sábado, 4 de abril de 2020

Del laberinto nacional se sale por la comunidad


Por Juan Godoy*


                En una sociedad donde hace años se apunta a la imposición mayormente del individualismo, la ruptura de los lazos solidarios, el hedonismo,  las “libertades individuales” por encima de los intereses colectivos, la crítica a la intervención estatal en cuestiones que se consideran ligadas al ámbito privado, la difusión de las agendas políticas de las minorías en detrimento de las grandes problemáticas nacionales, en fin, donde aparece el Yo sobre el nosotros, los acontecimientos de público conocimiento desatados en relación a la propagación del covid-19 han puesto por un lado, en crisis ese modelo, y por el otro, de manifiesto la actualidad y la necesidad de profundizar en los lazos constitutivos de la comunidad organizada, entendiendo que no hay realización posible por fuera de ésta.
                Sostenemos esto a partir de la observación que ante la crisis desatada (como en tantas otras, más comunes), y el conjunto de medidas adoptadas por la administración de gobierno para evitar consecuencias mayores, lo que queda en pie con su vitalidad en el sostenimiento de la cohesión social, y en tanto el fortalecimiento de la comunidad nacional, son diversas instituciones y organizaciones que se han puesto “la Patria al hombro”.
                Estas instituciones y organizaciones han sido, no casualmente golpeadas duramente por el liberalismo (de izquierda y derecha si se quiere), que siempre procura desarticular los pilares constitutivos de la nación. Cuando se debilitan los lazos sociales, los valores permanentes y la moral la comunidad se debilita. Nos referimos a instituciones y organizaciones diversas como los sindicatos, las Fuerzas Armadas, las instituciones escolares, la iglesia, los clubes de barrio, las sociedades de fomento, etc. La comunidad no se articula desde los “derechos individuales”, sino desde las instituciones y organizaciones que constituyen la vida comunitaria. Desde ya, también cabe destacar a los integrantes de la salud pública, los trabajadores que producen los alimentos y medicamentos, los recolectores, etc. manifestando la solidaridad poniendo el deber y el interés colectivo sobre el individual.
                Argumentamos esto porque, en los últimos días, se observan diferentes acciones de parte de éstas como los sindicatos poniendo tempranamente sus hoteles al servicio de los enfermos, las escuelas sosteniendo los comedores escolares y las clases mediante diferentes dispositivos, la iglesia con su presencia en los barrios populares, fabricando barbijos e incluso pidiéndole al Presidente que los exima de la cuarentena para poder asistir mejor a los humildes de la patria, los clubes poniendo a disposición sus instalaciones para lo que se necesite, etc.
Las Fuerzas Armadas merecen un párrafo aparte por, al menos, tres cuestiones: su lugar estratégico en el territorio nacional, la defensa de la patria; por haber sido fuertemente criticadas (más allá de los sectores liberales y genocidas que bien se ganaron el repudio de nuestro pueblo), en base a un “anti-militarismo abstracto”; y por ser un caso emblemático de lo que queremos transmitir en estas líneas. Así se las observa con presencia en todo el territorio nacional a través de sus 90 mil integrantes, utilizando los aviones Hércules de nuestra Fuerza Aérea para repatriar argentinos en el exterior, la puesta a disposición de los hospitales militares (incluso el hospital militar reubicable), la producción de alcohol en gel del laboratorio del Estado Mayor Conjunto, la fabricación de barbijos, cofias y camisolines por parte de la sastrería en el taller textil del ejército, el patrullaje aéreo para verificar el cumplimiento de la cuarentena, la perforación de pozos en la zona salteña para la obtención de agua, y la diagramación para repartir comida en los barrios populares, entre otras acciones. Quizás sea un puntal para el necesario re-encuentro con el pueblo argentino y su línea nacional que supieron expresar desde la oposición a las invasiones británicas, San Martín, Savio, Mosconi, Pujato, Leal, Vicat, Alberte, Guglialmelli, por nombrar algunos pocos casos al azar.
La comunidad organizada nos marca el camino del futuro, a pesar de todo demuestra sostener su vitalidad e importancia. No obstante la misma debe ser contenida y expresada en un proyecto nacional que apunte a fortalecerla, una política nacional que contenga los lineamientos en este sentido para cada uno de esos sectores, en virtud de dar respuestas propias a nuestras problemáticas. Es necesario partir de la realidad, y construir, a través del tiempo que demande: la unidad nacional. La comunidad es el punto de partida para nuestra tarea: construir la nación. Existe una (nueva) oportunidad. El gobierno, luego de superarse esta crisis, puede ser expresión de lo que venimos sosteniendo, encontrar su rumbo en “lo nacional”, construyendo en base a los pilares donde (todavía), se sostiene la nación, teniendo en cuenta que como afirma Perón: “el tránsito del yo al nosotros no se opera meteóricamente como un exterminio de las individualidades, sino como una reafirmación de éstas en función colectiva”.


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