las decisiones sobre el
desarrollo nacional.
8. Fortalecer las organizaciones de
los trabajadores a través de la integración del sector social.
9. Combatir el capital oligopólico y
monopólico a través de la integración de las empresas administradas por los
trabajadores, generando un desarrollo que vincule el crecimiento económico a la
justicia social.
10. Elevar el nivel de educación de las
y los trabajadores a través de los sistemas de autoeducación, programas de
educación cooperativa, cooperativas escolares, etc.
11. Contribuir a la democracia
política a través de la democratización de la economía en general, la industria
y el agro en particular, como freno a las agudas diferencias sociales
existentes en el país.
12. Contribuir a la democracia
entendida como posibilidad de participación real de las grandes mayorías en los
destinos que le pertenecen.
13. Elevar la productividad social,
entendida ésta como la eficiencia para producir y distribuir los bienes
socialmente necesarios.
14. Humanizar el trabajo y el capital.
Si la esencia del capitalismo es la de producir cada vez mayores beneficios y
no la de producir bienes socialmente necesarios, poco importa para éste la humanización
del trabajo, la creciente marginalización, la inequitativa distribución del
ingreso o el creciente acceso de las mayorías a las satisfacción de las
necesidades esenciales como la salud, la vivienda, la nutrición, la educación o
el empleo.